03
Los brillantes faros LED de un lujoso SUV emitían una luz que hizo que todos los presentes entrecerraran sus ojos. Todo lo que pudieron ver fue la silueta de varios hombres grandes. Los faros se apagaron y los ojos de Yoongi se ajustaron lentamente a la repentina oscuridad.
Los hombres eran todos rubios, con mandíbulas cuadradas y rasgos marcados. Iban vestidos con pantalones cargo, negros, camisas negras ajustadas, y llevaban botas militares de estilo para combate.
Todos tenían rifles de asalto colgados a sus espaldas. Portaban incluso una ametralladora fijada en el capó del SUV. El recinto y el onsen no podrían resistir nada contra esas armas. Esas pistolas llevadas al interior de la posada podrían acabar con cada uno de ellos, incluso sin abrir las puertas.
Tragó al darse cuenta de la amenaza. Miró a su alrededor. Podía ver que no era el único que estaba nervioso. Los niños cambiaron nerviosamente de pie. Nam estaba de pie en la parte posterior, protegido por todos los demás. Era el mayor y, en lugar de actuar como un líder, se confió en la protección de los chicos más pequeños. Se tragó su resentimiento. Dio un paso adelante y los saludó cortésmente en japonés.
Uno de ellos dio un paso adelante, vestido como todos los demás a excepción de una chaqueta de cuero. Su cabello rubio era sedoso y perfectamente peinado. Respondió en un torpe japonés, y con un grueso acento ruso; —Hola. No pensábamos que hubiera nadie aquí. Estamos buscando refugio. Vine de vacaciones aquí hace unos años, recordé el onsen, con la gran pared de piedra y las puertas, pensé que sería un buen lugar para descansar. Adivino que fui el único.
El hombre tenía una voz tranquila y carismática, y tenía las manos levantadas y desarmadas. Miró vacilante a los otros y caminó hacia adelante.
Hoseok y SeokJin lo flanquearon, los otros se mantuvieron rígidos.
—¿Cómo te llamas? ¿De dónde son? —Preguntó con curiosidad.
—Mi nombre es Vladimir Petrov. Estos son Dimitri, Alex y Boris—hizo un gesto hacia los tres hombres silenciosamente situados detrás de él.
—Estábamos de vacaciones en Tokio, acabábamos de llegar de Rusia cuando se desató el infierno. Hemos estado viajando desde entonces.
Asintió y se presentó, —Soy Yoongi. Estaba trabajando aquí cuando pasó. Ni siquiera sabía sobre el brote, hasta que estos tipos acabaron su camino aquí y nos lo dijeron—Hizo un gesto a los chicos que había de pie a su alrededor.
—No nos conocen. Ciertamente no tienen motivos para confiar en nosotros o incluso ayudarnos. Pero estamos agotados. Nos hemos quedado sin comida y agua, y llevamos moviéndonos sin parar durante días. Por favor, si pudiéramos quedarnos solo una noche, significaría un mundo para nosotros.
Sus ojos parecían cansados. De repente, sintió una afinidad con los hombres de cara seria. Sí, ellos estaban armados hasta los dientes, la expresión de sus caras dura y sombría, pero haber estado en Tokio durante el brote… eso básicamente fue el punto cero del brote. Las cosas que debían haber visto y hecho para sobrevivir. Habían llegado desde el infierno. Él no iba a hacer que se quedaran fuera en un bosque infestado de zombis, cuando la posada tenía
espacio para más sobrevivientes. Al final, todos estaban en el mismo equipo.
Todos eran sobrevivientes. Miró a su alrededor en busca de confirmación. Algunos de los muchachos parecían más relajados, otros todavía nerviosos, pero todos parecían haber llegado a la misma conclusión; simplemente no podrían negarles asistencia.
SeokJin se inclinó y le susurró al oído. Asintió con la cabeza, —Pueden venir y descansar, pero necesitamos que sus hombres dejen sus armas en el vehículo. No hay zombis aquí, lo prometo.
