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Rebelde

Era desconfiado por naturaleza, eso le había enseñado su mamá. Sin embargo, los acontecimientos de los últimos meses lo había orillado a dejar su suerte en las manos de Cid. Siendo un niño omega y huérfano no tenía muchas opciones.

Su omega brincaba de alegría por ser elegido por aquel bonito alfa, sin embargo su lado humano estaba alerta a cualquier movimiento del castaño.

Con voz animada, el alfa le mostraba toda la mansión y los lugares donde hacían las actividades.

Con el permiso de Sísifo, quien mandaba en el sector donde estaban ubicados todos los omegas lejos de los alfas, Aioria le mostraba a Camus donde viviría.

Luego lo llevó al área de los alfas, allí pudo contemplar como dos jóvenes practicaban con armas y otros peleaban cuerpo a cuerpo.

Aquello lo dejo maravillado.

Pensaba que si hubiese sabido la mitad de aquello habría podido defender a sus padres y a él mismo en el bosque.

— Pronto comenzaré mis prácticas — la voz del pequeño alfa lo saco de sus pensamientos — aprenderé a pelear y usar armas — le sonrió con sonrra — te podré defender.

Camus hizo un gesto indescifrable para Aioria.

— Y yo ¿Qué aprenderé?

— No lo sé — levantó los hombros — a cocinar, coser y esa cosas de omega.

La cara de disgusto del omega se reflejo también en sus ojos. Él no quería hacer eso.

Aioria, llevado por su instinto, intento tomar la mano del omega que algún día sería suyo, su padre le había dicho que tenía que familiarizarse con él.

Con un movimiento muy lento, llevo su mano hacia la de Camus, que seguía distraído mirando a un hombre pelear con cuchillos, rozó sus dedos con el otro y al darse cuenta que no hizo nada, tomó su mano por completo.

El omega dio un respingo al darse cuenta del contacto fulminándolo con la mirada y haciendo oídos sordos a su lobo. Sacó su mano bruscamente ganándose una mirada incrédula del inocente y aniñado alfa.

— Lo siento — se disculpo el francés y salió corriendo para el ala omega.

Aioria escucho una risa del otro lado del pasillo. Era su hermano mayor que había observado la escena y se burlaba de él.

— Aioria, no dejes que te trate así — habló mientras caminaba a su encuentro — es un simple niño omega y serás su alfa — cruzó los brazos — tienes que domarlo y lo sabes.

El castaño frunció el seño, lo sabía a la perfección y lo haría.

— Lo sé, Shura — espetó — acaba de llegar solo es eso. Tengo tiempo de que se acostumbre a mí.

— Pues más vale que pongas en marcha eso, mientras sumiso este contigo mejor y lo tendrás a tu merced cuando a los 14 años se enlacen.

— Tengo cuatro años aún, hermano.

Shura sonrió, su hermano menor era un niño pero tenía su carácter bien formado y sin duda lograría que ese omega de la calle le haga caso.

Camus había comenzado con la educación adecuada para convertirse en un omega y compañero perfecto.

Siempre encontraba tiempo para escabullirse en el área de los alfas y espiar sus prácticas. Estudiar para ser un perfecto omega le aburría y de apoco nacía su lado rebelde.

Había hecho muchos amigos omegas, el más cercano era Bian, al que le enseñaba a leer por las noches.

Le recordaba cuando su mamá le leía cuentos infantiles todas las noches antes de dormir, no era común que los omegas sepan leer, su mamá le había enseñado y también a escribir.

Cid siempre le traía regalos de todos sus viajes, los demás omegas estaban celoso, sin embargo no decían nada ya que el francés era futura pareja de uno de los integrantes de la familia Maldonado.

Habían pasado algunos meses, su estadía allí está muy buena y cómoda.

Había conseguido tomar la suficiente confianza para poder moverse a sus anchas por todo el previo. Sin embargo, el área de alfas seguía prohibida para él.

La relación con el pequeño alfa avanzaba bastante bien. Aioria no había intentado ningún tipo de contacto físico con él.

Lo buscaba para salir al jardín trasero y jugar juntos y al igual que su padre, le hacia regalos.

— Mira lo que me regaló mí hermano — el pequeño alfa le mostro un hermoso puñal con mango dorado que tenía en su punta la cabeza de un león — fue regalo de mis 11 años.

Camus enamorado aquél puñal, tenía una extraña fascinación por todo tipo de cuchillos. Aioria al ver el brillo en los ojos de su compañero, se lo tendió.

— Wow, que bello — dijo mientras lo tomaba. Lo observó detalladamente maravillado por tal hermosa pieza — yo quiero uno — Aioria lo miró extrañado — ¿Me regalas uno para mis 11 años?

