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V E I N T I S É I S

Evan

—¡Estuviste genial! —el cumplido de mi hermana es lo primero que escucho cuando llego a la mesa donde están mis amigos.

—Muy bueno —agrega Sam, tratando de sonar igual de emocionado que Ava.

Mi hermana alterna su vista entre Sam y yo, y una expresión de tristeza aparece en su rostro al ver al chico que de pronto bajó la cabeza. Ava vuelve su vista a mí y le formulo un «Habla con él» sin emitir sonido. Ella asiente sentándose al lado de Sam, que de pronto la abrazó.

—Aaawww, es tan lindo —murmura Lyla, viendo con amor como los dos niños se abrazan.

—Te apuesto a que terminarán juntos —comenta Bea, girándose a ver a su amiga, quién sigue mirando a Ava y Sam.

—No hagan planes de boda, mi hermana es muy joven —les digo, ellas se giran a verme.

Lyla forma una sonrisa completa mientras que Bea se sonroja desviando la mirada a la mesa. Me quedo de pie junto a ellas, viendo solo unos segundos confundido a Bea, tratando de entender por qué ese repentino sonrojo.

—Bueno, yo... iré a... ver qué hace Andy —y sin más, Lyla se levanta de su silla y va al otro extremo dónde se encontraba su novio, comiendo de los palitos de pan.

Andy tiene cierto problema con los palitos de pan.

En la mesita quedamos Bea y yo, solos. Otra vez. Estoy llegando a pensar que todos tenían planeado dejarme a solas con ella hoy. Sentado a su lado está Sam, solo que él está muy concentrado siendo consolado por mi hermana como para prestarnos atención. De Sam veo a mi mejor amigo, Aidan está en su lugar con la mirada perdida sobre la mesa. Él solo está ahí, no le prestaba atención a nada, solo está ahí por estar.

—Deberíamos hablar con él —escucho decir a Bea, se a parado a mi lado y ve también a nuestro pelirrojo mejor amigo.

—Deberíamos, pero sabes cómo es él —miro a Bea, no aparta la vista de Aidan—. Debemos darle tiempo.

Suspira alzando la cabeza para verme, tiene una mueca en los labios.

—No me gusta verlo así, es... tan extraño verlo tan triste, no me gusta —se rasca la cabeza—. No se lo esperó.

No tengo mucho que decir, así que solo asentí. Ambos volvemos a ver a nuestro amigo que está tan en su mundo que no nota que nosotros lo observamos fijo. Me toma por sorpresa cuando siento que Bea recuesta ligeramente su cabeza de mi brazo, más no dije nada. Cuando la veo de soslayo, su expresión había cambiado a una triste por Aidan.

Ella tiene razón, es tan extraño verlo así, él siempre es tan... bueno, tan él: animado, gracioso, extrovertido. No verlo actuando como es, es raro. Hasta incómodo.

—Debemos dejar de verlo, así no solucionaremos nada —digo.

Ella deja ir una risita y se separa de mí. De inmediato siento la falta de su cercanía.

—Lo hiciste genial allá arriba.

Paso mi mano por mi cabello y termina sujetándose de mi nuca.

—Gracias, aunque creo que desafiné en una nota.

Niega varias veces con la cabeza.

—Estuviste muy bien, no hubo nada mal en tu presentación. Me... gustó mucho —agrega al final una sonrisita tierna, que, joder, me encanta.

¿Por qué rayos tiene que ser tan linda? ¿Tan tierna? Esas pequeñas cosas suyas son las que ponen mi autocontrol al limite.

—Chicos, vamos a comer algo, ¿Vienen? —la pregunta de Andy hace que desvíe mi mirada de Bea a él, también que Aidan salga de su pensamientos, concentrando su atención en nosotros.

—Claro —responde Bea. Andy y Lyla salen del escenario, seguidos de Sam y Ava y de últimos Aidan, Bea y yo.

—Estuviste de locos, bro —halaga Aidan, dando una palmada vaga en mi hombro.

Bea y yo compartimos una mirada, ambos pensando lo mismo.

—¿Quieres hablar? —le propone ella, tratando de sonar tranquila.

Aidan aprieta los labios para terminar asintiendo, Bea me da una mirada de «yo me encargo» y se aleja con nuestro amigo a unas mesas más al fondo, alejadas de las personas.

Siento que alguien da unos toques a mi pierna, veo al suelo para encontrar a Sam, la parte blanca de sus ojos está rojiza al igual que su nariz. Pobre niño.

—¿Dan está bien? —pregunta, llamando a Aidan por ese apodo que le tiene desde siempre.

—¿Tú estás bien? —me pongo a su altura, sus ojos también claros se cristalizan y su labio inferior empieza a temblar.

—Quiero a mi papá —Sam me rodea con sus bracitos y yo le devuelvo el gesto, dando caricias a su pequeña espalda. Escuchar sus sollozos bajos hace que el corazón se me ponga pequeño.

—Sam... —la vocecita de Ava hace que se aparte de mí, limpiando sus lágrimas con sus manitas—. Ven conmigo —mi hermana le extiende su mano, él la toma y se van a la mesa donde están Lyla y Andy hablando entre ellos.

Voy con ellos y dejo mi guitarra apoyada a un lado de la mesa y me integro en la conversación de la pareja. Lyla habla de algo y son pocas las ocasiones en que Andy opina. Él solo ve con una sonrisa como su novia habla, mueve las manos para recalcar su punto y sonríe de tanto en tanto.

Sin duda Andy está tan estúpidamente enamorado de Lyla.

El Andy Guillén de hace unos meses se hubiera reído a carcajadas en tu cara si le decías que estaría en una relación seria con una chica, más si esa chica era la chica latina con la que solían molestarlo y que él solo alegaba que «es una buena amiga».

Cómo me gustaría... poder tener «eso» que ellos tienen. Esa conexión, esa confianza y ese espacio en una relación para ser tú.

Me gustaría tener eso con Bea.

Es absurda las tantas veces que me he imagino estar con ella, hacerla reír, que todas esas sonrisas sean por mí, que esos bonitos sonrojos pueda causarlos yo, que pueda tomarla de la mano sin ningún problema. Han sido tantas desde que esa chica me a empezado a gustar. Aún con eso, también está esa parte de mí que se contradice, esa repetitiva voz en mi cabeza que solo me repite una y otra vez lo mal que estoy.

¿Qué vería ella en ti? Nada más que un chico que fue abandonando por su propia madre

¿Por qué crees que ella se fue? ¡Porque estás lleno de defectos!

Todos encontrarán defectos en ti y te dejarán solo.

Vivirás tu miserable vida en soledad.

Con el tiempo he aprendido a lidiar con los pensamientos intrusivos, las citas con el psicólogo fueron de bastante ayuda y siempre lo serán, es solo que ahora me siento más inseguro que nunca, y la inseguridad trae de vuelta a esos horribles pensamientos.

Siempre trato de tener una respuesta positiva para esos pensamientos, como me lo indicó Ernesto una vez. Ahora me cuesta bastante encontrarla porque de alguna manera, sé que pueden tener razón.

No, no pienses así. No cedas, Evan, no cedas, Evan.

Alejo todo el tema, lo mando muy al fondo de mi cabeza porque hoy no me quiero deprimir, no cuando empiezo a sentirme bien luego de lo de ayer. Aidan y Bea regresan a la mesa donde estamos con Andy, Lyla, Ava y Sam, la pareja sigue hablando mientras que mi hermanita intentaba consolar al niño pelirrojo a su lado.

Sonrío cuando veo a mi hermana abrazar fuertemente a Sam. Lyla y Bea tienen razón, se ven adorables juntos... Espera, ¿Qué? No, ¡No! Ava es una niña. Aunque... vale, sí, se ven adorables los dos.

—¿Mejor? —le pregunto a Aidan que está de pie a mi lado, Bea se sienta al lado de Ava, de seguro también tratará de ayudar a Sam con toda esta situación.

Aidan asiente, aunque aún se ve cansado, puedo ver también que se ve más tranquilo. Como si se hubiera quitado un peso de encima.

—Creo que... necesitaba desahogarme.

—Sabes que puedes contar conmigo, ¿No? —apoyo mi mano en su hombro.

—Claro que sí, amigo —da una palmadas a mi mano en su hombro.

—Chicos —nos llama Lyla—. ¿Cuándo admitirán que tienen un romance apasionado de mejores amigos LGBT?

Aidan y yo compartimos una mirada, luego vimos a Lyla y nos separamos rápidamente, yo hago un espasmo exagerado ante esa idea. No estaba en contra, tampoco a favor, en realidad no me importaba. Pero... ¿Mi mejor amigo y yo? Eso sí que es traumatizante.

—Nunca, pero nunca más en tu vida digas eso, mujer —le advierte Aidan a Lyla que junto con Bea, Andy y nuestros hermanos se ríen.

—Me acabas de traumar, Ly.

—Awww, me dijo Ly —sonríe y yo frunzo mis cejas—. Me dijo Ly —le susurra a Bea, algo que todos escuchamos.

—Eh, sí —afirmo, aún confundido.

—Me consideras tu amiga, Evan, eso es muy lindo —señala Lyla sin perder su sonrisa. No es que sea una gran amiga íntima, pero sí alguien con quién puedo llevarme bien.

—¿Bien? —murmuro, aún sin entender bien.

Estuvimos hablando de varias cosas, comimos algunos postres lo que restó de la tarde. Cuando nos dimos cuenta, ya era de noche.

—Nosotros nos tenemos que ir, andando, Sam —Aidan llama a su hermano que sigue hablando con Ava, parece que se han hecho buenos amigos.

—Antes —detengo a mi mejor amigo—. Tenemos que hablar.

—¿Confesarán sus sentimientos, chicos?

—¡Lyla! —reclamamos Aidan y yo, ella solo se echa a reír.

Aidan y yo nos alejamos de la mesa donde estaban nuestros amigos.

—No me vas a confesar tus sentimientos, ¿Verdad? —pregunta, haciendo una mueca.

—No, idiota. ¿Cuál era tu plan?

—¿Plan? ¿Qué plan?

Me cruzo de brazos y arqueo una ceja. Aidan sigue intentando hacerse el tonto.

—Sabes de lo que hablo.

—Si te soy sincero, no, no lo sé —ese tono agudo lo delata demasiado—. ¿Sabes? Debería irme, ¡Sam, nos vamos!

—Oh, no, tú no te vas. Me debes una explicación —le tomo de la capucha de su sudadera, lo que lo hace dar un gran paso de retroceso y casi caer al suelo de trasero.

—No le debo nada a nadie más que a mi mamá. ¡Samuel, vámonos! —llama un poco más alto a su hermano, Sam se disculpó con Ava y se acerca a nosotros.

—¿Qué pasa, chicos? —pasa su vista entre su hermano y yo, alzando la cabeza para vernos.

—Nos vamos, Nano —Aidan le dice «Nano» a Sam desde muy pequeño.

—No, no se van —jalo a Aidan aún de la capucha haciendo que termine a mi lado—. Sam, ve con Ava, tengo algo que hablar con Aidan —le digo a él, pero tenía mi vista en su hermano.

—Eh, ¿Dan?

—Ve con Ava —insisto.

Sam mira por última vez a su hermano antes de encogerse de hombros he irse otra vez a la mesa.

—Ese hormiga traidora —masculla Aidan, viendo como su hermano se va otra vez a la mesa con mi hermanita.

—Te oigo —digo, soltando su capucha.

Aidan suspira y se rasca detrás de la cabeza solo para hacerse tiempo.

—Si te soy honesto, el dejarlos solos a ustedes fue una oportunidad que no pude desaprovechar, además, no me niegues que no te gustó.

—Al grano, Aidan.

Resopla, murmurando un «vale, vale»

—Este fin de semana Sam podía visitarnos en casa, así que antes del juego fuimos a buscarlo a la casa de papá al otro lado de la ciudad, cuando mamá me llamó luego del partido... cuando me dijo que papá... —menea la cabeza—. Decirle a Sam fue lo más complicado de todo, no quería hablar con mamá, ni siquiera conmigo, así que pensé que hablar con alguien de su edad lo ayudaría.

—Por eso querías que Ava viniera, ¿No?

Aidan asiente.

—Ve como tu hermana habla con él —señala discretamente la mesa dónde están los chicos—. No había dicho palabra alguna desde el viernes en la noche —murmura—. Le escribí a Ava a ver si me podía ayudar con esto, y como ves, aceptó.

Puse cara de confusión.

—Pero ¿Cómo es que ustedes podían hablar?

—Digamos que... tenemos nuestros métodos.

—Explicate.

—Vale, puede ser que... Ava conoce ciertos truquitos de tu móvil.

—Espera, ¿Mi hermana y tú hablaban por mi móvil? —concluyo a lo que él asiente—. ¿Pero...? ¿Cómo? Nunca ví su conversación.

—Ava es muy inteligente para tener siete años, bro.

—Ava... —digo entre dientes, negando con la cabeza.

Esa niña es demasiado inteligente.

—Ava ayudó a Sam, no te enojes con ella. En todo caso, molestate conmigo, yo le enseñé esos truquitos.

¿Qué?

Antes de poder preguntar qué quiso decir, Aidan vuelve a la mesa con los chicos. Genial, debo de hacer una revisión extensa de mi móvil.

—Ahora sí, Nano, nos vamos, ya se hace tarde.

—Nosotros también nos vamos —aviso, Ava y Sam salen de la mesa juntos y se paran a nuestros lados—. Chicos, ¿Ya se van?

—Sí, nos iremos caminando —me responde Bea.

—Les puedo dar un aventón, si quieren.

—No lo sé, no queremos molestar —responde con una mueca insegura.

—Está bien, no molestan —le aseguro—. ¿Vamos?

Les avisa a Lyla y Andy, la pareja no se niega al aventón que ofrecí.

—Veo que apreovecharás la oportunidad para estar con Bea —canturrea Aidan a mi lado con una estúpida sonrisa pícara.

Le doy un golpe en el brazo que lo tiene luego quejándose.

En mi coche los chicos encuentran la forma de no dejar aplastados a los niños, así que Aidan terminó sentándose a Sam en el regazo y Lyla a Ava. A causa de Aidan, Bea terminó a mi lado en el asiento de acompañante, de seguro a de estar disfrutando esto, el muy maldito.

El silencio no se hace paso gracias a Andy que no para de hablar y contar anécdotas graciosas a las que de vez en cuando se le suman Lyla o Bea, incluso en una que otra ocasión Aidan.

—¿Te dejamos en tu casa, Lyla? —le pregunto a ella, deteniendome en un semáforo.

—No, Lyla se quedará en mi casa —responde Andy, todos menos los niños murmuramos un «ohhh»

—¿Pasarán la noche juntos? —pregunta Aidan, haciendo un gesto sugestivo.

—¡Aidan! —regaña Bea, que se gira a ver a los asientos traseros, Aidan murmura un «¿Qué?» y Bea señala a los dos niños que parecen más concentrados en su juego de «piedra, papel o tijera» que en las preguntas con doble sentido de Aidan.

—No, no, es sólo que los padre de Ly están fuera de la ciudad, no quiero que esté sola en casa —por el espejo retrovisor veo como Andy le pasa un brazo por encima de los hombros de Lyla y le da un beso en la sien.

¿Quién te viera, eh, Andy Guillén? Todo un cursi enamorado.

—Awwww, chicos, me tienen que prometer que seré su dama de honor en la boda —pide Bea con una sonrisa soñadora.

—Claro, tú serás mi dama de honor en mi boda si yo soy la tuya en tu boda con Evan.

Detuve el coche casi de un frenazo.

Veo de reojo a Bea, ella está totalmente sonrojada. Es solo segundos para que yo también me sonroje.

—Lyla —se escucha claro el murmullo de reclamo de Andy a su novia.

—¿Qué? —es la respuesta de ella.

Entre todo el silencio que se hizo, escuchamos las bocinas de los autos de la calle, había detenido en un semáforo que ya había cambiado a verde.

—¿Evan? —me llama Aidan.

—Eh... —balbuceo, luego meneo la cabeza y sigo en el camino.

Bea deja ir una risita nerviosa.

