第一章 ─ 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨𝐬
ᴜɴᴏ
Cuando la vida te da limones, lucra con los limones, o algo así, realmente no tengo una frase relevante que funcione como metáfora para el exceso de adrenalina que nuestro protagonista, _______________, está experimentando.
Solo había una pregunta en su cabeza, ¿Por qué diablos sus tíos estaban firmando un contrato para comprar una casa en medio de un bellísimo vecindario, que estaba en otro maldito multiverso, donde, oh, sorpresa, el vendedor de inmuebles es un monstruo?
No, otra pregunta, ¿Por qué todos allí son monstruos?
Él sabía bien que los monstruos existían, habían unos pocos, que se contaban con los dedos, existiendo en su propio mundo, sin embargo, viajar entre esos mundos para toparse con uno repleto de ellos sin duda fue sorprendente. Actualmente su confusión fue suficiente para hacerlo ocultarse detrás de su tío Amón, tomándolo de la mano para que este lo protegiera con sus poderes de adulto.
Aún estaba tratando de digerir todo, nuevo mundo, nueva casa, nueva escuela, nueva gente. Sus ojos ________ se cegaron tan pronto pisó el barrio ajeno, el azul del cielo, siempre creyó que era un mito de su mundo, contadas veces lo había visto, como cuando ves un arcoiris después de un día lluvioso, era algo que no solía suceder. Las nubes eran blanquecinas, se preguntaba si podía tocarlas, había oído decir a unos niños que se sentían como algodón de azúcar, ¿será verdad?
El monstruo se había ido, y justo en ese momento a Juan le llegó el correo, una carta con un sello de calavera. Lo dejaron atrás, para entrar a la casa, era más pequeña que la suya, pero era espaciosa, no tenía muebles tampoco, seguramente los irían a comprar después. Se sorprendió mucho al ver ventanas, ya que solía vivir en un búnker, debido a la inestabilidad y los constantes bombardeos de la región, tener ventanas era un lujo. Se preguntaba que pasaría si de la nada había un tiroteo, esas ventanas serían su perdición, además, ¿ventanas sin barrotes? Que locura.
El adolescente caminó por los alrededores, se sentía como en las casas que aparecían en esas películas estadounidenses, fue una experiencia nueva, sin duda.
El resto del día, los adultos hicieron compras necesarias para amueblar la casa, mientras que el adolescente se quedó en el patio trasero. ¿Alguien sabía que el césped podría lucir tan vivo y verde? Para un adolescente que vivió en un mundo post-apocalíptico, era un escenario precioso. Se recostó sobre él, había tanta vida en una sola porción de tierra, como hormigas, insectos, cosas que solo había visto en libros.
Juan y Amón, cuando regresaron, solo lo vieron recostado boca abajo, viendo un solitario hormiguero.
Las cosas no iban tan mal, eso hasta que llegó el día siguiente, temprano en la mañana.
─¿Están seguros de que no me van a comer? ─cuestionó por octava ocasión ese joven de cabellos __________, sosteniendo con todas sus fuerzas el marco de la puerta de la casa, para que sus tíos no consiguieran sacarlo.
─¡Por octava vez! ¡Estoy súper, hiper, mega seguro! ¡Ahora suéltate! ─exclamó el castaño de lentes, frunciendo el ceño hasta el hartazgo, pues ya llevaba diez minutos ahí, tratando de convencerlo de ir a la escuela mientras lo jalaba de las piernas.
Sí, bueno, tal parece que iría a la escuela, una llena de monstruos. Con el vasto conocimiento de un bebé, no había nada más aterrador que dejar las cosas al beneficio de la duda. Con el temor de terminar devorado, o peor, terminar siendo víctima de un monstruo fetichista al que le gustan los pies humanos, de solo pensarlo sentía escalofríos.
─¡No quiero ir! ¡No me pueden obligar! ─afirmó con total espanto, normalmente tendría el control de las cosas, pero hoy sentía que todo se estaba descontrolando.
─Tch, mocoso berrinchudo. ─El demonio, que estaba observando la situación desde hace tiempo, con un solo movimiento hizo que se soltara, para cargarlo y dejarlo sobre su hombro, como si fuese un costal de papas, entonces le gruñó─. No es pregunta ─sentenció, para comenzar el camino directo a la escuela.
─Por gente como tú quieren legalizar el aborto ─insultó malhumorado, colocando un codo en su hombro para al menos recargar su cabeza sobre su mano.
─Y por mocosos como tú quieren legalizar el asesinato, ahora cierra el pico y presta atención al camino ─le devolvió el insulto casi en un grito.
Normalmente la gente los voltearía a ver, pero este no era el caso, nadie podía verlos ni escucharlos gracias a las habilidades demoníacas de Amón. Por otro lado, _______________, en lugar de escuchar las palabras del mayor, se dedicó a perder el tiempo en su teléfono, el cual no tenía señal y era imposible mandar mensajes. Estaba en otro mundo, por supuesto que eso no iba a funcionar.
Suspiró, no tuvo de otra que entretenerse en otra cosa.
Sus ojos se detuvieron en el camino, rodeado por flora y fauna en cada esquina de cualquier edificio, todo este sitio estaba repleto de vida, como si la desesperación nunca hubiese alcanzado a ensombrecer aunque sea un poquito las vidas de cada ser en este mundo. Se preguntaba que sería de sus creencias, ¿aquí existían religiones? ¿Qué hay de las brujas? ¿De dónde vendrían sus valores? La curiosidad iluminaba esos orbes color _________, que se detenían en cada cosa particular, en cada objeto o situación terrenal.