El alfa se hecho a reír con la petición del francés ganándose un ceño fruncido por parte del otro. El castaño carraspeo.

— Las armas no son para omegas delicados como tu — el alfa acaricio dulcemente la mejilla de Camus.

Este, enojado, le pegó un manotazo a la mano sintiéndose humillado. Ofuscado, se levantó del césped y corrió hacia el interior de la mansión.

El castaño pego con el puño al césped frustrado. Unas risas burlonas por parte de otros jóvenes alfas acrecentaron más su enfado.

Cid observaba a la parejita desde la ventana de su despacho. Negaba con la cabeza inconforme con la rebeldía del omega que había adoptado.

— Tráeme a Camus — le ordenó serio a uno de sus sirvientes.

El patriarca de la manada conversaba con sus dos manos derecha, sus hombres de más estima y confianza, los gemelos.

Los jóvenes alfas de 18 años se habían convertido en los integrantes más importantes de la manada a pesar de su corta edad.

Se habían ganado el odió y envidia de muchos alfas matones allí que ansiaban ese puesto.

Dos lobos de la calle y extranjeros habían logrado obtener la confianza absoluta de su jefe gracias a la dedicación y devoción que le rendía a Cid. Eso les trajo muchos problemas y enemigos internos.

Saga se había ganado el corazón y el amor del pequeño Aioros de 12 años de edad, su padre los obligó a esperar a los 14 del omega para enlazarse, con la condición de castidad absoluta por parte del alfa de cabellos azules.

Kanon se encargó de aniquilar uno por uno a aquellos que discreparan de su posición dentro de la mafia. Así ambos se convirtieron en los eslabones más importantes allí.

Los gemelos estaban eternamente agradecidos por haberlos redactado y adoptado, brindándole una oportunidad y mejor vida. Allí dentro de la manada eran respetados y temidos por igual.

Los tres alfas coordinaban la entrega de uno de sus cargamentos, ultimando detalles de la seguridad al entregarlo.

Unos golpes en la puerta interrumpió aquella reunión.

— ¡Adelante! — gritó Cid.

Uno de sus guardias, que sostenía bruscamente al pequeño omega que había mandado a traer hace un rato.

Camus miró aterrado a todos allí dentro.
Observó a los gemelos cuidadosamente. Saga era imponente y muy serio, ignoraba totalmente su presencia. Sin embargo Kanon lo observaba con un gesto burlón y de desprecio haciendo encoger más al pequeño.

— Aquí lo tiene señor — el hombre empujó al omega frente al escritorio de Cid que lo miraba serio. Le hizo una seña y este se largo.

— Déjenos solos — ordenó aún con el gesto serio en el rostro y voz.

Ambos jóvenes salieron del despacho y esperaron en la puerta.

Camus gimoteaba asustado, con la cabeza gacha esperando que el mayor le haga algo.

Cid se sentó en su sillón detrás del escritorio, quería demostrarle autoridad por lo cual opto está postura en vez de ir hacia el omega.

— Camus — llamó con voz gruesa — he visto que haz olvidado tu posición aquí — el mencionado se encogió aún más — es una lástima — chasqueo la lengua — pensé que serías una buena pareja para mí hijo — espeto serio — ha sido amable contigo y lo único que obtiene a cambio con tus berrinches.

— Lo siento señor... —

— No te he permitido hablar — regaño — ¿Acaso deseas vivir nuevamente en la calle? Te doy un techo, comida y protección ¿Así nos agradeces? ¿Pegándole a Aioria?

— Fue sin querer, yo solo quería un puñal — levantó la mirada desafiando al patriarca — solo quiero saber defenderme.

— Eso no es necesario, estamos nosotros y tienes a mí hijo para defenderte — se levantó de su lugar y caminó hacia la ventana — tu deber no es ese y es hora que lo entiendas y si no lo haces no sirves, Camus. Ahora vete.

El niño huyo despavorido del despacho, apenas salió se encontró con los alfas gemelos. Pasó con miedo ganándose un empujón por parte de Kanon.

Saga miró de forma reprobatoria a su hermano y este levantó los hombros despreocupado para luego volver a reunirse con Cid.

El pequeño omega caminaba a paso acelerado por los corredores de la mansión, estaba enojado por haber recibido una reprenda de Cid.

En el camino se cruzó con su futuro alfa, que lo llamó a los gritos acercándose a toda prisa a él.

Lo observó con mala cara y lo empujó.

— Por tu culpa tu padre me regaño — su aroma se torno amenazante — déjame en paz.

Aioria que quedó mudo ante la reacción del francés e intimidado por el aroma agrio que había desprendido esté, aturdiendo sus sentidos, opacando el aroma floral habitual en él.

El francés llegó a su habitación y cerró de un portazo asustando a Bian que jugaba allí dentro.

