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12 Enfrento la realidad

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Al volver a la residencia, después de entrar a la habitación que comparto con Lau me siento tan mal que no me atrevo a mirarla a la cara. Soy una mala amiga, la he traicionado.

He besado al chico del que ella está enamorada, he besado a su chico, y eso me convierte en una hipócrita de mierda, hace pocas semanas juraba que lo odiaba y está noche me he lanzado sobre sus labios como una adolescente enamorada.

Ya no me sirve de nada negarlo, deseaba besarlo, necesitaba hacerlo, ya no lo soportaba más, mis labios necesitaban posarse sobre los suyos para liberar todo lo que nunca podría decirle en palabras, mis manos necesitaban tocarlo para comprobar que él sentía las mismas emociones. Yo me sentía atraída a él y él a mí, como dos fósforos que al unirse pueden provocar un incendio, él y yo podríamos arder en llamas hasta que nuestros sentimientos se consumirán y se volvieran cenizas.

«Lo lamento Lauren, ya no puedo ocultarlo, estoy cansada de siempre negarlo. Me gusta Kian, me atrae Kian, necesito a Kian, pienso en Kian, sueño con Kian, respiro y me siento viva porque él es mi razón para sonreír, quiero a Kian y todos los días espero que en algún momento él se dé cuenta de mis sentimientos por él, deseo que él sienta lo mismo y al mismo tiempo siento miedo de que sea así, pero lo deseo, deseo con todas mis fuerzas que los dos sintamos lo mismo y podamos decírnoslo mirándonos frente a frente. Quiero que, por una sola vez, siquiera durante un breve segundo pueda haber la posibilidad de pensar en un nosotros».

Demonios, todos esos pensamientos me hacen sentir terriblemente enferma, temo no poder encontrar la cura para revertir estos efectos secundarios de mi amor no correspondido.

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Al día siguiente...

Al salir de la clase de artes salgo de las instalaciones y me dirijo al campus, bufo agotada y me recuesto en el césped recién podado, respiro el olor fresco de la naturaleza, observo las nubes pasar y avanzar en la dirección que sopla el viento.

Resoplo con frustración y digo en un murmullo. —Estúpida, ¿por qué lo hiciste, Eid? —harta de pensar en lo que hice me quito los lentes y me desato el cabello—. ¡Qué locura!

Repentinamente alguien se recuesta a mi lado, tiene puesta una sudadera gris en conjunto de un pantalón deportivo, su cabello está completamente desordenado y alborotado, sus ojos brillan de un azul intenso a la luz del sol, distingo un tatuaje que no le había visto antes justo debajo del cuello.

—¡Se lo que pasó! —me dice Kian soltando un profundo suspiro e inmediatamente voltea en mi dirección.

El corazón se me detiene en ese momento, dejo de respirar y contengo el aliento.

—No es lo que parece, te lo explicaré todo, solo no se lo digas a Lau —me pongo casi encima de él bloqueándole la escapatoria entre mis brazos, mi cabello cae como cortina cubriendo nuestros rostros y mi respiración se acelera al notar la corta distancia en que nos encontremos, desde este punto puedo observar la profundidad de sus ojos azules, la intensidad con la que me mira. 

Inconscientemente desvío la mirada a su labio inferior, donde tiene un piercing que hasta el día de hoy no había observado con atención, ese pequeño aro de metal le hace ver malditamente bien.

Kian me mira fijamente y se lame los labios antes de decir:

—Tranquila, hablaba de lo que anoche hice... me enfadé con tu amiga y le grité demasiadas mierdas, me sobrepasé, pero ya lo solucioné, no fue nada del otro mundo. ¿Tú de qué hablabas?

Me siento aliviada cuando me dice eso, niego con la cabeza y me aclaro la garganta.

—Pues nada, quería explicar... —alejo mi rostro del suyo y me incorporo colocándome los anteojos con nerviosismo—. lo de Lau... si actuó así con su ex fue porque él le hizo muchísimo daño, lo detesta y no soporta tener que respirar el mismo aire que él, ¡no la odies por defenderse!