Las plantas eran distintas a lo que estaba acostumbrado, en lugar de un lugar seco o frío, la calidez de los rayos del sol acariciaban gentilmente cada hoja, rama y criatura. Tantos colores que jamás creyó ver en carne propia, había césped, más largo de lo que alguna vez imaginó, quizá le llegaría a las rodillas, o quizá superaría su estatura, pero sin duda, aquello que se llevaba el protagonismo eran los árboles, altos y frondosos, desprendiendo este aroma extraño, como a vivacidad. ¿La vivacidad es un olor? Que rareza.
Sus ojos se detuvieron sobre un pajarito, salió volando de allí, y con lo poco que pudo ver, era oscuro, como un cuervo.
Podía permanecer allí todo el día, admirando la belleza de ese mundo, y apreciándola hasta que se haga viejo y feo, como cualquier ser humano.
La mano del demonio viajó hasta su sudadera, donde encontró la capucha de la misma, entonces, la tomó y la jaló, hasta cargar al chico para dejarlo en el suelo, como si fuese un cachorro.
─No voy a llevarte todos los días a la escuela, tengo una reputación que mantener ─afirmó altivo, acomodando la capucha de la sudadera sobre su cabeza, para darle un empujón amistoso─. Si tratas de escapar ve pensando en como te despides de tú «Clash of Clans».
Justo por eso era un demonio, conocía las debilidades de sus víctimas. Al pobre hasta se le metieron ideas positivas sobre su nueva escuela.
─Ta' chido el terreno baldío, ¿no cree, tío? ¿Quién se querría escapar? No, que barbaridad. ─Dio unos pasos, colocando sus manos sobre sus costados, mientras miraba a su alrededor como si hubiera estado satisfecho desde el principio. Su juego era más importante que su vida, después de su madre y su teléfono─. Ya me voy a clase, lindo día.
Sinceramente, no podía perder el juego, ya había alcanzado el «nivel 12» del Ayuntamiento. Su sangre, sudor y lágrimas habían sido derramadas por dicho juego, que no solo necesita tiempo, sino el factor más importante, paciencia, y esperar catorce días para mejorar una simple ballesta, verdaderamente se necesitaba ser paciente.
Finalmente, aquel chico sí fue obligado a asistir a una escuela llena de monstruos. Sus expectativas eran altas, y con altas me refiero a que pensaba en sus clases como una mezcla de gruñidos de monstruo y, no sé... ¿Barbacoas?
Estaba algo lejos de ella, pero por la reja empezó a recordar esas atracciones de terror que habían en las ferias, como la casa de los sustos en la Feria de San Judas Tadeo; ferias temáticas en su mundo no habían, pero los nombres eran jugosamente «perrones».
Estuvo lo suficientemente cerca para percatarse de una cosa, una gran muralla que le llegaba al pecho rodeaba el terreno escolar, y sobre esta, habían barrotes, pero no cualquiera, estos eran espeluznantes, puntiagudos y con calaveras hechas de hierro. Justo en la entrada, dos pilares hacían la diferencia entre la valla y la puerta, mismos dos que eran custodiados por dos gárgolas de piedra, que seguramente te daban una bienvenida acogedora.
Estaba a punto de abrir la reja, hasta que una de las gárgolas volteó los ojos hacia él, no, las dos gárgolas lo estaban viendo. Se detuvo abruptamente, e hizo contacto visual.
Las pobres gárgolas solo sabían algo, había un «normie» frente a ellos, eso no pasaba todos los días.
________________ dio una calada de aire, tragó saliva, y se quitó la capucha antes de continuar. Tan pronto entró, el sonido de una de las estatuas de piedra estrellándose contra el suelo lo hizo dar un brinco, seguramente el pobre se desmayó del susto.
El joven de cabellos _________ no podía estar más nervioso, conforme caminaba se encontraba con más de esos seres extraños, no solo gárgolas, sino también gente, o monstruos, no sabía realmente como describirlo o como llamarlos, pieles de colores, colmillos, protuberancias extrañas, algunos eran esqueletos completamente. Ya que iba a estudiar junto a ellos, su primera preocupación fue la clase de impresión que quería dar, le gustaría ser un chico cool, bueno, ya lo era, pero solo desde su perspectiva, ni siquiera conviviendo con humanos le salía bien su estrategia. ¿Qué clase de impacto tendría en los monstruos llegar, tocar el hombro de uno, y decir: Hey?
Estaba acostumbrado a sentirse observado, pero hoy ese sentimiento superó su costumbre. Cada paso que daba significaba causar tensiones, los monstruos se quedaban estáticos, como si también fuesen estatuas, y lo miraban. Estaba empezando a pensar que era por su mochila de Dragon Ball pirata.
Su mente lo ayudó con ese momento, dándole la brillante idea de actuar como un chico malo, así evitaría el bullying, diría algo como: Si me tocas te maldigo con gonorrea. Y el pobre monstruo al no saber que es, lógicamente se asustaría, ¿cierto? Aprovechar los conocimientos de tu mundo, para ganar ventaja en otro, era una decisión inteligente.
Mientras más se sumergía en sus pensamientos, su rostro iba dejando atrás la tensión, y su expresión se deformaría hasta ser la típica cara de desinterés de un adolescente hormonal.
Pero todos sabemos bien en qué estaba pensando nuestro protagonista: «¿Si les digo a los monstruos sobre el miércoles de ceniza, les podré dibujar penes en la frente?»