Habían pasado algunos días, trataba de evitar encontrarse con Aioria a toda costa.

Era obligado a seguir yendo a la estúpidas clases para omegas. Sin embargo se las ingeniaba para espiar a los alfas en sus prácticas.

Cada vez que su celo lo azotaba, lo encerraban en una habitación asegurada y pasaba días allí, por lo cual decido robar un cuchillo de la cocina. La próxima vez que tuviera que pasar en aislamiento tendría con que practicar.

Aioria había comenzado con su entrenamiento bajo la supervisión de Saga. El pequeño alfa tenía el deber de convertiste en un hombre echo y derecho.

Decidido a hacer las pase con su futuro omega, le ofreció a enseñarle a escondidas técnicas de defensa. Camus acepto feliz.

2 años después:

Había pasado todo ese tiempo practicando con Aioria. Se habían convertido en buenos amigos y el alfa no había intentado ningún avance romántico con él.

Se acercaba la ceremonia de enlazamiento de Saga y Aioros. Sísifo se ocupaba de ello.

Sabía perfectamente que hiciera lo que hiciera en dos años lo casarían con Aioria. Desear ser algo más estaba fuera de su alcance practicará lo que practicara.

Eso no evitaba renegar de su destino y esa noche iba a entender lo vulnerable que era un omega en ese mundo.

Bajo las órdenes de Sísifo, los sirvientes hicieron una limpieza profunda de las habitaciones de los pequeños omegas, esa misma noche llegarían más.

Camus no sabía de ello porque estaba con Aioria y se asustó cuando un enorme alfa lo tomó del hombro y lo arrastró a su habitación.

Allí se encontró con un Sísifo y un Cid muy enojados.

— Sigues desafiando mí hospitalidad Camus — escupió el mayor — pensé que lo habías entendido.

— No es su culpa papá — interrumpió un Aioria de 13 años.

— ¡Silencio! — lo miró serio — Sísifo, llévatelo y déjame a solas con este niño.

El sagitariano asintió con la cabeza y arrastró a su hijo fuera de allí.

— Explícame esto — Cid le mostró el cuchillo que habían encontrado los sirvientes bajo su cama — ¿Intentabas matar a alguien? ¡¿A Bian a mí hijo?! — gritó asustándolo.

— No — le mantuvo la mirada desafiante.

Cid le pegó una cachetada tirándolo al suelo.

— Se dice "No señor", omega ¿Qué hacía este cuchillo en tu cama?.

— Lo robé para practicar.

— Entiende, no es tu deber maldita sea ¿Acaso deseas que te arrojé a la calle por rebelde? ¿Sabes lo que les pasa a los omegas tan lindos como tú en la calle aquí? Pues hoy lo sabrás — salió al pasillo y llamó a Kanon — enciérralo y a la noche me lo traes al galpón.

Kanon asintió con la cabeza y observó con pena al pequeño. Ese niño no entendía cómo debía comportarse.

Los levanto del piso y lo arrastró al sótano donde estaba los calabozos.

No quería doblegarse, no deseaba llorar pero la incertidumbre de su futuro lo tenía agobiado. Las lágrimas comenzaron a salir seguido de un interminable sollozo.

— ¿Qué harás con él? — preguntó  Saga sentado en el sillón del despacho del líder de la manada.

— Demostrarle que es mejor someterse.

— Es un niño — dijo Sísifo — uno muy rebelde. Me agrada su espíritu — Cid lo miró serio.

— No me sirve si Aioria no lo puede dominar, le falta el respeto y eso es contagioso.

— Pues enséñale a tu hijo a hacerse respetar — bromeó Kanon. Saga rodo los ojos.

— Opino que es demasiado mostrarle el galpón.

— Cariño, es la única manera así se amansa.

— Salgan — ordenó a los gemelos.

Ambos se retiraron. Cid lo miró serio.

Sísifo se sentó a horcajadas de su alfa desprendiendo su aroma dulce. Lo besó con intensidad restregándose a su cuerpo.

— Cariño, te veo muy agotado — lo volvió a besar haciendo que Cid apretara su cintura y lo pegara más a su cuerpo.

Lo tiró sobre el escritorio arrancándole la ropa.

No sabía cuánto tiempo había pasado allí encerrado. Se había hecho de noche y la luz escaseaba.

Estaba sentado en un rincón apoyado contra pared abrazado a sus piernas. Ya no lloraba pero aún tenía miedo.

Tenía frío y el calabozo olía humedad.

Escuchó pasos al otro lado de la puerta y se levantó de un salto.

Kanon abrió la puerta y lo arrastró fuera.
Le indico con el dedo que no hiciera ruido y lo fue empujando por los pasillos de la mansión hacia afuera.

