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E X T R A I I I

La estupidez de Evan.

Evan

Principalmente quiero aclarar: nunca fue mi intención.

—¿Qué? —miro con una mueca de confusión a mi mejor amigo, quien sonríe emocionado luego de haberme dicho sus grandes planes.

—¡Fiesta! —repite, emocionado—. ¡Nuestra primera fiesta universitaria, Evan! ¡No podemos faltar!

—¿Por qué no?

—¡Porque después seremos unos rezagados en el imperio universitario y no socializaremos con nadie más que no sean Andy o Lyla! ¡Y yo no quiero que mi círculo social sean esos dos!

—¿Andy no que es tu mejor amigo?

—Pues... sí, lo es, y lo quiero mucho al igual que Lyla, ¡Pero no, amigo! Yo no quiero ser un rezagado social. ¿Vamos a ir o qué?

Tuerzo un poco inseguro los labios, pensando en qué respuesta darle.

La idea no me desagrada tanto, apoyo su punto: no quiero ser un rezagado social en este imperio universitario, pero aún así... tenía ganas de quedarme en el apartamento, comer algo he irme a mi habitación a chatear con mi novia.

Y entre ir a la fiesta y hablar con Bea, la segunda opción me apetece más.

—No lo sé, Aidan...

—¡Oh, vamos, amigo! —me mira con reproche—. ¡Por favor! Haz esto por mí, ¿Si? Sé que te vas a divertir.

—Me vas a abandonar tarde o temprano.

—Juro que no, en serio, pasaremos la noche los dos juntos, pero vayamos.

Para convencerme, agrega su cara de perrito abandonado, que consiste en morritos y batir las pestañas repetidas veces. Ciertamente, le da un aire tierno a esa cara que oculta un ser perverso dentro de él.

—Está bien, iremos a la dichosa fiesta.

—¡Sí!

Más tarde ese día, me terminaba de calzar mis nuevas zapatillas converse, sí, me había dignado a comprar unas nuevas. Mi estilo para esa noche la verdad que es bastante sencillo: unos vaqueros, mis zapatillas y una camiseta manga larga negra, mi cabello como siempre y una zamarra por si el frío que dejaría en el auto de Andy.

No me esforcé en verme bien porque no sería yo el que asistiría a la fiesta para hacer conquistas.

Le envié un último mensaje a mi novia diciéndole que con Aidan vamos de salida y salí de mi habitación. En la salita del apartamento, sentado en uno de los apoyos del sofá está mi mejor amigo metido en su móvil.

—¿Listo? —afirmé con un sonido de mi garganta—. Pues... andando —Aidan guarda su móvil en uno de los bolsillos traseros de sus tejanos y me sonríe para emprender camino a la salida.

En el trayecto al estacionamiento, dónde me aseguró nos espera Andy con Lyla, me contó que a la fiesta irían todos los nuevos chicos de este primer semestre, incluída esa chica con la que comparte casi todas sus clases de la facultad.

—¿La australiana? —pregunté para quitarme las pocas dudas.

Aidan asintió subiendo y bajando las cejas.

—Esa misma, amigo.

—¿Pero qué tienes tú con esa chica?

—Nada, me cae bien aunque creo que yo a ella no —encoge los hombros—, no importa, la verdad, de un modo u otro, le caeré bien.

—Eres un necio insistente.

—Lo sé, gracias.

No me dió tiempo de respuestas, solo se adelantó para subirse al auto del rubio que nos espera.

De camino al bar donde sería la fiesta, ellos van hablando de algo que, honestamente, no me importa, mientras que yo lo hago con mi novia, la pobre no para de quejarse de que apenas el semestre escolar está iniciando y ya tiene su primer examen. No evito reírme por lo bajo.

Yo: Vamos, si estudias irás bien.

Pulgarcita: Pero eso es lo que no quiero: estudiar.

Pulgarcita: Tú bien sabes cómo de loca estudiosa me puse con aquel examen de italiano.

Sí, aún lo recuerdo, Bea pasó semanas preparándose para esa prueba que tenía y aún así se atrevió a dudar de ella el día en que iba a presentar.

No me gusta decírselo en persona, quizá por miedo a recibir un golpe en alguna parte de mi anatomía, pero Bea es bastante tonta y desconfiada de sí misma. Que yo no tengo moral para opinar, pero por favor, pone mucho de sí misma y aún así se atreve a dudar, eso es solo de idiotas.

Yo: Y saliste de las mejores, te irá bien, Bea, ya lo verás.

—¡Hemos llegado! —anuncia Lyla, levanto la vista del móvil para ver la ventanilla a mi lado.

Desde aquí se puede escuchar la música que viene de adentro, hay un tipo de seguridad que debe de estar encargándose de que los que entre a la fiesta solo sean universitarios de la Holbrook Central University y no cualquier colado aprovechando una fiesta de viernes.

Yo: Ya hemos llegado al bar, te estaré escribiendo más tarde. Adiós.

Bea no tarda en darme una respuesta:

Vale, está bien, ¡Disfruten la fiesta! Y cuidado, eh. Adiós, Ross.

Ni con nueve meses de novios ella será capaz de llamarme por algún apodo cariñoso, ya debería resignarme a la idea.

Aunque... puede ser que me gusta que me llame así, ¡Eh! Es solo una suposición.

Con los chicos salimos del auto de Andy hasta la entrada del bar donde nos piden identificación para saber si somos mayores de edad, y es ahí donde entra la primera problemática de la noche.

—Ustedes tres pueden pasar —el guardia señala a mis amigos, luego me mira a mí—. Tú no.

¿Razones? Yo aún sigo teniendo diecisiete, mi cumpleaños está a menos de dos semanas, pero aún así, sigo siendo menor de edad.

—¿Qué? No, no, no —Aidan se mete entre el guardia y yo—, él está conmigo, ¿No puede dejarlo pasar?

—Es menor de edad —dice lo evidente.

—¡Yo lo cuido! Tiene que dejarlo pasar.

Las personas aglomeradas que esperan entrar empiezan a murmurar y molestarse de que aún seguimos en la entrada.

—Lo siento, muchacho, el chico no puede pasar.

—Por favooor —Aidan junta ambas manos—. No le quite esta experiencia, ni el tiempo a estas personas, prometo que lo voy a cuidar, no hará ninguna locura.

En todo caso, las haría él.

La expresión del guardia vacila.

—Oiga, sé que soy menor de edad, mis ánimos de la fiesta no son muchos, pero estos tres dependen de mí —mis amigos asintieron—, de mí no se preocupe por bebidas o cosas raras, yo vengo de niñero.

—Tiene razón —conviene Lyla.

Luego de varios minutos en duda, el guardia por fin suspira rendido.

—Adelante, disfruten la noche.

—¡Sí! —exclama Aidan, entrando al bar dando saltos y soltando puños de emoción al aire.

Adentro la fiesta estaba bastante viva, habían luces de colores iluminando la pista de baile, a todo volumen sonaba The Night de Avicii que incluso mis órganos bailaron al ritmo de la canción dentro de mí, mis tímpanos no la pasaron muy bien. Nos costó un poco llegar a la barra a pedir algo, pero lo logramos, milagrosamente.

Mis amigos se pidieron bebidas con nombres y colores raros que contenían alcohol, yo por otro lado, un humilde vaso de refresco Coca-Cola. Por dos razones obvias no bebería: no me apetece amanecer con resaca, soy el menor del grupo.

Oh, y otra razón: por si ellos se emborrachan hasta el cansancio, sería yo el conductor designado.

Mientras yo bebo tranquilamente mi vaso de Coca-Cola, me río de las muecas y caras arrugadas de mis amigos por la bebida amarga que se han pedido.

—Uh, quema la garganta —comenta Aidan con voz ronca, luego aclarando su garganta para recuperar su voz normal.

Nos sentamos en una mesa de cuatro asientos cerca de la barra, como me lo prometió, mi mejor amigo se quedó la mayor parte de la noche conmigo, la otra mitad fue de ir al baño o ser arrastrado a bailar por Lyla. Andy estaba en todos lados y en ninguno y su novia entre la pista, el baño y nuestra mesa.

En más de una ocasión ví a varios compañeros de clases que me saludaron con discretos asentimientos de cabeza, algunas sacudidas de mano y unos pocos entablaron cortas conversaciones conmigo. Mis compañeros de clases son gente bastante amigable, desde el primer día me habían caído bien, por muy sorpresivo que suene.

—Estás apagado, amigo —comenta Aidan, viéndome luego de dar un trago a su fluorescente bebida.

—Estoy bien.

—¿Seguro que no quieres beber algo más... fuerte?

—No, estoy bien con mi refresco.

—Tus riñones de seguro que no.

Ruedo los ojos riendo.

—¿No has visto a tu chica por ahí?

—¿Mi chica? —Aidan frunce el seño. Luego su expresión cambia al darse cuenta que me refiero a la australiana—. No es mi chica, imbécil. Y no, aún no la he visto —mira entre la gente—, capaz y no a llegado.

—O se esconde de ti —sugiero con una sonrisa, dando otro trago a mi refresco.

Aidan me mira haciendo una mueca despectiva.

—Ja, que gracioso —yo me río—. Mejor dame ese vaso, iré a buscar otra bebida.

—Yo sin alcohol.

—¡Sí, sí, sí!

Fijo la vista en la pista de baile, la mayoría de las personas ahí ni siquiera las conocía y aún así algunas me saludaron cuando sus miradas dieron con la mía, por lo que solo por educación respondí. Vi a lo lejos a Lyla intentando bailar con Andy la música que sonaba: bachata, desde hace un rato que vienen poniendo canciones en español.

Andy parece bastante perdido mientras que Lyla tiene la paciencia de enseñarle los pasos, aunque creo que igual sigue sin entender lo que intenta enseñarle su novia.

—Ten, tu refresco —Aidan deja mi vaso con Coca-Cola frente a mí.

—Gracias, amigo.

Doy un trago a mi bebida, riéndome aún de los malos intentos de Andy de bailar bachata.

-

Quizá esté un pelín mareado.

Lyla me sostiene el brazo riéndose tanto como yo, ni siquiera sé en qué momento terminé con ella en la pista de baile.

¡Cuidaíto, Evan! —exclamó en español, algo que mi mareado cerebro llegó a entender.

No tenía idea de por qué estaba mareado, si solo me la he pasado bebiendo refresco.

Aunque quería saber los motivos de mis mareos y risas repentinas, decidí interrogar a mi principal sospechoso un rato después por la sola razón de que me la estaba pasando bien, ¡Es lo más divertido que he hecho desde que llegamos al campus! Por lo que me empeñé en disfrutar la fiesta.

No sabía ni qué hora era, ni dónde habían terminado Andy y Aidan, de lo más conciente que estoy es que llevo bailando la Macarena con Lyla desde hace un largo rato.

Dale tu cuerpo alegría, Macarena, que tú cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena —cantamos ella y yo a la par de que vamos haciendo cada paso clásico de la canción—, dale tu cuerpo alegría, Macarena, ¡Eh, Macarena! ¡Ay!

Tampoco sabía cómo es que podía procesar todo el español sin problemas, había música fuerte, seguía mareado y a Lyla se le enredaba la lengua al hablar. Así que es un hecho sorprendente para mí.

La noche avanzó, seguí bailando con Lyla, mis mejores amigos aparecieron creo que más sobrios que nosotros y sí, señoras y señores, seguí bebiendo y no era Coca-Cola.

No me pregunten cómo terminé con un vaso de alcohol en mis manos, ¿Se lo quité a Andy? No lo sé. ¿Se lo quité a Aidan? Ni idea. ¿Lo pedí en la barra? Ni me acuerdo, solo sé que he roto mi promesa de no beber alcohol esta noche.

¡Que viva la responsabilidad, damas y caballeros!

Igual no estaba mal, aún un poco mareado y con un poco de hipo, la estaba pasando en grande. Hace mucho que no iba a una fiesta, y sobretodo a una fiesta donde de verdad me divierto.

—Creo que me estoy haciendo pipí —digo medio atontado, medio conciente. Ya ni sabía si estaba más allá que acá.

—Pues ve al baño, yo no voy a limpiarte si te orinas encima.

La idea me sacó una gran carcajada, que divertido sería.

—Eso sería interesante...

—¡Ve al baño, Evan! —demanda Aidan en un grito.

—Ay, ya, okey, voy al baño.

Bajo de la silla tambaleandome y riéndome por alguna razón, desde hace ya un laaargo rato todo me da risa, ¡Pero es que todo está gracioso, no puedo evitar reírme! De camino al baño soy desviado de mi destino porque me arrastran a la pista de baile, y aunque no me niego a echar un baile rápido, las ganas de orinar me ganan, por lo que siempre termino volviendo a mi camino hasta por fin llegar a mi destino.

Ah, necesitaba vaciar el tanque.

Luego de lavarme las manos, (aún con el cerebro intoxicado soy higiénico) saco mi móvil para ver la hora, ¡Las casi dos de la mañana! No solo me fijé en la hora, si no que también tenía un par de llamadas perdidas de mi novia.

Oh, mi novia, extraño a mi novia. Quiero ver a mi novia. ¿Por qué no puedo ver a mi novia?

El hecho de no ver desde hace casi un mes a Bea me hace extrañarla con locura, los mensajes y videollamadas nunca serán igual a que tenerla de frente, ver su sonrisa, poder ver esos bonitos ojos verde oliva, tomar sus manos, su cabello, oler ese aroma a...

Fresa...

Vagamente por el pasillo oscuro de las baños un ligero aroma a fresas llega a mi nariz, es dulce y embriagador, ¡Como el de mi novia! Huele muy bien, ¡Exactamente como el de mi novia!

¿Será que Bea está por aquí?

¿Cómo va a estar aquí? ¡No puede!

¡Pero es su aroma! ¡Nadie más huele así!

Pero, idiota, no puede...

En la entrada del pasillo veo una figura femenina que emana ese aroma que se a vuelto mi favorito. Ladeo la cabeza y entrecierro los ojos para intentar verla mejor, cosa que logro mientras se acerca. Entre la oscuridad parcial en ese pasillo y las luces de colores que vienen de la fiesta, lo que más resultó a mi vista fueron sus ojos: verdes, un bonito verde...

—Estás aquí...

Sus labios esbozan una sonrisa, termina de acercarse, el aroma se instala en mis fosas nasales.

—¿Esperaba por mí, guapo?

Una risilla tonta sale de mi garganta.

—Tú no me llamas «guapo», tú me llamas Ross...

—Bueno, Ross —sus manos se colocan sobre mi pecho—, ¿Esperabas por mí?

—Ay, como no tienes idea...

De la nada siento que choco contra una pared y sus manos ascender lentamente.

Pero que estamos atrevidos esta noche.

Su rostro se acerca al mío y me siento bastante tentado, hace mucho que quería un beso suyo y no estoy para andar atrasando algo que he ansiado mucho. No doy espacio para más palabras y acorto con la distancia, juntando sus labios con los míos.

Debo decir algo, aún con el sentido más allá de la sobriedad, puedo estar seguro de una cosa: hay algo demasiado diferente, y no solo en que sus labios tiene un intenso sabor a alcohol, algo raro porque a ella no le gusta tomar, sino también por la cierta habilidad con la que se mueven sobre los míos. Sus besos siempre han sido torpes he inseguros, los pocos dónde he dejado que se lleve el control, siempre es algo de roces lentos y tímidos que me causan ternura.

Pero este no es así, es algo demandante he intenso, algo totalmente raro para mí.

En mayor parte fue la sorpresa lo que me hizo alejarme que la falta de oxígeno. La intensidad en sus besos nunca a sido protagonista, en este a sido el papel estelar, el antagonista y hasta los extra.

Cuando mi mirada vuelve a dar con sus ojos, veo esos irises verdes...

Verde esmeralda llenos de un deseo creciente.

Parpadeo una, dos, tres veces.

—Tú no eres Bea —digo lo recién descubierto.

—No, soy Emerald, un gusto, Ross.

—No me llames así —pido sin poder dejar de mirarla—, tú no... tú, tú no eres...

—¿La tal Bea? Pues no.

—Esto no está bien —digo en voz alta—. Me largo.

Me aparto de la chica desconocida y voy de vuelta a la fiesta. Rayos, rayos, rayos. ¡Acabo de besar a una desconocida! ¡Acabo de besar una desconocida! ¡Eso NO está bien!

—¡¿Pero qué demonios tanto hacías?! —reclama Aidan apareciendo de la nada.

—Yo, eh... yo...

Ahora quiero llorar, acabo de besar a una desconocida, ¡Y tengo novia!

—¿Tú qué, Evan? ¿Y qué tienes en la... —mi mejor amigo alarga la palabra cuando ve a la desconocida que me he besuqueado en la oscuridad pasar muy digna por nuestro lado, pasándose el pulgar por debajo de labios inferior para quitar el labial que de seguro le derramé y que debo de tener también en mi cara—. Tú... —me mira indignado, señalandome acusador y con la boca abierta—. ¡Te has besuqueado con una desconocida! ¡Tú... hijo de... de... su grandísima mandarina!

—¡Lo siento! —chillé limpiando mi boca con el dorso de mi mano—. ¡No era mi intención, creí que era Bea!

—¡¿Cómo va a ser Bea, imbécil?!

—¡No lo sé, pido perdón! —mi voz tiembla. Me siento mal y muy culpable—. ¡Creí que era Bea, Aidan, lo siento!

Mi mejor amigo sigue viéndome de esa manera indignada, también alternando la vista entre el camino por el que se había ido la chica y yo.

Luego me dió una cachetada.

—¡Por besuqueador! —ahora me siento peor—. ¡Y no llores! ¡Nos vamos, ahora!

Me toma del brazo y me arrastra a la fuerza entre la gente hasta la mesa donde Andy está con Lyla, que no para de reírse de algo.

—¿Lo encontras...? ¿Por qué Evan está llorando?

—¡Te dije que no lloraras! —me regaña Aidan.

—¡No era mi intención! —limpio las lágrimas involuntarias que ruedan por mi mejilla derecha.

—¿Qué está pasando? —cuestiona Andy.

—Te cuento de camino, nos vamos —contesta Aidan.

Nadie nos impide salir de la fiesta, afuera el solitario estacionamiento nos recibe, en el auto del rubio, Aidan me pide que suba a los asientos traseros y Andy ayuda a su novia a subir. Yo me siento como un niño regañado y Lyla empieza a cabecear dormida.

—Perdón... —chillo en voz baja, moqueando un poco.

—¿Qué fue lo que pasó, chicos? —pregunta Andy en el asiento de conductor.

—Pues resulta que voy a buscar a este imbécil al baño y lo encuentro recién terminando de besuquearse a una chica que ni conoce —responde Aidan sin dejar de mirarme con odio a través del espejo retrovisor.

—¿Pero qué...? Evan, ¿Qué rayos?

—¡Yo creí que era Bea!

—¡¿Y cómo va a ser Bea, grandísimo idiota?! ¡Ella a está en Ciudad Nevada a cinco horas de aquí!

Los ojos se me llenan de lágrimas otra vez, me siento mal, culpable y muy regañado.

—Perdón...

Aidan suspira tomándose el puente de la nariz.

—A mí no me pidas perdón, ves como lo hablas con ella después.

-

—Llámala.

—No puedo...

—¡Que la llames!

—¡Que no puedo!

—¡No seas un cobarde, Evan Deano Ross! —Aidan me mira molesto, desde el incidente de la fiesta está cabreado conmigo—. ¡Llama a tu novia y dile la verdad antes de que sea tarde!

—¡Bea me va a odiar, Aidan! ¿Y si me termina? ¡Yo no quiero perderla!

—¿Y qué vas a hacer? ¿Ocultarle que te besaste a alguien más? ¡No, no lo harás! —se responde a sí mismo cuando ve mi expresión—. Tú y ella tienen confianza, Evan, dile la verdad y si necesita pensar, pues déjala hacerlo, pero no le vas a ocultar esto.

Suspiro desviando la mirada a la laptop frente a mí, que espera desde hace un rato ser usada para llamar a Bea. Tengo miedo de hacerlo, no la quiero perder por una estupidez como la que hice, ¡La amo mucho como para perderla por algo así!

—Hazlo de una buena vez.

Paso saliva y me armo de valor para pulsar el botón para videollamarla.

—Los dejaré hablar, vuelvo en un rato —anuncia Aidan, saliendo del apartamento.

Me quedo solo, esperando a que Bea conteste la llamada y empezando a sentirme muy nervioso de lo que pueda pasar después que le diga lo que hice.

Yo no quiero que me termine por algo así, por una idiotez que hice estando ebrio. No lo soportaría.

—¡Hola! —doy un respingo asustado en mi lugar cuando escucho su voz, ni siquiera había notado que ya había aceptado la llamada.

—Hola...

Del otro lado, Bea se ve radiante, tiene una enorme sonrisa, de esas que amo muchísimo, va con el cabello suelto que le cae a los lados de la cara, sus ojos verde oliva, esos que estúpidamente confundí con unos esmeraldas la noche de la fiesta, brillan de emoción y cariño, y esa mirada va dirigida a mí.

Eso solo hace que me sienta aún peor.

—¿Qué tal? ¿Cómo has estado?

—Yo... pues, bien... ocupado.

Mentira, me siento mal, culpable, no hay momento del día donde no me regañe a mí mismo.

—¿Tú qué tal? —le pregunto, pasando mi mano por mi brazo izquierdo en un pésimo intento de relajarme.

—También un poco ocupada, las cosas de la escuela, ayudando a mi papá en su próximo viaje, ya sabes.

—Sí, sí, me... me imagino.

Bea frunce el ceño, dándose cuenta de mis balbuceos nerviosos.

—Tú no estás bien —afirma—, ¿Qué pasa, Evan?

Vuelvo a pasar saliva, ¿Cómo se le puede decir a tu novia a la que le aseguraste que no harías ninguna estupidez en tu estancia en la universidad que te besaste con una desconocida estando ebrio? Porque necesito una respuesta para ya.

—Bea... tú, ¿Sabes que te amo, no?

Asintió lentamente.

—Claro que sí, tonto, y yo también te amo mucho.

Dejo ir un suspiro.

—Eres... la mejor novia que he tenido, Bea, estar contigo es algo increíble.

—¿Okey? ¿Qué me quieres decir, Evan? No hagas tantos rodeos que me asustas.

Yo puedo, puedo hacerlo, puedo soportar si ella necesitará espacio para pensar, si quiere tener distancia de mí un tiempo.

—Tengo algo que decirte, Bea.

—Vale, soy toda oídos.

puedes, Evan, hazlo para ya no sentirte culpable, para no ocultarle un secreto a ella.

—Hice algo malo, Bea —ella arquea ambas cejas—. Y no sabes lo mucho que me estoy arrepintiendo, y tengo miedo...

—Okey, okey, cálmate, ¿Cómo que hiciste algo malo?

—Te hice algo malo.

—¿A mí? —asentí sintiendo el nudo en mi garganta. Empiezo a tener otra vez miedo—. ¿Pero qué...?

—El día de la fiesta besé a otra chica, Bea —solté sin más.

Ya está, lo dije. ¿Me siento mejor? Para nada, solo siento incertidumbre y miedo triplicado por mil. ¿Más ligero? Podría decirse que sí.

Miro temeroso a mi novia, ¿O ya ex? Ni siquiera lo sé. Bea se a quedado congelada en una expresión de sorpresa, su boca no para de moverse pero nada sale de ella.

—¿Tú... tú...? ¿Qué?

—Fue sin querer queriendo —aclaré—, estaba bebiendo, entonces ví tus llamadas, empecé a extrañarte como loco, entonces esa chica apareció de la nada, olía igual que tú y yo creí que... que...