¿Cómo pasó de pensar sobre su actuar al miércoles de ceniza? Su forma de pensar era encantadora, sin ataduras serias.
El chico dejó atrás todo pensamiento, para admirar el edificio y su bella arquitectura. Como si estuviese admirando un monumento histórico en vida, arquitectura gótica mezclada con victoriana, una excelente combinación si se observa cada detalle en particular. Aunque de lejos era lúgubre, dicho ambiente era atribuido al clima por encima del edificio, nublado únicamente en una de las torres más altas, pero lo suficiente para ensombrecer la escuela entera. Era elegante y a la vez acogedor, a pesar de que una que otra decoración se basara en la muerte.
─Si esto es escuela pública, me pregunto como será la privada ─murmuró para sí mismo, subiendo los escalones de piedra para encontrarse con la gigantesca puerta de la entrada al edificio.
Uno normalmente entraría, ¿verdad? Solo si la puerta no pesaba igual o más que Brayan, el gordo de «5°B»
Su piel se puso pálida, no quería ni voltear, eso sí era una humillación. Sentía cada mirada de los monstruos en su espalda, ahí llegó consigo lo que se conoce como presión social, sentía que conocía los pensamientos de esos monstruos: No puede abrir una simple puerta, pinche debilucho.
Su instinto de supervivencia lo llevó a recordar la única maniobra maestra que lo podría sacar de esta incómoda situación, una maniobra infalible. La técnica «holandesa» que todo tercermundista debería conocer a detalle.
─¡A la verga la pinche puerta! ─rugió, dando unos dos pasos atrás, para tomar impulso y darle una poderosa patada.
Pero no contaba con que las puertas eran lo suficientemente viejas para no aguantar el golpe, lo que causaría que los tornillos se desprendieran, y así, las puertas caerían. Ni siquiera he entrado a la escuela y ya la estoy cagando, expulsado en el primer día, ay Jesús, ¿qué he hecho yo para ganar tanta mala suerte?
Y para rematar, en el interior de dicha escuela, habían muchísimos más monstruos, que se quedaron petrificados en sus lugares tan pronto vieron al que derribó la puerta. Esto empezaba a espantar al pobre normie, ¿y si se ponían de acuerdo y lo encueraban por odio a su delincuente ser? Ay, ya veía venir lo peor.
─U-Un normie ─fue un murmullo común─. ¡Un normie! ─Hasta que se transformó en un grito de terror que alertó a todos los estudiantes.
No pudo ver en qué momento, pero todos salieron corriendo de miedo, lo que causó un estruendoso alboroto. Lo próximo que vio fue un gran espectáculo, monstruos muchísimo más grandes, rudos y fuertes que él, se fueron a esconder porque a él lo veían como algo sumamente aterrador. Antes de percatarse, todo el pasillo estaba en completo silencio, sin un alma dentro además de la suya.
Esto no era muy diferente a su mundo, cuando se avisaba sobre el avistamiento de un monstruo y todos los alumnos se iban a esconder, menos él, por supuesto. Sr. Excepciones entrando en acción.
Dio unos pasos, los pasillos eran altísimos y anchos, ahí podrían hacer una competición de carreras de caballos y no habría problemas con el espacio. Su mirada fue a parar a los casilleros, tenían un estilo genial, eran ataúdes. Se sentía como en un festival de Halloween, con gritos, sustos, calacas, gárgolas y ataúdes, solo faltaban los dulces.
Esperaba encontrar aunque sea un cadáver, pero lo único que halló fueron papeles y cuadernos tirados de alguna materia, pósters, un calcetín y una que otra grieta. Quizá los murciélagos eran lo más cercano a lo que se imaginó. Se adentró en los pasillos, el piso era extraño, ¿Por qué lo decoraron así? Las escuelas que él conoce siempre siguen una paleta de colores simple, como color crema. Pero aquí, se dejaron llevar por colores más animados, purpúreos y magentas, paredes grisáceas u oscuras, pisos entre blancos y negros, para gustos había colores. Cada meticuloso detalle lo hacía llegar a la conclusión de que, esto perfectamente pudo haber sido la mansión de algún noble.
Mientras observaba, no se percató de que un "niño" habría salido disparado del interior de un casillero, tan solo lo vio caer horriblemente. Los lentes del pobre se deslizaron hacia él, y sin pensarlo los recoge, queriendo ayudar al desconocido. Su piel era verdosa, poseía orejas puntiagudas y se vestía elegantemente, con un moño rojo que destacaba muy bien.
─Sheesh, pero que golpe, ¿estás bien? ─decidió hablarle, para agacharse y devolverle las gafas a su dueño─. Suelo ver partidas de madre potentes, pero la tuya hasta te dejó verde.
Aquel monstruo (cuyo espécimen es una rama de los ogros un goblin, y eran la especie prima de los duendes), alcanzó a ver la figura borrosa del estudiante, y ya que no sabía de quién se trataba, aceptó la ayuda sin pensar, tomando la mano del desconocido para pararse.
─E-Estoy bien, gracias por tu ayu- ¡NORMIE!
Cuando sus gafas pudieron devolverle la vista, y sus ojos identificaron al «normie», un grito desgarrador se escapó de su garganta. Lo siguiente que hizo fue golpear al chico con su pie, tratando de alejarlo para salir huyendo de allí, donde su próxima parada sería ese mismo casillero de donde había salido. Tomó la puerta metálica, la abrió y se encerró con una velocidad vertiginosa, y en su mente solo rezó para salvarse de aquella situación.
_________________ terminó en el suelo también, con una expresión de evidente confusión, y con el enojo asomándose en sus cejas.
