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Capítulo 2° ✘ LA CENA DE INVITACIÓN ☑️

“La curiosidad está al acecho de todos los secretos”

  A Y L I N

El día transcurrió con normalidad, las horas avanzaron con lentitud. Mi estado de ánimo mejoró al pasar conversando con mi madre; justo como esos días donde podíamos pasar un día completo juntas sin ninguna asistir a un trabajo o ir a estudiar. Sin ninguna intervención.

Sin embargo, ese día fue distinto.

Entre más observé la hora en el reloj, más fue la hora cercana a la cena con los nuevos vecinos.

Más creció la inquietud en mi.

Más la presión en mi madre por dejar todo perfectamente impecable. Una cena adecuada con gran esfuerzo para unas simples personas como nosotras, no de la realeza y sobre todo, desconocidas.

Nuestro departamento era pequeño, tuvimos que reacomodar la decoración, mover muebles y dejar el comedor más en el centro.

—¿No es demasiado? —espete sin dejar de ver la mesa con un mantel rojo, varias copas de cristal, botellas de vino, una variedad de platillos por doquier y en el centro, una canasta con una variedad de frutas. Más comida que la que normalmente consumiamos.

A veces me molestaba la forma de ser de mi madre, Sara era tan amable, cosa que yo no heredé de ella. Yo, muy desconfiada, mi círculo social estaba reducido a solo dos amigos y mi novio, me caía mal todo el mundo. O tal vez no les daba la oportunidad de conocerlos.

—No es una cena de dos, Aylin —mi madre se sitúo a mi lado y observó el resultado final. —No estoy segura de cuanta familia sean los Collins, solo vi al Señor Estefan y a su hijo —hice una mueca de disgusto. No me agradaba compartir la mesa con ellos— Tal vez tiene más hijos y una esposa. Que afortunado.

—Mamá —me quejé.

Sara soltó una risilla y chasqueo los dedos.

—El postre.

—Postre, perfecto —emití sin ser escuchada cuando mi progenitora se marchó a la cocina.

»Solo es una cena Aylin, nada más«

Bufe y me di la vuelta en dirección a mi habitación. Por insistencia de mi madre debía lucir presentable. Lucir tan diferente a como normalmente solía lucir en esas noches. Ambas en pijama.

»Solo tengo que ser amable«

»Sonreir con falsedad, Aylin«

Me repetí varias veces siendo más difícil ambas opciones.

Tuve que cambiar mi cómoda pijama por un vestido y molesta me arreglé para dicha cena.

Transcurridos unos largos minutos, estuve lista con un vestido rojo sencillo que me llegaba un poco más arriba de las rodillas, unas zapatillas plateadas, maquillaje casual con solo un poco de delineador, rimel en las pestañas y labial con brillo. Mi cabello castaño lo dejé suelto, lacio con ondas en las puntas.

Con una última mirada al reflejo de mi espejo, sali de mi habitación en dirección a la sala.

Ahí, vi a mi madre arreglada con un vestido negro ceñido que resaltaba su figura perfectamente. A pesar de tener 35 años, se conservaba como una mujer guapa y elegante.

Le di un vistazo al reloj, la manecilla marcaba cinco minutos antes de las ocho, la hora acordada para escuchar el timbre y para convivir con los nuevos vecinos.

—Mamá —cause su atención.

Sara se giró y al verme cubrió su boca con su mano. Sus tacones resonaron contra el piso en el momento que se acercó a mi.

—Hija —bajó su mano lentamente—. Te vez muy hermosa —apartó un mechón de mi cabello de mi rostro—. Eres igual a tú tía Aria y a mi por supuesto —le medio sonreí— yo soy afortunada de tenerte conmigo Aylin.

—La afortunada soy yo por la madre que me tocó. Eres la mejor.

No evite abrazarla siendo recibida entre sus brazos.

—Cielo, no quiero llorar —Sara rompió el abrazo y marcó distancia— Iré a retocar mi maquillaje, quedate atenta en la puerta.

»¿Cómo?«

»¿Los tengo que recibir? «

Mamá, los vecinos pueden esperar...

—La puerta, Aylin —demandó con esa seriedad y la perdí de vista al irse por el pasillo.

Suspiré y mi vista se fijó en la puerta. Después en el reloj colgado en la pared cuando justamente la hora marcó las ocho de la noche y entre más transcurrieron los minutos, más los vecinos se tardaron una eternidad en aparecer.

✝ TIEMPO DESPUÉS ✝

El reloj marcó las nueve de la noche y los Collins no habían llegado a nuestro departamento.

Primero fue una angustia al esperar el timbre de la puerta. Después fue molestia hasta aburrimiento y para colmo, hambre.

Ante la espera, preferí sentarme en el sillón. Mi madre no dejaba de caminar de un lado a otro con sus manos en la cintura, con la vista fija en la puerta.

Sara estaba muy ilusionada que preparó todo y gastó mucho dinero.

Me enojó que se comportaran así. Se supone que la primera impresión cuenta ¿no?

—¿Estás segura que te dijieron que si? —me preguntó mí madre por octava vez.

—Si mamá —desvíe la vista.

—Espero que les hayas dicho la hora exactamente, a las ocho en punto.

»Ni siquiera me dio tiempo de decirle la hora«

»UPSI«

Carraspee nerviosa y giré a verla.

—Claro mami, tal vez no vendrán. —Mis palabras no causaron efecto en ella, empeore su molestia— podemos comenzar a comer. Los vecinos, es obvio que no...

Fui interrumpida por un golpe en la puerta.

—¡Ya era hora! —bufó mi madre y se dirigió a la puerta rápidamente y la abrió.

Me levanté y me acerqué a ella. Con pasos lentos me asome hacia la puerta. Volví a ver al mismo hombre grosero que me recibió el pastel por la mañana. Se encontraba de pie en el marco de la puerta y llevaba un traje negro que se veia lo bastante bien.

»Fuera esos pensamientos Aylin«

—Hola, perdón por la demora, nos llevó tiempo acomodar las cosas de la mudanza y ya que su hija no nos dijo exactamente la hora pensamos que no importaba asistir a esta hora. Espero que no sea demasiado tarde —habló con voz grave.

Mi madre volteó rápidamente hacia mí con una cara de molestia. Le sonreí con inocencia.

»Viejo chismoso«

Mi madre regresó su atención en el vecino.

—No hay problema, pasen. Soy Sara del Río, para servirles vecinos.

—Estefan Collins, mucho gusto Señora del Río. Él es mi hijo, Darren Collins—señaló al joven detrás de él.

Ni siquiera lo había visto hasta que lo vi avanzar un paso, lo suficiente para entrar a nuestro departamento. A un lado de su padre, tuve mejor visión de su físico.

Alto y delgado, con cabello negro oscuro alborotado, ojos azul claro y tez pálida como ser evidente su juventud.

Estaba vestido completamente de negro. Con un último escaneo sin disimulo de abajo hacia arriba, detalle su pantalón negro siendo contraste con su camisa negra de manga larga doblada hasta sus codos como los zapatos negros impecables. El color oscuro resaltó sus facciones hermosas pero marcadas. Aunque era bastante atractivo, su mirada proyectaba algo diferente: una frialdad que tenía el poder de congelarte al instante, lo suficientemente intimidante como para llamar la atención de cualquiera, incluyendo la mía.

—Hola —mi madre extendió su mano en su dirección. Sin embargo, él no la aceptó. Incómoda la bajó y carraspeo. Me usó a mi como salvación, me colocó justo al frente y me sentí más pequeña llena de miedo por su mirada. —Ella es mi hija, Ana Aylin Villanueva —me zarandeo, reaccióne y aparté la vista del joven que no dejaba de analizarme con detenimiento —hija, saluda.

Sali de trance y pasé saliva.

—H–hola —balbucee.

No recibí contestación de ningúno.

Ambos compartieron una mirada silenciosa hasta regresar la vista en mi nuevamente.

Recibí una media sonrisa del Señor chismoso y groseroy una mirada de desagrado de su hijo.

—Entren por favor—mi madre acabó con la incomodidad.

Incluso me hizo retroceder con ella y se les permitió la entrada a nuestro departamento y el ambiente lució más abrumador con su presencia.

—Tomen asiento, están en su casa —agregó mi madre con amabilidad.

Dejé de ver a su hijo, él apartó la vista de mi y volteó a ver a mi madre. Su ceja de frunció notoriamente. Fue la primera expresión en su semblante inexpresivo.

Por un momento noté sorpresa en su rostro que poco a poco lo cambió por esa mirada de frialdad, otra vez.

—Gracias —respondió el Señor Estefan Collins por su hijo y ambos avanzaron. Observaron alrededor, con interés el primero, el segundo con aburricion.

En cuanto la puerta se cerró por mi madre, me sentí asfixiada en mi propio departamento. Con un mal presentimiento o tal vez era paranoia por los vecinos.

Por lo menos, solo eran ellos, dos.

»Creí que serían más personas«

»Son pocos de familia al igual que nosotras«

Mi madre los dirigió hacia la mesa y en todo momento la siguieron hasta tomar asiento en la mesa. Cada silla fue ocupada, Sara se sentó cerca del Señor Estefan mientras que su hijo dudando, ante la mirada de su padre, se sentó en un extremo de la mesa.

Suspiré y avance hasta la mesa. Tuve que tomar asiento en la silla que quedaba justamente enfrente de Darren Collins.

Pese a la distancia entre ambos, me sentí intimidada por su mirada cuando lo vi cruzarse de brazos. No evite fijar la vista en sus labios carnosos, sellados en línea recta cuando sentí el roze de sus pies con los mios por debajo de la mesa.

Incomoda aparté la mirada, me reacomode en mi silla y moví mis piernas a un lado evitando a toda costa cualquier mínimo contacto con él.

»Controlate Aylin«

»Solo es un joven muy atractivo frente a ti«

Pasé saliva ante el nudo en mi garganta mientras escuché a mi madre dialogar con uno de los vecinos. En comparación de su hijo, el Señor Estefan parecía más sociable cuando su hijo, yacia en silencio.

Esperé la copa de vino que mi madre me entregó con una mirada de advertencia: “Solo una, Aylin”

Le sirvió al viejo chismoso cuando su hijo la rechazó con tan solo negar y esa mirada de frialdad.

De mi parte, bebí el primer trago. Saboree el vino en mi boca y cuando aparté la copa y la dejé sobre la mesa, note su mirada de mi copa a mis labios.

Carraspee con mi corazón acelerado por su intensa mirada fija en mi.

»Dios ¿acaso no sabe disimular?«

Traté de sostenerle la mirada cuando me di por vencida. Giré a ver a mi madre como le servía al Señor Estefan pidiendo solo una poca porción de comida.

—Hija ¿qué vas a querer?

—Lasaña, madre —le respondí y me fue entregado mi plato.

—¿Y tú?

Regresé la vista en Darren Collins cuando mi madre se refirió a él.

No había emitido palabra desde que llegó.

—Darren cuida su alimentación, perdónen el rechazo —intervino su padre por él— ¿verdad, hijo?

Él asintió.

—Oh, es entendible —espetó mi madre y se dispuso a servirse.

Esa noche descubrí la extrañeza de Darren Collins. Aquella aura de misterio que lo envolvia y sobre todo fue evidente su molestia por estar en nuestro departamento hasta detecte la mala relación entre padre a hijo. Era obvio sus miradas de odio que recibía el Señor Estefan de su hijo durante toda la cena.

(...)

Mi madre siguió hablando con uno de los vecinos, mientras los escuchaba, agarré una manzana roja de la canasta. Sin dejar de verlos y prestarles atención.

»Que deliciosa manzana«

Pensé al darle el primer mordisco.

En todo momento, pude sentir su mirada del vecino más joven puesta en mi que me incomodó de gran manera. Mis mejillas se ruborizaron ante su atención.

Internamente pensé: “¿Qué tanto pasará por su mente? ”

—No quiero ser imprudente, pero con respecto a su esposa ¿por qué no pudo venir? —le preguntó mi madre al Señor Estefan Collins.

Él duró en responderle al darle un trago a su copa de vino. Era la primera y aún no se la terminaba cuando Sara llevaba cinco copas y lucia más feliz con su visita.

—Mi esposa —hizo una corta pausa, volteó a ver a su hijo varios segundos y regresó la vista en mi mamá. —Hace años que murió.

—Lo siento mucho, no debí preguntar.

—No se preocupe, ya es pasado.

Pensé en la tristeza, imaginé ese mal momento de perdida y tuve empatia por ambos.

Desvíe la vista en su hijo, fue la primera vez que dejó de verme al mantener la mirada baja. Estuve por hablar con él cuando desistí la idea y preferí dialogar con su padre.

—¿No les causa miedo vivir en ese departamento? ¿No han visto fantasmas? ¿Algo raro? ¿Ruido? —me concentre en Estefan Collins— Nadie ha querido vivir ahí por los ruidos extraños y por jurar ver fantasmas vagando adentro o ver las luces parpadear sin explicacion. Ese departamento lleva muchos años solo hasta que llegaron —apoyé mis manos sobre la mesa ante mi inevitable curiosidad. —Se rumora que hace años ahí vivió una señora de edad que se quitó la vida, tenía un gato y desde entonces su fantasma sigue ahí. Incluso se escuchan los aullidos del gato pero no hay nadie.

—Hija, no inventes historias.

—Es la verdad mamá —le respondí al verla—. Lo más raro es que nostras tampoco hemos escuchado, ni visto nada— me encogi de hombros— son años en este departamento.

—Si cariño pero no asustes a los vecinos, eso solo son rumores, no es cierto. Esa señora ya era de edad y murió de enfermedad. —Sara giró a ver al vecino— Ya sabe, mi hija todo se cree. El departamento solo está en malas condiciones.

»Bueno eso es cierto de lo contrario me hubiera asustado mucho y rogado a mi madre en irnos de aquí«

Pero por algo lo dicen —insistí.

Mi propósito es que se fueran de nuestro departamento y si fuera posible, del edificio. Que dejaran de ser nuestros nuevos vecinos.

—Hija, ya no sigas.

—P–pero mamá, es que deben saber.

Sara giró a verme.

—¡Ya es suficiente Aylin! —me miró con seriedad. Fingió una sonrisa y regresó la vista en el vecino— no se crea.

—Descuide, nada nos asusta. No hemos visto o escuchado nada —respondió el viejo chismoso con serenidad—. Es el departamento ideal para nosotros, muy bajo precio —se dirigió a mi madre.

—Si, al dueño le urgía rentarlo.

Él asintió y para mala suerte posó la vista en mi.

—¿Le tiene miedo a los fantasmas jovencita?

—No —respondí nerviosa— solo un poco. Es algo normal y raro a la vez.

Él asintió y movió su copa de vino. Por un instante percibí su sonrisa maliciosa.

—Una alma en pena, por pendientes en nuestro mundo.

—Pero no todos los fantasma son malos, son nuestros seres queridos—intervino mi madre.

—Exacto Señora del Río...

—Sara, por favor.

Hice una mueca al notar la sonrisa de mi madre tan solo verlo.

—Sara, tiene razón aunque eso depende mucho de la muerte de cada... persona. Los fantasmas a veces son producto de una muerte provocada trajicamente.