Vlad sonrió, el alivio se apoderó de su hermoso rostro, —¡Gracias!
Se volvió hacia sus hombres, les ladró algo en ruso y ellos inmediatamente se deshicieron de sus rifles y pistolas, alguno sacando varias armas, de sus espaldas, costados y tobillos. Estaban verdaderamente armados hasta los dientes. Una vez que hicieron esto, él y los demás desbloquearon los dobles candados, desenrollaron las cadenas y retuvo las puertas para que el Mercedes pudiera estacionar al lado del desvencijado viejo Camry de Hoseok. El oxidado coche azul estaba sin combustible y lentamente le estaban quitando piezas, debido a que el grupo necesitaba chatarra para construir otras cosas.
El alto ruso se adelantó para estrecharle la mano, cuando las puertas que daban a la calle estaban siendo cerradas, bloqueando la entrada. Él sonrió, sus dientes blancos brillaron, —¡Muchas gracias! No tienen una idea de lo agradecidos que estamos. ¿Puedo preguntar quién está al mando aquí?
Negó con la cabeza, —Bueno, en realidad nadie. Aunque los Yuzawas son los dueños de la posada onsen.
—¿Y quiénes son para poder agradecérselo?
La pareja de ancianos había salido a ver qué era lo que estaba entreteniendo a los niños. La anciana mujer se estaba limpiando las manos en su delantal de flores, mientras andaba lentamente hacia adelante con una sonrisa de bienvenida.
Una vez que la pareja estaba de pie ante Vlad, el ruso se inclinó, —¡Gracias por su hospitalidad!
Después sacó una pistola de debajo de su abrigo, la puso contra su frente y disparó. Hizo lo mismo con su esposo. La parte posterior de sus cráneos explotó salpicando sus cerebros por el espeso y verde césped delantero.
Los disparos fueron ensordecedores. El ruido desgarrador rebotó eco una y otra vez entre las montañas a su alrededor. Pensó estúpidamente que llamaría a cada Kyonshi en millas a la redonda, a pesar de que parecía que los muertos eran ahora el menor de sus problemas. Acaban de dejar entrar a monstruos mucho más terroríficos a través de la puerta principal.
El resto de los rusos sacaron armas de las fundas en bolsillos ocultos, rápidamente organizaron a los chicos asustados en un grupo. Vlad se puso delante de ellos. Sus ojos azul grisáceo ahora eran fríos, —Siento el momento desagradable, pero la forma más eficiente de establecer la propiedad de algo es eliminar las reclamaciones. Este onsen, la posada y la fuente termal, ahora son activos de la mafia rusa, y permanecerán aquí para nuestro placer, no al revés.
Se lanzó hacia adelante, mostrando los dientes mientras gritaba enfadado,
—¡Tú bastardo! —Hoseok y SeokJin lo agarraron por la cintura y lo sostuvieron cuando uno de los rusos presionó un arma en su frente. El joven rubio se quedó quieto como un animal atrapado en una trampa. Sus ojos se abrieron por el miedo, sus fosas nasales se dilataron.
Vlad le sonrió, —Y a ti, mi joven amigo. Muchas gracias por habernos abierto las puertas y habernos informado de quiénes eran los dueños. Los Petrovs siempre recompensamos los favores con más favores. Mi favor para ti, será dejarte vivir para que lo reconsideres.
Los ojos del niño se llenaron de lágrimas, mientras miraba los cuerpos en el suelo.
—¿Cómo pudiste? Ellos no te hicieron nada.
—Eran viejos y su utilidad ya había acabado. Sólo los jóvenes y fuertes me son útiles. Ellos no lo eran. Tu utilidad aún tiene que ser determinada. —Aplaudió alegremente, —Así que, ¿dónde guardan las palas?