No sabía que hora era pero debería ser muy tarde ya que no había nadie y estaba en silencio.

Caminaron por el jardín, alejándose del predio de la mansión hasta cruzar un tapial  que separaba el terreno de la casa con el que estaban los galpones.

Los miró con horror cuando los tuvo frente, eran viejos y tétricos, daban verdadero miedo y nada de lo que hubiera allí podía ser bueno.

— Entra — Kanon lo empujó dentro viendo que el niño no se movía.

Cid estaba parado allí, esperándolo con ambas manos cruzadas en la espalda en una  postura imponente y autoritaria. Hasta su aroma le daba miedo y exigía sumisión.

— Ven pequeño.

El español posó una mano en su hombro y lo obligó a caminar junto a él. Estaba todo en penumbras hasta que ordenó a Kanon prender las luces.

Se quedó paralizado por lo que vio allí.

Había una gran cantidad de omegas de todas las edades atados y otros en jaulas.

— Estos son los famosos cargamentos — comenzó a hablar el mayor — aparte de traficar armas y drogas, traficamos omegas. No en gran cantidad por supuesto, solo grupos selectos y exóticos traídos de otros países, como tu — apretó fuertemente el hombro del francés — este hubiese sido tu destino si Aioria no te hubiera elegido — le susurró al oído — y lo será si no te comportas — obligó a que se arrodillara y a mirar a los omegas allí.

Camus los observó con verdadero pánico, había desde niños y adolescentes allí encerrados y le aterraba cual sería su destino.

— Supongo que no quieres terminar aquí verdad — le clavó una garra mostrando sus ojos rojos exigiendo sumisión — Es una verdadera lástima que este sea tu destino. Eres una joya, sabes leer y escribir — saco su garra del hombro de Camus — eres educado y hermoso. Sin embargo te empeñas a desobedecer y mostrar rebeldía ante tu condición de omega.

— Lo siento.

— Oh no pequeño, no quiero que lo sientas, quiero que lo hagas — sus ojos aún estába aún rojos — te dejare aquí para que pienses una decisión y cuando la tengas le dices a Kanon que te llevé a mí despacho.

Acto seguido, dejo al omega allí arrodillado.

Había pasado dos horas allí encerrado viendo los rostros de los omegas. Podía distinguir el temor y desolación en sus ojos.

Él no era sumiso, nunca lo había sido. Renegaba de su destino y no deseaba ser el estúpido omega de un alfa y nada más.

Frunció el seño y tomó una decisión.

— ¡Kanon! — llamó al gemelo.

Este abrió, sostenía un cigarrillo en la mano.

Caminaron hasta el despacho del alfa, pasando por la cocina y el área de servicio.

Entró al despacho y Kanon se quedó afuera.

— Y bien ¿Qué haz decidido?

Por respuesta, Camus clavó una cuchilla en en la superficie de madera del escritorio, lo observó desafiante tornando sus ojos en un azul furioso.

— Quiero que me entrenes, ese es mí deseo. Aún estoy aquí porque sabes que puedo dar más y si no lo deseas pues mátame aquí mimos — lo observó serio — cásame con Aioria si deseas pero quiero ser entrenado como un alfa.

Cid lo miró serio para luego sonreír de lado complacido por la actitud rebelde de ese muchacho. Por alguna extraña razón le gustaba ese espíritu indomable.

— Bien, si eso es lo que queréis lo permitiré, pero solo a ti. No quiero una rebelión de omegas aquí — le volvió a sonreír — no pienses que serán diferentes contigo, serán más severos aún porque te despreciarán los alfas y se sentirán insultados. Es tu deber demostrarme que eres digno. Estarás bajo el mando de Kanon y sabes lo que eso significa.

Camus asintió.

— Gracias mí señor — Cid le extendió su mano y el omega la beso en señal de sumisión y lealtad.


— Te lo preguntare una vez más ¿Dónde está tu jefe?

— Jamás te lo diré maldita rata — el alfa atado a la silla le escupió sangre en la cara.

— Respuesta equivocada — el alfa mordió su cuello con los dientes de lobo desgarrándolo y matándolo en el acto.

— Yuumilawoll si sigues matándolos jamás encontraremos a los malditos alfas europeos.

— Lo encontremos, a ellos y a Itzamma. Lo siento, siento que a reencarnado pero no se dónde. Juró que lo encontré dónde quiera que este.

— Sabes que te acompañaré hermano.

— No me llames más Yuumilawoll, sabes que nuestros padres nos dieron otros nombres. No lucimos igual a nuestros cuerpos de hace 500 años y ellos no deben saber que reencarnamos.

Hola mis bellos lectores.

Les dejó un capítulo más y si tienen alguna duda me la dejan en los comentarios.

Gracias por leer.

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