—Eso es solo la culpabilidad de quien lo asesina. No vive en paz por matar a cierta persona —pronuncie captando su atención.

—No todos sienten culpabilidad jovencita.

—Entonces ¿qué clase de monstruos son?

Obtuve su silencio y su mirada fijamente en mi.

—¿Te atreverías a enfrentarte a uno?

Por primera vez escuché la intervención de su hijo en la plática. Desvíe la vista notando su mirada clavada en mí, con esa seriedad que lo delataba.

—No sé... depende, supongo... O tal vez...

—Fue lo que creí —me interrumpió y desvío la vista.

El carraspeo de mi madre causó mi atención.

—Ya no hablemos de ese tema, no me gusta, a mi si me causa miedo.

—No le pasará nada, Sara.

Mi madre le volvió a sonreir.

—Bueno, iré por el postre, es un delicioso pastel esta vez no es de chocolate. Lo van a probar y les va a encantar. —Se levantó, rodeo la silla y la acomodó en su lugar— ahora regreso, hija se amable con ellos.

—¿No quieres que te ayude?

»Di que si«

—No, aquí quedate.

Maldije internamente, la vi caminar a la cocina hasta que la perdí de vista. La idea era que no me dejara sola con las visitas.

Nerviosa regresé la vista en ellos. Bajé mis brazos y entrelace mis manos nerviosa una sonrisa al ver a cada uno. Noté un anillo pequeño en un dedo del Señor Estefan, siendo raro la forma. Era visible cada vez que el levantaba su mano para darle un trago al vino.

La Aylin valiente ya no existía, ahora estaba la Aylin miedosa que se sentía intimidada con solo sus miradas.

Aparte la vista y fingí limpiar la mesa.

»Madre, vuelve pronto”

—¿Llevan mucho tiempo viviendo aquí?

Me sorprendió escuchar su voz.

Enfoque la vista en el Señor Estefan Collins y asentí.

—Si, muchos años. Que yo recuerde toda mi vida. Mi madre llegó aqui cuando tenía cuatro años y es lo que recuerdo.

Él asintió y dejó la copa en su lugar.

—¿Es tranquilo el edificio? Los otros vecinos.

—No tenemos quejas.

—No le tendrán de nosotros —me sonrió con esa hilera de dientes blancos. — Me di cuenta que te gustan ciertos temas, eres curiosa cuando no entiendes un tema sobrenatural —se encogió de hombros— Sabés, a veces es mejor no descubrir un tema que no conocemos. Vivir en la ignorancia.

—¿Qué quiere decir?

Mi madre regresó y nos interrumpió sin que él me respondiera. Sara dejó el pastel en el centro de la mesa.

—Les va a encantar.

Note el disgusto en el Señor Estefan Collins al ver el pastel de tres leches con fresas.

—Si, gracias Sara —sostuvo su copa de vino y de pronto, varios vidrios cayeron sobre la mesa ante la copa rota en su mano.

—¡Santo cielo! —mi madre dejó de partir el pastel y recurrió a ayudarlo— ¿Te lastimaste?

—No, lamento el desastre. No controle mi fuerza— El Señor Estefan abrió su mano y varios vidrio dejó caer.

—Déjame curarte. Vamos a la cocina.

Él asintió insistiendo que no había salido lastimado. Apurada, mi madre recogió los vidrios sobre la mesa. Tuve miedo a que se cortara y por suerte, no lo hizo.

No dejé de verla hasta que entró a la cocina con el Señor Estefan.

—¡Aylin!

—¿Si? —me giré en mi silla.

—¿Dónde está el botiquín?

—En el segundo cajón de la izquierda.

—Gracias, cielo. Ya lo encontré.

Suspire y me acomode en mi lugar.

Volví a intentar hablar con el segundo vecino.

—¿Por qué se mudaron aquí?

Él fijó la vista en mi.

—No es de tú incumbencia —me respondió con frialdad.