─Por amor de- ¡Te pregunté si estabas bien, aluxe mamón! ─exclamó enfadado, levantándose del suelo de un salto para perseguir al duendecillo, buscando pelea a pesar de que era su primer día.
─¡V-Vete, normie! ¡E-Este casillero es a prueba de malhechores! ¡El candado tiene una clave que cambia cada quince minutos, y solo se puede resolver con matemáticas! ─afirmó, de alguna forma había logrado cerrar el casillero desde dentro, una táctica terriblemente tonta si no podías alcanzar el candado para salir después.
Normie, normie, normie, ya me tienen hasta la madre con ese apodo, ¿es una palabra real siquiera? ¿Qué se supone que significa eso? ¿Virgen? ¿Idiota? ¿Pitochico? Ah, estoy molesto, pensaba el chico, sintiéndose ofendido a pesar de no conocer el verdadero significado de la palabra.
─Oh-ho ~ ¿Es un reto, nerd? ─Su voz se hizo grave, y después el chico sacó la navaja de su bolsillo─. ¡Podrán sacarme del barrio, pero nunca sacarán al barrio de mi corazón!
Por medio de unos cuantos golpecitos y la presión del filo de la navaja, logró abrir el candado, así que en cuestión de unos dos minutos aproximadamente, la puerta había sido abierta, y el nerd quedó a merced de un normie enojado y sin modales.
Lo próximo que hizo fue jalar su moño, para acercarlo y encararlo con el ceño fruncido, esperando una explicación lógica.
─¡Piedad! ¡Por favor! ¡Soy jóven y tengo un futuro brillante! ─chilló aquel, juntando sus manos para suplicar, sus lágrimas caían de sus mejillas y temblaba tanto que parecía que estaba a punto de morir─. ¡T-Tengo una familia! ¡Mascotas! ¡No podrán hacerlo sin mí! ¡Ten piedad!
Siguió escuchando sus balbuceos, a veces moqueaba y otras veces solo sollozaba desesperado, esta vez se sentía inseguro de como proceder.
─¡No me cuentes tu vida! ¡Estaba siendo amable y de la nada me dices: «normie», y me golpeas! ¿Cómo se supone que reaccione ante eso? ─le reclamó de vuelta, y a pesar de que esperó una explicación, solo causó que el otro rompiera en llanto─. Ah, oye, perdón, no quería... Demonios.
Suponía que debía llevarlo con él, porque no se iba a callar. Todos esos chillidos no lo dejaban pensar bien, empezaba a irritarse, no solía tratar con niños. ¿Qué debía hacer? Suponía que como el adulto de la situación, no debía seguir haciendo que el infante sintiera esa cantidad de estrés. Dio una calada de aire, y soltó el moño del chico, para después acercar su otra mano a su cabeza. El goblin cerró los ojos fuertemente, esperando su fin.
Pero ningún golpe, lesión o algún acto violento llegó, su cabeza sintió la mano del normie, y unas palmadas suaves fueron dejadas sobre ella, para después convertirse en caricias. Sus ojos se abrieron de par en par, y allí halló la expresión avergonzada de una inofensiva criatura.
─¿E-Eh? ¿No me... Vas a comer? ─cuestionó, su miedo disminuyó, pero su rostro siguió demostrando confusión.
─Si no te callas... Te comeré ─amenazó en un gruñido, y el chico selló sus labios, como si estuvieran pegados con kola loka─. Así me gusta... Ahora...
Miró a todos lados, buscando alguna señal en particular que lo pudiese llevar con algún profesor, o con la directora en cuestión, para conocer mejor su situación en esta escuela. No podía ir a la guerra sin fusil, o algo así. En ese proceso, observó al goblin tratando de gatear para escapar, pero sus rodillas estaban heridas, seguramente se lastimó cuando cayó del casillero. Temblaba tanto que se preguntaba si sentía mucho dolor en las rodillas. Le recordaba a un chihuahua, que pasaba por la calle a mitad de un terremoto en Chile.
Ay, no puedo creerlo, ______________, el famoso delincuente juvenil, la excepción a la regla, el chico que siempre rompe las reglas, problemático, frío y malvado, se acaba de ablandar por un niño que parece creación del Partido Verde, pensaba, refiriéndose a sí mismo.
Sus manos tomaron al chico por debajo de sus axilas, y lo levantó del suelo, para cargarlo como si fuese un niño pequeño, dejando que se sentara en uno de sus brazos.
─¿Cómo te llamas, niño? ─cuestionó, secando sus lágrimas con la manga de su sudadera.
Eso fue... Inesperadamente gentil, para alguien que lo amenazó con comérselo vivo.
─Herbert... ─responde dudoso, no atreviéndose ni a mover un dedo.
─Pff, Ja, ¿Herbert? Que nombre tan peculiar, me gusta ─afirmó, entonces comenzó a caminar, y con su mirada buscaba a algún docente, si es que podía identificarlos, pues solo ellos sabrían que hacer con ese niño y sus rodillas.
No sabía si esta era la llamada, calma antes de la tormenta, pero aquel normie no se veía tan malo, lo estaba cargando hacia... ¿Hacia dónde? ¿Lo estaba secuestrando? El pánico nuevamente se apoderó de él, el normie averiguó su nombre, y también lo tenía bajo su poder, era demasiado fuerte para poder pelear contra él.
__________________ se cruzó con lo que parecía ser la enfermería, un sitio que tenía incluso una señal arriba de la puerta con una cruz roja. Entonces bajó al chico, dejándolo justo frente al sitio, ahora que estaba en la enfermería podía dejar toda responsabilidad sobre las manos de cualquiera.
