Eres nuestro
Eres tan hermoso
Eres tan perfecto
Hueles delicioso
Nunca te dejaremos
Te queremos
Te adoramos
Te amamos
Eres mío
Eres nuestro
Mentira, mentira, MENTIRAAAAAAA.
Asule abrió los ojos de golpe, jadeando, temblando, con los ojos bañados en lágrimas. Tenía frío, angustia, remordimiento, odio y sobre todo dolor, dolor por la traición. Sobre él se cernía un techo azul de hielo y cristal al igual que a su alrededor. ¿Dónde estaba? Todo era tan confuso y apenas podía procesar sus últimos recuerdos.
Hizo un intento para moverse encontrando que su cuerpo estaba todo entumecido, incluso era doloroso. Cerró sus ojos y suavemente llevó aire a sus pulmones concentrándose en su mano derecha. Después de unos intentos la llevó a su estómago palpando encontrando que estaba plano, completamente plano, solo había el rastro de la textura de una enorme cicatriz que atravesaba horizontalmente su abdomen.
Apretó su puño temblante casi enterrando sus uñas en la carne y ahogó un sonoro sollozo de impotencia, ya lo recordaba, como había podido dejar que eso saliera de su mente. Aquella noche, los gritos, el fuerte olor a sangre, los cuerpos de sus camaradas cayendo uno tras otros, la mirada vacía y gris del cadáver de su madre lanzado delante de él, la espada que se clavaba en su vientre levemente hinchado y lo abría, matando a la criatura que se formaba dentro de él. Y de como llamaba una y otra vez a sus alfas, aquellos que prometieron estar a su lado, a los que les entregó todo su ser, su cuerpo, su virginidad, y ellos nunca aparecieron. Siempre recordaría la voz de aquel alfa que se paró encima de él antes de darle el golpe final diciéndole que ellos nunca vendrían, lo habían abandonado, solo corroborando lo escrito en la carta que le había llegado apenas días antes firmada por los mismos.
Sí, era duro, tan duro que solo de rememorarlo hacía que perdiera el aliento. Utilizó la poca fuerza que le quedaba y con mucho trabajo se logró sentar dentro de lo que parecía un ataúd de hielo, la superficie no se sentía ni fría ni caliente, o tal vez era simplemente él. Levantó su mano y palpó su cuello, a cada lado había una marca de mordida, la hecha por ambos, había sido difícil para él poder contener las dos. Era sabido que los omegas asimilaban la mordida de un alfa creando un lazo que nunca podía romperse, pero nunca se había escuchado la unión de dos alfas con un solo omega.
Hasta él se había sorprendido al poder lograrlo gracias a que ellos se habían tomado las molestias de investigarlo. Lo habían mordido y aplacado la angustia con besos y lamidas que le hicieron olvidar todo. Tampoco sabía cómo había caído en las manos de ellos, primero habían sido simples conocidos, después sus sirvientes, siguieron como sus amantes y ahora, era mejor no decirlo. Ya eso no importaba.
Lo que había ocurrido entre ellos era solo una ilusión, un momento de debilidad de él mismo. Si solo le hubiera hecho caso a su madre y no llevarle la contraria no estarían en esta situación. Ya no había paso atrás, su secta estaba completamente destruida o eso era lo que recordaba antes de que todo se volviera completamente negro. De la cúspide caer en la nada. Frunció el ceño con sus ojos helados, sin rastros de sentimientos. Esos dos alfas quizás habían sido las personas que más había amado en su corta vida, ahora eran todo lo contrario, deseaba pagarles con la misma moneda o quizás aún más dolorosa, los haría sufrir hasta que ellos supieran que él no era alguien de quien pudieran burlarse así.
Lo primero era saber dónde estaba. Estaba sentado en aquel ataúd de hielo completamente desnudo, solo con una cadena que contenía un anillo colgado en su cuello. Alrededor todo eran paredes irregulares, algunas más brillantes que otras pero que no llamaban su atención. No conocía aquel entorno, apenas si leyó sobre ese tema, tampoco era que tuviera mucho tiempo, su vida se había remitido a estudiar temas relacionado con el refinamiento de espadas, como ser un excelente espécimen omega de casta alta y mantener el mejor porte para no defraudar a la secta, todo antes de que esos alfas echaran por tierra todo su trabajo y terminara cautivados por ellos, aquellos dos hermanos que en lo único que se ponían de acuerdo era en amarlo y mimarlo, porque por lo demás podían matarse nada más de mirarse, así de extraños eran.
Dejó salir un respiro. No había pensamiento que cruzara por su mente que no los incluyera a ellos. Era agotador. Apenas habían estado pocos meses juntos y se había desatado una pasión entre los tres que parecía irreal, pero como el buen vino, cuando llega a la última gota se esfuma.
Unos pasos hicieron que se pusiera alerta y se recostó de nuevo en el ataúd, las paredes eran lisas y algo transparentes así que le permitieron ver como una sombra ingresaba moviéndose con lentitud y conteniendo algo entre sus manos. Asule ralentizó su respiración, era un omega pero había sido entrenado para no dejarse doblegar por ningún alfa, ni siquiera el más fuerte, por lo que conocía técnicas de esgrima y se asesinato que pondrían los pelos de punta a cualquiera, era todo un experto en ese campo.
La figura se acercó hacia el ataúd. El fuerte olor a alfa le llegó a su nariz y se contuvo de arrugarla, se quedó sumamente quieto, casi como si estuviera muerto, por alguna razón esta fragancia le pareció familiar aunque no era tan importante para que la guardara en su mente. La figura se detuvo en el borde y se inclinó rozando con dedos fríos su mejilla. De forma suave y delicada, como si esta fuerza de un fino cristal y pudiera romperse ante sus ojos. Asule se mantuvo igual a pesar de que sus pulmones comenzaban a arder por falta de aire, no arruinaría el momento.
El extraño se incorporó y se mirándolo por algunos segundos antes de girarse. El omega abrió los ojos de golpe enfocándolo en la daga que quedó descubierta tras el movimiento de la capa, lo sabía, los alfas eran tan predecibles que daban asco, y se proclamaban los más fuertes, su culo. Con un ágil movimiento e ignorando el estremecimiento que recorrió su cuerpo ante la brutal oscilación de todos sus miembros, agarró la daga y tiró con impulso al cuerpo al suelo. La daga quedó pegada a la garganta del extraño acostado boca arriba cortando milímetros de la piel dejando que una gota de sangre se desplazara por el filo.
Su cuerpo se inclinó hacia adelante sentado a horcajadas contra el grande debajo de él que apenas si hacía un esfuerzo. Eso no hizo que Asule bajara la guardia, estaba preparado a reaccionar en caso que el intruso se defendiera. Su muy largo cabello se desplazó pro su cuerpo como una serpiente cayendo también sobre el pecho y abdomen del extraño.
-Despertaste- contrario a lo que se imaginaba el omega, la voz de la persona encapuchada era suave y tenía un ápice de emoción en su profundidad.
Asule entrecerró los ojos y afirmó más el agarre de la daga, sus músculos tensos bajo su piel tan blanca como el jade.
-¿Quién eres?- su voz sonó grave y tosca, como si no la hubiera utilizado en mucho tiempo, incluso su garganta ardió ante esto.
-No me recuerdas Asule- el chico negó, apenas podía ver el rostro debido a la tela que la cubría pero ante esto la corrió con un movimiento ágil encontrando un rostro atractivo, cerca quizás de los 40 y que si le era algo familiar.
-Tú…- entrecerró los ojos, lo había visto antes, sabía que varias veces, pero como todos los alfas que lo habían rodeado en su vida, intentando cortejarlo, despachaba los recuerdos de ellos con mucha facilidad, menos la de aquellos dos, eso sería su pesadilla por el resto de su vida, las marcas en su cuello vibraban solo de recordarlo.
-Soy Thoren- dijo su nombre como si este fuera algo relevante, en sus ojos había un brillo especial que lo enfocaba.
Thoren, Thoren. Recordó entonces a alguien que siempre acompañaba a sus alfas de vez en cuando, un amigo, un aliado, pero no se veía tan adulto, era un alfa como todos los demás, quizás un poco menos fibroso, como había notado en el poco contacto que tenía a través de la parte interna de sus muslos.
-El Thoren que recuerdo no se veía como tú- declaró pensando que estaba jugando con él, la daga bajó otro milímetro- No me pruebes alfa, no serías el primero al que mato-
El alfa se mantuvo quieto y los arcos de sus labios se alzaron levemente.
-Eso es porque el yo que recuerdas es el de 10 años atrás, Asule- saboreó decir el nombre del omega entre sus labios.
-¿Qué mierda estás diciendo?- Asule habló molesto ocultado la inestabilidad emocional que pronto lo había recorrido.
-Quita la daga de mi cuello, y hablemos. No te pienso hacer nada, estás aquí y vivo gracias a que yo te salvé y escondí tu cuerpo, la herida en tu abdomen la cosí con mis propias manos- el alfa se puso serio, su oscura y penetrante mirada le recorría todo el cuerpo desnudo hasta donde podía, tan blanco y hermoso que se fundía con los cristales del fondo.
A pesar del tiempo Asule seguía igual que cuando casi había perdido la vida. No era tan delicado como otros omegas, su espalda era ligeramente más anchas que la media de su tipo y sus brazos y pecho estaba algo definido sin exagerar, equilibrando las caderas y redondeadas nalgas que aunque estaban bien trabajadas no ocultaban su propósito para la reproducción.
-No te creo, no creo en nadie- respondió el omega, por confiar era que había perdido incluso a su cachorro, ese era un dolor y una culpa que no desaparecería a lo largo de los años.
-Entonces si quieres hablemos así, después de lo que te diga, tú mismo puedes decidir si quieres dejarme vivir o morir, no pondré resistencia- y efectivamente, el cuerpo del alfa no tenía intenciones de agredirlo, hasta su olor era despojado de toda amenaza contra su persona, más bien, insistía en envolverse a su alrededor pero él lo rechazaba. Un omega reclamado no encontraría agradable otro aroma que no fuerza el de su compañero, en su caso el de sus compañeros, aquel que podía embriagarlo hasta que perdía la cabeza y hacía que cada gramo de ropa sobre él molestara y quisiera que esas manos grandes y callosas por la espada la quitaran y recorrieran. Otra vez eran ello, una, dos tres veces, aquello iba a ser más difícil de lo que se imaginó, pero no se echaría para atrás.
-Está bien- declaró- en ese caso habla, qué es este lugar, pro qué estoy aquí, quien eres tú realmente-
El alfa suspiró y se relajó a pesar de la daga en su cuello que era realmente una amenaza, aquel joven hermoso no dudaría en destrozar su yugular.
-Como te dije soy Thoren, alguien que fue amigo de los alfas que te marcaron- uno un leve desprecio cuando dijo esas palabras- Esta es la cueva de los lamentos, aquí los cadáveres son traídos para que se conserven cuando las familias no aceptan la pérdida de sus seres queridos, el tiempo se detiene para el cuerpo, no cambia, no se pudre, no envejece. Por lo que ahora mismo tienes la misma edad con la que fuiste traído- sus ojos se volvieron suaves- Realmente esperaba que despertaras, Asule, has estado durmiendo por 10 largos años. Te extrañé-
11 años antes.
Que les pareció el primer capítulo. Todas las dudas que puedan tener le serán respondidas poco a poco. Y por supuesto que habrá romance pero quien conoce mis otros libros saben que me gusta siempre complicar la cosa. besitos
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