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Ritual

El mundo estaba regido por hombres lobos y humanos.

Por mucho tiempo, ambas especies convivían en paz y armonía, cada uno en su territorio.

Sin embargo, luego de que las especies comenzaron a cruzarse entre sí y engendrar descendencia y a degenerar la raza pura de los hombres lobos, según los últimos, comenzó una masacre de humanos.

A causa de esto, dos familias de linaje de lobos ancestrales, comenzaron una casería de humanos, masacrando y matándolos a todos hasta extinguirlos. Así de esta manera, solo la raza pura de lobos podría gobernar la tierra.

Causando así la extinción de los humanos.

Luego de la invasión de los lobos europeos a tierras desconocidas, durante más de 30 años la raza humana que vivía allí comenzó a ser cazada por estos mismos con su afán de borrarla de la tierra.

Si bien en esa tierras ambas especias convivían alejadas una de las otras, hubo una tribu que logro mezclarse procreando un linaje de lobos débiles, un insulto para la raza pura.

Esto solo provocó la ira de aquella familia milenaria de lobos puros y poderosos que había desembarcado en las tierras al otro lado de océano.

Año 1520:

Los pocos sobrevivientes de la última invasión de los lobos a su aldea, que dejó cientos de muertos y desaparecidos, se refugiaron en el Sur del continente huyendo de los lobos invasores.

Ninguna tribu de hombres lobos oriunda de allí los acobijaba bajo su protección por miedo a ser masacrados.

Lograron instalarse en un frondoso bosque intentado esconderse y sobrevivir.

Sin embargo, la matriarca humana y hechicera de aquella tribu, tenía otros planes.

- ¡No podemos seguir escondiéndonos de los invasores! - gritó un lobo en el fondo de la enorme choza hecha de madera y piel de animales.

- ¡Debemos luchar! - dijo una humana.

- ¡Silencio! - ordenó la matriarca - tiene razón, debemos defendernos o nos aniquilaran. Pero nos ganan en número y fuerza - informó mientras caminaba de punta a punta sobre la tarima - solo unos pocos lobos han sobrevivido, no es suficiente para hacerles frente y no arriesgare más a mí gente.

- ¡Debemos hacer algo! ¿Qué sugiere entonces si no es pelear?

- Ixchel - llamó a la matriarca - dinos que plan tienes.

- Usaré todo mí poder para hacer más fuertes a todos los lobos que nos quedan, incluyendo a mí único hijo - observó al omega mestizo sentado a un costado - serán más poderosos que esos lobos, poseerán un poder de auto curación extraordinario, velocidad y una fuerza descomunal, de esa manera podrán vencerlos sin importar el número - informó.

Una ovación se dejó escuchar en todo el lugar concordando con la idea de su líder.

- Debemos esperar hasta la próxima luna llena que será en dos días - informó - los lobos que estén de acuerdo, den un paso al frente.

8 lobos dieron un paso al frente con determinación, colocándose por delante de la primer fila frente a la matriarca.

Estaban dispuestos a luchar, y si someterse a un hechizo era necesario lo harían con tal de proteger a su gente y seres queridos.

El pequeño omega abandonó el lugar que ocupaba junto a su madre como hijo de la matriarca, para ocupar su lugar en la fila reluciendo su valentía a pesar de ser un lobo mucho más débil que los demás al ser mestizo.

- ¡Está hecho! - gritó el lobo Alfa líder de la manada y esposo de la matriarca de la tribu. En un símbolo de guerra y liderazgo, alzó su lanza al mismo tiempo que tornaba sus ojos de un rojo intenso y hacia crecer sus colmillos adoptando la forma lobuna. Un fuerte rugido salió de su boca.

Los únicos lobos presentes imitaron la acción de su líder transformándose y rugiendo a la par.

Era la noche anterior a la luna llena, podía sentir a su omega agitarse dentro suyo a causa de esto.

Se había alejado del lugar donde su gente descansaba, a unos pocos metros de ese lugar, un pequeño río era su única distracción para calmar los nervios que sentía.

Se despojo de la tela que cubría su delegado cuerpo con la intención de disfrutar un baño relajante, con el ruido que hacía el agua producto de la corriente.