─Bien, ya llegamos... Que te mejores, Herbert ─se despidió, caminando para girar y perderse en otro pasillo.
Herbert llevó una mano a su cabeza, el sitio donde aquel normie lo acarició, su corazón se agitó, ¿sobrevivió el ataque de un normie? Herbert se sintió fuerte, pero a su vez, se percató del sitio donde lo dejaron, la enfermería, luego miró sus rodillas, que estaban ensangrentadas debido a su caída. ¿El normie se dio cuenta y decidió llevarlo cargando a la enfermería? ¿A un completo desconocido de diferente especie? Demasiado bueno para ser verdad.
Antes de poder entrar para atender sus heridas, los pasos rápidos del mismo normie lo detuvieron, él lo señaló y lo fulminó con la mirada, por lo que Herbert se tensó.
─Ni se te ocurra decirle de esto a nadie, o te juro que te convierto en mi almuerzo ─lo amenazó, para después cruzarse de brazos─. Tengo una reputación que mantener, ¿entiendes?
─E-Eh... ─Acomodó sus gafas nerviosamente, y asintió varias veces─. S-Sí, entiendo.
─¡Bien! ─Ahora sí, podía irse─. Ah, ¿sabes dónde está... La Oficina de la directora?
─C-Caminas recto por el pasillo, y cuando veas una bifurcación, eliges el pasillo derecho, casi a la mitad vas a encontrar una puerta más grande que las demás... Esa es la Oficina de la directora... T-Toca antes de entrar ─indicó, retrocediendo unos pasos para tomar la puerta de la enfermería.
Una sonrisa de oreja a oreja se asomó en el rostro del más alto, y este mismo se animó aunque sea un poquito más, después de esa mañana tan extraña. Se dio la vuelta de un salto, y por fin pudo continuar con su camino.
─¡Gracias!
Cuando el normie estuvo fuera del rango de escondite de los monstruos alrededor, estos mismos salieron para ayudar al herido goblin. Con tan solo ver sus rodillas todos se temieron lo peor, y con Herbert, que finalmente pudo desmayarse a gusto debido a la cantidad de estrés emocional al que estuvo sometido, solo hizo ver peor al normie.
_________________ Abrahel era su nombre, lo meditó varias veces, esperaba que en este mundo su apellido no fuese conocido, sería incómodo. Siguió las instrucciones de Herbert al pie de la letra, y ahí estaba la dichosa puerta, golpeó ligeramente, y esperó pacientemente el permiso de la mismísima directora para entrar.
─Adelante.
─Buenos días, espero no haberme equivocado, ¿esta es la oficina de la estimada directora? ─indagó con lentitud, dejando la puerta entreabierta antes de pasar por completo, y a su vez, protegiéndose de cualquier monstruo «violahumanos» que pueda amenazarlo en el interior.
─Sí... Pasa, sin miedo ─se escucha su voz, pero la dueña se encuentra trabajando actualmente, sin tener el tiempo de voltear hacia la puerta, también lográndose escuchar el sonido de su pluma escribiendo y firmando papeles, que terminan con un sello.
Ah, cool, Herbert me dijo la verdad, pensó el de ojos _________.
Ahora con mayor seguridad, abrió la puerta y decidió pasar, sus ojos se toparon con una mujer alta y de piel pálida, pero que extrañamente, no podía cabeza, o mejor dicho, su cabeza estaba totalmente separada de su cuello, ¿Cómo hizo para responderle? La curiosidad lo come vivo.
¿Cómo está hablando y moviéndose si su cerebro, el cual aún yace en su cabeza, no tiene conexión física alguna con su cuerpo?
─Verá, disculpe que la moleste, es que soy nuevo, y pues no sé que procede aquí ─explicó, sentándose frente a ella.
La mujer dejó de escribir, y sus ojos se dirigieron al normie, una sonrisa se asomó por sus labios, y lo próximo que hizo su cuerpo fue volver a acomodar la cabeza sobre su cuello. Justo ahora se percataba de que detrás del escritorio había un caballo, el mismo que le extendió unos papeles a la mismísima directora.
─_______________ Abrahel, ¿cierto? ─dijo tan pronto leyó el contenido de los papeles, a lo que ______________ asintió varias veces─. Soy la Directora Bloodgood, es un placer conocer por fin a un normie de sangre pura.
Quizá el joven no lo sabía, pero no era el único normie, había uno más, sin embargo, su caso era totalmente distinto, los monstruos no lo consideraban del todo un normie, por lo que el terror nunca se asomó en sus expresiones.
─Ah, ¿gracias? El placer es mío... ─No tardó mucho en adivinar que su directora era la viva imagen del Jinete sin cabeza, de la novela de La leyenda de Sleepy Hollow, de Washington Irving, así que, por amor al arte, quería preguntar algunas cosas, quizás no estaban tan desconectados después de todo─. ¿Usted practica equitación de casualidad? ¿En un pueblo... Llamado Sleepy Hollow?
La sonrisa de la directora se ensanchó, los recuerdos del escritor que la dio a conocer en el mundo normie la hacían carcajear, era una maravilla novela. El caballo también reaccionó, como si riera junto a su compañera.