A punta de pistola, los jóvenes se vieron obligados a cavar dos tumbas poco profundas y para enterrar a su amado tío y tía en ellas. Lágrimas silenciosas rodaron por su cara todo el tiempo. No fue el único. Los hombres con armas de fuego se burlaron y se rieron en ruso de sus lágrimas.
Después, los ataron, dos a cada pilar del porche de ryokan vigilados por uno de los rusos, mientras él se vio obligado a dar al resto una vuelta por las instalaciones. Los rusos tomaron cada una de las habitaciones que quisieron.
Recogieron las escasas pertenencias de los chicos y las arrojaron sin ningún miramiento al recibidor. Vlad tomó la habitación de los propietarios y él quería llorar mientras miraba como las manos rudas del ruso, alisaban la colcha que la señora Yuzawa había cosido ella misma con la ropa de bebé de sus hijos. Fue su orgullo y alegría.
Apoyó sus manos detrás de la cabeza, se tumbó sobre la cama, hablándole al gran ruso detrás de él, en la entrada. —¡Ah, esto es vida! Sabes Dimitri, creo que estoy preparado para establecerme durante un tiempo. ¡Alojamiento de lujo, una fuente termal para disfrutar y bonitos sirvientes! —Hizo un gesto hacía él, cuyos ojos azules ardían con lágrimas por la ira.
—Así que tú, que pareces el más parlanchín del grupo; quiero todos los detalles de cómo es la situación por aquí; cómo sobrevivir, que se come, donde lo consiguen o de dónde. Quiero todos los nombres de nuestro nuevo personal.
Le contó todo sobre su vida diaria de un modo conciso. Le dio los nombres de todos, incluidos los nombres completos de los propietarios de onsen porque quería que al menos Vlad supiera sus nombres.
Este negó divertido con la cabeza, —Todavía sigues molesto por eso, ¿eh? Ya sabes chico, realmente necesitas olvidar las cosas. Después de todos los que han muerto, ¿qué más da un par de viejos decrépitos?
Esa exactamente la razón por la que cada vida humana era ahora tan preciosa; porque quedaban muy pocos vivos. Lo último que los sobrevivientes deberían hacer es matarse los unos a los otros.
—¡Vete a la mierda! —Escupió furioso.
El ruso agitó su mano descuidadamente hacia Dimitri, —Llévate a este con los demás. Mantenlos atados y déjalos dormir fuera esta noche, sin agua, sin comida, si se tienen que mear encima que lo hagan. Déjales que aprendan lo que les pasará si no empiezan a comportarse debidamente.
El chico protestó, —¡No puedes hacer eso! Por el día es suficientemente cálido, pero en las montañas por la noche, la temperatura cae por debajo de los diez grados.
Vlad sonrió, —Razón de más para que rectifiquen su actitud y se comporten, ¿no es así chico? Hay un nuevo jefe en la ciudad y cuanto antes tú y tus amigos lo entiendan, será mejor para todos ustedes. Literalmente, viven para servirnos ahora.
Vlad le pasó un dedo por la parte delantera de la camisa, presionando sobre su pezón, —En cualquier sentido que deseemos.
Dimitri gruñó desde atrás, —¿No te da vergüenza hacerlo con otro hombre?
El ruso sonrió mientras le quitaba la camisa y lo desnudaba despacio, dejó libre su pecho, le llevó los brazos detrás de su espalda y lo giró, para que enfrentara a Dimitri.
—Es un nuevo mundo hombre. Las viejas reglas ya no se aplican. ¿Cuándo fue la última vez que viste a una mujer? Deja de apegarte a las viejas normas y relájate.
Dimitri miró intencionalmente lejos mientras las manos de Vlad aparecían sobre la carne pálida del vientre y el pecho de Yoongi, fue cuando el niño se retorció y luchó en su agarre, —Vamos viejo, es hermoso.
—¡Basta! —Gritó, sin poder hacer nada.
Vlad rió, —¡No hasta que te mire!
Finalmente, Dimitri volvió su mirada hacia ellos. Sus ojos grises estaban calientes por ambas cosas, la ira y el deseo.
—Sé cómo te mueves querido tío, siempre fui quién estuvo contigo: tu pequeño sobrino a quién solías usar para tus calenturas y después lo castigabas porque te la ponía muy dura. Bien, aquí hay unos nuevos juguetes para ti. Con bonitos ojos azules y cabello rubio, jóvenes e indefensos… justo tu tipo, sino recuerdo mal —el tono de Vlad era de broma, pero había un tinte de acero en su voz.
Las fuertes manos de Vlad lo arrojaron boca abajo sobre la cama, tirando de su pantalón hasta los tobillos y dejando expuesto a la vista de Dimitri el culo redondo del niño, este lo miró lascivamente, —¿Por qué no ser el primero en probarlo?
El hombre mayor gruñó, —¡Basta! No tenemos tiempo para tus juegos.
Su sobrino gimió, —Bien.
Le palmeó el trasero redondo ansiosamente, antes de volver a ponerle los pantalones, —Hasta después, dulces mejillas. Más adelante, dejaremos que Dimitri te convierta en un hombre, y luego, tal vez todos tengamos nuestra oportunidad. Nada como compartir unos vibrantes segundos en
familia,¿verdad?
Dimitri gruñó con disgusto y se dio la vuelta para irse. Vlad lo siguió, sujetándole con una mano el brazo y con la otra mano la pistola presionada en su espalda. El corazón del rubio latía en su pecho ante la amenaza de ser violado por todos ellos en cualquier ocasión.
Fue obligado a servir a los rusos, la deliciosa cena que la señora Yuzawa había preparado para ellos. Pensó en envenenarlo, pero lo único que tenía a mano era lejía y sabía que lo olerían.
Los cuatro enormes hombres comían como glotones, podían consumir en una comida diez raciones de las de ellos con facilidad y lo acompañaban con copiosas cantidades del mejor sake de la posada. Ellos estaban bien borrachos, y se volvieron muy ruidosos, hasta que la atención de Vlad volvió nuevamente hacía él.
—¡Bueno! Cualquier buena comida debe ser terminada con un poco de entretenimiento liviano y como no veo a ninguna guapa geisha esperando su momento, ¡te toca hacerlo a ti!
Alzó su arma y lo apuntó, —¡Baila para nosotros chico guapo!
Aturdido, se quedó quieto. Vlad disparó el arma.
La bala perforó el suelo de madera del ryokan a unos centímetros de sus dedos. Miró el agujero ennegrecido, recordando cuanto tiempo le dedicó la señora Yuzawa a pulir los suelos de madera, gritándoles que se quitaran los zapatos para proteger el impresionante acabado en cerezo.
Sin darse cuenta, comenzó a temblar con una confusa mezcla de ira y terror. En menos de una hora, estos hombres habían convertido su refugio seguro en un infierno.
Vlad movió el arma, —Desnúdate o el próximo irá directo a tu rótula. NO te lo diré otra vez.
El sudor hizo que su ropa se aferrase a él, e hizo que su cabello se pegara al parte posterior de su cuello, pero todavía se sentía helado. Los rusos lo miraron con sonrisas divertidas que eran crueles, incisivas y burlonas al mismo tiempo. Homosexuales o no, todos eran claramente sádicos. El hombre con la cara marcada, notó la canción anticuada y la quitó. Era una canción tradicional de flauta japonesa que sus amigos y él habían escuchado docenas de veces mientras se relajaban juntos, bebían, comían… y ahora lo obligaban a desvestirse, delante de hombres crueles que esperaban violarlo en grupo.
Miró desesperadamente a los hombres, mientras sonaba la alegre música.
Sus labios cerrados fuertemente estaban pálidos y temblorosos. Cerró los ojos, y lágrimas calientes brotaron de ellos, mientras se quitaba torpemente la camisa pegajosa por el sudor. Su piel brillaba pálida y perfecta, como un lienzo en blanco para plasmar la futura crueldad. Se quitó las zapatillas de deporte y sus calcetines y se desabrochó el cinturón. Sus pantalones cayeron sobre sus tobillos haciendo un ruido sordo. Con cada pieza de ropa que se quitaba, se asustaba cada vez más. Una parte de él esperaba desesperadamente que alguien lo salvara, deseaba que los otros chicos hubieran escapado de sus ataduras y hubieran sacado las armas del coche cerrado y estaba en camino para entrar a rescatarlo.
Una gota de sudor corrió por la parte baja de su espalda y fue absorbida por su ropa interior que se ajustaba al pliegue de su culo. El ataque vino de la nada.
Ni siquiera tuvo tiempo para defenderse. El gigantesco puño carnoso de Dimitri lo golpeó en un lado de la cabeza, y él se tropezó sobre los pantalones vaqueros que estaban bajados alrededor de los tobillos.
El chico cayó de costado sobre el duro suelo golpeándose violentamente contra él, herido y aturdido. Miró con horror, cuando Dimitri se movió para detenerse delante de él. Tenía botas de combate con punta de acero. La
violenta patada pareció acercarse a él a cámara lenta. Recibió el golpe en el intestino, y el dolor fue repentino y muy agudo. Su boca se abrió en un grito silencioso y sin aliento cuando su cuerpo se contrajo sobre sí mismo, tratando en vano de proteger sus órganos vitales por el impacto.
La cara de Dimitri era inexpresiva, mientras miraba a sus ojos asustados.
En el fondo, era consciente de como los otros hombres lo animaban en ruso. Los ojos de Vlad brillaron cruelmente desde donde estaba apoyando sus pies, justo en el lugar donde la señora Yuzawa solía hacer punto. Él bien podía estar viendo un partido de fútbol. Pensó que donde fuera que ellos fuesen, así era como los mafiosos probablemente se divertían; con tortura y crueldad, infligiéndosela a todos aquellos que era incapaces de detenerlos.
Antes, la civilización los había obligado a esconderse, ahora ya no. El apocalipsis zombi había desatado monstruos aún mayores que el Kyonshi.
Estos eran los monstruos vivientes que se parecían a estos hombres. Dimitri lo agarró del cabello y lo alzó. Tiró tan fuerte que los mechones fueron arrancados y la sangre goteó por la parte posterior del cuello pálido del niño. Le presionó la cara contra sus musculosos muslos y pudo sentir la cabeza de la gruesa polla de Dimitri en su jadeante boca. Todavía estaba sin aliento, incapaz de respirar por el dolor en las costillas. Tomó una última y desesperada carga de aire, pero desperdició la mayor parte en un doloroso llanto, mientras Dimitri cruelmente sumergía su pene profundamente en su garganta.
—Muerde y te cortaré la lengua y te despellejaré vivo —dijo fríamente Dimitri.
Solo por pura fuerza de voluntad, pudo evitar que sus mandíbulas se quebraran por apretar cerrándolas. Estaba aturdido, dolido y muy confundido. Su pecho se levantó al aire entre jadeos desiguales y sin aliento.
Su nariz estaba obstruida por la sangre, y Dimitri estaba ahogándole la boca.
Sus ojos se humedecieron, cuando Dimitri usó su cabello como un asidero y así poder follar su cara. Se retiró y empujó hacia adelante. Sentía como su laringe estaba siendo aplastada, incluso su esófago sería rasgado por la brutalidad, de cualquier manera algo tuvo que cederle.
Incapaz de respirar o incluso de gritar, todo lo que pudo hacer, fue llorar en silencio mientras su vista se oscurecía y disminuía. Dimitri tenía las manos alrededor de su garganta, estrangulándolo como un juguete mientras se follaba un orificio que jamás había sido follado, cerró los ojos, sintiendo que la conciencia se cernía sobre él, ya que la luz detrás de sus párpados hinchados se volvía borrosa. El dolor se desvaneció, pero cada vez que parecía que estaba punto de desmayarse, Dimitri se retiraba y le daba una bofetada despertándolo para dejarlo respirar. Al parecer, la tortura no era divertida si la víctima no estaba despierta para mostrar su dolor.
Dimitri mantuvo una letanía constante de insultos abusivos, —Vil, miserable, puto maricón. Eso es todo, ahógate con mi pene, estúpido pequeño maricón.
Ni siquiera podía gimotear. Sus ojos azules estaban muy abiertos, aterrorizados y llenos de dolor y horror como si estuviera en estado de shock.
No podía creer que es lo que le estaba sucediendo. Su terror y confusión parecían acelerar los movimientos de Dimitri, excitándolo más. Él le folló la garganta brutalmente, el cuello del delgado niño se abultó, ya que incluso sus cuerdas vocales fueron dañadas por la violencia del asalto. El cartílago de su laringe gritó de dolor, cuando estaba doblado y aplastado. Sus párpados se estremecieron, cuando sintió espesas y calientes cuerdas deslizándose hacia su estómago.
Dimitri presionaba su polla tan profundamente en el esófago, que al menos impedía que el niño se ahogara o escupiera el semen. No tuvo más remedio que tragarse cada gota. Una vez que terminó, Dimitri lo dejó caer descuidadamente y metió la polla húmeda en sus pantalones. Su rostro aún era inexpresivo. Colapsó en el suelo. Las náuseas llegaron de rápido y el vómito caliente brotó de su boca, su garganta ardía y las comisuras de sus labios estaban rajadas.
Mientras estaba apoyado sobre sus manos y rodillas, llorando y limpiándose la boca, Vlad estaba riendo histéricamente, —¿Quién es el siguiente? ¡Se ha roto un agujero pero el otro es hermoso y sin usar!
Alex, el que tenía la cara llena de cicatrices, se puso de pie con entusiasmo.
Abrió una navaja y la lamió, mientras sus oscuros ojos miraban con avidez su carne suave y sin marcas. Su temblor aumentó exponencialmente hasta parecer que estaba teniendo un ataque. Se sentía como un cordero a punto de ser degollado. Aunque no podían entender lo que estaban diciendo, los otros protestaron en voz alta, algunos incluso lo abuchearon.
Vlad movió un dedo hacia él, —No Alex, por eso te quedarás el último. No es divertido cuando están desmembrados. Además, me gusta su cara bonita. Me enciende. Creo que me divertiré dentro de ese pequeño culo apretado, antes de qque Alex lo folle con su cuchillo.
Se puso de pie y después se inclinó para hablarle cruelmente al oído.
—Sobrevivirás. Siempre lo hacen, pero cortará tu esfínter en láminas. Tendrás que usar un pañal durante el resto de tu vida, por supuesto, pero creo que en pañal estarás realmente lindo. Quizás te deje crecer el pelo para hacerte unas coletas, y cortaré ese inútil pene tuyo. Puedes ser mi pequeña niña bebé.
El ruso le hizo girar los suaves y rubios mechones alrededor de un dedo y después le arrancó otro mechón de pelo de su cuero cabelludo, dejando un segundo parche calvo y sangrante. Gritó de dolor, sollozando mientras le ordenaban ponerse en pie. Vlad lo sacudió por el brazo con un doloroso “pop” y brutalmente lo empujó de cara contra la mesa. La última de sus ropas, sus suaves bóxer blancos, fueron desgarrados en sus piernas. Vlad tarareó, mientras engrasaba sus dedos con mantequilla de la mesa y los empujaba con total maldad hasta su culo intacto. Los ojos del niño se hincharon, y el que se llamaba Boris se rió y lo llamó “zhirnaya svin´ya" (cerdo gordo).
Estaba contento de no saber hablar ruso. Escuchó el sonido escalofriante de la cremallera de Vlad siendo bajada tras su espalda y sintió la presión de una polla contra su ano, presionó fuertemente. Iba a desgarrarle su culo y el muy bastardo lo iba a disfrutar.
Había disfrutado también matando a los Yuzawas, y se había adueñado de sus posesiones, degradándolas totalmente. La ira finalmente anuló su miedo y los dedos entumecidos del chico se cerraron sobre el metal frío debajo de su palma. Era solo un cuchillo romo de mantequilla, pero lo empujó con suficientemente fuerza hacia atrás y lo clavó en la carne del muslo de Vlad.
El ruso gritó de dolor y él lo empujó hacia atrás, girándose y salió corriendo desesperado. Los disparos atravesaron las paredes a su alrededor mientras corría. Por un segundo, sintió como si alguien lo hubiera empujado desde atrás. La adrenalina había inundado su sistema, y no se había dado cuenta, sino hasta más tarde, que una bala acababa de alcanzarlo en el bíceps izquierdo, golpeó su hueso y se alojó allí.
Los enfurecidos rusos lo siguieron fuera de la posada, disparando salvajemente. La oscuridad y su propia embriaguez fueron las dos únicas cosas que lo salvaron de ser mortalmente herido. Buscó una salida. Las puertas estaban bloqueadas, las llaves en poder de Vlad. NO había escapatoria; las
paredes eran impenetrables e imposible de escalarlas. Él mismo se había asegurado de que eso fuera así. Solo podía hacer una cosa y ni siquiera estaba seguro de que funcionaría. Si no fuera así, estaba seguro que moriría.
El delgado chico se lanzó contra los barrotes y comenzó a presionar frenéticamente su cuerpo desnudo entre ellos. Los bordes filosos y ásperos del hierro, rajaron su tierna piel, mientras empujaba por atravesarlos. Las botas pesadas del ruso golpeaban el suelo, mientras se acercaban. Los disparos rebotaron abriendo las puertas, justo cuando consiguió salir al otro lado. No se detuvo. Corrió tan rápido como pudo hacia las sombras oscuras que se extendían más allá del ryokan.
Piedras, palos y grava se habían clavado en sus suaves pies descalzos. No dejó de correr hasta que estuvo seguro de que no lo seguían y después se escondió detrás de un árbol y miró hacia atrás. Los hombres se detuvieron frente a las puertas, pero aparentemente decidieron que no valía la pena ir tras él. Sabían también como él, que si los zombis no lo atrapaban, lo mataría la
hipotermia. Era principios de primavera, pero las noches eran muy frías.
Vlad le gritó: —¡Vuelve aquí chico, yo mismo te mataré! ¿Me escuchas? ¡Te mataré pequeño marica!
Sollozó por el miedo, sabiendo que no podía regresar y sin embargo, sino lo hacía, si no encontraba la manera de salvarlos, uno por uno, sus amigos se encontrarían en el mismo destino que casi tuvo él.
Corrió hacia el bosque; llorando, tropezando y corriendo entre los árboles, casi incapaz de ver en la oscuridad. Todo lo que sabía era que necesitaba alejarse del ryokan lo más rápido posible. Apenas podía respirar, su aplastada laringe se sentía como un collar alrededor de su cuello, mientras lo estrangulaba. Jadeó por aire, mientras trataba de correr. Los Kyonshis serían atraídos por los sonidos de los disparos e incluso por los gritos de Vlad. Era posible que ya vinieran en su búsqueda.
El frío de las montañas rápidamente se había establecido en sus huesos y en su carne desnuda cuando su cuerpo comenzó a temblar y estremecerse por el impacto.
Sus ojos estaban muy abiertos, sus fosas nasales se abrieron, mientras jadeaba aterrorizado.
Estaba solo, helado, desnudo, completamente indefenso, herido y sangrando en un oscuro bosque infestado de zombis hambrientos.
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