Lo primero en tocar el agua fueron sus pies, está helada para cualquier humano, sin embargo para el pequeño omega, apenas estaba fría, más templada que otra cosa.

Se adentro más a lo profundo para luego sumergirse de un salto hacia adelante, salpicando un poco de agua que parecían pequeños diamantes a ser iluminados por la enorme luna casi llena.

Se quedó bajo el agua unos minutos, aguantando la respiración, disfrutando de líquido recorrer su cuerpo, mojando su cabello trenzado.

Al volver a la superficie, se encontró con la silueta de un hombre lobo observándolo desde la orilla. El hombre estaba estático, parado allí imponente mirándolo fijamente.

Gracias a la luz que proporcionaba la luna en aquella noche oscura, pudo distinguir de quién se trataba, era Yuumilawoll, su pareja y su futuro alfa.

- ¡ Yuumi !- lo llamó - ¡ Ven!

El alfa se desnudo completamente para luego ir en busca de su amado omega.

- ¿Qué haces aquí solo? Es peligroso - regaño cuando llegó a su lado - no puedes estar solo.

- No estoy solo - besó sus labios - sabía que me seguirías, siempre estás cuidándome.

- Es mí deber como tu futuro alfa, no me perdonaría si algo malo llegara a pasarte - lo abrazó - te amo Itzamma, eres lo más preciado que tengo - si romper el abrazo, el gran alfa beso tiernamente a su pequeño omega.

Estuvieron así un rato, disfrutando del contacto de sus cuerpos desnudos, del agua rozando cada centímetro de su piel, con la luna como único testigo de su amor puro, provocando vibraciones en su interior al ser su única diosa y guía.

- ¿Estás nervioso por mañana? - preguntó Itzamma mientras ataba la tela a su cintura, ambos lobos estaban fuera del agua en la orilla.

- No - contestó Yuumilawoll con seguridad y determinación - confío en tu madre como matriarca, confío en sus poderes - contestó mientras se colocaba su collar hecho de piedras semi preciosas y dientes de lobo pertenecientes a sus antepasados - obtendremos ese poder y seremos capaces de vencer a esos malditos invasores - sus ojos se volvieron de un rojo brillante que a su compañero le pareció dos joyas preciosas.

Amaba y admiraban a su futuro alfa, era un guerrero formidable y valiente, capaz de dar la vida por su tribu.

Había demostrado ser una verdadera bestia salvaje cuando se enfrentó a los lobos extranjeros en la primer emboscada.

Lo había protegido, tomando su forma lobuna y matando a cualquiera, que intentara dañarlo, con diente y garras.

Se sentía seguro con él.

Observaba su trabajado cuerpo, admirando las cicatrices en su cuerpo producto de la última batalla.

- Márcame - se escapó de los labios de omega con un tono de excitación profundo, lo cual su compañero pudo oler. Se mordió el labio avergonzado por ser traicionado por su mente.

Yuumilawoll sonrió tiernamente, cosa que a Itzamma le pareció la sonrisa más hermosa del mundo.

- Me encantaría Itza, no deseo otra cosa que enlazarme a ti para el resto de mí vida - contestó acariciando su pelo que ahora estaba suelto - pero sabes que no es el momento adecuado - su sonrisa se torno en un gesto triste. Deseaba casarse con su pareja y marcarlo, pero con una inminente guerra no era el mejor momento para ese tipo de cosas, más si ambos estarían débiles por días a causa del enlazamiento - juro que cuando acabemos con todo esto, lo primero que haremos es casarnos bajo la protección de nuestra diosa luna y luego te convertiré en mí otra mitad.

El omega conmovido por las palabras del alfa, se le arrojó a sus brazos, besándolo con violencia, dejando a su omega interior salir, volviendo sus ojos azules eléctricos.

Ambos lobos cayeron al pasto, besándose salvajemente, dejándose llevar por el deseo que nunca habían podido concretar.

Cegados por el olor que su compañero desprendía, dejaron que sus lobos participarán de ese momento.