─En efecto, así fue, aunque las cosas quizá fueron distintas a lo que describió Irving, siempre fue alguien lleno de creatividad ─comentó, sus recuerdos la llenaban de un sentimiento nostálgico, posteriormente, carraspeó la garganta, concentrándose ahora sí en el tema principal, el nuevo estudiante─. Bien, tu caso ha sido algo particular, pues según tu tío, provienen de otro mundo, por lo que tu expediente es un misterio... Otras escuelas definitivamente te habrían rechazado, sin los papeles necesarios las instituciones no tendrían la certeza de que tuviste educación anteriormente... Pero Monster High no es cualquier institución, como su fundadora y directora, creo fervientemente que todos merecemos oportunidades.
_______________ pensaba en dos cosas distintas al mismo tiempo, la primera, Washington Irving nació en el año 1783, y la obra en cuestión se publicó en el año 1810, es decir, si la directora tuvo contacto con tal escritor, significaba que tiene más de doscientos años. Lo segundo, era su acento y su elocuencia al hablar, era casi hipnotizante, no sabía bien si era su voz, o la forma en la que hablaba en sí, quizá eran un poco de ambas, pues estaba seguro que no se le iban a olvidar ni sus palabras o como lo dijo.
─Lastimosamente, por este lado del mundo se desconoce completamente la cultura normie, así como sus creencias o costumbres, de antemano pido una disculpa si la docencia comete una equivocación, sin embargo, ten por seguro que cada docente está calificado y entrenado para su tarea, te tratarán como uno más... En cuestión de la educación física, se realizará una rigurosa investigación, pues se tiene entendido que los cuerpos normies son mucho más frágiles que los de un monstruo. Informaré a cada profesor al respecto sobre tu situación... Cualquier necesidad o situación de emergencia, no tengas miedo de hacérselo saber a tus docentes, te ayudarán sin falta ─explicaba firmemente, mientras se levantaba de su escritorio para dirigirse a unos casilleros que estaban a su lado, de allí sacó una sola libreta, era de un tamaño mediano, y poseía el logo de la escuela.
─Ah, sí, muchas gracias, cualquier cosa le digo a los profes, no se preocupe. ─Se estaba quedando atrás en la conversación, pues tanta educación y profesionalismo lo descolocaron, en su antigua escuela las cosas eran distintas, siempre que iba a la oficina del director, este estaba con alguna profesora, pero de forma romántica, además, siempre hablaba informal y los rumores decían que hacia lavado de dinero.
─Esta es tu libreta de tareas, podrás encontrar aquí toda la información sobre tus clases. Ya que tu inscripción fue tardía, te habrás perdido de algunas materias, pero no te preocupes, mandaré un correo con las actividades para que puedas ponerte al corriente... Posee la información básica de la institución, asegúrate de leer las reglas y la información sobre las materias ─comentó, abriendo las páginas junto a él para mostrarle donde estaba cada cosa.
─Que bonito, tienen libretas propias... Wow, de donde vengo no hay de estos... ─murmuró, ojeando las páginas con suma curiosidad.
La directora prestó atención a este murmullo, algo que sí le informó el allegado del adolescente, es que venía de un mundo particularmente complicado, sería difícil ayudarlo a adaptarse, pero haría todo su esfuerzo para que su nuevo estudiante se sienta integrado a la escuela. Bloodgood no era cualquier directora, probablemente era la mejor docente de todas las generaciones, a diferencia del resto profesorado de la región, o quizás del país, ella genuinamente se preocupaba por el estudiante, ella quería estar allí, apoyar bajo cualquier circunstancia a todo alumno que esté en problemas, y no sólo a sus alumnos, a sus futuros alumnos también. Dicha filosofía era compartida por la docencia de su escuela, no sólo aceptando cualquier espécimen, sino dejando fluir la brillantez del alumnado, pero a su vez, cumpliendo con su tarea de ser pulcras figuras de poder en las que los estudiantes pueden confiar y apoyarse sin temor.
La directora le dedicó una gentil sonrisa al chico, y después palmeó su espalda con suavidad. ______________ sintió escalofríos, ¿cuándo fue la última vez que alguien fue tan amable con él? Ni su cuerpo ni su mente lo recordaban.
─________________, ten la confianza de que, cualquier problema que tengas, en esta institución se te apoyará, yo misma estoy dispuesta a darte mi apoyo, sin condiciones o excepciones... Sé que es difícil para tí, y admiro tu resiliencia, estar en otro mundo del que no conoces absolutamente nada debe ser sumamente complicado... ─Su voz era suave, y le cayó como una pluma, se sentía muchísimo más tranquilo, de hecho, se sentía seguro, algo raro.
La directora es... Increíble, ya la amo, me cae bien, nunca nadie se había preocupado tanto por mí, ahhhh, mi tío tenía razón, esta escuela está súper cool, pensó el chico.
─¡Gracias, directora Bloodgood! ¡Si usted también necesita ayuda la apoyaré siempre! ─exclamó alegremente, sintiendo que las palabras de la directora eran exhaladas con su corazón.
Ella soltó unas risitas, volvió a palmear su espalda y retomó su lugar en su escritorio, del cual sacó más libros y un papel con una serie de números.
─Gracias a ti, ____________, que amable ─dijo, para extenderle los libros─. Estos son tus libros para tus materias, y esa es la clave para tu casillero... Fue un placer hablar contigo, cualquier cosa que necesites, mi oficina siempre tendrá las puertas abiertas.
Se levantó, para tomar sus libros como podía, aunque eran demasiado pesados, tanto que por poco se tambaleó. Caminó hacia la salida, y con su pie tuvo que abrir la puerta, pues sus manos estaban ocupadas. Buena forma de aprovechar la flexibilidad.