—Muy graciosa, Ly, muy... graciosa —se acomoda en su asiento y ve por la ventana.

El resto del camino fue en silencio, tenso silencio y ese en mayoría estaba entre Bea y yo.

—La tensión en este lugar se puede cortar con una tijera —murmura Sam—. ¡Auch! —se queja del ligero manotazo por parte de Ava.

A los primeros en dejar en su casa fueron a Andy y Lyla, unas cuantas cuadras después, dejamos a Sam y Aidan. Sam se despidió de mi hermana con un fuerte abrazo, noté también la expresión de ternura que hizo Bea. Luego de ellos percaté en que solo quedamos nosotros tres.

Mis dedos juegan sobre el volante, nerviosos. Aún estaba bastante presente esa tensión entre nosotros por el comentario de Lyla.

—P-perdona a Lyla —dijo Bea—. Ella suele ser... así de inoportuna.

—Tranquila —respondo, bajo.

—¿Evan? —llama Ava detrás.

—¿Qué pasa, enana?

—¿Me prestas tu móvil? Estoy muy aburrida —veo a mi hermana por el espejo retrovisor, pone los ojitos de bebé—. ¿Porfi?

Termino suspirando y pasándole mi móvil dónde empezará a ver de sus videos en Youtube, entre Bea y yo sigue ese silencio solo opacado por las risitas de mi hermana y sus videos.

Me concentré solo en manejar y Bea solo tararea por lo bajo una canción de Taylor Swift, su pierna se movía en un gesto que me pareció de ansiedad, su límite de soportar silencio incómodo debió de pasar la línea hace un largo rato.

—Llegamos —aviso, aparcando frente a la casa Ferguson.

—Nos vemos en clases, Ross —Bea se quita el cinturón de seguridad y sale del coche.

La observo bajar del auto he ir hacia la entrada de su casa. Hay un par de palabras atoradas en mi garganta que solo salen cuando ella ya no puede escucharme.

—Ve tras ella —oigo decir a Ava, mi hermana sigue viendo sus videos en mi móvil—. No pierdes nada.

Sí, no... no pierdo nada.

Me quito el cinturón de seguridad y rodeo el coche llamándola, Bea se detiene a mitad de camino a la entrada, frunciendo el ceño.

Camino hacia ella dando pasos lentos, el aire que sale de mi boca se transforma en vaho de viento frío. Estando a menos de un metro de distancia, Bea tiene que alzar la cabeza para verme a los ojos, su mirada es curiosa he intrigada, y yo... bueno, empiezo a arrepentirme de mi impulsiva decisión.

Sí puedo perder algo, la puedo perder a ella.

—¿Estás bien, Ross? —cuestiona.

—Bueno... —veo hacia el coche, dónde en la ventanilla de los asientos traseros Ava alza ambos pulgares hacia mí, apoyándome—. De hecho yo... quiero decirte... —mi mano hace a un lado algunos mechones sueltos de su flequillo, luego delinean el lado de su sien hasta descansar sobre su mejilla recién coloreada—. Bea, tú...

Lo único que puedo escuchar son los latidos acelerados de mi corazón. ¿Quién se supone es este? Yo no hago este tipo de cosas, yo no corro riesgos. Y, sin embargo, estoy aquí, de pie frente a la chica que me encanta, a tan solo unos centímetros de poder besarla al fin.

—Tú... —mi pulgar toca la comisura izquierda de su boca, de dónde sale un lento suspiro.

Eran solo unos cuantos centímetros de distancia entre nosotros, solo tendría que inclinarme un poco y...

La luz cegadora de un auto entrando a la cochera de su casa hizo que retrocedieramos dos pasos, ambos actuando como un par de niños nerviosos.

—Nos vemos mañana, Ross —se despide y sigue el camino hasta entrar a su casa.

Solo estoy ahí, varios segundos, viendo el camino por el recién se fue. Estuve tan cerca de decirle la verdad, de al fin poder besarla...

Mi suerte en serio es del carajo.

Vuelvo al auto donde Ava me da unas palmaditas de apoyo en el brazo. En compañía de mi hermana y de la decepción interna, voy camino a casa.






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