
C I N C U E N T A Y C U A T R O
Bambalinas en forma de corazones rosados y rojos cuelgan en las vigas del techo de todos los pasillos.
Pancartas decorativas deseando un lindo día también son bastantes los que he visto hoy.
Globos con forma de corazón flotando al lado de las chicas y unos cuantos de los chicos.
Imágenes de querubines tensando su arco para lanzar una flecha de amor.
Los casilleros decorados también son muchos.
Es así como está vestida hoy la Preparatoria Jefferson.
Y yo no podía parecer el cliché más grande de todo el mundo.
Iba de camino al pasillo de los casilleros, con un ramo de tulipanes rosas, un peluche de osito sosteniendo un corazón que tiene bordado la palabra «te quiero» en hilo dorado y una caja con sus bombones de chocolate favoritos.
Estoy decepcionado de lo poco creativo que he sido para el regalo de San Valentín de mi novia.
En el camino me encontré con Ariadna, aún con el pelo rosa algodón de azúcar.
Fue ella quien me vió primero porque exclamó:
—¡Evan!
—Hey, Ariadna —saludé cuando estuvo frente a mí.
Ariadna trae una enorme sonrisa que me enseña los nuevos brackets que le han puesto, las ligas también rosado algodón de azúcar. Con sus ojos verde opaco mira el regalo que llevo en manos, yo miro el que tiene ella.
—¿Para Bea? —preguntó, señalando el osito, el ramo de tulipanes y los chocolates con su largo y delgado dedo índice.
Asentí afirmando, viendo rapidamente el obsequio. En serio que me lucí con el regalo para mi novia. Asombroso.
—¿Para tu enamorado? —le pregunté de vuelta, señalando la caja de color rojo con cintas blancas que lleva en manos.
—De hecho... para una enamorada —admitió, formando una sonrisa.
Oh, por supuesto.
Me había enterado por Bea, que se ha hecho muy amiga de Ariadna, que a ella le gustan las chicas, y eso me recordó a Tara. Igual Ariadna me sigue cayendo bien, le gusten los chicos, las chicas o una manzana. Es agradable y muy amigable, y esa perspectiva que tengo de ella no va a cambiar solo por saber sus preferencias sexuales.
Simplemente, a veces lo olvidaba. Ariadna no reacciona de forma histérica cuando me refiero a «chicos que le gusten» solo se ríe, dice alguna broma en plan «si fuera hetero, te lo respondería con gusto» y me termina contando todo de igual manera. Esa equivocación de mi parte se ha vuelto una broma interna entre nosotros.
—Oh, cierto que le vas al otro bando —Ariadna soltó una breve carcajada—. Vale, ¿Y qué le has comprado?
—Una sorpresa —contestó con un tono misterioso, arqueando también una ceja para añadir intriga—. Mis saludos a Bea, ¡Y qué pasen un lindo San Valentín! —exclamó, yéndose por el pasillo.
Me reí meneando la cabeza y seguí con mi camino. Algún día debería de juntar a Ariadna, Tara y Lyla en una misma habitación, no tengo dudas que de esa experiencia saldrían muchas anécdotas graciosas. O las junto para una fiesta, sería la más epica con esas tres como anfitrionas.
Ya en el pasillo de casilleros, reparé en que estaba repleto de estudiantes. Parecía el centro de la ciudad a horas picos. Hay parejas haciendo intercambio de regalos, mejores amigos, hay incluso unas parejas de chicas intercambiando regalos y dándose un casto beso, sin importar qué podrían decir los demás.
Eso es algo cool que ha estado pasando las últimas semanas en esta preparatoria, ya nadie se metía en la vida de nadie. Los comentarios agresivos y pasivos agresivos habían disminuido, los rezagados ya no eran juzgados y los "diferentes" recibían menos comentarios hostiles.
Mi novia ya no era tan criticada, los brabucones ya no se metían con Aidan por su acento o apariencia, hasta Lyla había dejado de ser criticada por su forma de hablar y sus raíces. Cada quien estaba concentrado en sus vidas sin tener el tiempo para criticar la de otros. Me gustaba eso, se sentía un aire diferente, menos pesado y tenso.
Y todo eso era mejor hoy, la energía positiva que se siente durante esta fecha parecía recargarte las baterías. Es mucho más de la que hay en navidad. Incluso Ava estaba emocionado por San Valentín, le estuvo insistiendo a papá para que la ayudara con un regalo que quería dar a Sam. Mis amigos siguen molestando con que esos dos en un futuro serán mucho más que «mejores amigos»
Aidan y yo seguimos negándonos rotundamente, ¡Son niños, apenas tienen siete! Hasta tengo una frase cuando ese tema de conversación sale a coalición, «de eso no hay que hablar» porque en efecto, ¡De eso no hay que hablar!
Quiero quedarme con la inocente idea de que solo serán buenos amigos, tan buenos amigos como Aidan y yo.
