Enlazamiento
Siempre había sido el niño mimado de su papá alfa. Aunque fuera un omega, Cid lo amaba. Siempre le prometió que lo protegería del mundo y que lo juntaría con un alfa digno de él.
Ya solo a la edad de 10 años y lo único que pensó fue en las historias de amor que Sisifo le contaba de ellos.
Aioros quería lo mismo.
Amar a su alfa como su papá omega lo hacía.
Tan solo le bastó mirar a los ojos a Saga para enamorarse de él y a sus 12 años ya sabía que deseaba enlazarse con él, con ese alfa seis años mayor.
Nunca hizo falta pedírselo a su papá. Saga se había ganado el derecho a cortejarlo y apenas el gemelo tuvo la aprobación de su patriarca, las miradas y las palabras lindas no se hicieron esperar.
Tuvieron química al instante, aunque el gemelo era un hombre rudo a simple vista, a solas con él era todo un romántico.
Sus amplias sonrisas que le regalaba solo a él, sus ojos esmeraldas que brillaban tan solo al verlo y esos labios carnosos eran combinación perfecta para llevarlo hasta el cielo.
Había perdido la cuenta de las veces que fantaseó con pasar un celo junto a él, de tener ese perfecto y tonificado cuerpo solo para él.
Solían escaparse al bosque por las noches para comerse a besos y masturbarse uno al otro sin control. Pero jamás dieron un paso más por temor y respeto hacia Cid.
Aioros era pequeño y por más que sabía que sería suyo, le debía lealtad a su jefe.
— Bebe este té cariño — ofreció su padre omega mientras Aioros se vestía para dormir.
— ¿Qué es papá? — cuestionó luego de probar sorbo — es muy dulce.
— Es un té especial, receta familiar — le sonrió mientras acariciaba su brilloso cabello color castaño — ahora tienes que descansar, mañana es un gran día ¿Estás nervioso? — se aventuró a preguntar.
Aioros lo observó con sus enormes ojos color jade.
¿Qué si estaba nervioso?
Claro que lo estaba. Iba a unir su vida para siempre con Saga. Con un alfa temible y respetado. Con el hombre que lo enamoró en cuánto lo vio.
Sin embargo no era eso lo que más nervioso lo tenía, si no el hecho que compartiría intimidad con el alfa por primera vez. No ser suficiente para el era su mayor temor.
— Papá — llamó — ¿Duele?
— ¿Qué cosa cariño? — pregunto mientras seguía acariciando su cabello — ¿La mordida?
Negó energéticamente con la cabeza. Sabía que la mordida era dolorosa y tenía la esperanza que ese sufrimiento sea compensado por el acto.
— No, el nudo — cerró los ojos por un momento, avergonzado por la pregunta.
— Oh mí lindo niño — besó dulcemente su mejilla — cómo todo, duele solo al principio. Pero te prometo que luego te gustará.
Aioros sonrió sintiéndose más calmado.
Sabía que Saga no lo lastimaría, ni siquiera cuando su instinto lobuno salga a la luz. Solo esperaba que su omega este a la altura en ese momento.
De repente, Sísifo pudo olfatear el aroma de su Alfa enojado y frustrado. Algo pasaba con él y debía atenderlo.
— Debo irme pequeño. Descansa y no salgas de la habitación hasta mañana — regañó a sabiendas que Aioros tenía la costumbre de escaparse con Saga por las noches.
Y eso era exactamente lo que tenía pensado hacer.
Sisifo caminaba como un duque por su mansión. Se atrevía a mirar con el mentón elevado a los demás alfas y eso molestaba a más de uno ya que no dejaba de ser un simple omega.
Pero era el omega y lazo del jefe.
Nadie quería ser blanco de la ira de Cid.
Lo respetaban quieran o no.
Por un momento el aroma amargo de su esposo se volvió más fuerte y este estaba acompañado por el de los gemelos.
Algo sucedía y él quería saberlo.
Sabía muy bien que a Cid no le agradaba que esté metido siempre en el despacho mientras tenía reunión, sobre todo con los gemelos. Sin embargo, tenía una excusa perfecta y esa era su hijo omega y la boda que se celebraría mañana.
Seguro y confiado, como le gustaba mostrarse, golpeó suavemente la puerta de madera caoba con sus nudillos y solo entro luego de escuchar el "adelante" salir de la boca de su lazo.
Al entrar liberó su aroma para calmar a su alfa y embriagarlo con su presencia, pero eso no funcionaba con los dos alfas que estaban presentes y lo miraban serios.
Cid estaba sentados en su silla detrás del escritora. Saga permanecía parado frente a este, con un semblante serio y preocupado.
Kanon bebía un escoses y fumaba sentado en el sillón de cuatro cuerpos que estaba en el otro extremo de la sala.
Sísifo caminó hacia su alfa, le sonrió a Saga que fue el único de los gemelos que lo miró.
Había algo raro en el aire y mirando los nervios de Saga, al instante supo que le pasaba.