─Ah, por cierto, las puertas de la entrada eran muy viejas... Se cayeron... ¡Lindo día! ─le informó, cerrando la puerta tras de sí, y jura que escuchó un sonoro «¿Qué?» por parte de la directora.
De la que me salvé, pensó aliviado.
Le alegraba tener a una excelente directora, era su primer día, y a pesar de que los estudiantes se escondían de él por miedo, ella logró hacerlo sentir bienvenido, y eso que ya tenía una buena imagen de los monstruos (no había nada más pacifista que ocultarse de un posible agresor, bien podían buscar pelea, pero no lo hicieron). Eran como conejitos bebés, tiernos y asustadizos. Soltó unas risas en solitario, recordando al niño goblin.
Buscó su casillero, o mejor dicho, su «ataúd», cuyo número era «202». Con trabajo y tenía la vista descubierta, los libros por sí solos eran una montaña que le llegaba hasta la nariz. Le hacia falta fuerza, lo notó ahora mismo, cargando el peso de estos mismos libros. Pensaba que era buena idea retomar su rutina de ejercicio, antes lo hacía por entrenamiento de su madre, que era obligatorio, por lo que los músculos nunca le faltaron, sin embargo, ya que estuvo ausente los últimos meses antes de su "viaje de negocios", se pauso dicho entrenamiento, para cambiarlo por estudios de lectura. En ese momento al menos podía salir a correr, sin embargo, tras la prohibición de las salidas libres, no pudo hacer absolutamente nada más, si es que no quería ser arrestado por infringir sospechosamente las leyes de seguridad. Se sentía como un espagueti.
Cuando divisó el número de su casillero, dejó sus libros en el suelo delicadamente, y mandó a chingar a su madre su mochila de Dragon Ball.
─Te lo mereces, pinche mochila culera ─la insultó en voz baja, sintiéndose un poco más como en su casa.
Tomó el papel con la contraseña, observando fijamente los números, detrás había un instructivo para cambiar la misma contraseña, así que se dio la tarea de poner un número que pudiese recordar y a la vez fuera original. El candado tenía sólo tres dígitos, así que sería algo simple. Una bellísima referencia a la línea de números telefónicos del infierno, «666». Es perfecto, pensó alegremente.
Se agachó, para sacar de uno de los bolsillos de su mochila aquel plumón permanente que le servía tanto para practicar el vandalismo como para marcar sus cosas, o para pintarse las uñas (es una posibilidad). Comenzó escribiendo su nombre en cada esquina, y uno a uno iba acomodando los libros en el suelo, pues justo en ese momento se percató que los ataúdes eran grandes, como para que alguien de dos metros pueda caber, sencillamente no alcanzaba, así que optó por lo seguro. Ahí dentro también habían pequeños ganchos, donde podías colgar cosas. Decidió dejar su mochila, un artículo de esa calidad podría terminar en la basura por cualquier confusión.
Sacó unos cuantos útiles de la bolsa de red donde se supone debían ir los termos o botellas de agua (solo que a él le servían como estuche), los cuales metió a los bolsillos de su sudadera. Solo unas plumas, unos colores mapita, un lápiz con la punta rota desde el interior, una goma robada color «niña castrosa del salón», y su plumón permanente dibuja pitos profesional.
Una vez se aseguró de que tenía todo, volvió a tomar la libreta de tareas, donde se veía su clase y su grupo. Tenía matemáticas, o algo así, tenía un nombre diferente, después de todo ya está en el sexto semestre.
En el momento que decidió cerrar su casillero, justo detrás de la puerta había un chico alto con una sonrisa; poseía piel verdosa, y las costuras en su cuerpo unían partes de su piel distintas, mismas que cambiaban ligeramente de color, estas costuras hacían un camino diferente, y una de ellas llamaba la atención, una que se hallaba en su cuello, donde poseía dos grandes tornillos.
________________ casi se lleva un susto, que controló para su sorpresa. Ambos ojos se cruzaron, tanto los orbes de ________ como los de aquel desconocido. Él se sintió extraño, sus ojos eran hermosos, y no era común para él ver tal coloración; tenía heterocromía, una condición genética tan peculiar, que asombraba su sola mención. Uno de sus ojos era de un bello color azul, tan claro que era casi celeste, sentía que estaba viendo el cielo en un solo ojo, pero no hay que darle todo el protagonismo, el contrario tenía otro color distinto, un verde bellísimo, que le recordaba al hermoso césped que crecía en este mundo.
Hermoso, pensaba, su mundo de grisáceos por poco adquirió dos nuevos tonos, y se encontró a sí mismo coloreando su nuevo mundo. Tragó saliva, y desvió la mirada, donde se encontró su extraño cabello, no sabía sí era blanco con mechones oscuros, o negro con mechones claros, pero la combinación acromática de estos dos era tan único que no pudo evitar admirarlo. Si no fuese por su altura y su manzana de Adán, jamás habría adivinado que se trata de un hombre, pues su rostro es tan fino y bello que era fácil confundirlo con una mujer.
Admiró su vestimenta, todo en él gritaba que definitivamente se trataba de un gran personaje, y sin duda lo era, los blancos, negros y colores entre verdes y azules acompañaban su ropa, hacia juego con su cabello, incluso con sus ojos y su piel, y esos detalles metálicos también eran una gran combinación con sus costuras y tornillos. Con esa ropa que parecía ser gótica, se veía absolutamente bien.
─Hola, soy Frank Stein ─se atrevió a hablar, para después extenderle su mano con una expresión gentil.
_________________ se sintió desorientado por unos breves instantes, ¿un monstruo se le acercaba sin miedo? ¿Y se presentaba ante él? Debe ser muy valiente para ser también la excepción a la regla. Aunque también se preguntaba si era un fetichista, no encontraba una explicación elocuente que pudiese ayudarlo a entender la actitud de este desconocido.
A lo lejos, unos susurros rebotaron por los pasillos, y aquel chico, Frank, les prestó atención por unos momentos, antes de ignorarlos totalmente. Suponía que se trataban de sus amigos, que le pedían a súplicas que regresara a su escondite, para salvar su vida, tal vez.
─¡Frank, aléjate de ahí! ¡Ese es el normie! ¡Te va a comer! ─susurros altos, extraña combinación, pero cuando uno está desesperado y a la vez asustado, es perfecta.
Su mirada bajó hacia la mano del desconocido, era grande y suave, y al momento de estrecharla, la amabilidad de Frank lo invadió. Sus manos eran frías, así que se sintió ligeramente cálido cuando esa mano rodeó la suya por completo.
─Hola, Frank Stein. ─Sonrió, mostrando sus pequeños colmillitos con una sonrisa─. Soy ______________ Abrahel, mucho gusto.
Pudo ver como los párpados de Frank se abrían un poco más, y como su sonrisa titubeó, como si estuviese sorprendido por su respuesta, pero esa expresión no duró más que algunos segundos, pues demasiado pronto la alegría formaría parte de su rostro, probablemente por el resto del día.
Al tratar de separar su mano, se llevó la del contrario sin querer, lo que le generó un susto interno porque creyó que lo había lastimado.
Oh... S-Su mano, Jesucristo bendito, nunca te pido nada, pero hoy es una emergencia, ayuda a este pobre chico, por mi culpa... Él...
─Oh, que torpe, jeje... Lo siento, mi error ─se disculpó apenado, y con su otra mano recogió a la rebelde que quería permanecer entrelazada con la mano desconocida. El chico se volteó un momento, y miró fijamente la mano que se desprendió de su cuerpo─. ¿Qué te sucede? Eso es de mala educación... Ahora pensará que soy raro... ─se regañó en voz baja, ¿a sí mismo? ¿O a su mano? Un completo misterio.
Sus ojos curiosos quisieron ver como aquel desconocido volvería a unir su mano con su brazo, fue un momento espectacular.
─No hay problema, a cualquiera le puede pasar... Además, creo que es lindo ─responde con sinceridad.
El chico volteó, y sus mejillas enrojecieron tanto que unas pequeñas chispas eléctricas se asomaron por sus tornillos. La reacción fue inesperada, pero estaba seguro de que el comentario le cayó bien al de piel verdosa.
Quizá pensó en no tener amigos, pero uno es bipolar y cambia de idea. Quizá no sea tan malo hacer amistades.
─A-Ah, g-gracias.... Y-Yo... T-Tú... También, eres l-lindo ─expresó tímidamente, el rojo pronto coloreó incluso su frente.
Aquel chico, Frank, era el único que se le había acercado con intenciones amistosas, ¿por qué no ser amigos? Era una gran oportunidad.
─Pff, le decía a tu mano ─confesó, llevando sus dedos a sus labios, soltando varias risitas.
La mano de Frank se levantó por sí sola, y movió cada uno de sus dedos, como si quisiera saludar por su cuenta al normie. El rostro del más alto ahora sí, soltaba vapor de vergüenza. Con su otra mano, detuvo las intenciones bochornosas de la que actuaba por voluntad propia, y la ocultó detrás de sí con pena.
─A-Ah, claro, era obvio...
─Ay, que penudo, tienes cara de buena onda, ¿jalas a ser amigos o le tienes miedo al éxito? ─Llevó una de sus manos a su hombro, con unos ojos pícaros que le llegarían al corazón al joven Stein.
Guardó silencio por un momento, pensaba preguntárselo él mismo, pero viendo como iban las cosas, temía que nunca iba a aceptar su amistad, hasta que el normie se le adelantó. Su alegría se desbordó por sus ojos, y estos mismos brillaron con emoción. Tomó sus manos, su corazón latía y la electricidad en su cuerpo estaba inquieta.
─¡Sí! ¡Me encantaría! ─Conocer a un normie en carne propia era sin duda una nueva y loca experiencia, pero no se arrepentía.
Frank supo desde el inicio que no todo era como los demás lo pintaban.
─Oye, mi compa, ¿sabes dónde queda el salón de matemáticas? Voy en el grupo de «sexto b», con un tal Rotter. ─No llevaba un cuaderno consigo, porque todavía no sabía bien que procedía con sus materias, después del primer día ya vería que hacer.
Frank casi chilla de emoción, así que, con una delicadeza abrumadora, soltaría sus manos para dar un paso al frente.
─¡Estamos en el mismo salón! ¡Seremos compañeros! ─exclamó─. Te llevaré, y te sentarás junto a mí. Sígueme ~
No recordaba que un estudiante estuviera tan entusiasmado por ir a clases, o sentarse con él.
Quizá no todo era tan malo.
7102⨾ palabras
(ᴇsᴛᴇ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ғᴜᴇ
ᴇᴅɪᴛᴀᴅᴏ)
Uy estoy enferma 😈🤚
Me gusta imaginar a los
monstruos de mi infancia
cogiendo de manera
homosexual con el rayito
Mátenme antes de que me
reproduzca 😍🔫
En fin, espero que les haya
gustado el primer capítulo
de esta historia re loca.
ATTE⨾ 02 ~
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