— ¡Oh, cama mía!

Ink se lanzó de bruces al colchón, Error cerró la puerta de la habitación y suspiró.

— Esa es mi cama, Ink. 

— Paso durmiendo más acá que en mi propia habitación. ¿Eso ya no la convierte en mía?

Boca abajo, el albino reposaba su cuerpo sobre las sábanas, movió sus manos deslizándolas por encima.

Ambos habían regresado de trabajar, Error lo buscaba y juntos se iban al departamento del menor, allí veían series, comían y se dormían.

Error se quitó la corbata, caminando hasta el borde del lecho, mirando la remera a rayas adversa, era ancha, tapaba toda su espalda como era de esperar, en todos esos meses de relación, nunca había visto el torso ajeno por detrás, Ink lo evitaba a toda costa.

— Seguirá siendo mía porque yo la pagué.

Se subió con las rodillas a la izquierda del cuerpo de su pareja, Ink miraba al otro lado, descansando momentáneamente, sin notar las intenciones del moreno.

— Venga, Errory, comparte tus cosas~

— Te he compartido mucho, y te he perdonado incluso la suciedad que dejas cuando olvidas limpiar tus pies antes de entrar, si eso no es amor, no sé qué es.

Ink rió pero su risa se vio entrecortada cuando el moreno con ambas manos tomó su cintura por debajo de la ropa, deslizándola hacia arriba, poco a poco. El albino quiso quejarse, pero se tensó y escondió su rostro en la almohada.

El ambiente cambió drásticamente.

La espalda de Ink no era tan clara como su piel en general, el vitiligo no había afectado aquella zona, dejando una gran mancha, no tan oscura, por toda su extensión.

— Detesto esa mancha. —Comentó Ink con una voz disgustada— Es como si se hubiera caído leche de chocolate en toda mi espalda y no pueda limpiarla.

Sí, esa descripción incomodó a Error, pensar en manchas imposibles de quitar era una tortura para él; no obstante, ver su piel de ese modo, pese a la analogía, no lo hizo sentir mal, de hecho, se preocupó por el poco ánimo que tenía ahora su novio.

Suspiró, sin bajar su remera, comenzó a darle un masaje por la zona, Ink se removió, pero se dejó.

— Ink, tú eres único y especial, ya te lo he dicho muchas veces. —Habló el azabache, haciendo presión con sus pulgares, el albino suspiró— No debes sentirte mal por tener esas características en tu cuerpo, mucho menos en tu espalda.

— ¿Por qué? Mis manchitas son lindas pero la de mi espalda es todo un asco.

— Calma... Para mí no está mal, de hecho, deseo probar si realmente es chocolate sobre tu espalda.

Ink soltó una risita avergonzada, levantó su espalda para ver a Error por sobre el hombro, estaba ruborizado.

— Pero ni me estás tocando la espalda, Error.

El susodicho se dio cuenta que sus manos habían bajado hasta sus glúteos, ahora él era el sonrojado, mas, no separó sus manos de ahí, se acercó al rostro ajeno para besar su mejilla y después su oreja.

— No será lo único que tocaré ahora. —Susurró.

Con un susurro coqueto, Ink pudo entender sus intenciones más allá de traviesas, ambos, iban a dar un nuevo paso a su relación.

Error siguió tocándole, entre los dos se tocaron sin más pudor.

Ambos disfrutaron mucho.

Ambos gozaron esa noche.