Le susurró algo al oído del patriarca y este asintió.
Cid levantó la vista y miro hacia su futuro yerno.
— Saga, vete a descansar. Mañana será un gran día. Me quedaré con Kanon.
— No, señor — espeto algo enojado — esto es importante ¡Nos han robado un cargamento lleno de opio! — bramo.
Sísifo sonrió complacido por el poco esfuerzo que tuvo que hacer para enterarse de lo que sucedió allí.
— No te preocupes — le hizo un gesto con la mano — Kanon y sus hombres se encargarán, tú tienes una boda con mí hijo — frunció el ceño.
— No puedo estar tranquilo con lo que pasó. Mataron a cinco de los nuestros ¡Esos malditos Italianos!
Sísifo sabía que debía irse ni bien termino de darle el "recado" a su alfa. Comenzó a masajearle sus hombros y si este no lo echaba pues no se iría y sabía que los alfas griegos tampoco lo harían.
Siguió escuchando con atención.
— No quiero preocuparme con eso y menos ahora Saga, mañana te casas. Luego pensaremos en nuestra venganza.
Kanon se levantó de su lugar cansado, si su hermano no se iría a dormir pues él lo haría con gusto ya que estuvo toda la tarde corriendo y entrenando junto a Camus.
Quería acabar con esa reunión rápido e ir a disfrutar del cálido cuerpo de Tetis, una omega que había tomado de los esclavos.
Posó la mano sobre el hombro de Saga y lo miró suplicante, el mayor bufó y luego de un asentimiento con la cabeza se retiró.
Saga salió del despacho ofuscado. Odiaba relegar sus responsabilidades, aunque sabía que Kanon podía encargarse perfectamente.
De camino a su habitación, ubicada en el tercer piso donde solo dormían miembros de la familia y los gemelos, sintió un aroma que conocía a la perfección.
Siguió el dulce y excitante aroma hasta encontrar a su omega escondido detrás de una planta esperándolo.
— Tendrías que estar durmiendo — aclaro con ironía ya que a él lo había mandado a dormir también.
De la oscuridad emergió el omega de catorce años y le sonrió con dulzura rompiendo todas las barreras de seriedad que ese alfa podría tener.
— No podía dormir sin un beso de buenas noches — le guiño.
Saga sonrió ampliamente ante la mirada traviesa y coqueta del omega. Era tan solo un niño de 14 años pero le despertaba en su interior muchos sentimientos y sensaciones para nada inocentes.
Su lobo estaba más ansioso de lo normal y le costaba controlarlo. Desde que el omega lo había abordado en el pasillo, un aroma más dulce de lo normal en Aioros, lo envolvió y eso causó un efecto en el alfa.
Conocía a la perfección ese aroma. Su cuerpo comenzó a calentarse instantáneamente, su lobo reclama al omega, SU omega.
Salvaje, sus ojos brillaron en un rojo intenso.
Si medir palabras, el alfa respondió el pedido de Aioros y lo beso pasionalmente empotrando su delgado cuerpo contra la pared más cercana.
Los besos comenzaron de una manera para nada inocentes, Saga estaba perdido en el dulce aroma y Aioros en el calor corporal.
Podía sentir a su lobo omega interior sumiso ante el lobo alfa, necesitado y desesperado por ser reclamado, por ser marcado.
Saboreó sus carnosos labios posesivo, casi desesperado. Su lobo ronroneaba satisfecho por estar tocando aquél menudo cuerpo que le pertenecía.
La boca viajó hasta el cuello del castaño chocolate haciendo soltar un jadeo excitado provocando que el fuego en los labios viajará directo hasta su entrepierna.
— Oh Saga — exclamó ahogado en el aroma fuerte del alfa.
Al escuchar la voz del menor, el gemelo intensificó los besos. Sus manos exploraron aquella espalda por debajo de la camisa acariciado la suave piel con sus dedos, tan suave, tan delicada que lo hacía temblar.
Deseaba hacerlo suyo de mil maneras, deseaba marcarlo, enlazarse y que ese bello y delicado omega le perteneciera.
Los toques y caricias para nada inocentes de Saga lograban despertar a un fuego arrasador en él, no tenía idea que es lo que le pasaba, pero estaba más deseoso y excitado que nunca.
— Eres tan hermoso y solo mío... Mío, eres mío Aioros — ronroneaba el alfa pegado al cuello del menor. Sus manos recorrieron todo el largo de la espalda hasta internarse en su trasero por debajo de la ropa logrando que el omega se frotara contra su cuerpo. Saga olfateó el aire y su lobo gruñó — hueles ... Hueles exquisito — dijo rosando su nariz contra el cuello del omega. Olía demasiado bien, más dulce que lo normal y eso lo estaba enloqueciendo — mmmm me encanta.
Aioros sentía mucho calor. No era el calor normal del celo, este era uno mas intenso que estaba quemando cada una de sus células y tenía convertirse en cenizas si el alfa no lo tomaba allí mismo.
Desesperado y sobre estimulado por las manos de Saga que masajeaba y apretaban sus glúteos, comenzó a desabrochar el pantalón del mayor liberando su miembro para tocarlo y acariciarlo cómo tantas veces lo había hecho escondidos en el bosque.
Al sentir que Aioros había bajado un poco la prenda, desenterró su rostro del cuello para mirarlo intensamente.
Los ojos del omega brillaba azules, fríos y sobrenaturales, clara señal que el lobo interior del menor había tomado posesión completamente de él.
El lobo del alfa rasguñó su pecho y tiró fuertemente de él exigiendo salir.
Y lo dejó.
Los ojos de Saga brillaron rojos intenso.
Al diablo todo, ese niño era suyo hace años y lo observaba cómo a un adorno de porcelana extremadamente delicado al cual no podía tocar.
Y el quería tocarlo de muchas maneras, dios las cosas que le haría.
Estaba seguro que al castaño chocolate no le importaba en estos momentos que lo tome ahí, a medio corredor.
Bajó un poco la pijama para luego frotar su miembro con el del otro logrando una flexión deliciosa haciendo que Aioros gimiera en su oído.
El alfa gruñó sacando sus colmillos listo para morderlo.
Aioros ladeó su cuello en una postura clara de sumisión hacia su pareja entregándole gustoso su fidelidad, su amor, su vida.
El alfa se regodeó con anticipación por la actitud de su omega tan entregado a él.
Y cuando estaba por encajar sus colmillos en esa piel tan deliciosa, Saga sintió que algo lo golpeó bruscamente y lo arrojó hacía el final del corredor con una fuerza impresionante.
Rugió enojado por haber sido separado de su omega. Sacó sus garras listo para pelear con cualquiera que se haya atrevido a semejante acto.
Un golpe de puño en su rostro lo aturdió.
— ¡Saga, hermano! ¡Que haces! ¿ Acaso estás loco? — gruñó Kanon claramente enojado — Cid te matará si se entera de esto. Da gracias que fui yo el que los encontró — Kanon instintivamente olfateó el ambiente y sus ojos brillaron rojos al sentir el celo de Aioros.
— Kanon — llamó en advertencia Saga listo para saltar encima de su gemelo. El menor apagó sus ojos.
— Ve a tu habitación Aioros — ordenó tajante.
Saga miró a su omega que le devolvió la mirada asustado. Asintió para que hiciera caso y lo observó caminar hasta que se perdió por la oscuridad del corredor.
— Gracias hermano — dijo al fin una vez solos — si tu no llegabas...—
— No importa — interrumpió — estoy muy cansado para esto ahora — bufó molesto y cansado — solo ve a dormir que mañana será un gran y largo día.
Todo mundo sabía que ese día sería ajetreado y por esa razón Sísifo levantó a toda la servidumbre más temprano de lo habitual.
Y absolutamente todos le obedecían.
Era el casamiento del hijo omega del patriarca y todo debía salir perfecto.
Saga había pasado una noche terrible, el celo de Aioros había adelantado al suyo. No es que no le agradaba la idea de estar con su omega en su celo, sin embargo no deseaba que la primera vez del castaño oscuro sea de esa manera.
Sabía perfectamente que él perdía el control estando en celo y tenía miedo de lastimarlo.
Ese omega era como una flor delicada para él.
Cid había desplegado toda la seguridad posible. Luego del robo del cargamento, su instinto estaba a flor de piel y tenía un mal augurio.
Aioros se observaba al espejo mientras se acomodaba la corbata que hacía juego impecable traje color crema.
Sus manos le sudaban debido al calor corporal por su celo y los nervios.
— Permiso — interrumpió su papá omega en la habitación — ¡Que bello estás hijo! — halagó maravillado al verlo. Su niño estaba realmente hermoso.
— Gracias papá — musito en un suspiro.
— ¿Qué sucede pequeño? — cuestionó preocupado acercándose junto a él.
— Nada papá, solo estoy muy nervioso.
— Tranquilo mí pequeño — Sísifo beso su cabeza, rozando la nariz con el pelo castaño oscuro y aspirando el aroma dulce de su cachorro, que luego de esa noche no volvería a sentir — ya verás que no es tan malo como piensas. Te enlazaras a un gran alfa, uno que te merece de verdad. Sabes que Saga te protegerá de lo que sea, a ti y a los hermosos cachorros que le darás — le dijo mirando el reflejo de su hijo en el espejo, regalándole una sonrisa de lo más maternal y tierna — Se que entraste en celo por el té que te di anoche, traje estás flores para que las guardes en tu bolsillo — Sísifo le entrega unas flores de color violeta — es acónito, esto esconderá tu aroma y dormirá a tu lobo lo suficiente para la ceremonia. Me enteré que Saga entró en celo también — miró de soslayo a su cachorro que se sonrojó al instante — esto lo calmara a él también — instintivamente Aioros llevó la flor a su nariz para apreciar su aroma — ¡No! No las pongas directamente en tu nariz cachorro, tampoco las toques por mucho tiempo, solo llévalas una hora en el bolsillo y luego me las devuelves.
— ¿Por qué Papá? ¿Qué hacen estás flores? — cuestiona curioso.
— Hijo, el acónito puede envenenar a los lobos y matarlos si se está mucho en contacto. Se conoce como wolfsbane o el llamado "mata lobos" ten cuidado, solo es para marear un poco a tu lobo y que el celo no te consuma durante la ceremonia — Sísifo llevo sus manos rápidamente al cuello del traje color crema de Aioros — déjame acomodarte esto — apenas movió la camisa, vio las marcas que Saga le había dejado la noche anterior en su arrebato de lujuria. Por supuesto es algo que el omega mayor ya sabía.
— ¡No papá! — exclamó Aioros asustado separándose de su padre.
— ¡¿Qué tienes ahí Aioros Maldonado?!
El omega menor abrió su boca en una perfecta "O" sin saber que decir realmente.
Su padre mataría a él y Saga por supuesto.
Instintivamente el menor tapó con su mano la marca en el cuello que el alfa le había dejado la noche anterior en esa sesión de besos apasionados.
— Nada — mintió descaradamente aún sabiendo que su padre omega podía saberlo por su aroma y ritmo cardíaco acelerado.
Sisifo lo miró ceñudo, no iba a delatarlo con Cid, sin embargo, el hecho que le haya mentido y no confiara en él le dolía mucho. También que su hijo se comportara así con Saga sin ser marcado.
— ¡No podías esperar!
— Mí celo había llegado — contestó avergonzado — lo siento papá, no me pude controlar.
— Sé lo de tu celo, yo lo adelanté con el té que te dí, pero no tenías que salir de tu habitación — lo miró enojado — ¿Tienes una idea de lo que hubiera sucedido si Saga te marcaba anoche?
— Lo lamento — agacha la cabeza.
Su padre omega lo observó, lo entiende. Es un adolescente hormonado y en celo, tan solo pensar lo que hubiera pasado o la vergüenza que hubiera traído a la familia, lo ponía enfermo.
Lo abrazó dándole confort. Él sabe muy bien que este mundo no está hecho para los omegas.
— Tranquilo, en unas horas pertenecerás a tu alfa, el mejor que podrías tener.
Saga estaba sentado en el borde de su cama, sus codos clavados en las rodillas y sus manos sosteniendo su cabeza.
No estaba nervioso, solo ansioso.
Su lobo estaba ansioso y no paraba de rasgarle el pecho y gruñir.
Estaba en celo y necesitaba marcar a su omega de una buena vez.
Podía sentir el celo de Aioros, ese aroma tan dulce y fuerte que recorría el pasillo hasta su habitación para golpearle en la cara y recordarle que no lo puede tener..
Hasta esa noche por supuesto.
Hoy sería suyo, completamente suyo y no solo su cuerpo, también lo sería en alma. Estarían enlazados, formarían ese vínculo irrompible, ese que le permitiría sentirlo en todas sus formas, su olor únicamente para él, los latidos de su corazón capaz de escucharlos a kilómetros, poder saber lo que siente en su cuerpo.
Sería suyo y de nadie más.
Nuestro. Su lobo exclamó
Aioros, ese pequeño omega por el que había hecho todo, sería suyo al fin.
— ¿Aún no estás listo hermano? — interrumpió Kanon la línea de sus pensamientos, el aroma agrio abofeteó su nariz — santo cielo Saga, apestas a ansiedad.
Saga levantó su mirada, el rojo en sus ojos era visible. El lobo estaba a flor de piel.
— No molestes Kanon — respondió con una voz casi sobrenatural.
Eso no logró amedrentar a su hermano gemelo. Nadie se los decía pero ellos aseguraban que compartían al mismo lobo ya que sus aromas era exactamente iguales, cosa que era muy extraño y raro.
Un caso único.
Su lobo no se teme a si mismo ¿Verdad?
— Pues — hace una mueca mientras toma del sillón, que descansa en una de las esquinas de la habitación, el traje color azul marino de Saga — Cid no está de buen humor hoy — el alfa mayor levanta la mirada de golpe, casi asustado, pensado en la noche anterior — tiene a toda la manada corriendo por la seguridad, ya sabes, por lo del robo — hace un movimiento de mano mientras arroja a la cama el traje — ¿Quieres que te vista? — pregunta en tono burlón.
— No seas idiota — se levanta un poco furioso o tal vez frustrado... O un poco de los dos — solo pásame la ropa.
El gemelo mayor se levanta y comienza a quitarse su pijama frente al espejo.
Observa sus cicatrices en su tórax y se pregunta si a su pequeño omega le disgustaran.
No es que no sea atractivo de igual forma, sabe que tiene un cuerpo trabajado y fibroso, sin embargo tiene tantas cicatrices en su pecho como abdominales.
Gajes del oficio.
Garras marcadas en su pecho que alguna vez sus enemigos le hicieron.
Tan solo con 20 años contaba con más muertes en su historial que un sicario bien pago.