Ese pensamiento me mantenía tranquilo.
Mis ojos dieron con ella en su casillero, todos mis pensamientos se esfumaron y solo se concentraron en ella, una sonrisa apareció en mis labios.
Me acerqué silenciosamente a ella hasta estar detrás y taparle los ojos con una mano. En vez de asustarse y dar un respingo, soltó una risita que generó una agradable descarga eléctrica en mi sistema.
—¿Quién soy? —pregunté tratando de aguantar la risa, fingiendo otra voz.
—Ummm... No lo sé... —Bea también aguanta la risa—... Eres... ¿Aidan?
—No —respondí, imitando el acento de nuestro amigo.
—Hum, eres... ¿Andy?
—Nop.
—Eres... ¿Remo?
—Mm-mm.
—¿Eres Evan?
Dejé un beso en su mejilla y quité la mano de sus ojos.
—¿Cuántos más ibas a nombrar?
—Pensé en muchas opciones —admitió—, pero hoy nadie haría algo así que no fueras tú.
—Soy muy original, ¿Verdad?
Puso los ojos sin perder la pequeña sonrisa.
—Cien por ciento original, Evan.
Le vuelvo a besar, esta vez, un beso corto en los labios.
—Feliz San Valentín, Pulgarcita —susurré a escasa distancia de su rostro.
Bea se muerde el labio inferior, intentando contener la sonrisa.
—Feliz San Valentín para tí también, Ross.
Y fue ella quien me besó en esa ocasión.
Cuando nos alejamos, me di el osito con el ramo de tulipanes y la caja de chocolates. Bea ladeó la cabeza, dejando que esa sonrisa que tanto me gusta al fin cruzara sus labios dulces.
—Sé que es un gran cliché —dije—. Me gustaría haber sido un poco más original.
Ella abraza al osito e inhala el ramo de flores.
—Sí, es un gran cliché —convino—. Pero está bien para mí. Lo que importa es la intención, ¿No? Prefiero esto antes que una sorpresa inmensa, Evan. En serio, gracias.
—Igual... no sé, al menos quise haber sido original —paso mi mano por mi nunca.
Ella menea con la cabeza, como si estuviera pensando que yo no tengo remedio. ¿Con ella? Obviamente no lo tengo.
—Esto está perfecto, Evan.
—Bueno, con tal que te haya gustado. Supongo que estaré feliz con eso.
—No me gustó. Me encantó. ¿Cuántas veces tendré que decirte gracias? —ironizó, usando un tono de diversión.
—Las «gracias» debería dártelas yo.
—¿Por? —alzó una ceja.
—Por salir conmigo —sonreí, acercando mi rostro al suyo—. Por no odiarme después de ser un hijo de perra contigo. Te debo muchas gracias, Bea.
—Tú sí que no tienes cura, Evan Ross.
—Siendo tú mi enfermedad, nunca quisiera tener una cura.
Sus ojos se desviaron hacia arriba, se le habían colorado intensamente las mejillas.
—Maldito sea el día en que me enamoré de ti, Evan.
—¿Por? —inquiero, arqueando una ceja, evidentemente divertido e intrigado por saber aquello.
Volvió sus ojos a los míos, había algo nuevo en ellos, como un sentimiento acogedor y cálido. Esperaba que esa mirada y ese sentimiento que transmitía siempre me fuera dirigido a mí, y que sea siempre ella quien me lo dirija.
—Porque ahora eres una parte especial de mí, y no quisiera perder esa parte especial.
—Y no la perderás —aseguré—. Nunca.
—Te quiero mucho, Evan.
Acaricié su mejilla, ella recostó su cabeza de la palma de mi mano.
—Yo también te quiero, Bea.
-
Después de clases fuimos por un helado a Rainbow Cream.
Si Ava se entera de que fui a su heladería favorita sin ella, me mata con sus manitas. Estoy seguro.
Bea y yo pasamos casi toda la tarde ahí, ella me dió mi regalo, (uno mucho más original y elaborado que el que yo le di a ella) había sido una cajita sorpresa con bonitos mensajes y fotos de nosotros, algunas viejas y otras de las nuevas que tenemos. Una de las que me hizo reír fue la que estaba en la cara interior de la tapa, una foto a color dónde aparecemos los dos, yo en el fondo dormido sobre la mesa y Bea sonriendo a la cámara.
El otro fue de una réplica en miniatura de mi guitarra, incluso podía tocarla aunque es más difícil que con la original. Me aseguré de guardarlo sin estropearlos en mi mochila.
Estuvimos los dos solos hasta que de apoco se nos fueron uniendo nuestros amigos: primero fueron Andy y Lyla, que venían muy felices de la mano. La segunda traía un enorme ramo de peonias y la cara de felicidad más grande del mundo. Andy parecía encantado de haber hecho feliz a su novia.
Después de ellos llegó Remo, que desde hace unos meses vamos llevando la fiesta en paz. Estar en esta situación con él me confirma que no me caía mal, simplemente estaba celoso y le tenía una insana envidia. Por supuesto, me disculpé por todo eso, y desde entonces estamos bien. Podemos existir los dos en una misma habitación sin poner nervioso al otro, Bea parecía feliz con eso. Remo en cambio llegó en la compañía de un chico que se prestó como Ricardo, que también tiene un fuerte acento italiano como el castaño. Por las pintas que trae, parecía recién llegar de viaje.
—Es un placer conocerte al fin, Ricardo —dijo Bea—, Remo... me ha hablado un montón de cosas encantadoras de ti.
El chico se sonrojó, causando que todos en la mesa nos riamos un poco.
Ricardo entre tanto, sonrió de lado, echándole una mirada cariñosa a Remo.
—Es bueno saber eso.
No necesité explicaciones de mi novia, fue fácil llegar a la conclusión de que esos dos andaban en algo. Si intentaban mantenerlo en secreto, lo hacían muy mal.
Luego se sumaron Briana y Ariadna, eso más por casualidad que otra cosa. En cuanto las ví, me sorprendí al ver que Briana llevaba el regalo que le ví a Ariadna esta mañana.
De eso buscaría explicaciones luego.
El último en llegar fue Aidan, que llegó solo porque no tenía pareja para celebrar el «amor» en el día del amor y la amistad, aunque sí bastante amigos.
Aidan se dejó caer en medio de Ariadna y Briana, haciéndose un espacio él mismo. No pasé por alto la cara desagradable de Ariadna, como si esa acción de Aidan no le gustara.
—Bueno, las solteras y yo juntos —pasó los brazos por los hombros de las chicas. Briana se estaba riendo y siguiéndole la corriente, Ariadna no parecía muy agusto—, ¿A qué sí, chicas?
—Por supuesto, Aidan —respondió Briana, riéndose.
—Sí, claro... —fueron las palabras de Ariadna.
Bea y yo compartimos una rápida mirada, ambos teníamos mucho que decir sobre eso, pero este no era el momento.
Aún con ese momento extraño, fue una tarde agradable con mi novia y amigos. La disfruté los más que pude porque estos momentos ya no quedaban muchos. Entre todos los temas de conversación, hablamos de a dónde iríamos a la universidad. Por fortuna, Aidan, Andy y Lyla también irán conmigo a la Universidad de Holbrook, así que tendría amigos allá. Remo se iría devuelta a Italia y estudiará allá al igual que Briana: volverá a Francia para estudiar lo que siempre ha soñado.
Y solo quedaban en la ciudad Bea y Ariadna, que compartieron una mirada triste al saber que sus amigos más cercanos se irán dentro de unos pocos meses.
—Bueno... estamos nosotras, ¿No? —intentó sonar animada, no le fue muy bien.
Bea dejó ir un suspiro triste.
—Los extrañaré bastante —admitió, paseando sus ojos verdes por cada uno de los presentes—. Será... extraño no tenerlos ahí en los almuerzos, fuera de las clases.
—Sí... —convino Ariadna, viendo perdidamente un punto sobre la mesa—. Será muy extraño.
—Pero, hey, solo será un año —animó mi novia—. Y si se puede algún día, sería cool vernos con los que estudiarán en el extranjero, ¿No creen? —preguntó viendo a Briana y Remo.
—A mí me gusta la idea —admitió Briana, mirando luego a Remo.
—A mí también —dijo—. Sería genial volver a verlos a todos.
—Bueno, ustedes saben dónde estudiaremos —habló Lyla—. Los esperaremos en el campus todos los días. Eso sí, eh, cuando vengan de visita traigan algún souvenir de Francia o Italia.
Hubo risas de nuestra parte.
—Mejor dejemos de pensar en esto —pidió Aidan y así fue como surgió otro tema de conversación.
Estuve de acuerdo con mi mejor amigo, el tema de que falta poco para que nos vayamos a la universidad no me gusta. No quiero pensar en que pronto tendré que pasar de hablar con Bea todos los días en persona, a hacerlo a través de una pantalla.
No tenía duda alguna de que en serio extrañaría mucho a mi novia.
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Nota de la autora:
Buenoooo, no es 14 de febrero pero nunca está demás hacer un capítulo ambientado en ese día.
Amo mucho la dinámica de Evan y Bea como pareja, también me encantó ese encuentro en Rainbow Cream, todas las parejas y amigos juntos fue tan lindo. Aidan, sorry porque te hice pasar San Valentín solito :(
Bueno, aquí empezamos la cuenta regresiva para el final de esta bonita historia que creé con mucho cariño. ¿Cuántos capítulo faltan? Bueno... * redoble de tambores * ¡Solo cuatro capítulos!
Así que en unas semanas estaremos diciendo bye, bye a Evan y Bea.
Nos leemos el miércoles.
Besos y abrazos con ositos de felpa y rosas, reuniones y amigos.
MJ.
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