—Que era yo —su tono no es molesto o triste, es neutral. Y no sé si eso sea mejor.

—Perdón, Bea.

Ella se echa hacia atrás con un suspiro hasta apoyarse en el respaldo de su cama, sus brazos cruzados sobre su pecho y una de sus cejas arqueadas. La sorpresa había pasado para transformarse en algo parecido a la molestia.

—Me estás diciendo que te besaste con una desconocida creyendo que era yo —agacho la mirada, esa es suficiente respuesta para ella—. ¿Estás de guasa, Ross?

—Lo siento.

—Eso fue absurdo —la miro con un poco de miedo de sus siguientes palabras, pero para mí sorpresa, ella empezaba a sonreír, ¡Sonreír!—, eres idiota, amigo mío.

—¿Amigo?

—Es solo un decir, Evan, ¿Por qué estás tan asustado?

—Porque tengo miedo de que me termines por algo así, Bea, yo no quiero perderte. Me importas mucho y no quisiera que lo nuestro se acabe por algo como esto.

Bea menea la cabeza a la vez que ladea una sonrisa y despide un corto suspiro, se acerca más a la pantalla de su laptop.

—Oye, sí, me molesta un poco el que te hayas besado a alguien más, pero lo entiendo, estabas tomando.

—Y te extrañaba, aún lo hago.

—Sí, también eso —se echa una suave risa—, sé lo que hace el alcohol, Evan, Aidan López es mi mejor amigo. Así que te comprendo.

—¿No me vas a... terminar?

—Claro que no, tonto, lo dijiste: estabas ebrio, en esas fachas uno no piensa.

Sí, lo puedo afirmar.

—Pero, claro, estoy molesta y eso lo resolverás cuando vengas de visita a la ciudad.

—¿Cita de helados, parque, cine y finalizamos con una cena? —sugiero con una sonrisa.

—Funciona, pero te costará más que eso.

—Haría lo que fuera para que ya no estés molesta, Bea.

—Y lo harás —afirma con una sonrisa—. Relájate, limpiate las lágrimas que no te voy a dejar —paso mis manos por mis mejillas, ni siquiera me había dado cuenta cuando se me escaparon—. ¿Hablamos luego?

—¿No podemos seguir hablando?

—Estoy molesta contigo, Ross —no se nota mucho ya que no a dejado de sonreír—, hablamos más tarde, adiós.

No me dió tiempo para despedirme, ella colgó la llamada.

Todo salió mejor de lo que esperaba, y aún así, me va a matar la incertidumbre hasta el día que pueda ir a casa.

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Nota de ma autora:

Dioses santísimos del Olimpo, de todos los extras que tiene esta novela este en definitiva es mi favorito. Es que es taaaan, y me da mucha risa este Evan. Espero que a ustedes también les haya causado un poco de gracia.

Este extra es el acontecimiento que menciona Aidan en el primer capítulo de Solo Me Importas Tú, por eso el título, habrán de adivinar.

Y tranquis, que sí resolvieron sus cosas. Cómo dijo Bea: en fachas de ebrio la gente no piensa.

Ahora, la gran pregunta: MJ, ¿Por qué extra aquí y no actualización con Aidan?

Principalmente, ¡Porque hemos llegado a las 10k aquí! ¡Que lindo! Estos días mis historias han tenido bastante interacción y me encanta, siento que sí vale la pena seguir escribiendo por eso lectores que votan, agregan a listas de lectura y los que me siguen. Los quiero con mi corazón de mazapán <3

Con lo de Aidan, prometo volver pronto con él. He estado en otras historias, editando, escribiendo, con Aidan voy planeando cuidadosamente cada cosa. No dejaré la novela ni de locos, me encanta mucho como para simplemente soltarla.

Para finalizar, ¡Bienvenidos sean los nuevos lectores de Ross y Pulgarcita! Ojalá disfruten de la historia, fue hecha con mucho cariño.

Nos leemos pronto en mis otras novelas.

Besos y abrazos con borrachera no planeada, canciones de La Macarena y estupidez de Evan.

MJ.

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