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T R E C E

-¿Ya estás aquí? -pregunto en voz baja, echando un vistazo a la sala de estar donde mis tíos y mi hermana ven una película.

-Sí, estoy afuera -responde en el mismo tono.

-Muy bien, están distraídos, puedes entrar.

-Vale, vale.

Solo diez segundos después de colgar la llamada, escucho como la puerta principal se abre y la exclamación de mi papá diciendo «¡Volví!», seguidos de los gritos emocionados de mi hermana y los de sorpresa de mis tíos. Bajo las escaleras para encontrarme a papá alzando a Ava del suelo para abrazarla.

-¡Te extrañé mucho, princesa! -admite, dándole un sonoro beso en la mejilla a mi hermana.

-Yo también te extrañé, papi -Ava rodea con uno de sus brazos el cuello de papá y sujeta con el otro el mini tanque de oxígeno que lleva usando desde esta mañana.

-Vaya, andamos con Rollito -Ava asiente y papá mira a los demás presentes en la sala, buscando una explicación de por qué Ava lleva la cánula-. ¿Me pueden explicar por qué?

-Ava, ella...

-¡Yo sé, yo sé! -interrumpe mi hermana a la tía-. Yo... uhm, siento que me falta el aire.

-Vale, vale, ¿Qué más, cielo? -papá le acomoda la cánula torcida.

-Y no respiro bien, tomo mucho aire pero aún así me canso muy rápido y no puedo tomarlo otra vez.

Papá murmura un «Oh» y nos mira a los demás para confirmar las palabras de mi hermana, el silencio y el que todos desviamos la mirada es suficiente respuesta para él.

-¿Te sientes muy cansada o mareada, Ava?

Ella menea la cabeza.

-Lo normal -responde con un encogimiento de hombros.

-El clima frío que ha habido estos días pudo haberle dado un gripe ligera, pero ya sabes cómo es todo con eso, Avan -comenta la tía-. Hablé con su pediatra y dijo que podría recibirnos mañana, así también le hace su chequeo mensual.

-Gracias, Ness -papá mira a Ava-. Mañana iremos a visitar a Ulises, princesa, así que estaré aquí temprano y de paso vamos y desayunamos juntos, ¿Te parece?

-¡Me parece! -hay un coro de risas, incluso con una gripe y conectada a Rollito, mi hermana sigue teniendo su tierna alegría infantil.

-Muy bien -papá pone a mi hermana otra vez en el suelo-. ¡He traído regalos! -toma una de sus bolsas del suelo y la trae consigo a la sala de estar.

Sentados en los sofás de la sala de estar, papá a cada uno nos entregó de los obsequios que nos trajo de Holbrook. Este momento me recuerda a esos tiempos de mi infancia cuando papá hacía este tipo de viajes a Holbrook y siempre volvían con pequeños obsequios que valoraba mucho. Son detalles que otras personas considerarían que con el tiempo se olvidan, pero para nosotros no porque es un detalle sincero y bonito con bastante significado personal. Además de que aún siguen siendo un lindo recuerdo de mi niñez.

Papá de la bolsa saca una caja mediana verde agua, el color favorito de Ava. Se la entrega a mí ya sonriente hermana.

-Para tí, princesa.

Ava abrió la cajita y soltó un chillido agudo cuando vio lo que contenía adentro: dos pequeños decoradores, uno con la forma de la melena de un león y la otra una huella del mismo animal, ambos de esa forma por El Rey León, la película favorita de Ava. Que menuda manía tiene mi hermanita con esa película.

-¡Para los patines! -exclama alegre y cierra la cajita para darle un fuerte abrazo a nuestro papá-. Gracias, gracias, gracias.

Papá le sonríe correspondiendo su abrazo.

A mí me trajo una púa para la guitarra además de cuerdas de repuesto, al tío Peter lo que parece un reloj chapado a la antigua coleccionable y a la tía Vanessa un lindo colgante con el dije de un ópalo de imitación, como la piedra preciosa de su mes de cumpleaños.

Esos colgantes son un regalo clásico de papá, todos tenemos uno, incluida la que una vez llamé «mamá». El colgante que Ava en pocas ocasiones se quita es de un diamante de imitación porque ella nació en abril, el del tío Peter es una esmeralda incrustada en un anillo que lleva de toda la vida al igual que el de papá ya que ambos cumplen en fechas cercanas de mayo.

El mío se trata de un anillo con un zafiro en medio porque mi cumpleaños fue el catorce de septiembre, hace casi tres semanas. No suelo llevarlo mucho porque una vez casi lo pierdo en un campamento improvisado que habíamos hecho Andy, Aidan y yo a las afueras de la ciudad. Prefiero evitarme accidentes.

-

-¡Eso, Ross! ¡Sigue así! -me anima el entrenador.

Doy un golpe con el stick al disco y se lo paso a Gabriel, que de un ángulo diagonal lo lanza a la portería, pero Mario logra evitar que entre.

-¡No, no! ¡Dolley! ¿Qué pasa contigo? -le pregunta el entrenador del otro lado de la valla-. ¡Es ya el tercer punto que fallas, no puede seguir jugando mal, inepto!

-¡No es que esté jugando mal, mi stick está raro! -refuta Gabriel, alzando el palo de madera como si demostrara un punto, uno estúpido si soy honesto.

-¡Chorradas! ¡Desde el principio!

Todos en la pista dejamos ir quejas que nos hace ganar una amenaza del entrenador. Esta es una de nuestras últimas prácticas antes del partido de este próximo viernes a la noche y todos aquí podemos asegurar que estamos hasta el cansancio. Entendemos que por ser el primer juego del semestre escolar es uno de los más importantes y si ganamos, pasaremos a la siguiente fase, pero entender eso no implica que no nos sintamos cansados. Llevamos entrenando desde las ocho de la mañana y ya casi van a ser la dos de la tarde.

-¡Un descanso, por favor! -suplica Andy en su portería-. Ya tengo las piernas muy cansadas.

-No importa si las piernas están cansadas, la pasión y yo siempre somos los que mandamos, así que continuemos -replica el entrenador Nunley, señalando a un confundo Andy con su dedo.

-Sí, vale, pero sigo teniendo las piernas cansadas. Así que, ¿Descanso?

El entrenado despide aire con disgusto, así y todo nos concede un descanso de diez minutos que todos festejamos.

Salgo de la pista y me quito el casco para dar un gran sorbo a mi botella de agua que refresca mi reseca garganta. Veo la hora en mi móvil y el reloj da las 01:44 pm. Hago una mueca de cansancio cuando recuerdo que después tengo que ir al CallyCafé a cumplir mi turno de hoy. Después de la llegada de papá ayer, en la tarde tuve que ir a cumplir con mi primer día en la cafetería. Solo atendí mesas y preparé algunos jugos porque no es como que hubiera mucho público para hacer una presentación, y aunque me decepcioné un poco, también me tranquilizó ya que Bea había ido especialmente a verme cantar y eso me había puesto a tal punto de nerviosismo que cuando estaba afinando las cuerdas de mi guitarra y ella apareció, hice una mala nota que la desafinó toda.

Resoplo antes de tomar otro trago de agua, pensando en todo mi embrollo interno con esa chica. Es un poco confuso que Bea no se de cuenta de lo mucho que me afecta tan solo su presencia, mejor ni digamos cuando habla o sonríe. Mientras yo me ando haciendo mil escenarios ilusionado, ella solo está ahí, hablándome de cualquier tema, ignorando todo lo que ver su sonrisa me hace imaginar.

Pero qué desastre soy.

-¡Muy bien, se acabó el descanso! -hay quejas de todos los chicos-. No sean unos incompetentes y traigan sus traseros a la pista, que este año no podemos permitir que la preparatoria Rutherford se vuelva a regodear de nuestro fracaso, ¡Andando, holgazanes!

-Me encanta su manera de animarnos, entrenador -comenta Alan, entrando a la pista.

-Cierra la boca, Griffin, y mete tu flácido trasero a la pista.

Me río con una carcajada rápida y limpia por la cara de confusión que ha puesto Alan: arrugar la nariz con mueca incluida.

-¿Me ha llamado culo flácido?

-Al parecer -afirmo, sonriendo.

-¡Que no tengo un culo flácido! -refuta Alan al entrenador-. ¡Está bien firme!

¿Pero qué situación es esta?

-¡Deja de hablar estupideces y comiencen el entrenamiento! -decreta el entrenador-. ¡Ross, pon orden a tu equipo o tú las pagas!

De inmediato le doy unos golpes con el stick a los patines de un Alan aún indignado para que avance. Por este imbécil no voy a pagar solo yo.

-Ponte en tu lugar o si no me las cobro contigo después de que Nunley las pague conmigo -amenazo entre dientes y es al fin que sale de su indignación para volver a su puesto.

El entrenador sopla el silbato y empezamos una nueva práctica, no mejorados porque aún seguimos bastante cansados, pero sí con los ánimos de hacerlo bien para poder irnos a casa. Le paso el disco a Gabriel esperanzado de que haga el punto, va patinando hacia la portería contraria evitando que los otros chicos se lo quiten, a unos pocos metros da un golpe con el stick y manda el disco hacia dentro de la portería.

Practicamos al menos media hora más, fallando en algunas anotaciones y acertando en otras. Ya a eso de las dos treinta el entrenador da por terminada la práctica.

-Muy bien, gran trabajo, chicos -nos felicita el entrenador acercándose a los asientos dónde bebíamos los últimos litros de nuestra agua-. Si jugamos así de bien el próximo viernes, resultaremos ganadores.

Durante el cambio en los vestidores hay muchas quejas masculinas de dolores y de falta de alimentación. Andy se queja más de una vez que no siente las piernas, igual que el otro chico que cuidaba de la portería contraria. A mí me dolían tanto los hombros como las rodillas y tenía la nariz algo tupida por el frío de la pista. Fuera del complejo deportivo, todos toman sus caminos a casa, unos van en transporte público, unos pocos los vinieron a buscar y otros se van sufriendo en bicicleta y en auto propio.

Cuando llego a casa, voy directo a darme una ducha y prepararme para ir a trabajar. Ni siquiera me eché cinco minutos en la cama, sé que si lo hago me quedaré dormido del cansancio y Cally me dijo que sí habría presentación, además de que dije que no la decepcionaría, no faltaré en apenas mi segundo día.

Bajo las escaleras diez minutos después ya vestido con unos vaqueros, la misma zamarra que usé hace dos días con el gorro, unos guantes sin dedos y unas botas australianas para el frío que me cargo, además de mi guitarra en manos.

Me despido de la tía Ness prometiendo que comería algo en el CallyCafé. Ya en la cafetería puedo suspirar aliviado por el calor que había adentro. Es poco después que entro que la noto. Está acompañada de un chico por unos cuantos centímetros más alto que ella, cabello castaño, tez lechosa y ojos de algún color claro que no logré ver desde mi lugar. Ella se reía de algo que dijo el chico e inconscientemente mi mano derecha se apretó en torno al mango del estuche de la guitarra, mi ceño se frunció.

Mi cerebro y ojos no comprenden lo que ven, por lo que es imposible procesarlo.

Puedo ver cómo hace gestos con las manos riendo, como si estuviera explicando algo y ese chico la mira atento, sonriendo de pronto por alguna razón.

Tengo unas cuestionables ganas de ir y alejar a ese chico de ella, incluso de pedir una explicación, pero, mierda, ¿Con qué condenado derecho? Bea no es más que una amiga mía... que me gusta muchísimo. Arg, ¡Esto es frustrante, y me molesta! Sin embargo, no me molestó tanto como ver el momento dónde ese chico se pasa del lado del asiento de Bea, ahora ambos dándome la espalda. Ven juntos cabizbajo algo y él se sigue riendo, ¿De qué demonios se ríen tanto? Hay un momento donde él le da aplausos a ella, quién hace una reverencia, regalandole esa sonrisa que tantas veces he querido que me regale a mí.

Un pensamiento poco agradable se me ocurrió. ¿Y si ese chico y Bea son... no lo sé, algo? No debía de hacer suposiciones teniendo en cuenta que pensé que su hermano era un especie de novio. Pero... ¿Qué si no me equivoco?

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Nota de la autora:

Uy, uy, uy, uy.

Hay tensión en el ambiente *finge cortar con unas tijeras el aire*

Bueno, ¡Volví con las actualizaciones! Ya sabrán el por qué ya que lo publiqué en un apartado. Fue feo, tuve que borrar la anterior historia, pero no había más solución.

Ahora esta sí será la novela que llegará al fin.

Pero no hablemos de eso, ¿Qué tal el capítulo?

Evan es un idiota, si me permiten opinar.

Hombre tenía que ser *rueda los ojos*

En fin, así te queremos, Ross.

¿Quién será ese chico que está con Bea? Pronto lo sabrán uwu.

¡Veremos prontito una presentación de Evan! ¿Qué cantará? ¡Pronto lo sabrán!

Hasta aquí llegó mi nota de autora, disfruten de la historia y no olviden beber agüita y comportarse mal.

Besos y abrazos con molestia irracionales.

MJ.

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