Capítulo 29
Jongin conocía su casa más que su enfermera. De esa forma, salió por la parte de atrás que estaba llena de arbustos. Había una puerta pequeña y olvidada que lo llevaría hasta la calle principal, le tomaría un poco más de tiempo y sería incómodo, pero no importaba. Debía ir hasta donde Kyungsoo, así que corrió con todas sus fuerzas durante casi media hora. Finalmente, exhausto y sudado, logró ver a la persona que más quería.
–¡Kyungsoo!
–¡Jongin!– gritó su novio. ¿Qué importaba lo que dijera la gente, el poco transitado sendero de árboles llenos de flores violetas era el lugar perfecto para ese tan ansiado encuentro.
–¿Qué pasó?– quiso saber el chico preocupado. –Estoy muy preocupado.
–Tengo que volver pronto a mi casa, me escapé. Cuando pueda, iré a tu cuarto y espero poder quedarme ahí hasta poder vivir por mi cuenta. Haré retratos en el campus, conseguiré trabajo. No puedo seguir siendo prisionero.
–¿Prisionero?
–Sí, amor. Tengo a Song Ji vigilándome el día entero. Mi padre empezó a presionarme con la carrera y me ha dicho que seguir artes es un desperdicio como yo. No puedo tratar con él sin enfermarme, no puedo seguir bajo su sombra. Kyungsoo, ayúdame, por favor.
–Amor, eres un adulto. Si tienes edad para estar en la universidad, la tienes para tomar tus decisiones. Sabes que puedes quedarte conmigo el tiempo que sea necesario, pero no creo que escaparte se la forma de demostrar que eres un adulto. Estás asustado y necesitas tu espacio. Será difícil para ellos entender, porque te sobreprotegen, pero debes demostrarle que eres un hombre. Legalmente no pueden retenerte.
Jongin acarició el rostro de Kyungsoo con su mano derecha y se acercó para besarlo. Eran los labios más suaves y deseables que había probado. Se sintió a salvo en ese momento. Luego, tomó la muñeca de su novio y lo llevó hasta el bosque, lo apoyó al chico contra el tronco de un grueso árbol, era el escondite perfecto. Las flores caían por el viento haciéndolas bailar hasta el piso. Kyungsoo rodeó con sus brazos el cuello y le siguió el ritmo. Fue reconfortante estar juntos en ese instante. Su felicidad era tan grande, que parecía tener un precio igual. El atardecer estaba cerca y debían separarse antes de anochecer. Jongin prometió intentar razonar con sus padres y, si no podría, recurriría a la huida. Esa sería su último recurso. Se besaron por última vez, como despedida. Se comunicarían por mensajes y se volverían a ver.
***
Cuando su padre abrió la puerta con las llaves de Song Ji, casi sufre de un infarto al ver el lugar vacío. Los gritos en contra de la jovencita terminaron cuando llegó su esposa. El hombre le explicó con duras palabras que la muchacha había dejado escapar a Jongin. En ese momento, el muchacho llegó y explicó que la chica lo había encerrado cuando él tenía un compromiso con sus amigos. Song Ji lloraba en silencio y e intentó explicarse que él no podía salir si ellos no estaban.
–No puedes salir de esta casa sin autorización– enfatizó su padre increíblemente molesto. –Me salí del trabajo porque tu querías estar con tus amigos, ni siquiera los tienes. Si Song Ji te dice que no salgas, no lo haces. ¿Es difícil de entender?
–No pueden encerrarme como a un criminal. Se supone que salí del hospital para tener una vida normal y soy un prisionero.
–¡Eres un peligro! ¿Crees que no recuerdo lo que hiciste? ¿Crees que confío en ti después de todas las cosas que te he dado? ¡Mocoso malagradecido!– una mano se alzó, pero fue detenida por su esposa.
–Cariño, por favor, esta no es la manera.
–No es como si fuera la primera vez. Si golpearme es su manera de expresarse, que lo haga, pero yo también quiero hacer las cosas que considero correctas. A partir de mañana, no deben preocuparse por mí. Viviré por mi cuenta y no tendrán que preocuparse más por mis gastos. Son libres de mí, por fin.
–¿Y qué vas a hacer? ¿Pintar para sobrevivir en este mundo? Eres tan ingenuo como patético. Regresa a tu habitación y no saldrás. Te has convertido en alguien sin valor y yo estoy intentando cambiar eso. Si te vas de esta casa serás un completo desperdicio. No me hagas enojar, Kim Jongin, porque no sabes las consecuencias.
–¿Qué vas a hacer? ¿Desheredarme? A mí el dinero no me interesa.
–¡Jongin!– exclamó su madre, pero no fue escuchada.
–Mira, Jongin, no me provoques. No vas a irte a ninguna parte, no tienes nada ni a nadie, no pienses que podrás poner un pie afuera de esta casa y tenerlo todo como siempre.
–Tengo a donde ir, si esa es la preocupación– el chico regresó y tomó su mochila, que no había todavía terminado de empacar.
–¿Piensas que vas a escapar? ¿Puedes llegar a ser así de estúpido?– Su padre ya no gritaba, pero se notaba que quería herirlo, desmoronarlo. –¿Y quién se supone que te espera? No me digas que es tu amiguito ese del hospital. ¿Crees que un niño como él va a poder cuidarte? Por favor, Jongin. No arruines la vida de alguien más, por favor. Deja a ese pobre muchacho en paz, el podrá tenerte lástima, pero las cosas se van a poner feas cuando en serio tenga que cargar con un problema como tú. Reacciona hijo, es hora de enfrentar la realidad.
–Kyungsoo no es infeliz a mi lado– respondió Jongin irritado y dejándose en evidencia.
–¿A tu lado? ¡Niño tonto! Que quiera solapar tu inmadurez no le hace estar a su lado. Ese es un lenguaje que usarías para escapar con tu novia. No tienes idea lo ridículo que sonaste.
–¡Eso no tiene nada de malo! ¿Por qué sería ridículo expresar lo que siento por alguien?
–¡Jongin!– reclamó su madre, acercándose para callarlo por si se le ocurría decirlo de nuevo.
–¿Lo que sientes por alguien? ¿Acaso esta vez en serio te volviste loco? ¿Realmente estás enfermo?– El hombre se dirigió a Song Ji, que permanecía inmóvil a un costado de la habitación donde estaban discutiendo. –Fuera– le ordenó, sobresaltando a la muchachita. –¡Fuera de aquí!– Aterrada, la chica salió como alma que persigue el diablo. Jongin estaba rodeado por los brazos de su madre en ese momento.
–No quiero que repitas algo así de nuevo en tu vida, Kim Jongin. No es gracioso. Suficiente dolor nos has causado ya, como para encima salir con esto ahora. Tendré que hacerte reaccionar nuevamente– amenazó el hombre con semblante serio.
–El dolor que yo te causo por mi enfermedad está totalmente ligado al que tú me haces sentir al convertirme en lo que soy. Sí, estoy enfermo y no puedo controlarlo. Pero todo esto es tu culpa. Tú me alejas de todo lo que amo y me haces sentir miserable una y otra vez. Nada de lo que hago te complace y quieres arrastrarme contigo a esa horrible vida que tienes. Yo no puedo soportarlo más. Si me voy, es justamente porque no podemos vivir juntos. Nos mataremos mutuamente si seguimos así.
–¡Cállate!– exigió el hombre fuera de sí. –¡Cállate de una maldita vez! Una palabra más y estarás encerrado en esa habitación por el resto de tu vida.
–Podrás pensar que es un defecto más de mi larga lista. Pudiste alejarme de las cosas que me gustan, pudiste poner a mamá en mi contra, pudiste quitarme todo tipo de ganas de vivir. Esta vez es diferente, no me vas a alejar de Kyungsoo, porque yo en serio le amo.
–Jongin, por favor– rogó su madre, intentando cubrir su boca, pero el muchacho no se dejó.
–Voy a irme lejos donde no tendrás que volver a verme, y estarás mejor así. No debo tener vergüenza, podrás decir que estoy muerto si quieres lavar tu nombre. No me importa que la gente me vea y me señale, no me interesan sus pensamientos y sus motivos. Lo que siento por él y lo que siente por mi será suficiente. No me volverás a ver. Así que finge, como siempre lo haces, puedes olvidarte de mí, no voy a regresar.
–¡Kim Jongin!– gritó el hombre, rojo de la furia.
–Padre– habló Jongin con firmeza. –Mírame, por favor. Este es tu hijo, el loco sin remedio, pero no tendrás que hacerte cargo de él nunca más.
–¿Quieres que te ingrese a otro hospital? ¿Uno lejos? ¿Eso es lo que estás pidiendo? Porque para mí, lo estás implorando.
–¡No puedes internarme! No puedes alejarme del mundo de nuevo. ¡Esa no es la solución, papá! Sólo déjame libre y todo estará bien.
–¡Ni lo creas!– bramó molesto. –Pobre muchacho, probablemente sólo quiere ayudarte y tu mal entiendes todo. ¿Piensas que te corresponde? ¡Realmente estás loco! No va a pasar, no vas a hacerle daño con tus tonterías, déjalo en paz. ¡Nos vamos al hospital este mismo instante! Estarás aislado hasta que te dejes de tonterías.
–¡No!– Jongin empezó a caminar hasta la puerta, pero su padre lo alcanzó y lo tomó violentamente del brazo.
–¡No vas a ningún lado que no sea el hospital!
–¡Cariño por favor!– se atrevió a intervenir finalmente su esposa, pero el hombre la empujó y ella cayó al piso.
–¡No te metas! Todo esto es tu culpa, criaste a un maleducado bueno para nada, que piensa que puede hacer lo que quiera.