Yuumilawoll, comenzó a besar el cuello de Itzamma, aspirando el aroma dulce característico del omega. Lamió su piel y su alfa gruñó deseoso de reclamar a ese pequeño omega cómo suyo. Sus ojos se volvieron rojos, embriagado por el aroma dulce. Abrió sus boca para dejar salir sus colmillos, su lobo interior estaba ansioso por morderlo y ver al omega adoptar una posición tan sumisa como era ladear su cabeza para dejar su cuello para darle lugar, hizo que su lobo rugiera desesperado, su omega había tomando el control y deseaba lo mismo.

Sin embargo, el joven logró tomar su forma humana nuevamente, manteniendo a raya al su alfa interior. No podían hacerlo, no cuando una guerra se avecinaba.

- ¿Qué haces? - protestó el omega mirándolo con sus ojos azules brillantes como dos zafiros.

- No puedo, no así.

El menor besó nuevamente a Yuumilawoll, mordiendo sus labios, con movimientos salvajes.

- Sabes que no podemos - dijo Yuumilawoll cortando en seco el beso - no antes que nos casemos y recibamos la bendición de la luna.

Itzamma gruñó frustrado, iba a morir virgen gracias a sus creencias.

- Bien - habló un poco enojado, volviendo sus ojos a su color normal - volvamos a la aldea antes que mí madre me regañe.

Muuk'náal, líder de los lobos y papá de Itzamma, cazaba a un puma que sería usados como sacrificio para el hechizo. Tanto él como su único hijo y el resto de lobos que integraban la manada, beberían la sangre de este feroz animal como parte del ritual.

Agudizó su sentido del olfato y oído, tratando de ubicar al gran animal. Apenas lo escuchó, se transformó y comenzó a correr con una velocidad asombrosa rigiendo de la satisfacción que le daba aquel acto a su alfa interior.

Luego de dormir al animal, lo ató y lo llevó hasta el centro de la aldea para ponerlo en una jaula.

- Buen trabajo Muuk'náal - halagó Ixchel caminando hacia su esposo, vestida con la ropa que usaba para rituales - se acerca la noche - anunció mirando hacía el cielo que comenzaba a oscurecer - la luna llena no tardará en alzarse completamente - dijo seria - llama a los lobos, ordenaré que los humanos permanezcan ocultos en sus chozas.

El Alfa asintió con un gesto de cabeza. Sus ojos brillaron en un rojo intenso para luego dejar salir un rugido, era el llamado a su especie.

Solo segundos después, se desató una nueva masacres.

El sonido de un cuerno se escuchó, cortando la tranquilidad de la noche.

- ¡Invasores! - el grito de un lobo alertó a todos allí.

Muuk'náal miró en dirección a donde lograba escuchar a los lejos el sonido de los invasores acercándose.

- ¡Corre! - le gritó a su esposa - saca a los humanos de aquí, nosotros los detendremos.

- No podrán sin el hechizo - contestó desesperada, sabía que no lograrían ganarles, eran fuertes pero ellos eran más.

- No hay tiempo para eso, alerta a los humanos y llévate a Itzamma y Yuumilawoll contigo - ordenó convirtiéndose - ¡Corre!

Ixchel corrió rápidamente, alertando a todo el mundo de la inminente llegada de los lobos invasores ordenándole a los humanos que huyeron del lugar lo más pronto posible junto con los cachorros de la manada. Sabía que los pura raza sería robados y los mestizos asesinados a sangre fría.

Escuchó el rugido de guerra de su esposo llamando a los lobos a la batalla.

Entró a la carpa de su hijo para sacarlo de allí a cómo de lugar.

- Hijo - no hizo falta explicarle, el menor sabia lo que estaba sucediendo - hay que huir.

- Pero mamá, no podemos dejarlos, debo luchar.

- ¡No! - negó rotundamente - debemos irnos lejos, si hay alguna posibilidad de hacer el ritual contigo y Yuumilawoll lo haré.

Tomó de la mano a su único hijo y lo arrastró fuera de la carpa. Itzamma paró en seco, mirando hacía un costado, escuchando algo que su madre humana no era capaz.

- Están cerca - anunció atemorizado - Yuumilawoll, debemos buscarlo.

- Aquí estoy - dijo el alfa corriendo hacia madre e hijo con el puma aún dormido sobre sus hombros - Muuk'náal me ha ordenado que los acompañe.

La matriarca asintió y comenzaron a correr en dirección al frondoso bosque que rodeaba el claro donde se ubicaba el asentamiento.

No supieron cuántos kilómetros corrieron.

Ambos lobos escuchaban los gritos de su gente mientras eran masacrados. Tenían ganas de volver pero no serviría de nada, no sin los poderes.

Escuchaban los gritos desesperados de las mujeres al ver cómo despedazaban a sus hijos tanto humanos como mestizos.

Ixchel paró en seco al ver la luna llena alzarse plena y orgullosa en lo alto del firmamento nocturno.

- Es hora - anunció seria - trae al animal aquí - señaló una roca enrome que serviría como mesa de sacrificio.

El alfa hizo lo que ordenó, recostando al animal dormido sobre la roca.

La humana saco de su bolso, una vasija de barro y hierbas silvestres.

Pulverizo las hierbas para luego tirarlas dentro del recipiente.
Ambos lobos se arrodillaron frente a la hechicera, demostrando veneración mientras comenzaba a recitar las palabras de su idioma natal y antiguo.

Jay diosa ti' le ujo'. Guardiana ti' le lobos. A sacerdotisa ka devota a invoca k'áatik ti' teech u poderes.

Ofreciendo a u kuxtal yéetel le le ba'alche'a' k'eexpajal ti' u crear jump'éel especi superior, asab rápida, asab k'a'an.

Jay diosa ti' le ujo'. Náakake' u yaak'il ti' lobos.

Imploro a áantaj.

Saco una daga de oro puro, tan afilada que podría cortar un hueso de un solo movimiento. Tomó al animal, cortando el cuello tan violentamente que la sangre salió a chorros, salpicando los rostros de ambos jóvenes.

La matriarca seguía recitando como si estuviera en un especie de trance.

Exprimía la sangre del puma para que cayera dentro de la vasija.

Un disparo cerca alertó a los lobos presentes.

Ambos jóvenes se pusieron en guardia, cambiado de color sus ojos, sacando sus colmillos y garras con la intención de proteger a la humana hasta que terminara el hechizo.

La mujer alzó las manos al cielo, un destello plateado se posó sobre ella, como si la luna le estuviera traspasando su poder. La furiosa y brillante luz desembarcaba en aquella vasija que contenía la sangre y las hierbas.

Jay diosa ti' le ujo'. Guardiana ti' le lobos. A sacerdotisa ka devota a invoca k'áatik ti' teech u poderes.

Ofreciendo a u kuxtal yéetel le le ba'alche'a' k'eexpajal ti' u crear jump'éel especi superior, asab rápida, asab k'a'an.

Jay diosa ti' le ujo'. Náakake' u yaak'il ti' lobos.

Imploro a áantaj.

Seguía recitando la humana mientras era conductora de la magia lunar.

Dos enormes alfas llegaron al encuentro.

Estaban en su forma humana cubiertos de sangre.

Uno de ellos tenía la cabeza de Muuk'náal en su manos y sonriendo sádicamente, la arrojó a los pies de Yuumilawoll.

Este rugió haciendo brillar más sus ojos y se abalanzó hacia el invasor.

Los cuatro lobos comenzaron una pelea cuerpo a cuerpo. Lastimándose con dientes y garras.

Itzamma fue el primero en caer al suelo, era el más débil, uno de los lobos europeos se acercó hacia él con toda la intención de destrozar su garganta con las garras.

- Eres una abominación para nuestra raza, una vergüenza que no debería de existir - gruñó en alfa.

Levantó su brazo con la intención de dar un zarpazo certero, el omega cerro los ojos, pero el golpe nunca llegó, Yuumilawoll lo había salvado.

- ¡Corre! - le gritó desesperado.

Al alfa se levantó del suelo y tomo al joven del cuello.

- Maldito - gruñó apretando los dientes - defiendes a esta abominación y mereces morir por ello.

Comenzó a estrangular más a Yuumilawoll dejándolo sin aire, apretando más su cuello con la intención de quebrarlo.

Una flecha que llegó de la nada, traspasó el hombro del lobo blanco, provocando que soltara al aborigen y cayera al suelo.

Yuumilawoll busco al dueño de la flecha y se encontró con su hermano mayor bañando en sangre.

- Lalail - nombró asombrado - sobreviviste - dijo aliviado.

- No hay tiempo hermano, vienen más lobos.

- ¡Yuumilawoll, Itzamma! - llamó la humana - está listo.

El omega miró asustado a los alfas blancos que estaban inconscientes en el piso. Debían apurarse a beber la sangre.

- Ten - extendió la vasija hacía su único hijo - bebe pequeño, bebe y conviértete en un lobo extraordinario.

Y así lo hizo, Itzamma bebió sintiendo como la espesa sangre caía por su garganta, quemándola. Cada centímetro de su cuerpo sentía la magia correr por él, por sus venas.

Cayó de rodillas al pasto, aturdido por todas las sensaciones que golpeaban a su menudo cuerpo.

Yuumilawoll junto con Lalail llegaron corriendo hacia la humana.

- Beban - le ofreció a ambos lobos - beban y dejen que la diosa de la luna los proteja.

Yuumilawoll tomó la vasija con sus manos, y sin pensarlo bebió la sangre. Miró hacia un costado donde Itzamma aún seguía arrodillado en el suelo, con la mirada baja y gruñendo de dolor.

Él hizo lo mismo.

Lalail estaba por beber cuando un disparo salido de la nada, impacta contra la vasija en sus manos, haciéndola estallar en mil pedazos.

No había llegado a beber ni una gota.

Sorprendido miró hacia Ixchel, que le devolvió la mirada con terror. Mirada que se convirtió en una de dolor en medio segundo.

El grito de la mujer resonó en cada rincón del bosque.

Lalail miró horrorizado como de su pecho salían cinco garras, rasgando el cuerpo de la matriarca, cortando su piel.

Su cuerpo comenzó a ser elevado e Itzamma observó con horror al ver a su madre como era traspasada por las garras de unos de los alfas blancos y era alzada y arrojada nuevamente al suelo.

Lalail se transformó en su forma lobuna dispuesto a pelear contra el invasor. Gruñendo, atacó primero.

- Márcalo - habló la matriarca en un hilo de voz - marca a mí hijo y solo así el hechizo se completará - musitó con dolor - ¡Márcalo!

Con el dolor aún recorriendo su cuerpo, el alfa se arrastró hacia el pequeño omega con la intención de marcarlo para completar el hechizo. No había otra forma.

Observó de soslayo a su hermano mayor luchar contra uno de los invasores.

Pero no puedo llegar hasta Itzamma, unas garras se incrustaron en su hombro, arrastrándolo unos metros.

Golpe tras golpe recibía su cuerpo.

La matriarca observaba desesperada la escena, no había funcionado y se sentía frustrada al ver cómo su gente estaba siendo masacrada y ella no podía hacer nada.

Llorando, implorándole a la Luna, tomo las últimas energías que su cuerpo poseía, recitando un nuevo conjuro, Ixchel se elevó del suelo, como levitando. Sus ojos se volvieron blancos.

Jay diosa ti' le ujo', invico a páajtalil.
Ts'áaten a muuk' utia'al u u almas ma' abandonen kaaba' tak ka le hechizo je'el u.

Terminó de recitar, extendiendo sus manos hacia el frente, dejó salir un destello, que parecía un fuego blanco, y arrojó a los cinco lobos frente a ella, unos metros, absorbiendo en sus cuerpos dicho conjuro.

Los lobos cayeron sin vida al suelo al igual que ella apenas termino el conjuró.

10 años le tomó a los invasores extinguir la raza humana de la tierra.

Los humanos se habían muerto y los lobos reinaban.


Hola mis bellos lectores, les debo el primer capítulo de esta historia.

Aclaración:
Cuando mencionó que se transforman, no me refiero a que se convierten literalmente en un lobo, al animal.

Sino que solo sus ojos cambian de color, le salen garras y colmillos.

Si tienen alguna duda me dejan en los comentarios.

Espero que les haya gustado

Gracias por leer.

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