Bienvenido al clan - parte 1
1916:
Rara vez tenía un momento de paz.
Si no estaba entrenando con Kanon, lo hacía él por su cuenta en la habitación.
Otras tantas se escapaba con Aioria.
Lo observaba entrenar bajo la lluvia desde el confinamiento de su habitación.
El celo.
No tenía permitido salir por lo que solo le quedaba observar el exterior a través de la ventana.
La había abierto para que entrara el aire fresco y para distrae a su amigo con el olor a celo.
Amigo...
Había desarrollado sentimientos hacía el hijo menor de Cid, pero no eran sentimientos amorosos. Eran de hermandad, camaradería y amistad.
Aioria había hablado con su papá omega, pidiéndole que retrasara su enlazamiento.
Había dado una excusa tonta, lo sabía, sin embargo Sísifo, que no le había creído y fingió, le concedió su deseo.
"Siento que Camus no me desea lo suficiente y no quiero enlazarme con él sin antes conquistarlo."
No era del todo mentira.
La realidad: Camus no lo quería como su alfa, eran solo amigos.
Camus no quería a nadie como su alfa.
Sísifo cuando se lo proponía podía ser muy convincente, y Cid aceptó.
Aioria había sido derribado nuevamente, Camus sonrió pensando que la distracción estaba funcionando.
— ¡Vamos Aioria! ¡Mi cachorro de un año tiene más concentración que tú!
El rubio resoplo y miró enojado en dirección a la ventana de su amigo omega. Ya se las pagaría por hacer que Saga lo regañe.
Estaba nervioso porque hoy sería su primer misión junto a Kanon y algunos muchachos de la manada y al francés se le ocurría molestarlo con su aroma embriagador de su celo.
— ¡Otra vez! — rugió Saga.
El omega lo seguía contemplando sentado en la ventana de su habitación.
— Si lo sigues mirando pensará que de verdad te gusta — acotó Baian acostado en su cama leyendo sin despegar la vista de las páginas.
— Él sabe que no es así — respondió Camus bajándose de un salto de la ventana — solo somos amigos.
Baian bajo el libro y lo observó levantando las cejas
— Es un alfa — agregó con tono despectivo — tus constantes miradas y tu celo lo confundiran — agregó cerrando el libro de golpe.
— Eso no es así — gruñó.
— Es un alfa — se levantó de la cama para irse de la habitación — y aunque no te guste la idea, será TU alfa en algún momento — agregó antes de cerrar la puerta tras él.
El anochecer se estaba haciendo presente en Chicago. El omega seguía confinado en su habitación hasta que su celo terminara y para eso faltaba tan sólo un día.
Estaba entretenido leyendo cuando unos golpecitos de pequeñas piedras irrumpieron su tranquilidad.
Frunció el ceño extrañado, se asomo a la ventana y logró divisar a Aioria llamándolo desde abajo.
— ¿Qué quieres? — preguntó desde las alturas.
— ¿Estás sólo? ¿Puedo subir?
— ¿Acaso no tienes que irte? — cuestionó observando como el alfa lo ignoraba y sin esperar repuesta, trepó por la enredadera que había en la pared.
— Si — contestó luego de entrar a la habitación. Arrugó la nariz por el fuerte olor que desprendía el omega e involuntariamente sus ojos brillaron rojos — venía a despedirme ¿Baian no está?
— No, se fue hace unas horas ¿Quieres que te deseé suerte? — preguntó guiñando un ojo en forma de juego.
El lobo del alfa reaccionó al instante arrinconándolo contra la pared más cercana.
— Si — susurró excitado — deseo que MI omega me desee suerte en mí primer misión.
Aioria comenzó a acariciar la cintura de Camus. Acercó su rostro al cuello del omega y aspiró profundamente el aroma que este desprendía.
— No soy TU omega — contestó seco y un poco temeroso por el comportamiento de su amigo.
— Oh si lo eres — susurró casi ahogándose con sus palabras asqueado por el aroma y la cercanía del cuerpo ajeno.
Una de sus manos acaricio la mejilla del omega y reaccionó al instante, pero no como Aioria esperaba. Sus ojos brillaron azules, sin embargo su lobo no parecía sumiso ni contento.
— ¡Aléjate de mí! — bramó mirándolo con sus ojos tan azules y fríos como el acero. Sus garras rasguñaron las mejillas del alfa.
El rubio lo observó furioso por un momento, retándole con sus ojos rojo sangre.
Camus siguió observándolo pero está vez con desilusión. Al final Baian tenía razón, no dejaba de ser un alfa.
— ¿Aioria? — su voz salió como un chillido lastimero y dolido — ¿Qué haces?
El alfa cerro los ojos tratando de calmarse como si el llamado del omega lo sacara del trance en el que su lobo lo había sometido bajo sus instintos primitivos.
El leonino lo miró avergonzado.
Lo había tocado sin permiso y era algo que se había prometido jamás hacer, menos con Camus.
Él no era como los demás alfas. Si se iba a enlazar con alguien sería por amor y claramente jamás pasaría con la persona que tenía frente suyo mirándolo con terror.
— Lo siento — habló al fin agachando la cabeza.
No esperó respuesta alguna que podría salir de la boca del omega y saltó por la ventana.
Quizás había dañado su relación y amistad con Camus. No podría mirarlo a los ojos por un buen tiempo.
Eran pasada la medianoche y el sueño en Camus jamás se hizo presente.
Estaba preocupado por la misión de Aioria, enojado con él y confundido por su actuar. Todo eso era un perfecto cóctel nocturno para no conciliar el sueño.
Baian dormía profundamente, escuchaba su respiración pausada y tranquila.
Dios, como lo enviaba en ese momento.
Se sentía como un león enjaulado. Necesitaba noticias de Aioria, necesitaba saber si había vuelto.
Y para empeorar la situación, su celo lo estaba matando. Está vez no se había encerrado en aquél cuarto solitario, le había prometido a Sísifo que se quedaría en su habitación debido a los ataques de pánico de Baian por las noches desde lo sucedido hace 2 años atrás.
El sepulcral silencio en el que estaba sumida la noche le permitió escuchar movimientos de autos fuera de la mansión.
No aguantando más, se levantó rápidamente de la cama y aun en pijama, decidió corroborar si aquellos vehículos traían al alfa. Que aún estado enojado con él, no podía evitar preocuparse.
Abrió la puerta de la habitación con sumo cuidado para no despertar a su compañero.
Se deslizó fuera de esta y camino en puntitas por los pasillos del ala donde los omegas sin marcar dormían.
Bajó por las escaleras que conectaban con la enorme cocina de la mansión. Su objetivo era salir por la ventana y rodear la propiedad hasta llegar cerca del frente para poder observar.
La mansión estaba en total silencio, todos sus habitantes dormían, salvo los que recién habían llegado.
Sería rápido, tan solo quería asegurarse que el alfa había vuelto sano y salvo, ya luego saldaría asuntos con él.
Subió a la encimera de un salto y cuando estaba por saltar por la ventana, una fuerte mano tironeo de su pijama hacia atrás haciéndolo aterrizar de espaldas al piso.
— Vaya vaya, pero mira que lindura me encontré aquí solito — su voz salía burlona — sabes, tu dulce y asqueroso aroma de celo me trajo hasta aquí — rio — sabes muy bien que no debes deambular por la propiedad y menos en celo — se agachó para quedar más cerca de un adolorido omega — porque alfas cómo yo podrían encontrarte y hacerte el favor de calmar tu dolor — acaricio su mejilla a lo que Camus se removió furioso — oh eso es lo que rebelde omega quiere, que le haga ese favor ¿Qué sucede? ¿Aioria no es lo suficientemente hombre para ti?
Camus estaba furioso e hizo brillar sus ojos azules. Odiaba a ese alfa, pero más odiaba ser un omega que por más que estuviera entrenado, su celo lo hacía débil, vulnerable y sumiso. No tenía chances en ese momento de luchar limpiamente contra el alfa.
— Déjame el paz o te arrancaré el otro ojo — escupió sus palabras aún sabiendo que no podía ganarle — sabes que lo no puedes tocar, asqueroso subordinado de segunda.
Ichi agarró fuertemente su cuello, estaba colérico con ese omega y la sed de venganza lo consumía. Durante mucho tiempo se había prometido tomar algo de ese omega por arrancarle el ojo.
Tomar su pureza era muy tentador.
— Te tocaré todo lo que quiera, y tu jadearas como la perra que eres — apretó aún más el cuello mientras con la otra mano a acariciaba la entrepierna de Camus — no me importa tu estúpido prometido, porque no deseo estar más aquí y antes de irme te haré mío. Te haré gritar mí nombre de placer como el estúpido omega que eres. Te piensa que eres como nosotros, te demostraré lo débil que eres, no sirves para otra cosa que traer cachorros al mundo y atender a tu alfa. No eres nada, no eres nadie, asqueroso omega.
— Si me tocas, juro que te arrepentirás de todas tus palabras, asqueroso alfa de segunda.
Ichi hizo brillar sus ojos rojos furioso con las palabras del omega. La mano que manoseaba la entrepierna, clavó sus garras en la pierna de Camus y la otra agarró el brazo de esté, saco sus canidos y lo mordió hasta hace sangrar la extremidad.
Camus pegó un grito de dolor que se escuchó por cada rincón del lugar.
No lograba defenderse, su cuerpo estaba adolorido y aturdido por el celo y el alfa se aprovechaba de eso. Sin embargo no se entregaría sin antes luchar, no estaba en su naturaleza rendirse.
Ladeó su cabeza y mordió la pierna cercana del alfa, pero eso empeoró la situación.
Ichi encolerizado, hizo brillar sus ojos en un rojo aún más furioso. Golpeó la cabeza del omega repetidamente hasta hacerla sangrar.
— Te haré mío y luego te arrancaré uno de esos ojos tan bonitos que tienes — el alfa olfateó el ambiente — oh hueles a miedo omega y eso me encanta. No eres tan valiente ahora, verdad.
La voz del alfa de escuchaba distorsionada en los oídos de Camus, los golpes en su cabeza lo habían dejado mareado.
Ichi comenzó a rasgarle la camisa del pijama para dejar su lechoso pecho descubierto y poder pasarle la legua.
Camus solo gritó.
Y todo se volvió borroso.
— Camus ... Camus — sentía que una voz lo llamaba. Su cabeza dolía e intentaba abrir los ojos — ¿ Te sientes bien?
La dulce voz de Aioros logró despabilarlo.
Pesadamente, abrió sus párpados y pudo visualizar al castaño que lo observaba preocupado.
El omega limpiaba su cabeza con un trapo húmedo.
Suspiro aliviado.
Miró a su alrededor, aún estaba en la cocina, sentado en el suelo y su espalda apoyada en el bajo mesada.
Ladeó su cabeza y a unos metros de él estaba Ichi inconsciente en el suelo y Saga a su lado.
— ¿Qué sucedió? — preguntó adolorido.
— No te preocupes, ya estás a salvo — Aioros le sonrió dulcemente — vine a la cocina y encontré a este alfa sobre ti, intentaba violarte — carraspeo incómodo — tuviste suerte, Saga estaba conmigo — acaricio su frente.
Minutos después Cid y Sísifo llegaron a la cocina.
— ¿Qué sucedió aquí? — exigió saber el patriarca con voz autoritaria. Miró al alfa inconsciente y a Camus golpeado y semi desnudo siendo curado por su hijo.
El aroma en el ambiente le produjo náuseas. Miedo, celo, excitación e irá era un cóctel vomitivo perfecto.
Su lobo gruñó enojado.
— Señor — Saga habló — este alfa intento abusar del omega. Aioros y yo llegamos a tiempo.
Cid observó a Ichi y luego a Saga — Llama a Eo y a Geki — ordenó — que lo lleven dónde tu ya sabes y lo aten — su yerno solo asintió y se retiró en busca de los dos alfas nombrados — ¿Cómo te sientes? — se dirigió a Camus.
— Bien — asintió serio poniéndose de pie con un poco de orgullo, el cual estaba herido.
— Perfecto, ve a vestirte, te mandaré a llamar en unos minutos.
— ¿Qué harás? — cuestionó Sísifo preocupado.
— Sacarle la debilidad — solo respondió.
Camus salió de la cocina luego de lavarse la cara.
Caminó por los pasillos de la mansión rumbo a su habitación. Sin embargo, no logró llegar, unos fuertes brazos los rodearon.
El omega se asustó.
— Cam — llamó alarmado Aioria al enterarse lo que había sucedido — ¿Estás bien?
El francés cerró sus ojos y lo único que pudo olfatear fue el olor a alfa que desprendía su amigo.
— ¡Suéltame! — empujó a Aioria gritando — ¡No me toques!
Era la segunda vez en el día que Camus lo rechazaba y lo miraba asustado.
— Lo lamento — susurró — no pretendía asustarte. Estaba preocupado y vine a buscarte.
— Déjame en paz alfa — espeto y el corazón del castaño se quebró por ser llamado así — ustedes — lo observó con sus ojos brillantes — son todos iguales. No te me acerques — gritó recordando lo sucedido más temprano ese día.
El alfa lo miraba atónito, su amigo jamás lo había tratado de esa manera. No solo distante y con ira, si no también con temor. Camus en ese momento le temía y lo odiaba por ser un alfa, el aroma que desprendía delataba sus sentimientos.
Irá y odio era el olor que envolvía al omega.
En ese momento supo que si tenía alguna oportunidad de unirse a él, la había perdido totalmente.
Camus corrió hacia los baños, estilo turco, que el ala de omegas poseía.
Sisifo había ordenado que preparan el baño para el menor.
Se metió a la tina dejando que el agua caliente lo envolviera. Cerró sus ojos y suspiró.
Las imágenes de los forcejeos en la cocina lo golpearon tan fuerte que gritó y pataleo haciendo que el agua mojara el piso.
Enojado consigo mismo, tomó una esponja de baño y comenzó a tallarse violentamente la piel tratando de borrar los toques de esas asquerosas manos en su cuerpo.
Agitado fregaba su piel hasta casi lastimarla. Su lobo estaba temeroso, como un niño golpeado en un rincón.
Odio, irá y temor era todo lo que podía sentir en ese momento, hacía él y hacia los alfas. Con todos esos sentimientos atosigando su ser, explotó en un llanto histérico.
Baian entró al baño encontrando a su amigo en ese estado. El cual sabía perfectamente lo que se sentía.
Sin pensarlo dos veces, Baian corrió a envolver a Camus en sus brazos, tratando de reconfortarlo y darle un poco de apoyo.
El mundo era muy cruel para un omega.
— Lo siento tanto — gimoteo dejándose ver vulnerable con Baian — todo es mí culpa.
— ¿Qué dices, Cam? Nada de esto es tu culpa — lo abrazó más fuerte.
— Si lo es, lo que te pasó a ti y lo de hoy es mí culpa — chilló aún en los brazos de su amigo — si no fuera tan rebelde y me creería tan valiente y fuerte nada de esto hubiera pasado.
— Oh no, no digas eso — Baian se alejó un poco de Camus sin romper el abrazo tan necesitado. Miró sus ojos color zafiro escondidos detrás de lágrimas — nada de esto es tu culpa. Jamás te culpé, porque no es tu culpa que los alfas sean de esa manera. Siempre admiré tu rebeldía y valentía. Que te reveles contra el orden impuesto y quieras levantar la cabeza. Te admiro porque yo no me animaría a hacerlo. Eres un buen amigo y te agradezco que me hayas enseñado a leer y escribir.
Ambos omegas se volvieron a abrazar llorando desconsoladamente hasta que la puerta del baño fue abierta por Sísifo.
— Camus — llamó serio — vístete, Cid te llama.
El francés se soltó del abrazo y asintió con la misma seriedad sin pensar que esa noche cambiaría su vida.
El niño temeroso que una vez fue, quedaría enterrado en aquella habitación del horror, como la llamaban algunos, pero que para él se convertiría en su santuario.
Hola mis bellos lectores!!!
Les dejo un capítulo más, perdón por la tardanza.
No iba a partir a la mitad el capítulo pero si lo era muy largo y ya tenía ganas de darles aunque sea algo ☺️.
Gracias por leer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro