Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C I N C U E N T A Y D O S

Mini maratón 3/4

Noviembre pasó como una brisa de verano: rápidamente pero no tan fresca, sino como una brisa fría que te congela. Las cosas en la escuela se volvieron más difícil con los proyectos y trabajos, también con las presentaciones. Pero aunque las cosas eran ajetreadas, siempre lograba hacer mi tiempo para ver a Bea. Nunca nos dejamos de lado incluso cuando estábamos llenos de deberes escolares.

El segundo semestre de clases terminó el quince de diciembre y con él las clases hasta enero. Todos esos trabajos valieron la pena ya que fui uno de los mejores de mi clase a pesar de haber faltado dos días por haber estado enfermo.

Este año hicieron también el festival de invierno y con mis amigos no dudamos en ir. El año pasado había sido bastante divertido incluso cuando nos pasamos casi toda la noche buscando a Aidan.

Como hace un año, solo fuimos nosotros tres. Bea y yo tratando por todo no dejar que Aidan se aleje mucho de nosotros, mi mejor amigo es como un niño que se pierde cuando ve cosas lindas y brillantes y tiene que ir tras ellas.

Entramos a muchos juegos, patinamos también un rato en el lago congelado, dónde Aidan y Bea se cayeron más de una vez y me hicieron caer a mí por reírme de ellos.

Uno de mis juegos favoritos con Aidan fue el de las bolas de nieve, es un juego sencillo en un espacio cerrado. Algo como el paintball, pero con bolas de nieve, tienes que eliminar a todas las personas que puedas y si tú compañero y tú quedan de últimos o entre los finalistas, ganas un premio que puedes elegir.

Bea no había querido entrar con nosotros porque no quería que le arrojaran nieve y tampoco tiene puntería, por lo que mientras Aidan y yo íbamos jugando, ella paseaba por ahí o capaz no estaba viendo por la pantalla fuera.

—¡Come nieve! —gritó Aidan, arrojando la bola de nieve que recién había hecho, que le dió a una chica menuda en el pecho.

Aidan es competitivo, si no lo habías notado.

Vuelve a cubrirse con la pared que nos esconde y protege de los otros jugadores, lleva una sonrisa de emoción y adrenalina con los ojos bastante dilatados, su pecho sube y baja agitado, y tiene la nariz roja por el frío.

—Cálmate, fiera —le digo, a lo que él responde con algo que no entendí.

Cuando el juego finalizó, mi mejor amigo y yo éramos de entre los finalistas, quedamos en segundo lugar, por lo que pudimos reclamar nuestros premios.

Aidan se eligió el cáliz de plata lleno de chocolates y galletas, claro. Yo en cambio el gran oso polar de ojos saltones y azules.

—Odio tu lado enamorado —se quejó Aidan, comiendo de un bombón de chocolate.

Yo me encogí de hombro como respuesta. A mí me gusta bastante.

Habíamos encontrado a Bea esperándonos cerca de un puesto ambulante donde venden chocolate caliente, tomando de una taza en forma de pingüino, no me pregunten cómo pudo llegar a ser esa taza, pero estaba cool. Cómo siempre, le quitó de sus dulces a Aidan y luego me miró a mí, que solo le sonreí extendiéndole el oso de felpa.

La expresión que había puesto nunca la voy a olvidar, fue tan única como sorprendida y feliz.

Finalizamos el día de la feria igual que hace un año: con las fotos en la cabina. Fueron muchas las que tomamos, los tres juntos, Aidan y yo, él y Bea, pero de mis favoritas fueron las que me tomé con mi novia, incluso dónde Aidan aparece de la nada.

Había sido un gran día con montones de fotos y vídeos que me aseguraré de conservar siempre.

-

Cuando llegó Navidad y año nuevo, fueron más alegres que los de los últimos siete años. A media noche del primero de enero papá, Ava y yo subimos a mi habitación en la casa de mis tíos, excusándonos con ellos y con nuestros demás tíos por parte paterna para ir a llamar a mamá.

