Capítulo 1
Era tan hermosa... jamás en la vida había visto un ser tan perfecto; es más, no creía que pudiera existir. Tan hermosa... tanto que alguna celosa deidad quiso estropear de alguna manera aquella maravilla... ella, tan hermosa, tan perfecta, tan pura...
¿Pero qué monstruoso ser querría destruir algo así?, ¿qué maquiavélica mente planeó hacer tal cosa?. Jamás sabré la respuesta, sólo sé que una mañana al ir al despertarla no me oyó, traté por todos los medios de hacerla reaccionar, pero su mirada cristalina, la dulce expresión de su rostro estaba vacía.
No me miraba, no me sonreía, no me hablaba... yo la estrechaba con fuerza, pero por primera vez no me rodeaba el cuello con sus esbeltos brazos ni se me echaba encima para hacerme cosquillas como cada mañana...
Tenía la mirada perdida en el vacío, su cuerpo sin vida y su rostro, siempre sereno, ahora mostraba un gesto de dolor. ¡Y yo no pude hacer nada!
Estaba loca.
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La veía allí, cada día, en su cama... en su habitación ahora no entraba la luz ya que, intuía, la hacía de sufrir. Tanta alegría, tantos sueños... perdidos, irrecuperables. Veía cómo se le escapaban sus días de juventud, su vida...
Es curioso, pero a pesar de su patético estado, aún irradiaba esa belleza deslumbrante, y los médicos que acudían a ver si su mal tenía cura, salían llorando de la habitación; se sentían impotentes, insignificantes y se lamentaban por no poder curarla...
Pasó el tiempo, ya notaba como la vida me iba dando de lado, los años no perdonan, no a los seres mortales; pero su belleza y lozanía seguía sin marchitarse, intacta como el primer día. Cruel ironía, el Destino se reía de ella en su cara, le había otorgado una juventud eterna pero le había arrancado el Alma...
Cuántas noches me despertaba creyendo que oía su voz, corría a dónde se encontraba y... allí estaba: mirada perdida, gesto de espanto y hermosa, tanto que dolía. Sin duda esa belleza no era posible, no Podía ser humana... no, no, ¡no!
Y yo me desesperaba, la Vida se me escapaba, el Tiempo se escurría entre mis dedos arrugados y ella seguía impasible, serena, eternamente joven... eternamente inmóvil como si de una ninfa de mármol se tratara.
Mi mayor miedo era, como se puede suponer, que laMuerte llamara a mis puertas; no por mí (yo ya no temo a nada), sino por ella: ¿qué iba a hacer cuando yo le faltara?, ¿quién cuidaría de ella?
Y un buen día ocurrió. Enfermé de gravedad y sin remedio, aún entonces no descansé para asegurarle un futuro a la Bella de Porcelana, pero de nuevo sentía que la vida no me quería dejar descansar en Paz.
Ya en mi lecho de muerte, todo perdido para Siempre, encomendé su Futuro a quién me quisiera escuchar y mientras las lágrimas de tristeza nublaban mi rostro, exhalé mi último suspiro y me despedí de mi niña y de su eterna juventud.
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