No evite mi mala mirada ante su grosera contestación y desvíe la vista.

»Calma, calma, Aylin«

No obstante, su movimiento causó mi atención. Lo vi bajar sus brazos, se inclinó a la mesa y con su mano sostuvo un trozo de vidrio oculto en un extremo de la botella de vino.

Ahí, creció mi miedo.

Un escalofrío me invadió al verlo dejarlo en la palma de su mano y la cerró con fuerza.

»¿Está loco?«

»Se puede lastimar, herir, sangrar«

—¿Qué...? —no logré articular cuando cause su atención.

Darren Collins curvo una media sonrisa y regresó a su recta postura.

Bajé la vista en su mano y me percate de la línea de sangre. Era un hecho, el vidrio lo había herido.

Estuve por avisarle si es que no se había dado cuenta cuando los adultos regresaron.

—Descuida Sara, estaré bien —resonó la voz de Estefan— Les agradecemos la invitación, la cena, pero nosotros nos tenemos que ir. Será en otra ocasión probar ese pastel, tenemos pendientes por hacer —rodeo la mesa. Vi la gasa cubriendo su mano— Darren.

Él ocultó su mano al bajar su brazo y se mantuvo en su lugar.

—Claro, comprendo. Será en otra reunión, entonces.

Él asintió.

—Así será Sara.

—Si necesitan cualquier cosa, aquí estamos. Solo toquen la puerta y...

Dejé de prestarles atención cuando ambos se dirigieron a la salida.

—Hija, ven a despedirte —me llamó mi madre y asentí escapando de la mirada de su hijo.

Enseguida me levanté, rodee la mesa y me acerqué. Me detuve a un lado de mi madre. El vecino fijó la vista en mi y levantó su mano sin la gasa, en mi dirección.

—Un gusto fue conocerla jovencita.

Estrecho mi mano con la suya. Sentí la diferencia de temperatura. Su taco, era helado, demasiado.

—Igual

Me soltó, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta con mi madre. Me quedé en la sala observandolos desde la distancia. El señor Estefan salió del departamento, frunci el ceño al no ver a su hijo con él.

Enseguida me giré y pegué un brinco al verlo frente mí.

—Me asustaste —llevé una mano a mi pecho, justo del lado del corazón.

Ante su mirada, bajé la vista en su mano. Él movió la suya y me entregó el trozo de vidrio. Con extrañeza lo sostuve en mi mano. Vi la suya y no había una herida en la palma de su mano. Algo extrañamente imposible si lo vi herido.

Sin mencionar palabra pasó por mi lado golpeando mi hombro logrando que diera un paso atrás perdiendo un poco el equilibrio. Giré a verlo asimilando el momento tan perturbador y confuso.

Fue un duelo de miradas como la nula cercanía cuando lo vi entre abrir sus labios.

—Nos vemos pronto —habló con voz grave y hizo una corta pausa sin importarle escanearme sin disimulo—Aylin —terminó de hablar plasmando una sonrisa siniestra en su rostro como la hilera de sus dientes blancos.

Su voz me pareció extraña y la forma en que pronunció mi nombre me dió escalofríos.

Sin responderle, me límite a asentir y lo vi dirigirse a la puerta. Terminó por salir sin despedirse de mi madre. Ella enseguida cerró la puerta y se dio la vuelta. Avanzó hasta mí y me sonrió.

—Qué agradables ¿no creés? —asentí dudando— Bueno, iré a limpiar todo.

—Ahora te ayudo— mi voz salió en un hilo de voz.

La vi márcharse en dirección a la mesa.

Me cruce de brazos y observé la puerta con una mala sensación extraña de mis nuevos vecinos.

Bajé la vista en mi mano y note un rastro de sangre en el vidrio. Sangre de Darren Collins y con una mueca de horror, lo dejé caer al suelo.

Definitivamente debía marcar distancia con los Collins. Sin embargo, fue demasiado tarde.

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