Entre sollozos desesperados de madre e hijo, Jongin fue arrastrado, entre golpes y jalones, hasta el auto para llevarlo al hospital. La mujer, por miedo de accidentes, tuvo que retener al muchacho atrás, quien ya estaba haciendo una pataleta, rogando para que lo dejaran ir.
–¡Suficiente!– chilló su padre al volante. –¡Si no te callas este instante no te llevaré a un hospital, sino directamente a un manicomio!
–Jonginnie, por favor, por favor. Si te calmas un poco todo va a mejorar– susurró su madre lo abrazó y lo mesió, intentando calmarlo.
–Mami, por favor. No dejes que me encierre. Por primera vez en tanto tiempo vuelvo a ser feliz. ¿No entiendo? ¿Qué es exactamente lo que estoy haciendo mal?
–Nada, mi corazón, nada– se lamentó la mujer. –Por eso te ruego que te calmes.
En el hospital se armó una escena terrible. El hombre jaloneó a su hijo hasta el área de psiquiatría y, para suerte del joven, fue Yang Min quien los recibió.
–¿Qué está pasando?– preguntó la robusta enfermera, protegiendo en sus brazos al aterrado muchacho.
–Yang Mi... por favor... no dejes que me encierre– rogó el chico, aferrándose a ella. –Por favor... tengo que verlo.
–¡Está loco! ¡Que se pudra en un manicomio!– gritó furioso el hombre, su esposa lloraba en una esquina y eso fue suficiente para comprender lo que pasaba.
–Señor Kim. Le recuerdo que esto es un hospital, compórtese por favor– ordenó irritada la enfermera. –Jongin fue dado de alta debido a su propia presión, no entiendo por qué ahora quiere ingresarlo de nuevo. ¿Piensa que esto es un hotel? Debería considerar las razones por las que Jongin estuvo aquí en primer lugar.
–¡Maravilloso!– se burló el empresario molesto. –¿Acaso ustedes también me van a echar la culpa de todo?
–No, pero no negaría que es una de las principales causas de las recaídas en su enfermedad. Recuerde que cuidamos de su hijo durante mucho tiempo, nos encariñamos con él y lo conocimos mejor que usted– con mucha valentía, Yang Mi enfrentó al hombre y protegió a Jongin que todavía estaba pegado a ella.
–¿Sabe que voy a hacer? Voy a demandar a este estúpido hospital. Dejé a mi hijo aquí porque ustedes lo recomendaron y resulta que lo estuvieron poniendo todo este tiempo en mi contra. ¡Nos vamos!
El hombre se acercó para tomar a Jongin del brazo, pero el chico se refugió en la gran mujer. Yang Mi no estaba dispuesta a dejarse intimidar y dijo que si Jongin necesitaba atención, había que esperar la llegada de un médico.
–Me lo llevaré ahora, porque es mi hijo y no pueden hacer nada al respecto. ¡No se meta, señora! Si no quiere enfrentar terribles consecuencias legales. ¡Nos vamos, Jongin!
–Baje la voz, es un hospital– insistió otra enfermera, al ver la terrible escena. Jongin ya no lloraba, pero tenía los ojos rojos y temblaba aterrado.
Cuando llegó el Dr. Kim Junmyeon, pensaron que sería la solución, pero sólo trajo solo malas noticias. El Sr. Kim, padre de Jongin podía llevárselo. Legalmente no había manera de forzarlo a internar a su hijo sin un análisis previo y mucho papeleo. Yang Mi estaba indignada y con lágrimas en los ojos, tuvo que dejar que se lo llevaran.
–¡Dr. Kim! No puede permitir esto ¿Acaso no lo vio? ¡Evidentemente lo golpeó! Y quién sabe si seguirá haciéndolo.
–Ya llamé a una trabajadora social. Irán mañana temprano a la casa a hacer una inspección sorpresa. La denuncia está hecha– le comunicó el médico, sintiéndose impotente ante las súplicas de su tan querido paciente.
***
–Entra– le empujó su padre y el muchacho se tropezó y terminó en el piso de su habitación. –Voy a asegurarme de que no puedas salir por la ventana. Y otra cosa– el hombre rebuscó en su mochila. –Me llevo esto– dijo tomando su celular.
Jongin era un mar de lágrimas, se arrastró hasta la cama y siguió llorando desconsolado. Afuera, logró escuchar como su madre rogaba para poder verlo, pero no se lo permitió. Luego, notó el martilleo de tablas sobre sus dos ventanas. Oficialmente era un prisionero. Después de horas y horas de llorar, totalmente cansado, Jongin empezó a rebuscar, por todas partes, lo que necesitaba. Su diario, su diario personal donde estaban sus poemas, sus dibujos. ¿Dónde estaba? En la mochila. Nuevamente, con las pocas fuerzas que le quedaban, logró deslizarse hasta donde su padre había lanzado su bolso después de inmiscuirse en sus cosas. Ahí estaba, buscando desesperado un lápiz, para poder empezar a escribir.
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