Aún así no se arrepentía. Era la mano derecha del jefe de la mafia más peligrosa de todo Chicago y gracias a eso conoció a Aioros, su omega y la persona más importante en su vida junto a su hermano gemelo.
Kanon interrumpió sus pensamientos lanzándole el pantalón, que aterrizó en su cara.
Saga lo miró con el ceño fruncido y Kanon solo sonrió inocente.
Se deslizó su pantalón azul marino perfectamente planchado. Kanon lo ayudó con la camisa y el chaleco.
— Te ves muy guapo para ser tú — bromeó el menor — toma, el reloj de papá — Kanon le extiende un fino reloj de bolsillo grabado.
— Oh hermano, creí que se había pedido — Saga lo abrazó — gracias.
— No te lo quedarás, yo también lo usaré cuando me enlace.
— Aún así, gracias hermano — rompe el abrazo — me hubiese gustado que nuestros padres estuviesen aquí.
— A mí también hermano — Kanon contiene una lágrima. Caminó hasta el sillón y agarró el saco para ayudar a su hermano a colocárselo.
Sus padres había sido asesinados por unos alfas, ellos tan solo tenían 8 años.
Vagaron por las calles hasta que años después Cid los encontró o más bien Kanon intentó robarle.
Fue muy estúpido por parte de él y Saga le había dicho que era una mala idea, pues el hombre se veía bastante custodiado y sobre todo armado. Sin embargo Kanon, atraído por las cosas brillantes como un gatito, decidió que robarle era la mejor idea.
"Piensa en toda la comida que compraremos con tan solo ese relojito" le dijo a su hermano mayor.
No llego a tocarle el bolsillo que el alfa lo había capturado. Tan solo mirar a ambos alfas gemelos se dio cuenta de su potencial, eran dos adolescentes fornidos y valientes y los más importante, eran lobos de la calle
El patriarca de la mafia decidido darles un mejor trabajo.
Oh si, su padre Aspros estaría orgulloso de ellos. De que habían sobrevivido a las calles y ahora eran importantes para el jefe de la mafia más temible de la ciudad.
La ceremonia había sido hermosa.
Saga no podía creer que su precioso omega le perteneciera completamente bajo las leyes.
Solo faltaba el enlazamiento, y eso era lo más importante para la unión de los lobos. Lo único verdaderamente valioso para ellos.
Verlo caminar hacia él de la mano de Cid fue hermoso. Con su sonrisa brillante y los nervios a flores de piel que un niño de 14 años no puede ocultar.
La música instrumental sonaba en el parque trasero de la mansión, la gente bebía y hablaba al compas. Vestían de gala y brillos por doquier.
Sin embargo, nadie brillaba más que Aioros para sus ojos.
Saga estaba parado en un rincón hablando con Shura, su cuñado molesto que se creía el mejor de todos. Odiaba su actitud de superioridad y su actuar soberbio hacía los gemelos.
Saga se reía internamente, sabía que Cid renegaba de las acciones de su hijo y sobre todo sus habladurías de macho cuando su perfecta piel blanca no poseía ninguna cicatriz de pelea en comparación de Kanon y Saga.
Shura jamás había matado a nadie y tenía el atrevimiento de tratarlo como si fuera su jefe.
Niño de papá.
Kanon bailaba con Aioros bajo la atenta mirada de Saga. Su lobo gruñía y las palabras de Shura sonaban muy lejos en ese momento.
Cid estaba sentado junto a Sísifo, este último le acariciaba el pelo mientras le susurraba al oido.
Uno de los guardias se acercó al jefe y le susurró algo. Algo que hizo que Cid abrirá los ojos y se levantara de su lugar con una expresión severa.
Caminó hasta Kanon y le habló al oído.
Eso alertó a Saga quien se acercó también.
Camus estaba aburrido en su habitación, daba vueltas como un lobo enjaulado mareando a Baian.
No tenían permitido asistir a la ceremonia.
— Vamos — gruñó Camus — vamos a ver y robar torta.
— Aioria dijo que te traería más tarde — respondió Baian sentado en la cama leyendo.
Si, ya podía leer libros por su cuenta y también escribir gracias a las enseñanzas de Camus. Su lobo estaba más que feliz, eso lo hacía más especial para encontrar un buen alfa. Era virgen, soñaba con entregarle lo más valioso que un omega podía darle a un alfa, su entera pureza. Es todo lo que él quería. Lo que un simple omega podía aspirar y desear.
Claro que eso no aplicaba a Camus, prefería que lo maten antes de enlazarse a Aioria.
Él no seria el omega de nadie. Ningún alfa le es suficiente.
— Tan correcto y aburrido.
— No lo soy — bramó ofendido — no soy partidario de los castigos de Cid y claramente el mío será más severo.
Camus me sacó la lengua — Aburrido y predecible, te enlazaras con un idiota. Escuché que varios alfas políticos asistieron con sus hijos — miró de soslayo a su amigo — puede que uno te vea y se enamore. Imagínate, casado con un hijo de un importante político.