Él asiente poco convencido. —Vale, te creo.

Sonrío con alivio, por un momento pensé que recordaba el beso, me siento afortunada de que no recuerde nada.

Kian se aclara la garganta y se frota la nuca ¿nervioso?

—Te quería pedir... si me acompañabas a mi departamento esta tarde, quiero darle una sorpresa a Lau y tú eres su mejor amiga, la conoces mejor que nadie y conoces sus gustos... así que pensé que si le hacía una cena romántica... ella podría perdonarme.

Casi salen lágrimas de mis ojos, nadie nunca hizo un gesto tan dulce, comprensivo y romántico por Lau, siento incluso como si esto lo estuviera haciendo por mí. ¡Qué tonta!

—Emh, ¿estás bien? —Kian pasa su mano frente a mis ojos.

—Nada, es que... esto que piensas hacer... es hermoso, y así es el amor Kian —le sonrío—. puro y repleto de sorpresas —me amarro mi cabello en una coleta, coloco mi mano sobre su hombro y le respondo animada—. Cuenta conmigo esta tarde.

Emocionada me inclino hacia su rostro, sonrío y beso su mejilla fugazmente, me levanto del pasto, tomo mi mochila del césped y corro apresurada hacia las instalaciones, ya que mi siguiente clase comenzará en pocos minutos.

Me siento muy ilusionada por la sorpresa y al mismo tiempo desilusionada porque no es para mí.

«¡Mierda!».

Al salir de la última clase, atravieso el pasillo, bajo las escaleras y veo a Lau en su auto retocándose el maquillaje.

Ella me hace una señal para que me acerque, camino hacia su auto y cuando llego a su lado ella me habla.

—Iré a comer algo con Mery. ¿Te unes?

—No, yo... saldré a comprar libros para una clase —le miento.

—Ok, llámame cuando vuelvas —me dice. Enciende el motor del auto y se aleja yéndose a algún lugar poco importante.

Minutos más tarde...

Siento una mano posarse en mi cintura, como acto de reflejo me sobresalto.

—Pero ¿qué?

Me quedo callada al ver una rosa de papel hermosísima frente a mis ojos.

—¿Te gusta? —me susurra Kian al oído con voz ronca.

Cientos de mariposas revolotean en mi interior al escuchar su magnífica voz, vuelan en todo mi cuerpo y le dan vida a mi alma.

—¡Me encanta! —le respondo con una sonrisa.

Kian se aparta un poco de mi lado, yo doy media vuelta y le veo parado allí, impasible, neutral.

—¡Tú a mí! —susurra en voz baja, pero lo escucho—. Vamos, nena —me dice, comienza a caminar y me guiña un ojo.

Nos acercamos al estacionamiento, él abre la puerta de su auto y voltea a verme.

—¿Subes?

—Encantada —subo al auto, él también sube y nos vamos juntos del instituto.

Media hora más tarde detiene el auto en una zona privada, delante de un edificio elegante con balcones impresionantes y una entrada de mármol que me recuerda a las películas de Hollywood. «Este lugar es espléndido», diría mi madre.

Subimos al elevador, Kian pulsa el botón del piso veinte, el ascensor cierra sus puertas y comienza a subir, pasan unos eternos minutos de silencio en los que Kian me mira de reojo y yo le sostengo la mirada por apenas microsegundos. Cuando las puertas del ascensor vuelven a abrirse expulso el aire que estaba conteniendo dentro de mis pulmones. Kian sale del ascensor y yo lo sigo sintiéndome cada vez más nerviosa, mis piernas tiemblan como gelatina y mi corazón late tan acelerado que tengo la impresión de que Kian puede escucharlo.

Kian saca la llave del bolsillo de su pantalón, la introduce en la cerradura plateada y la puerta se abre. Los dos entramos a la habitación 198, en el interior hay una lujosa estancia con sofás de color beige, una mesa de centro que parece realmente costosa, al lado está la cocina, la cual es increíblemente amplia, la barra de mármol blanco combina con las paredes blancas y todos los ventanales tienen una vista magnífica y hermosa hacia la ciudad.

Me cubro la boca con las manos.

—Es hermoso.

—Sabía que te gustaría —reconoce él convencido de que esa iba a ser mi reacción—. ¿Te muestro mi habitación? — me pregunta colocando las manos tras su cuello, frotándose la nuca ¿nervioso?

Aunque Kian me está invitando a su habitación, yo sé que no son malas sus intenciones, estaba casi segura que su único motivo para llevarme a su dormitorio era que, quizás, hablaríamos más a gusto y él se sentiría más cómodo.

Asiento con la cabeza y lo sigo, él abre una puerta blanca de madera y me invita a pasar.

—¿Hace mucho que vives aquí? —pregunto detrás de él, entrando a su habitación, que luce totalmente diferente al departamento.

Observo una amplia habitación blanca con ventanales enormes, alrededor las paredes tienen posters de bandas de rock, hay una cama, una mesa donde tiene el computador, un equipo de sonido, una estantería repleta de libros, otra con figuras coleccionables, un armario negro al fondo, nada que no encontremos normalmente en una habitación, lo que sí me sorprende es lo ordenada que luce la habitación. Por cierto, casi lo olvidaba, de fondo en la radio se escucha una canción acústica.

—Sí, ¿y tú? —me pregunta Kian dudoso.

—No, nos mudamos cuando yo tenía diez años, antes vivíamos en Nueva Jersey, mi madre creyó que en ese sitio no me podrían dar la calidad de vida que necesitaba, así que decidió que nos mudáramos aquí. Pensó que sería la hija ejemplar, educada, bien vestida y estudiosa, en pocas palabras la chica perfecta que no comete errores.

—Prácticamente, ella planeó tu vida —afirma él sentándose en la silla giratoria que está ubicada frente al escritorio—. La pregunta es, ¿por qué? ¿por qué ella controla tu vida?

Yo tomo asiento en la cama y volteo a verle.

—No lo hace, solo quiere lo mejor para mí.

—Vale, decirte que la gente como yo no es buena influencia para ti no es algo que se pueda definir como “correcto” —hace comillas con los dedos—. de hecho, es una mierda, limitar y elegir tus amistades, controlar tus estudios, vigilarte en casa y aconsejarte respecto a tu... —se detiene y deja en el aire sus palabras, haciéndome pensar que estaba fuera de lugar lo que iba a decir.

Frunzo el ceño y cruzó los brazos sobre mi pecho antes de decir:

—¿En qué?

—Nada... ¡olvídalo!

No insisto más y dejo el tema de lado, seguimos conversando, hablamos de su plan para reconquistar a Lau, yo disimulo que no me molesta escuchar que hable de ella estando conmigo, cuando en realidad me hace tanto mal como una puñalada en el corazón. Afortunadamente también hablamos de mis años de prepa y los de él.

—Parece que no necesitas ayuda para sorprender a Lau —comento incorporándome de la cama y alejándome hacia la puerta—. No sé para que vine. Mierda.

—Pues quería que me ayudaras a adornar el lugar.

—Al parecer solo necesitas dirigirle una sonrisa, darle un beso y obtendrás lo que tanto quieres —le respondo frustrada, con evidente fastidio. No quiero que él se dé cuenta lo mucho que me afecta su relación con Lau, pero no puedo evitar sentirme celosa cuando le veo hablando de ella, mostrando una inmensa ilusión en sus ojos.

Kian se incorpora rápido de la silla, se pasa las manos por el cabello, buscando las palabras adecuadas para ¿detenerme? No, no es eso.

—Antes de que te vayas puedo enseñarte algo de música, ¿quieres aprender a tocar un fragmento de mi canción favorita? —me sugiere completamente despreocupado, ignorando mi comentario anterior.

Su entusiasmo me hace sonreír, pienso de inmediato en decir que sí, pero luego la imagen de Lau llorando y sollozando destrozada regresa a mi mente.

Niego con la cabeza y respondo en un tono cortante. —¡No puedo! —doy media vuelta dispuesta a irme, pero detengo mis pasos cuando él comienza a tocar los acordes de una melodía tranquila y a su vez relajante. Vuelvo a girarme hacia él y admiro su apariencia mientras toca las cuerdas de su guitarra, el cabello le cae a ambos lados de la frente, lame sus labios carnosos, cierra los ojos un par de segundos sin perder el ritmo de la melodía, parece profundamente concentrado en lo que está haciendo y en el fondo sé que está resultando.

Si pretendía conquistarme tocando una canción para mí, está funcionando, me siento presa de cada nota musical, de cada movimiento que hacen sus dedos mientras rasgan las cuerdas transparentes de la guitarra, ni siquiera me está mirando y ya me ha cautivado, me tiene en sus manos, soy incapaz de dar un paso hacia enfrente y marcharme, no puedo irme así, estoy enganchada a él y a su encanto, a su maravillosa e irritante personalidad, al sonido electrizante de su voz, al calor que me transmite su mirada cuando me observa, a las sonrisas cínicas y burlonas que suele dirigirme, a los momentos que hemos compartido, ya no puedo negarlo, mis sentimientos por él son más fuertes que cualquier otra cosa que haya sentido antes.

—Anda nena, te gusta la guitarra, quédate conmigo —susurra despacio con esa voz ronca que me derrite el corazón.

Conecta la guitarra al amplificador, realiza algunos ajustes mientras yo lo miro sin decir una palabra. Las palabras están allí, pero mi boca es incapaz de articular nada, tengo la impresión de que Kian me ha lanzado un hechizo sumamente poderoso.

Él se levanta de la cama, camina un par de pasos y se detiene frente a mí, toma mi mano entre las suyas, me dice que me siente sobre su cama, yo tomo asiento automáticamente, después él coloca la guitarra en mis manos y se sienta detrás de mí, rodeándome con sus brazos.

Al sentirlo pegado a mí, su torso rozando mi espalda, sus brazos presionando mi cuerpo, después de algunos segundos las palabras salen de mis labios.

—¿Qué haces? —le cuestiono en voz baja e intento apartarme. Kian me retiene sujetándome con firmeza de la cintura.

—Mereces aprender algo que si te guste —responde él susurrando esas palabras a mi oído, la calidez de su aliento en mi cuello me hace estremecer.

Una ola de calor se extendió por mi cuerpo, su voz provocativa y seductora, su cercanía y el calor de nuestros cuerpos me hicieron perderme por completo. En tan solo segundos el aroma de Kian invadió todos mis sentidos, parecía que el olor de su perfume atravesaba los poros de mi piel, avanzaba por mis venas y se impregnaba en mi corazón.

Cuando conseguí recuperarme del impacto magnético que había surgido entre nosotros, llegué a entender que me estaba hablando del cómo posicionar mis manos sobre la guitarra, apoyándola sobre mis piernas.

En algún momento siento que él toma mis manos y entrelaza sus dedos con los míos mientras coloca mis manos en la posición correcta, hace lo mismo con mis dedos, colocándolos sobre las cuerdas que él estaba tocando. El toque de sus dedos es similar a una caricia dulce y suave, electrizante para mi piel, embriagador para cada uno de mis sentidos. La calidez de sus manos sobre las mías es lo más extraordinario que he sentido, siento que en este momento los dos formamos una conexión real, estamos enlazados.

—Esta es la base —me explica hablándome al oído y comienza a mover mis dedos sobre las cuerdas de la guitarra con delicadeza.

Observé nuestras manos unidas e inmediatamente el calor subió por mis mejillas, de pronto me sentía nerviosa y tenía la sensación de no poder respirar con normalidad.

Imaginé que lo besaba y que él me devolvía el beso, como había sucedido la noche anterior, aún podía recordar el contacto de sus labios cálidos sobre los míos, sus manos acariciando mis mejillas, su boca explorando cada rincón de la mía, quemándome con cada caricia.

El sonido que salía de la guitarra no se parecía ni un poquito a la canción que le había escuchado tocar y aun así me sentía extrañamente bien, cada acorde me transmitía tranquilidad, me relajaba como la música clásica. Con Kian todo se sentía bien, absolutamente todo.

—¿Estás seguro que esto es tu canción favorita? —me atreví a preguntar girando ligeramente mi rostro hacia el suyo, erróneamente, ya que nuestros labios quedaron a un centímetro de distancia, ya no había distancia entre nosotros y sentí que mi corazón escapaba de mi pecho al darme cuenta de ello.

Kian sonrío al escuchar mi pregunta y negó con la cabeza para después decir en voz baja.

—Ese es el sonido de nuestra respiración al unísono —sus palabras provocan que mi corazón de un salto—. Confía en mí, vamos con la segunda parte.

Me enseñó otro movimiento con los dedos, deslizándolos sobre las cuerdas, repitió la misma secuencia un par de veces y yo me pregunté si acaso yo era la única aquí que estaba experimentando sensaciones como estás, que me llevaban y me elevaban fuera de mi órbita a una galaxia desconocida.

—Uniendo ambos sonidos, verás que empieza a parecerse un poco a la canción —Kian continúa hablando y aparta su mirada de la mía para fijar sus espeluznantes ojos en la guitarra—. Solo hazlo con delicadeza.

Su voz se repitió una y otra vez en mi cabeza, la temperatura de mi cuerpo ya había aumentado demasiado, emanaba calor hasta por los poros. Sus manos frías tocando las mías, acariciando mis dedos, eran casi una tortura bajo mi piel ardiente. Me moría por besarlo y lanzarme encima de él, moría por acariciar su cabello obscuro susurrándole cuanto le quería.

La melodía es apasionada, y aunque sea una locura el solo pensarlo, a su vez es fría y helada. Esta situación para mí es demasiado tensa o quiero decir... demasiado comprometedora. Mi cuerpo arde con su contacto, al escuchar el ronco tono de su voz, al sentirlo completamente pegado a mí como un imán.

—Eid —susurra mi nombre sobre mi oído, y joder, me encanta sentir su aliento soplando detrás de mi cuello, sus manos deslizándose sobre mis brazos, acariciando suavemente mi piel—. No aguanto más... me la paso imaginando con quién diablos estarás a cada momento del día, cuando no estás conmigo me dan ganas de ir a buscarte a donde sea que estés, ¡estoy tan desesperado por ti que siento que mi vida no tendrá sentido si me dices que no sientes lo mismo! —apoya su frente sobre mi hombro y respira profundamente—. Es una locura que me haya cruzado contigo, no esperaba sentir algo tan fuerte por ti... Joder, Eider, te quiero demasiado.

Mi corazón late muy rápido, siento que en cualquier instante va a explotar, trago saliva con dificultad y me aclaro la garganta para articular:

—No sabes lo que dices, estás confundido —le dije con la voz temblorosa e intenté levantarme de la cama, pero su agarre en mi cintura se intensificó, me mantuvo pegada a él como si su existencia dependiera de ello. Yo sentía mi espalda pegada a su pecho, sentía los latidos de su corazón a través de la ropa, su cercanía era demasiado para mí, me mantenía hechizada.

Él suspira profundamente y respira hondo para tener el valor de decirme lo que siente.

—No estoy confundido, solo sé que pierdo el control de mis sentimientos cuando estamos a solas, no puedo soportarlo... tengo ganas de besarte, de gritarte que me escuches porque estoy atado a un hechizo contigo desde aquella vez que me encontraste en tu habitación.

Me suelta lentamente, no dudo un solo segundo en incorporarme y volteo a verlo casi sin querer hacerlo.

«¿En qué lío me he metido? No tendría que haber venido».

—Es una broma, ¿no? ¡Te doy dolores de cabeza y siempre que hablamos terminamos peleados! Además, tú quieres a Lau, así fue desde que la invitaste a salir.

—Y entonces apareciste tú cerrándome la puerta en la cara, desde ese día todo ha cambiado para mí, los sentimientos que creía tener hacia ella siempre fueron dirigidos hacia ti.

—¡Ya basta, Kian! No quiero escuchar nada más, lamento si te confundiste, pero... no hay nada entre nosotros —exclamo con firmeza, salgo rápido de su habitación e intento llegar hasta la puerta para escapar, pero Kian me sujeta el brazo con brusquedad, impidiendo que me vaya.

—Joder Eid, no huyas de nuevo, te conozco a la perfección, tú no miras hacia atrás, nunca lo haces. Eres valiente y te niegas a sentir, eso haces cuando te gusta alguien, llegas a querer todo de él por igual, pero resguardas tus sentimientos en una caja de cristal para no salir herida, pero debo decirte que, aunque intentes ocultarlo los sentimientos seguirán allí, no desaparecerán. Eider, sentí los latidos de tu corazón, así que no me vengas con eso de que no hay nada entre los dos, ¡porque está claro que lo hay! y me importa una mierda que digas lo contrario.

—¡Maldita sea, deja de decir esas estupideces! Tú eres el novio de mi amiga y yo solamente soy su amiga, lo único que tenemos en común es que ambos somos cercanos a ella. ¡Punto!

Intento soltarme de su agarre, pero él me sujeta con más fuerza, sin llegar a lastimarme.

—Eid, no te alejes de mí, no te niegues a sentir, yo nunca te haría daño. Mi corazón se acelera cuando nos miramos y sé que a ti te pasa igual conmigo. Ya bastante mierda ocurre a mi alrededor, el único motivo por el que he seguido adelante con esto eres tú, siempre has sido tú, si sigo con Lau es porque estando con ella puedo dar por hecho que te tendré siempre en mi vida. No debes complicarlo todo y fingir que me odias para negar tus sentimientos reales, no lo compliques para ti ni para mí, escucha a tu corazón y enfrenta lo que sientes.

—¿Complicar? Si fuera a complicarlo todo cometería el error de volver y decirte que sí, pero no, ¡No puedo!

—Claro que sí puedes, basta de ocultarte tras las palabras de tu madre, sé tú misma de una maldita vez y dime qué te pasa conmigo.

Fastidiada por su insistencia me suelto de su agarre, asiento con la cabeza y me muerdo el interior de la mejilla antes de arrepentirme por lo que estoy a punto de decir.

—¿Quieres saber qué me pasa contigo?

—Claro, para eso te traje aquí, porque sabía que querrías huir antes que decirme la verdad —confiesa alzando los brazos a ambos lados—. Aquí estoy, aquí estás, es momento de que hablemos de lo que tanto hemos querido evitar.

Me acerco a él y le doy un empujón sintiéndome muy enfadada.

—¿Quién carajos te crees que eres? Solo nos conocemos desde hace tres meses.

Él se ríe con sarcasmo antes de decir:

—Perdóname si te complico la existencia, solo quiero que aceptes con el corazón lo que sientes cuando estoy cerca, cuando estamos cerca.

Cansada de ocultar mis sentimientos, suelto todo de golpe, sin anestesia.

—Me pasa que el universo no gira si no estás tú, porque, joder... Me gustas como nadie, por esa razón ayer me atreví a besarte, ¡Caray! Te he besado porque soy una estúpida más que se ha enamorado de ti, Kian. Eso es lo que siento por ti, ¿satisfecho? Conseguiste que la chica ordinaria también se enamorara de ti.

Allí lo dije, confesé algo que no debía saber nadie y mucho menos él.

«¡Demonios! Tragarme tierra».

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