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C U A R E N T A Y T R E S

Lo que restó de la noche no fue nada inusual o interesante.

Así que, cuando ya las personas en el parque empezaban a irse y las luces de las faroles empezaron a apagarse, mis amigos y yo nos fuimos. Nos despedimos de Andy, Lyla y Bea ya que iban en la misma dirección. Aidan, Sam, Ava y yo nos fuimos en dirección contraria a ellos.

En el camino a casa Ava y Sam hablaban emocionados de la cantidad de dulce que habían recolectado y también planeaban cuánto tiempo les duraría. Ni siquiera ellos mismo creían que les duraría hasta Navidad.

Aidan y yo también hablábamos mientras él me proporcionaba algunos dulces que había conseguido: casi llenando su canastilla. Mi mejor amigo debe de tener algún problema con las golosinas. En serio.

También notó lo tensos que estábamos Bea y yo, me preguntó de a qué se venía todo eso pero solo ignoré su pregunta. No quería hablar del tema.

En casa, Ava y Sam se despidieron con un fuerte abrazo, prometiendo que se encontrarían en unos días en la casa del pequeño hermano de Aidan para comer dulces y ver películas.

Papá y los tíos nos recibieron adentro. Papá había querido acompañarnos a mí y a Ava a conseguir dulces, pero había salido muy tarde del trabajo, así que solo pudo llegar para hacer nuestra celebración de siempre: ver películas en familia.

Ava y yo nos cambiamos cada uno en su habitación. Cuando me duché tardé un poco en quitar el color verde alga de mi cabello. No nos lo habíamos tintado con permanente, solo con un colorante que se quitaba con agua. Papá me habría matado si se enteraba que le pinté el cabello a mi hermana.

Abajo en la sala de estar me esperaban todos ya preparados para la velada. Todos estaban en pijamas, con bocadillos sobre la mesa de café y el televisor en pausa en el inicio de una película de Disney: El Rey León. Ava sonreía emocionada al saber que íbamos a ver su película favorita, otra vez. Todos los años iniciamos la velada con esa caricatura.

Papá está del lado derecho con Ava junto a él y yo me senté junto a mí hermana. Papá le da play a la película y la clásica canción africana, con tambores y flautas empezó a sonar a través de la estancia. Ava sonríe aún más. En serio que a Ava le encanta esa película.

Las luces habían sido apagadas, dejando que la sala solo sea iluminada por el televisor. Este momento me recordó a una noche antes de que Ava naciera: éramos mamá, papá y yo, junto viendo una película familiar en casa. Recordaba estar en medio de mis padres. Un feliz Evan de seis años sonreía por compartir un momento en familia, uno que se daba muy poco por el trabajo de su papá.

Me pregunté qué estará haciendo mamá ahora, cómo estará. ¿Se encontrará bien? No la había visto desde nuestro encuentro el domingo pasado, pero hemos mantenido una conversación por mensajes. Todas las mañanas me envía un «buenos días» acompañado de emoticones de desayuno que me hacían reír. Descubrí que hacía eso como si en realidad estuviera ella despertándome y llevándome el desayuno a la cama. Aún después de todo lo que pasó, mamá seguía manteniendo su sentido del humor.

Toda esta semana me a servido para pensar aún cuando tengo la cabeza metida en exámenes, trabajos, tareas y libros. Cuando encontraba un momento libre de todos los deberes pensaba en todo lo que me dijo mamá: en el trastorno que padece, lo que pasó en el nacimiento de Ava y en todo lo que pasó antes de eso.

Sé que padecer algo así de fuerte no es fácil, pero mamá a estado batallando los últimos años con ello, es triste todo lo que a pasado pero también demuestra la gran fortaleza que tiene.

Solo espero que pueda sanar y... si es posible, volver con nosotros.

-

A la mañana siguiente estaba conmocionado.

Me sentía nervioso, asustado, emocionado y... feliz en algún aspecto que aún no comprendo.

¿Puedes venir al parque? Y podrías... ¿Traer a Ava?

Fue el mensaje que le vino después del «buenos días» de mamá.

No entendí a lo que se refería con exactitud hasta que caí en cuenta de la situación.

Quiere ver a Ava.

Y aunque algo dentro de mí dice que estoy cometiendo una total locura, también siento que poco a poco mi familia, la familia que había perdido un dieciséis de abril de hace siete años estaba... volviendo. A sus modos, pero volvía a ser.

Cuando leí ese mensaje sonreí como nunca. Sentía los nervios de como podría reaccionar Ava, me sentía asustado de que mamá haga algo estúpido, pero también estoy emocionado y feliz a la vez. Es todo un manojo de emociones que por poco no las disimulo bien en el desayuno con mi familia.

Papá se había quedado a dormir y a la mañana siguiente cuando desperté, estaba preparando el desayuno en conjunto con mis tíos.

—Buenos días —saludo, tomando asiento en la mesa. Bostezo aún sintiendo el sueño.

—Buenos días —responden al unísono.

Cinco minutos más tarde bajó Ava, aún con su pijama, que era un pantalón largo color blanco con motas verde agua y una camisa holgada de mangas largas, también con motas de color verde agua. Lleva el cabello como una melena de león y atado en una coleta alta, pero está todo desordenado. En brazos tiene a su viejo osito: Boo-Boo Piú-Piú. Aún no supero lo gracioso que suena. Incluso cuando lo digo en voz alta me dan ganas de reír.

Cuando el desayuno estuvo listo, nos sentamos todos en la mesa.

—¿Saben en qué he estado pensando? —dijo papá después de haber tomado un sorbo de su jugo de naranja—. Salir hoy. En familia —mira al tío Peter y a la tía Vanessa—. Sin ofender, pero me refiero a los chicos y yo.

Con mi hermana nos reímos.

La tía Vanessa menea con la cabeza.

—Está bien. Igual nosotros pensábamos en salir.

—Sí —convino el tío Peter—. Espera, ¿A dónde? —le pregunta a su esposa, frunciendo el ceño.

Ella sonríe con un poco de malicia extraña.

—Pronto lo sabrás, Peter Ross, pronto...

Sus ojos grises van de la tía Ness, que está lavando los platos, a nosotros.

—¿Puedo ir con ustedes? —pregunta en un murmuro—. Los lugares que ella elige nunca son muy buenos.

Esta vez, papá se unió a nuestra risa.

—Lo siento, hermano —dijo, poniendo una mano en su hombro—. Es tu mujer, te tienes que aguantar.

El tío Peter resopla. La tía Vanessa parece no escuchar nuestra pequeña charla.

Papá se gira a vernos.

—Entonces, chicos, ¿Qué opinan si pasamos un fin de semana en familia?

Poco no me faltó para gritar «¡No!», solo muy poco.

Recordé que le había dicho a mamá que sí, que sí iba a ir al parque con Ava. No quería defraudarla, y mucho menos enviarle un mensaje en el que diga: «Lo siento, mamá. No pude ir. Estamos pasando un día con papá. ¡Quizá para la próxima!» No me parece bien.

—¡Sí! —acepta Ava, entusiasmada—. ¡Podemos ir a comer helado!

Papá le sonríe.

—Me gusta la idea —ahora me ve a mí—. ¿Qué opinas, Evan?

Dios, estoy en una situación mala. Muy mala.

—Bueno... No lo sé.

Ava gira la cabeza para verme, fruncía el pequeño entrecejo.

—¿Por qué? ¡Un día con papi, Evan!

Un día que también podríamos pasar con mamá, Ava.

Quise responderle pero me contuve.

No sé qué excusa dar. No quiero negarme a la salida con papá, sé que la próxima podría ser en mucho tiempo. Ahora papá está más ajetreado que nunca en el trabajo y son pocas las veces entre semana que lo vemos, pero tampoco quiero cancelar el encuentro con mamá...

No sé qué rayos hacer.

—Bueno, si tienes cosas de la escuela que hacer, entiendo —dijo papá—. Será para la próxima.

No, no quería esto. Puede que lo haya dicho así casual, con naturalidad, pero pude ver en sus ojos que ansiaba salir, pasar tiempo con sus hijos, algo que no hace desde hace tiempo.

—Yo... ya vuelvo. Veré qué tengo de la escuela... —mentí. Me levanté de la silla y literalmente fui corriendo a mi habitación.

Al entrar busqué mi celular. Tenía dos mensajes de mamá:

¿Deano?

Hijo, entiendo si no puedes o no quieres. Está bien. Sé que puede ser muy pronto. Quizá en otra ocasión.

No le respondí, en cambio, la llamé.

Me contestó al segundo tono.

—Deano.

Es la primera vez que escucho su voz desde el domingo pasado. Esta semana solo habíamos hablado por mensajes. No había sido hasta ahora que me dignaba en llamarla.

Maman —mi francés sale de manera automática—. Eh... ¿Cómo estás?

Escucho su risita al otro lado. El simple sonido de su risa me recordó a cuando hacíamos galletas cuando era niño. Cómo acariciaba mi mejilla y la llenaba de harina. Cómo sus ojos marrón chocolate brillaban de emoción al verme como un pequeño repostero.

—Estoy bien, Deano. ¿Tú qué tal? ¿Cómo está Claudine?

Mamá también llama a Ava por su segundo nombre. Aunque pasó todo lo difícil después de que había nacido, mamá había sido la que eligió su segundo nombre, y aún así después de lo que pasó, papá se lo puso. Supongo que... fue una forma de no perderla.

—Está bien, ahora está desayunando.

Oigo el suspiro de mamá.

—Deano, entiendo si es muy apresurado lo que te pedí...

—Mamá —la llamo, interrumpiendola—. Entiendo que quieras ver a Ava. Está bien. Yo quiero ir con Ava pero... —pauso un momento, pensando en cómo decirle—. ¿Por qué mejor no... hablas con todos de una vez?

Hubo silencio por el otro lado de la línea.

—¿A qué te refieres?

—Mamá... papá quiere salir con nosotros hoy. No quiero cancelarle a él, pero tampoco a ti. ¿No crees que... ya es momento de hablar? Pudiste hacerlo conmigo, también podrás hacerlo con papá y Ava.

No paso por alto que la respiración de mamá se volvió un poco más rápida.

—No creo... que sea lo mejor, Deano —tartamudea—. No estoy segura. No sé si yo podría... —su voz se rompió a media oración, hay algunos sollozos bajos.

—Mamá, escúchame —pido, intentando ser firme—. Sí podrás. Yo te escuché y estoy seguro de que papá lo hará, y Ava también. Aún es difícil para todos, pero si no les explicas como fue que en verdad pasaron las cosas, nunca podrán darte perdón. ¿No crees que es mejor hablar con los dos a la vez? Así te ahorras tú revivir otra vez esos momentos difíciles.

La oigo sorber su nariz.

—Tienes razón, Deano, pero no estoy segura. No creo que pueda ver a tu padre y no desmoronarme. Verlos a todos juntos... y saber que fui yo la causante de tanto sufrimientos durante siete años. Si es difícil llevar esa carga, no me imagino cuán duro será al verlos a todos.

No sabía qué responder a eso. Ella tiene razón. Puede der difícil para mamá, puede ser difícil para nosostros.

Así y todo, si no da su versión de las cosas, si no se explica al menos, Ava crecerá con la perspectiva de que su madre no la quiso y no la querrá nunca. No quiero que Ava pase lo mismo que yo a los diez. No quiero que crezca pensando que es una niña defectuosa.

—Hagamos el intento. Yo... estaré ahí en cuanto me necesites.

Despide un suspiro entrecortado.

—¿Después de todo lo que te hice, Deano? ¿Estarás ahí?

Me mantuve pensativo. No sabía con sensatez qué responder.

Es difícil saber si en serio quiero estar ahí, ser quien la consuele a ella cuando reviva su pasado cuando yo quería que fuera ella la que me apoyara cuando lloraba en las noches. Cuando me sentía mal. Cuando tenía un ataque de pánico. Durante siete años quise que fuera ella la que me dijera «Estás bien. Va a pasar» no el psicólogo, no el consejero escolar. Quería que fuera ella.

¿Y ahora? Ahora podía tenerla de vuelta. Podría volver a tener, así sea a través de una pantalla, a mi mamá. ¿Estaré ahí cuando ella no pueda contener las lágrimas en el momento en el que explique la verdad?

Me sorprendí cuando respondí:

—Puedes contar conmigo.

—Gracias, Evan —es raro escucharla llamarme por mi nombre de pila. Siempre me llama «Deano» aunque es raro, también siento la calidez con la que dice mi segundo nombre.

—Entonces, ¿Hablarás con papá y Ava?

—Creo... aún no estoy segura.

—Yo estaré ahí, mamá —aseguro.

Ella suelta un corto aire por la nariz, como una risita ahogada.

—Gracias, enfant —se mantuvo en silencio un par de segundo—. Lo haré.

—¿Si?

—Sí, hablaré con ellos. ¿Nos vemos en el parque en una hora?

Asentí a su pregunta, luego me sentí estúpido porque ella no puede verme.

—Nos vemos ahí, cerca del parque infantil Playground.

—Vale, au revoir, Deano.

Sonrío sin poder evitarlo.

Au revoir, maman.

Y colgué la llamada.

Humedezco mis labios antes de sonreír otra vez. Poco a poco... mi familia está volviendo.

———————————

Nota de la autora:

Uy, que finalazo.

Tremendo, ¿A qué sí?

Se vienen situaciones fuertes en la vida de Evan, gente mía.

Bueno, ¿Por qué la actualización de martes? Les diré que este mes de agosto, las actualizaciones de los miércoles serán pasadas a los martes por... unos asuntillos, pero conste, eh, solo serán las de miércoles.

Igual será con mi otra novela.

Las actualizaciones de Loco Enamorado y Changes... serán los martes, pero solo durante este mes, en septiembre volverán normalmente a los miércoles y jueves.

Nos vemos este domingo, ¡Pasen lindo día, tarde o noche!

Besos y abrazos con mensajes de la mamá de Evan, sonrisas de nuestro Ross y momentos familiares.

MJ.

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