Espero paciente a que la manipulación haga efecto.
— Solo miraremos desde afuera — contestó.
Camus ayudó al otro omega a salir por la ventana, no sin antes agarrar su preciada navaja que le había robado algunos de los alfas idiotas de Cid.
Caminaron por el pasto húmedo, la noche estaba haciéndose presente y con ella el rocío.
— Solo una mirada — susurró Camus.
Los omegas jamás escucharon los pasos detrás de ellos.
Un alfa le tapó la boca a Baian mientras otro golpeó a Camus.
Ambos fueron arrastrados hacia el fondo de la propiedad, donde estaban los galpones, el verdadero objetivo de ellos.
Pero se llevarían dos souvenirs para sus placeres. Tan ofrecidos y solitos.
Camus se despertó justo cuando Baian están siendo abusado por uno de los hombres.
El otro intentaba desnudarlo a él.
Gruñó desesperado tratando de callar en su mente los gritos de su amigo y te recordar las lecciones de Kanon.
La navaja.
Él tenía la navaja. Intentaba alcanzarla pero el peso del alfa sobre él no lo dejaba.
El miedo le ganó y solo pudo gritar alto y fuerte.
¿Qué más podía hacer? Se odiaba en estos momentos por ser débil, por ser un tonto omega pequeño, tan solo un niño.
Era la vergüenza para Cid y Kanon.
Cerró sus ojos tan fuerte que pensó que se le hundirían en el cráneo. Comenzó a llorar mientras el hombre le pasaba la lengua por el cuello.
El alfa se incorporó para quitarle los pantalones.
Escupió sangre de repente, una daga atravesó su garganta.
— Kanon — el nombre de su maestro salió como un suspiro de alivio casi ahogado.
Kanon tenía los ojos rojos y sus colmillos fuera. Nunca lo había visto así tan salvaje.
Saco sus garras, con irá, desgarro el cuello hasta separar la cabeza del cuerpo.
Saga desmayó al otro.
— ¿Por qué te cuesta tanto seguir las reglas? — gritó Cid a un asustado Camus — Esto — señaló a Baian desmayado en el piso — es culpa tuya.
— Señor... — intentó hablar Kanon pero Cid no lo dejó.
— ¡No! Él tiene que ser consciente. Será la pareja de mí hijo y no puede ser ultrajado.
El alfa intruso estaba atado a una silla moviéndose frenéticamente.
— Dile a alguno de los muchachos que se lleven a los niños a la mansión — uno de los matones a su cargo obedeció — bien, qué tenemos aquí.
Eso fue lo último que Camus escuchó antes que lo arrastran fuera del galpón.
Ambos gemelos estaban parados junto a su jefe, uno de cada lado observando severamente al alfa intruso.
— ¿Para quien trabajas? — cuestionaba Cid con voz tranquila — seguramente te mando Manigoldo ¿Verdad? — toma el mentón del lobo atado y levanta su cabeza — ¿Trabajas para los Italianos?
El alfa escupió en sangre en el rostro del mayor y rio.
— No te diré nada desgraciado.
— Tengo mis métodos para hacerte hablar — miró a Kanon — trae los juguetes.
Antes de que pudieran torturar al intruso, Sísifo apareció ofuscado. Respetaba el trabajo de su alfa, pero justamente hoy era la fiesta de su hijo y el adolescente estaba nervioso buscando a su alfa.
Quería paz hoy al menos, tanto trabajo y despliegue de guardias ¿Para qué? Para obtener uno de sus pequeños omegas abusado y el futuro omega de su hijo más chico golpeado.
Miró con seriedad a todos y se colocó junto a su alfa.
— ¿Tienes que hacer esto ahora? Es el casamiento de Aioros, Saga debería estar con él.
— No molestes Sísifo — espetó serio, no le gustaba nada las atribuciones que se tomaba su omega frente a los demás.
Sin embargo Sísifo no sé amedrentó, solo estaban Saga y Kanon, ellos eran consientes de su relación y sus derechos. Sabía que ninguno de los gemelos opinaría o verían menos macho a Cid.
— Un día, solo un día.
Cid lo atrapó en un fuerte agarre en su brazo. A él tampoco le gustaba esto y menos en el casamiento de su hijo, pero habían logrado entrar a su prioridad, atacar a dos niños y vaya a saber que planeas tenían aquí.
— No puedo dejar pasar esto.
— Señor yo me encargo — sugirió Kanon — que mí hermano vuelva con Aioros.
— No, que se encarguen de cuidarlo los muchachos. Luego de la fiesta volveremos. Tu no Saga, tienes deberes con mí hijo.
Antes de entrar a la habitación que de ahora en más compartirían, Aioros le había entregado el acónito a su padre omega.
Sentía a su lobo despertar dentro suyo, había estado dormido como le habla dicho Sísifo. Nunca pensó que iba a reaccionar tan rápido. Tan pronto traspaso la puerta, su celo lo golpeó sin aviso.