—Feliz año nuevo, famille —dijo mamá al contestar, pude ver qué lleva un suéter rojo con pompones verdes y una diadema de renos navideños.

—¡Feliz año nuevo, mami! —exclamó Ava, sonriendo—. ¡Ya quiero que vengas para darte tu regalo!

En una video llamada hace unos días, mamá nos había dicho que venía a mediados de enero a visitarnos unas semanas. Cosa que nos hizo feliz a los tres, estos meses habíamos tenido virtualmente a mamá, pero aún se sentía la ausencia cuando terminabamos la llamada.

—Yo también quiero ir, mi niña. También quiero darte tu regalo y verte para abrazarte y nunca soltarte —Ava se rió—. Oh, claro que también a ti Deano.

También me reí.

—¿Y ya tienes fecha de salida? —le pregunté.

—Así es.

—¿Y cuándo es? —cuestiona papá, quizá solo un poco más emocionado de lo que quería demostrar.

—Voy de salida a Ciudad Nevada... —deja las palabras en el aire para crear suspenso—. ¡La próxima semana!

—¡Sí! —festejó Ava—. Te vas a quedar en casa de papá, ¿verdad?

—Bueno... —mamá miró a papá—. Depende de lo que diga tu papá.

—Claro que sí —respondió casi de inmediato papá—. Puedes quedarte en casa.

Mamá le sonríe con cariño.

Merci, Avan.

Papá le devolvió la sonrisa.

De rien, Christina.

Cuando terminamos la conversación con mamá, papá y Ava volvieron abajo y yo me quedé en el silencio de mi habitación para llamar a una persona más.

—¡Hola! —saludó con su linda sonrisa.

—Hola, Pulgarcita.

Bea ríe por el apodo que ya no le causa tantos sonrojos como en un principio.

El veintiuno de diciembre Bea se había ido con su familia a Seattle, de dónde es su familia materna. Así que llevo dos semanas sin ver a mi novia y empiezo a extrañarla bastante.

Los últimos dos meses han sido fantásticos. Nuestra relación se había fortalecido bastante y aunque fue difícil en los momentos de exámenes, conseguimos hacer nuestros tiempo para vernos.

—¡Feliz año nuevo! —exclamó—. Como me gustaría estar allá. Contigo, con Aidan, con Lyla y con Andy. Los extraño mucho a todos.

—Nosotros también te extrañamos mucho a ti también, Bea.

—Bueno... solo unos días más, ¿No?

—¿Cuándo vuelves?

—Este fin de semana.

Esa noticia me emociona demasiado.

—Genial, ya empezaba a extrañarte bastante.

—Yo también te extraño a tí, Ross.

Hablamos al menos una hora, dónde nos pusimos al tanto qué tal la navidad del otro. Cómo la pasamos con nuestras familias y qué regalos habíamos recibido. Bea me contó que su abuela le había regalado una tableta portátil con un programa especial de dibujo animado, lo que le emociona bastante porque, según sus palabras «es el mejor programa de diseño que ha tenido».

Le conté que a mí me regalaron un celular nuevo, (el otro tuvo un feo incidente un día patinando en el lago. Nunca lleven su celular cuando van a patinar) junto con unos audífonos.

—En parte es mi culpa —dijo, haciendo una mueca—. No debí mensajearte.

—No fue tu culpa, Bea. Yo no debí sacar el celular.

—Lo siento igual.

—El punto es que tengo un celular nuevo. Mejor que el otro.

—Para la próxima no te escribiré mientras estás patinando.

—Que no fue tu culpa, Beatríz.

Aunque esté a millas de distancia, aún así la sentía a mi lado aunque realmente esté a través de la pantalla.

Bea bostezó, su expresión se veía cansada.

—Creo que me voy a dormir —anuncia—. He pasado todo el día súper ocupada. Estoy demasiado cansada.

—Está bien, duerme bonito, Pulgarcita.

Ella me sonrió volviendo a bostezar.

—Feliz año nuevo, Evan. Sabes que te quiero mucho, ¿No?

