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Bienvenido al clan - parte 2

Una persona puede perder su humanidad cuando cruza la línea de la cordura mental.
Esa línea fina que separa lo racional del monstruo que uno lleva dentro.

Monstruo que a veces nunca se vuelve a dormir, o solo sale en el momento que lo invocamos cuando necesitamos serlo.

Nunca nadie pensó que esa noche, Camus despertaría al monstruo dormido en él.

La caminata le daba escalofríos, un largo pasillo húmedo y apenas iluminado, era todo lo que podía ver desde que bajó aquellas escaleras del sótano de los galpones detrás de la propiedad.

No tenía ni la menor idea de lo que le esperaba allí, detrás de aquella puerta de metal color negra.

¿Sería un castigo? Estaba seguro de ello, todo era su culpa por no hacer caso a ninguna regla. No debía estar fuera del cuarto en primer lugar.

Caminaba nervioso tras los pasos de Geki, uno de los alfas matones de Cid. Jugaba con sus manos preso de la ansiedad de no saber que esperar.

Intentó preguntarle al enorme alfa pero todo fue en vano cuando su única respuesta fue un gruñido.

Pensaba si lo operarían allí dentro, que Cid se cansó de su rebeldía dándose cuánta que no servía como omega ni prometido de su hijo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el ruido metálico de la puerta al ser abierta por el alfa.

— Entra — ordenó con una voz extremadamente gruesa — el jefe te está esperando.

Camus vaciló y fue empujado con brusquedad hacía el interior de la habitación.

Abrió los ojos asustado al encontrase allí a Cid, Eo y Kanon parados imponentes frente a alguien que estaba atado en una silla.

Ichi.

Estaba desnudo y atado a una silla.

Kanon, al darse cuanta de las intenciones de su jefe, frunció el seño y miró mal a Cid. Definitivamente no aprobaba aquello.

— Mí señor... — intento hablar pero fue interrumpido por el patriarca.

— Acércate, Camus — lo llamó al igual que llamaría a alguno de sus subordinados. Temeroso, el omega obedeció — ya no sé que hacer contigo. Claramente no quieres a mí hijo, eso lo tengo muy claro — sonrió de lado — no me importaría enlazarte a él de todas maneras, pero mí hijo ah sido muy insistente con no obligarte — suspiró acercándose al menor — si fueras cualquier otro omega te operaria o te vendería, sin embargo — Cid acaricio la mejilla del omega — eres especial, tienes algo que te hace especial.

— Señor... — intento volver a hablar el gemelo.

— Pero — Cid levantó su dedo índice y se dio la vuelta rumbo a alfa atado en la silla — si tan empeñado estas en ponerte en peligro y si tanto deseas ser más que un simple omega — el azabache colocó ambas manos en los hombros del prisionero amordazado — te daré una última lección.

Camus no se movía de su lugar, estaba aterrado de estar allí y sobre todo aterrado de Cid.

Sin darse cuenta, Eo lo empujó por la espalda, acercándolo hacía la silla ubicada en el centro de la habitación.

Se paró frente a Ichi, divisando el miedo plantado en su único ojo, y al verse reflejado allí, sintió miedo de él mismo.

Se sobresalto con el sonido de una manta. Era Cid destapando una mesa de metal con varios elementos de tortura.

— Señor, yo puedo hacerlo — terminó de hablar al fin Kanon — no hace falta esto.

— ¡Silencio! Es muy necesario si este niño quiere sobrevivir — espetó el mayor — Camus, agarra el bisturí y cortarle el pene a Ichi — ordenó con total naturalidad que Camus no lo reconocía.

— No, mí señor — alzó la voz el gemelo.

— Basta Kanon — levantó la palma con un gesto para que hiciera silencio — tu trabajo es entrenarlo físicamente. Limítate a eso — reprimió mirándolo intensamente — ¡Geki! ¡Eo! Acompañen a Kanon a la mansión.

Eo observó a Kanon, no quería obligar a su superior pero desobedecer a Cid era peor.

Geki lo tomó por el hombro logrando que Kanon se aparata con un manotazo enojado.

— Puedo caminar sólo, sé el camino — habló serio y enojado.

Miró por última vez al omega lamentándose por lo que sucedería y se marchó de allí. Los otros dos alfas lo siguieron.

Una vez solos, Cid miró a Camus severamente.

— Hazlo — volvió a ordenar. El omega no respondió — He dicho hazlo ¿Quieres ser como los demás? ¿Trabajar a la par de Kanon, de Aioria? — Camus asintió — entonces hazlo, corta el maldito pene.

El menor caminó despacio hacia la mesa de metal llena de utensilios.
Los observó por un momento pensando en cuántas veces habrían sido usados para torturar personas. Con la mano temblorosa, tomó el bisturí.

— No, menor usa las tijeras de podar. Sera un corte limpio y luego lo quemaremos para que no se desangre. No queremos que muera tan rápido — le guiño un ojo.

Cid se sacó el saco de vestir, quedando sólo en camisa.

Camus observó su ropa totalmente blanca que le había ordenado ponerse.

Luego no servirá, pensó.

Se colocó frente a Ichi nuevamente y apretó el mango de las grandes tijeras que le había pasado su patriarca. No sabía si hacerlo, no sabía si era capaz de torturar a alguien.

— Colócalas por debajo del pene y corta con fuerza — Camus lo observó con horror por unos segundos, más sin embargo obedeció. Se agachó un poco y colocó la tijeras bajo el pene y sus cuchillas filosas envolvieron la carne — hazlo — alentó — con fuerza. Ichi intento gritar y moverse.

Camus cerró los ojos sin moverse, sus manos temblaban de los nervios y temor.

Escuchó a el alfa mayor hablar.

— ¿Qué esperas? Piensa que con ese pene quiso violarte, ultrajarte hasta romperte. Ahora es tu oportunidad de devolverle el favor. De vengarte de esa clase de alfas que violan y destruyen omegas inocentes, piensa en Baian y en lo que le hicieron a él.

Las palabras llegaron a Camus como viento helado calando en lo más profundo de su ser. Cerró sus ojos fuerte y cuando los abrió, brillaban de un color azul frío. Observó con intensidad los ojos del alfa sometido frente a él. Ichi tembló al ver el odio tatuado en sus ojos azules brillantes.

Ichi intento gruñir, pero el sonido de su voz era amortiguado por la mordaza.

De un corte limpio, su pene fue arrancado.

Cid, rápidamente, quemó la herida.

— ¿ Sabes por qué la habitación es blanca? — el omega volteo a mirarlo sosteniendo aún la tijera y sus ojos brillantes — mírate y obtendrás la respuesta — le sonrió.

El omega volteó hacia la mesa metálica y eligió su próximo utensilio.

Eligió una pinzas y volvió a pararse frente a alfa atado.

Cid quitó la mordaza.

— Supongo que tienes imaginación — le habló — debo irme, mí omega está en celo y me está reclamado — miró hacía la puerta — puedo sentirlo — susurró — no te preocupes, está bien atado, no escapara — observó a Ichi — volveré en la mañana a primera hora, quiero ver una obra de arte — le sonrió — tienes tiempo.

Camus volvió la mirada hacia Ichi y solo se se escuchó la puerta de metal cerrarse.

Sus ojos no dejaban de brillar azules.

— Perdóname — susurró adolorido el alfa.

— Para ti solo soy un omega asqueroso — contestó — lo dejaste bien claro hace unas horas — tomó un dedo de la mano — querías probar mí dulce sabor y ahora probaras lo dulce que puedo llegar a ser — olfateó el aire — hueles a miedo, alfa y eso me encanta.

Sin pensarlo cortó el dedo, Ichi gritó fuerte de dolor, gruñía y maldecía al omega.

— ¡Maldito! No te tengo miedo, libérame y veremos quién es sometido ¡Maldita escoria!

— Di todo lo que quieras, pero puedo oler tu miedo. Me tienes miedo — habló sobrando y riendo de lado — tu eres la escoria que no merece vivir — cortó otro dedo observando con fascinación la sangre brotar del corte. Lo quemó con un soplete.

Uno a uno los dedos del alfa fueron cortados, los pies dieron los siguientes mientras Camus le hablaba y desquitaba toda si irá contra Ichi.

— ¡No eres nada! — gritó — ¡Nunca serás un alfa! — hizo brillar su ojo color rojo.

— No quiero ser un asqueroso alfa y no me gusta la manera que miras — agarró del cabello al otro y tiró su cabeza hacia atrás, con una pinza le arrancó el ojo que le faltaba — ¿Puedes oírme? — Camus comenzó a reír como sádico loco, disfrutaba ver la sangre brotar del cuerpo del alfa y se deleitaba escuchando los gritos de dolor — ahora no verás, pero si que sentirás todo lo que te haré, todo lo que deseaste hacerme a mi.

— ¡Maldito!

— Sigue así y te corto la lengua — rio —¿Ahora cual de los dos está reducido a nada? Tú alfa asqueroso, estás sometido y débil ante un omega — Camus volvió a tomar el bisturí de la mesa y se acercó a Ichi — ¿Sientes mí aroma ahora? Aún estoy en celo y verte sufrir me excita mucho — le susurró al oído — pero no siento que estés excitado ¿Acaso no te calienta este omega? Hace una horas estabas como un perro en celo sobre mí — le sopló la oreja y sin pensarlo se la cortó. Volvió a reír disfrutando de su momento.

Clavó sus garras en las piernas del alfa logrando que aullara de dolor.

Cid había logrado lo que quería, romper con la poca inocencia de ese omega de 16 años. Camus ya no le servía como un simple omega, no sería un buen compañero para su hijo menor. Pero si sería un buen torturador lleno de odio, sin sentimientos, sin escrúpulos ni piedad. Oh si, el chiquillo era toda una joya.

Esa noche, Camus uso ese lienzo en blanco para pintarlo del rojo más intenso. Sería el Picasso de la tortura y esa noche, mientras reía y manchaba su cara y ropa de sangre... Pintaría una obra maestra.


El tiempo había pasado a segundo plano y el cansancio no existió esa noche dentro de aquella habitación usada para la tortura.

Camus se detuvo solo cuando Ichi murió en agonía.

Se sentía aliviado y complacido, como si hubiera tenido su mejor orgasmo.

Aún bañado en sangre, salió de la habitación, dejando atrás el cuerpo del alfa.
El olor a humedad del pasillo golpeó sus fosas nasales, caminó a lo largo de este lentamente, sentía su cuerpo pesado, la acción de la noche le estaba pasando factura, aún así no le importaba.

Arrastraba sus pies sobre el cemento sucio y húmedo, sus ojos seguían brillando azules gracias al éxtasis y la adrenalina.

Cuando al fin subió las escaleras y abrió la puerta de metal pesado, que lo separan del exterior, el frío y el amanecer acaricio su rostro.

Parado allí, cansado y agitado, con el rostro y el cuerpo cubierto de sangre observó a las tres personas que lo esperaban.

— ¿Camus? — llamó Kanon, el omega parecía ido.

Su mentor lo observó detalladamente, era la viva imagen que demostraba el horror que había pasado allí dentro. Su hermoso, delicado y pálido rostro estaba cubierto de sangre, sus ojos eran salvajes, no tenía expresión alguna. Era como si sus emociones estuvieran apagadas.

— Omega — nombró Saga.

Camus giró su mirada hacia Saga y lo observó desafiante con sus ojos brillantes, retándole a no volver a llamarlo de ese modo.

Cid estaba complacido.

— Mí niño — llamó el patriarca logrando que Camus volviera sus ojos a su color normal — eres una obra maestra caminante — felicitó volteó a ver a Kanon — llévalo hacía la mansión y ordénale a las sirvientas que preparen un baño para él — Cid tenía una sonrisa malévola plantada en su rostro. El gemelo menor frunció el seño.

El gemelo tomo del brazo al omega, que aún no había emitido palabra, y lo arrastró hacia la mansión.

— ¿Qué le hiciste? — preguntó serio Saga mirando a su hermano y Camus caminar.

— Algo espectacular — contestó mirándolo aún sonriendo — vamos, tenemos asuntos en la ciudad.


Estático en su sitio, observaba a las sirvientas preparar la tina y su ropa. Sus ojos se movían siguiendo los pasos de la servidumbre.

Suspiró cansado aunque no lo demostraba en sus facciones.

Las sirvientas lo observaban con cierto temor, verlo bañando en sangre era realmente escalofriante. Apenas terminaron de preparar todo, huyeron rápidamente, con la cabeza gacha sin querer mirar al omega.

Una vez que se quedó solo, el omega se desnudó lentamente. La ropa caía pesada al suelo.

Se introdujo en la bañera hasta sumergirse totalmente. La sangre del alfa, impregnada en su piel, comenzó a teñir el agua.

Se quedó un largo tiempo bajo el líquido hasta que el aire fue necesario. Se recostó en el extremo y posó sus brazos a cada lado de la tina color blanca.

Suspiró aliviado y tranquilo, cerró sus ojos,  todo lo contrario al último baño que allí se había dado.

No era el mismo adolescente de hace horas atrás.

Abrió los ojos y observó el agua sangrienta y rio, una risa estruendosa y sádica que asustaría a cualquiera.

Esa mañana volvió a su habitación y no habló de lo sucedido aquella noche con nadie.


— ¡ No estoy de acuerdo! — bramó Kanon golpeando el escritorio de Cid.

— Kanon — advirtió Saga mientras Cid se limitaba a observarlo serio.

— Es un niño, es un omega ¡No puedes hacerle eso!

— Ya no lo es — contestó tranquilo — tu lo haz visto, ya no será el mismo de antes.

— ¿Y ahora que sigue? — cuestionó el otro gemelo.

— Ahora lo usaremos para nuestro beneficio — Kanon bufó — ya no sería un buen omega para Aioria, ni tampoco iba a desecharlo, es una joya ese niño — Kanon intento decir algo — no discutiré más sobre eso, seguirá entrenando contigo.

Aioria escuchaba aquélla discusión detrás de la puerta.

Deseaba saber que había sucedido con su amigo esa noche. El omega no había salido de su habitación desde la mañana.
Necesitaba saber si estaba bien, hablar con él, pedirle perdón.

Ahora que estaba seguro que su padre no lo enlazaría con él, sabía que la búsqueda de un nuevo omega comenzaría de inmediato

También necesitaba saber cuál sería el futuro de  Camus ahora que, según su padre, no servía como omega de compañía.

Escucho pasos cerca y corrió hacia el jardín antes de ser descubierto.

Caminó un rato, hasta llegar al bosque que se ubicaba detrás de la propiedad.

Entonces lo olió, conocía a la perfección su aroma.

Agudizó sus sentidos y se adentro al bosque en busca del omega.

Escuchó algunos gruñidos y golpes en algún árbol. Corrió pensando que podría estar en problemas... Estaba equivocado.

Camus se encontraba totalmente ido, con sus garras fueras y ojos brillantes.
Pegaba zarpazos a la corteza de un árbol caído.

Pareció no escucharlo ya que en ningún momento volteó en su dirección. Solo estaba allí, concentrado en golpear la madera.

— ¿Afiliando tus garras? — bromeó — ¿Cam? — el nombrado se dio vuelta en su dirección, lo observó aún transformado, respirando agitado y gruñendo — solo quiero hablar — levantó ambas manos en son de paz.

— ¿Hablar? — preguntó entre dientes, rio de lado preparando ambas manos y garras para atacar.

Aioria al notar la hostilidad del omega, sus ojos se tornaron rojos dejando salir sus garras también.

No deseaba pelear con él, pero si el omega se empeñaba en lastimarlo, él se defendería.

Camus sabía pelear y por como se veía, estaba dispuesto a todo y no dudaría en lastimarlo a él.

— Cam — llamó con un tono de advertencia, él era un alfa entrenado y tenía la ventaja.

Gruñó y sin medir más palabras, el omega corrió hacia él listo para encajarle sus garras.

Aioria detuvo una de sus manos y torció su brazo hacia atrás cansando dolor en el otro, sin embargo eso no logró doblegar del todo al omega, que con su mano libre, incrustó sus garras al costado del cuerpo del alfa.

Camus sonrió al escuchar el grito de dolor del castaño.

Aioria lo soltó inmediatamente dando un paso hacía atrás, tapó la herida sangrante y lo miró enojado.

— ¡Camus! ¡Basta! — bramó.

La única respuesta que obtuvo fue que el francés gruñera sacando sus colmillos totalmente poseído por su lado salvaje.

Bien, si eso quería, eso tendría.

Aioria imitó su acción y se abalanzó hacia su amigo.

El puño del alfa golpeó certeramente la mejilla del omega, este cayó al suelo. Aioria no perdió tiempo y se colocó sobre él con una de sus rodillas en su pecho.

— ¿Qué te sucede? ¡Cálmate! — le gritaba agitado — no deseo pelear y menos contigo.

Logró parar a tiempo un zarpazo directo a su rostro. Lo llevó sobre la cabeza del omega y lo besó violentamente.

Camus le mordió el labio.

Aioria rio.

— Quítate — el omega lo empujó.

— Lo siento, lo siento — se disculpo mientras se ponía de pie — hablemos — pidió mientras le ofrecía una mano para ayudar a parase. Camus la aceptó — lamento lo que hice en tu habitación, no pude controlarme estando tu en celo.

Ambos se sentaron en una roca.

— Pues yo no lamento haberte lastimado, te lo merecías — ambos rieron.

— Pues alégrate, ya no serás mí compañero — Camus rio amargamente — ¿Qué sucedió con mí padre? — quiso  saber.

— No quiero hablar sobre eso — de verdad no quería. De solo recordar los gritos y la sangre de Ichi le causaba escalofríos.

Sentía miedo, pero de él mismo. De cómo reía y disfrutaba torturar al alfa. En ese momento lo gozó, lo excitó de una manera horripilante. Se sentía extasiado rodeado de aquél dolor insoportable.

Ahora que toda esa adrenalina había desaparecido de su cuerpo, se sentía un monstruo. Uno que quería más de aquella droga.

Por eso se encontraba rasgando aquél árbol, estaba sacando su frustración con el.

— Necesito saberlo, Cam — observó como la mirada del omega estaba pedida al frente. Quiso abrazarlo, sin embargo se contuvo, sabía que si lo hacía se ganaría más garras sobre su piel.

Camus suspiró.

— Maté a Ichi — soltó. Aioria lo miró con horror. Pues él nunca había tenido la oportunidad de matar a nadie aún — de una manera horrible. Lo hice, le arrebate la vida y disfruté de aquello.

Realmente no sabía que decirle, como seguir esa conversación. Él pensaba que su padre lo había regañado o hasta golpearlo. Pero jamás se imaginó que llegara a tanto.

No fue necesario contestar. Ambos escucharon unos gritos pidiendo auxilio de una voz muy conocida para el omega.

Sin pensarlo, Camus salió corriendo hacia el lugar donde provenían esos gritos, el alfa lo siguió.

Ambos llegaron y al ver la situación, el omega se abalanzó hacía Shura que estaba sobre Baian.

Lo tiró al suelo y le gruñó, sin embargo, Shura era mucho más grande que Aioria. No tenía oportunidad.

— ¿Qué haces hermano? — cuestionó enojado el castaño — ¿Qué intentabas hacer?

— Pues ¿Qué crees? Tomar lo que me pertenece — contestó arrojando a Camus a un costado — es un omega sin marcar, nadie lo quiere reclamar y antes que papá lo esterilice quería aprovechar — Aioria tenía ganas de matarlo. No podía ser tan distinto a su caprichoso y consentido hermano.

Lo que dijo el alfa mayor no pasó desapercibido por Baian que lo miró con terror.

¿Ese era el futuro que el patriarca tenía para él? ¿ Pensaba usarlo como servidumbre ya que ningún alfa lo deseaba?

En ese momento deseó haber muerto aquella noche hace dos años atrás.

— ¡Cállate maldito imbécil! — gritó el otro omega y se abalanzó sobre Shura nuevamente.

Aioria los separó, observó a su hermano mayor con reprobación.

Shura se retiró y Camus socorrió a su compañero de cuarto.

— ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? — Baian negó llorando.

— No quiero ser estilizado, quiero un compañero, deseo tener cachorros — habló entre sollozos.

— Llevémoslo a la mansión — ordenó Aioria.

Dos días había pasado y Baian no salía de la cama.

Camus estaba preocupado por el estado de su amigo.

— Salgamos a tomar sol — sugirió — hoy no tengo entrenamiento con Kanon.

— No tengo ganas — contestó bajo las mantas de la cama — ve tú.

— Vamos, solo será un rato. Puedo robar un  poco de pastel que hay en la cocina — propuso.

Baian se destapó y se puso de pie.

Ambos se encontraban en uno de los jardines traseros de la gran propiedad.
Mientras Baian permanecía sentado comiendo pastel, Camus le mostraba movimientos de defensa.

Ambos fueron interrumpidos por el acercamiento de unos de los alfas que estaban al servicio de Kanon.

— Camus — llamó — Kanon me pidió que te buscara.

El omega observó a su compañero indicándole que lo siguiera. Baian se puso de pie y cuando paso por al lado del alfa, este posó una mano es su pecho deteniendo su caminar.

El omega lo miró con medio y observó como Camus siguió su andar sin darse cuenta.

Alfa le sonrió y de su espalda sacó una flor y se la entrego regalándole una amplia sonrisa.

— Si me permite joven Baian, desearía cortejarlo.

No se esperaba una propuesta como esa y menos sabiendo lo que le sucedería ya que nadie lo deseaba reclamar. Lo miró con extrañeza.

— ¿Realmente quieres eso ...?

— Eo, me llamo Eo — contestó sonriendo — y si, deseo cortejarlo y también que me aceptaras la flor para no sentirme un completo estúpido.

El omega se sonrojó tomando aquella simple flor que está él era la más bella e importante.

— Claro que acepto.

Hola mis bellos lectores.

Les cuento que tuve que partir en tres partes este capítulo porque aunque tratan de diferentes cosas, los 3 son la causa y la puerta de entrada de Camus al clan de la mafia y como saben soy de hacer capítulos largos pero si metía todo en uno iba a converse en un testamento.

Ya en el próximo capítulo se viene la primera misión de Camus para la mafia.

Gracias por leer

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