El lobo de Saga gruñó.
Lo podía oler nuevamente y su celo se hizo presente.
El aroma dulce de Aioros lo enloquecía, desquiciaba a su lobo haciéndolo gruñir posesivo y ansioso por reclamarlo.
Era muy consciente que no podía simplemente atacarlo, anularlo y marcarlo.
No podía permitir que su lobo tomara el control y dejarse llevar por su lado más salvaje.
Aioros es un adolescente virgen, no solo eso, él es lo más preciado que tiene, tan delicado y hermoso como una flor en plena primavera.
La más hermosa de todo el jardín.
Jamás lo lastimaría, deseaba que toda esta noche fuera lo más especial y cuidadosa posible.
Ya habría tiempo para que ambos de dejaran llevar por sus instintos.
El omega se quedó parado en la puerta, estaba más que nervioso. Sería la primera vez que se entregaría completamente a su alfa, sería marcado y probablemente anudado.
Saga podía oler todas esas emociones y solo hacia que su loco se pusiera más ansioso.
Deseaba tranquilizar a Aioros.
Caminó despacio, dándole la espalda al menor que aún seguía parado en la puerta, se sirvió un vaso de whisky.
— Cariño — lo llamó dándose la vuelta con vaso en la mano — ven, no tengas miedo. Me conoces, soy yo, la persona que estuvo contigo siempre.
Tenía razón, no debía tenerle miedo a su alfa. Incontables veces había deseado este momento. Incontables veces se habían ahogado en besos en lo más profundo del bosque tocándose y masturbándose, tratando de saciar ese deseo prohibido que tenían. Y ahora que había llegado el momento, parecía un pajarito asustado.
Su lobo interno chilló en su interior, quería golpearlo por comportarse de esa manera con su alfa.
Casi empujado desde adentro, Aioros caminó hacia Saga. Este lo observó con sus ojos color verdes, iluminados por la luz de la luna que se colaba por la ventana sin ser invitada.
— Eres hermoso Aioros — susurró el alfa acariciando su mejilla — y eres solo mío — su lobo gruñó posesivo. Saga suspiro para calmarse — no estés nervioso, no te haré daño pequeño.
— Yo- yo deseo esto amor mío — suspiró — solo que no sé hacerlo, tengo terror a no complacerte.
Sabía que Saga no era virgen, él le habla sido sincero. Le había contado que tuvo sus aventuras antes de que Cid los encontrara.
Tenía miedo que no logrará darle lo que tanto había esperado.
¿Y si era terrible en el sexo y Saga lo abandona? O le sería infiel.
— Se lo que piensas, puedo oler tu miedo — dijo suavemente sin dejar se acariciar su mejilla — No hay nadie en este mundo que me importe más que tu — besó suavemente sus labios — no hay omega que se compare a ti. Eres todo lo que deseo, todo lo que amo. Te amo Aioros.
— También te amo Saga — el castaño sonrió.
El alfa sujetó la pequeña cintura y giró a su omega para pegar sus labios al cuello de este.
Mientras se deleitaba con el aroma que desprendía y la suave piel del menor, las manos del alfa acariciaban su pecho.
Un gemido de Aioros fue a parar directo a la entrepierna de Saga que tembloroso, comenzó a quitarle el saco y desabotonar el chaleco color crema.
El omega ladeó instintivamente su cabeza dejando su cuello a la vista brindándole total sumisión al alfa. Este gruñó satisfecho con eso.
Una vez que las primeras dos prendas fueron quitadas, Saga hizo lo mismo con las suyas, quedando ambos en pantalón y camisa.
El gemelo desabotonó los tres primeros botones de la camisa del menor. Bajó un poco la tela del cuello despejando sus hombros.
Los besó.
Paciente se deleitó con la piel a la vista, embriagándose con su dulce aroma y lamiendo su cuello.
Aioros suspiro excitado provocando que Saga arrancara su camisa.
— Eres hermoso pequeño — susurró en su oído.
Sus grandes manos recorrieron con parsimonia todo el pecho y estómago del omega, ambas llegaron a sus pantalones y estos fueron despojados.
Lo sostuvo en sus brazos y lo llevó hasta la cama para recostarlo allí. El alfa podía oler el aroma del lubricante natural de Aioros.
Una vez que lo depositó en la cómoda cama, Saga se incorporó y lentamente se despojó de su camisa bajo la mirada jade del menor. El mayor se sonrojó por como lo observaba.
¿No le gustarían sus cicatrices?
Saga lo miró expectante.
— Saga — llamó casi sin aliento — Dios mío, tiene un cuerpo hermoso — el gemelo sonrió. Aioros se incorporó y acarició cada una de las marcas dibujadas en el pecho de Saga, tallándolas con los dedos y admirando la rudeza y valentía de su Alfa.
Su lobo estaba complacido.
No le importaron sus cicatrices.
Terminó desnudándose por completo. Hizo lo mismo con su omega. Este tembló.
— Tranquilo pequeño. Solo déjame besarte.
Y así lo hizo, besó toda la extensión de ese pequeño cuerpo que era suyo. Desde el cuello hasta la cara interna del muslo.
El aroma allí era más intenso.
Sus ojos se tornaron rojos y cerró sus párpados para calmarse y mantener su instinto a raya.
Respiró hondo tragándose todo el aroma del lubricante. Su erección rebotó excitada.
— ¿Estás listo? — preguntó una vez que volvió a colocarse entre sus piernas y besar sus labios. Aioros asintió — bien, solo relájate. No te lastimare.
Mientras le robaba el aliento con los besos, tomó su miembro y lo alineó a la pequeña entrada que deseaba conquistar. Gruñó entre besos cuando la cabeza de su pene se abrió paso por los anillos del ano.
Nunca dejó de besarlo mientras lo penetraba lentamente, metiendo toda su longitud hasta el fondo. La intromisión había sido fácil, el omega estaba en celo y su lubricante era más abundante.
Tuvo que detenerse apenas estuvo todo adentro para no acabar enseguida. El interior de menor estaba estrecho y caliente.
— ¿Estás bien?
— Si amor, lo estoy.
— ¿Quieres que me mueva? — Aioros solo asintió con la cabeza.
Comenzó con unas embestida lentas y largas, sintiendo cada centímetro de su interior apretar su miembro. Era demasiado placentero y por el aroma que el omega desprendía también le decía que le estaba gustando.
Enterró el rostro en el cuello de menor y lo hizo suyo por un rato. Pegados uno al otro disfrutando del momento que era de ellos dos. Saboreando cada expresión de placer que el hermoso rostro de Aioros le regalaba.
Lo penetró más rápido y sonrió cuando el omega gritó de placer al golpear su próstata. Saga aulló de satisfacción escuchando los gemidos de extasiados que eran música para sus oídos y comenzó a castigar ese punto dulce que había encontrado.
Aioros fue arrojado hasta un orgasmo que hizo temblar todo su cuerpo y lo aturdió, eyaculando entre ambos.
— Date la vuelta — pidió entre jadeos — será más cómodo.
El menor se acostó boca abajo.
Saga se volvió a colocar entre sus piernas y lo penetró nuevamente, está vez buscando su propio placer.
Aferró sus manos a la cintura del omega y comenzó a embestirlo con mayor fuerza y velocidad. Gemia ronco enterrando su nariz en el suave cuello. Todo su cuerpo vibraba mientras lo penetraba hasta el fondo, hundiéndose en el omega que temblaba bajo suyo.
Apenas sintió su orgasmo cerca, dejó paso libre a su lobo, haciendo brillar sus ojos rojos y sacando sus colmillos para hincarlos en lo más profundo del cuello de Aioros y con eso marcarlo finalmente como suyo.
Automáticamente los ojos del omega brillaron tan azules y fríos como el acero. Su lobo estaba respondiendo a la marca.
El sabor de la sangre empalago su boca, era exquisita.
El nudo se hizo presente abriendo aún más el interior de Aioros.
No lograba cerrar sus ojos que brillaban azules debido al trance que su cerebro estaba atravesando.
El enlazamiento estaba haciendo lo suyo aturdiendo a su mente con recuerdos de la niñez de su alfa proyectándose en imágenes dentro de su cabeza.
Sacó sus colmillos y gruñó fuerte sin miedo a ser oído. Su ano se expandía y su cuerpo estaba descontrolado. Aún así era una sensación placentera y única.
Al gemelo le pasaba lo mismo, su lobo saltaba de satisfacción de por fin reclamar a su omega cómo suyo. Algunos recursos del castaño invadieron su mente mientras él llenaba su interior tanto con el nudo, como con su semen que salía a borbotones.
Ahora podía sentir lo que Aioros sentía, estaba conectados. Aspiró fuerte el aroma de su ahora omega, ese aroma que de ahora en más sería solamente suyo. Su propio aroma envolvió el cuerpo del menor como un manto protector que indicaba que él tenía dueño, que le pertenecía, que había sido reclamado.
De ahora en más sus celos serían suyos.
De ahora en más estaban conectados.
Enlazados.
Ahora eran uno.
Apenas Saga soltó el cuello del omega, los ojos de ambos dejaron de brillar.
El enlace había terminado, sin embargo, seguían unidos por el nudo.
Sin darse cuenta, Aioros intento alejarse un poco provocando un suspiro lastimero por parte del alfa.
— Lo siento — susurró.
Saga pasó su brazo por debajo de Aioros y giró para ambos quedar de costado.
— Así está mejor — besó la marca que aún sangraba — no te muevas o nos lastimaras — el alfa comenzó a lamer gustoso la sangré que aún chorreaba de la mordida.
Aioros estaba agotado y aún aturdido por todo que sin darse cuenta se rindió en los brazos de Morfeo aún pegado a su ahora compañero.
Hola mis bellos lectores.
Perdón la tardanza, me había tomado un tiempo.
Espero que les guste y gracias por leer.
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