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Capítulo 1

Do Kyungsoo era un destacado y brillante estudiante de tercer año de la carrera de Gestión de Medio Ambiente en la Universidad Nacional de Seúl. Desde su infancia, el principal interés del joven era buscar maneras alternativas para aprovechar los recursos renovables y obtener energía limpia. Su sueño más grande rea crear una máquina o un sistema maravilloso que ayudara al medio ambiente y a que la obtención de recursos resultara más accesible y barata. No fue difícil para él escoger su carrera y decidir su especialización. Se esforzó tanto, que un profesor lo eligió para trabajar en un proyecto de investigación sobre energía renovable como ayudante, incluso si no estaba en los cursos superiores. 

Su pasión se remontaba a cuando era pequeño. Desde siempre estuvo interesado en los paneles de energía solar y en los generadores de energía eólica. Lo había visto en documentales y libros y, estaba tan interesado, que su padre lo llevaba de excursión a lugares donde pudiera apreciar los enormes artefactos que tanto le llamaban la atención. Cuando se hizo adolescente, los viajes se convirtieron en un hobby y se dedicaba a investigar todo lo que podía sobre la energía renovable y el funcionamiento de las máquinas que ayudaban a producirla.  

Kyungsoo tenía veinte años cuando se fue pro primera vez a una excursión con sus compañeros de la universidad y no como un viaje de diversión. Debían visitar durante un fin de semana un pueblo en las montañas donde estaba una de las instalaciones más grandes y eficientes de paneles solares para uso doméstico de Corea del Sur. El invierno se estaba acabando para esa época, pero el frío seguía siendo muy intenso. El chico cometió la imprudencia de no llevar ropa adecuada y, sumado a sus defensas bajas y a la exposición a tantas personas, tuvo la poca fortuna de contraer una neumonía viral.

Su sistema inmunológico estaba muy debilitado y tuvo que pasar una semana completa en el hospital hasta poder recuperarse. Tenía la garganta irritada por una terrible tos seca, dolores de cabeza que variaban entre leves y muy fuertes, un feo resfriado que le daba provocaba dolor en el pecho y un malestar general que lo tenía debilitado. Sus síntomas fueron tan severos, que tuvo que ser llevado a urgencias por sus compañeros cuando regresaron a Seúl, ya que era más fácil para ellos ingresarlo en el hospital universitario. Intentaron llamar a sus padres, pero como Kyungsoo era originario de Ilsandong.gu en Gyeonggi, una ciudad a 51 km de la capital, sus padres no pudieron llegar inmediatamente. 

Después de su terrible enfermedad, para tranquilidad de sus padres, se quedó en el hospital universitario durante una semana para curarse por completo y evitar recaer. Durante ese periodo, Kyungsoo decidió hacer algo de provecho para no desperdiciar su estadía ahí. Era el tipo de persona que no podía pasar horas acostado sin hacer nada. Muy de acuerdo a su personalidad, decidió ser voluntario cuando se sintió mucho mejor. Como no podía ayudar a los médicos o a las enfermeras, porque no tenía ningún entrenamiento, pensó en colaborar con los otros enfermos. En su primer día fuera de la cama, y ya sin ser contagioso, jugó con los niños en pediatría, le leyó a los viejitos en el geriátrico y encontró su lugar favorito: la zona de descanso de psiquiatría. 

Las personas que estaban internadas ahí eran atendidos por amables enfermeras y médicos que daban lo mejor que podían para tratar un grupo tan conflictivo, a pesar de lo reducido que era. Kyungsoo generalmente se acercaba a las personas y les leía o les explicaba cosas, les seguía el juego a conversaciones extrañas o se maravillaba con las habilidades de personas que la gente decía que estaban locas, pero muchas veces parecían más cuerdas que lo socialmente aceptado. Ese era precisamente el caso de Kim Jongin. 

El muchacho era apenas un año menor que él y estaba forzado a usar una bata de hospital todo el día, encerrado en un lugar sin poder de estudiar, superarse o ser libre. Kyungsoo al principio sentía un poco de ternura por él,  pero el jovencito le demostró que podía estar internado en el hospital universitario, pero era una caja llena de sorpresas. Dibujaba y pintaba con unos trazos dignos de envidia de cualquier estudiante de artes, bailaba increíblemente, siguiendo con facilidad las coreografías de los grupos populares, cantaba con una voz dulce e incluso podía tocar canciones sencillas en la guitarra, aunque sólo cuando se la prestaban, porque no tenía una propia. También escribía poemas, o al menos eso decían las enfermeras, porque Kyungsoo jamás había escuchado o leído nada. 

Se conocieron cuando Kyungsoo intentó ayudar a una mujer con Parkinson a escribir unas pocas palabras en una tarjeta para su nieta. Tanto el voluntario como la anciana tuvieron un momento complicado. Jongin deambulaba por ahí y, cuando los vio, se acercó para ayudar y animar el ambiente con comentarios divertidos. Kyungsoo escuchó cada broma, cada historia y cada explicación que salió de su boca con mucho gusto. Era un chico eufórico, extrovertido e hiperactivo y, cuando acabaron, le no dudó en pedirle que le acompañara a pasear por los jardines para seguir conversando. 

Kyungsoo, con su mascarilla todo el tiempo, se preguntaba de dónde había salido aquel chico y quién era. Pero, en cuestión de veinte minutos, estuvo informado acerca de todas las cosas que le gustaban, que podía hacer y que le interesaban. Con su bata de hospital, el paciente caminaba con las manos entrelazadas en la espalda mientras miraba de rato en rato a Kyungsoo con curiosidad cuando le contaba sobre su edad, sus padres, su antigua escuela, la gente agradable y la desagradable del hospital y su comida favorita. Le habló de todo, menos de la razón por la que estaba ingresado. 

–¿Por cuánto tiempo más estarás aquí?–  consultó con cierto recelo Kyungsoo, no sabía si tal vez su enfermedad podría resultar un tema delicado de hablar, ya que no encontraba nada que delatara sus dolencias.

–No lo sé, no es como si los médicos puedan curarme exactamente– el muchacho no se veía precisamente triste al decir eso, pero tampoco estaba tan feliz como antes.

–¿Es... una enfermedad difícil?– Culpa. Kyungsoo sintió un poco de culpa por ser tan insensible con una persona que parecía estar ya bastante tiempo encerrado ahí.

–Supongo que sí. Cuando muestro mejoras, me dejan irme. Pero últimamente no han sido suficientes y han decidido que es preferible tenerme aquí, sabes como son los médicos.

–Sí, bueno, también estoy sólo por precaución aquí– explicó el mayor intentando mejorar el ambiente.

–¿Usas esa mascarilla para evitar contagiar a las personas? Es una lástima, por suerte mi enfermedad no se contagia– Jongin rió exageradamente y Kyungsoo movió la cabeza.

–Insisto, es sólo precaución. ¡Mira!– la mascarilla fue retirada para dejar ver su rostro completo por primera vez. Jongin se quedó sin palabras. Lo observó por un largo rato, examinando cada detalle, como si deseara memorizar sus rasgos.

–¿Me visitarás?– la pregunta pareció estar un poco fuera de lugar y Kyungsoo se sintió perdido, pero luego entendió a qué se refería. Probablemente era su hora de regresar a su habitación, ya que él mismo debería hacerlo, así que tiene sentido consultar. Jongin quería verlo otra vez. 

–¡Claro! Dime a dónde debo ir y mañana primera hora estaré ahí y pasaré el día contigo. Puedes ayudarme con mis voluntariados si quieres.

–Estoy internado en psiquiatría– respondió enseguida –Mi habitación es la 88 en ese departamento. Esperaré ahí para que no te pierdas.

La expresión de Kyungsoo debió decir mucho, porque había algo en el rostro de Jongin que mostraba que no estaba muy satisfecho con la reacción de su nuevo amigo.

–Oh, no– negó con la cabeza varias veces. –No estoy loco, no soy peligroso. No te preocupes, no le hago daño a nadie. Intento pasarla bien todo el día hasta poder curarme– explicó el menor de los dos.  

–Jamás pensaría que eres peligroso o utilizaría una palabra como loco para describirte. Eres amable y muy divertido. Todos necesitamos ayuda, unos más que otros, es todo– comentó el muchacho, intentando arreglar el mal entendido. 

–Me agradas, Kyungsoo. Gracias por eso– el chico sonrió con ganas y tocó la frente del mayor con su índice. Podía ser un año menor, pero la diferencia de altura parecía indicar lo contrario. –Entonces, ¿nos vemos mañana?

–¡Nos vemos mañana, Jongin!

Kyungsoo regresó a su habitación cuando se dio cuenta que realmente se le había hecho tarde y seguramente se ganaría una reta por no reposar y demorarse más de lo que debía. Él ya se sentía sano, excepto cada ciertos momentos donde se mareaba un poco o su fiebre subía, pero no era nada del otro mundo. Nada que un poco de descanso y medicamentos no pudieran curar, comparado con lo que había ganado. Cuando entró a su habitación, una voz se dejó oír alta y fuerte. 

–Vaya, a quién tenemos aquí. Te ves demasiado emocionado para ser un pobre enfermo internado en un hospital. ¿Sabes el susto que tuve? Todavía te odio por eso, te golpearé todos los días por el resto de mi vida– después de aquellas palabras, se escuchó el fuerte ruido de la canasta llena de flores y frutas golpearse contra la mesa.

–Byun Baekhyun haciendo entradas espectaculares en todas partes. Sólo fui a dar una vuelta, no puedo estar acostado todo el día– Kyungsoo sonrió y se acercó a abrazar a su amigo, que lo empujó mientras se quejaba, pero que terminó por aceptar el cariño.

–Idiota, Chanyeol todavía tiembla cuando recuerda que te trajimos medio muerto aquí.

–Bueno, sigo vivito y coleando– con una sonrisa pícara, Kyungsoo regresó a su cama. Para su fortuna, el cuarto compartido en el que estaba todavía no era ocupado por nadie más, así que podían darse el lujo de ser ruidosos por lo menos ese momento.

–¿Cómo estás? ¿Qué dicen los médicos?–curioso como siempre, Baekhyun se sentó en una silla cerca de la cama y cruzó brazos y piernas para atender cada una de las palabras que su compañero dijera.

–Bueno, estoy aquí más por seguridad que otra cosa. Quieren ver como avanzo. Si en unos cinco o siete días no recaigo, seré libre de regresar– explicó el enfermo con serenidad, su semblante era infinitamente mejor que la última vez que lo había visto.

–Bueno, puedes regresar a tu cuarto de la universidad y revisar como  tu compañero, el famoso "Galaxy hyung"se ha encargado de re-decorar el lugar con mugre– Kyungsoo dejó salir una risotada. Era verdad, Kris no se caracterizaba por ser la persona más limpia y ordenada del campus.

–Gracias por prepararme psicológicamente para eso, Baekhyun.

–Ya sabes, para eso están los amigos. También te envié todas nuestras tareas a tu mail, la próxima vez intentaré recuperar de ese chiquero tu computadora para que no te atrases mucho– Alegre, el muchacho está a punto de agradecer, pero una elegante mano terminó justo frente a su cara antes de que pudiera decir nada. –Sí, sí, lo sé, soy la mejor persona que conoces y probablemente de Seúl, no es necesario que lo digas. Ahora, recupérate pronto y trae tu trasero a clase, porque me hace falta mi compañero de matemáticas.

–Gracias, Baek.

–Te dije que no agradezcas. Ahora tengo que irme, gracias a que andabas de recorrido por el hospital, llegaste justo antes de que se acabe la hora de visita. Por eso, ya debo irme. Por suerte nuestra facultad no está tan lejos, de otra forma hubiera golpeado tu enfermo cuerpo para vengarme.

–También te quiero, amigo– Kyungsoo siguió riendo con ganas, Baekhyun siempre era una terapia para él.

–Recupérate, por favor. No me dejes con el gigante orejón a solas, es peligroso.

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