No respondí de inmediato.

Es... es la primera vez que me dice que me quiere. Yo la quiero mucho a ella pero nunca se lo había dicho por miedo a ser muy apresurado. Y ahora...

Sonreí sin poder evitarlo. El momento es tan malditamente increíble, no podría arruinarlo por sobre pensar las cosas.

—Lo sé, Bea. Yo también te quiero mucho.

—Buenas... noches, Ross —se despidió en un bostezo y colgó la llamada.

Dejo mi celular a un lado y sonrío a la nada. Ella me quiere...

¡Bea me quiere!

Santo Dios, creo que no podría ser más feliz que en este momento...

-

Ciudad Nevada estaba vestida de navidad. A donde sea que vayas hay luces navideñas, arbolitos, guirnaldas, coronas navideñas, muñecos gigantes de Santa Claus y por todas partes sonaban villancicos.

Con mi familia estamos en la terminal de autobuses de la ciudad, esperando el autobús que venía de Holbrook de mamá. Abrigados los tres porque hace un frío de los peores. Caían pequeños copos de nieve que dejaban nuestros cabellos con motas blancas.

Un autobús entró a la terminal.

—¿Será el de mamá? —preguntó Ava, tenía una zamarra rosada con su bufanda con gorro y orejas de gato, también con unos guantes que hacen juego con su atuendo, va de la mano de papá.

—No lo sé, princesa —respondió él, igual de abrigado que Ava y yo.

Los pasajeros empezaron a bajar y reencontrarse con los familiares que tenían aquí, abrazándose o besándose he incluso algunas solo se iban y ya, sin tener a nadie quien los reciba aquí, pero quizá en casa sí.

Mamá no bajó del autobús.

—Quizá... venga en el siguiente —sugerí.

Pero no lo creíamos, el siguiente autobús llegaría a las siete de la noche. Mamá dijo que venía en el que llegaba a las once de la mañana.

—¿Por qué no vamos y...? —Ava se interrumpe al ver qué una última persona estaba bajando.

Una mujer: estatura común, cabello color caoba en una coleta alta, tez clara. Al darse la vuelta, reconocí esos ojos marrón chocolate que he visto tanto en Ava.

—¡Mami! —gritó mi hermanita, yendo a dónde está nuestra madre.

Mamá dejó caer sus cosas al suelo para abrazar a Ava y alzarla del suelo.

—Mi niña —saluda aún abrazándola—. Oh, como te extrañé tanto.

—Yo también te extrañé mucho, mami.

Bajó a Ava y la vio a cuerpo completo.

—¡Pero si has crecido un montón! —exclamó sonriendo— Estás enorme, Claudine.

—Pero no tanto como Evan —dijo, viéndome.

—Por esa razón te digo «enana», enana.

Ava se rió.

Mamá ahora me mira a mí.

—¿Y tú, Deano? Tampoco te quedas atrás. También estás cambiadísimo.

—No es para tanto, mamá.

—¡Mami, Evan tiene novia!

Ella arquea ambas cejas sorprendida, aunque su expresión parecía más de diversión.

—Con que novia, ¿eh? ¿También me dirás qué «no es para tanto»?

Hay un coro de risas cortas por parte de mi familia. Espero que momentos como este se repitan más en el tiempo que esté mamá aquí en la ciudad.

—Vengan y denme un abrazo —pide ella y no dudamos en dárselo—. Los extrañé mucho.

—Nosotros a ti también, mamá —admito.

—Mucho —agregó papá.

Cuando nos separamos del abrazo, mamá nos mira detalladamente a cada uno.

—¿No creen que es mejor aprovechar cada segundo de mi tiempo aquí?

Ava asintió, haciendo que su gorro se vaya hacia adelante y tenga que quitarlo de sus ojos.

—¡Hay que aprovecharlo todito!

—Entonces... ¿Empezamos?

—Empecemos —dije.

Y en ese año fue que recuperé en totalidad la familia que creía perdida, la que nunca encontraría y volvería a tener.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro