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Bienvenido a Chicago

Año 1910:

Llevaban más de una semana en Francia haciendo negocios.

Extrañaba a su omega y su celo estaba cerca. Podía sentirlo del otro lado del océano y eso le parecía increíble y frustrante a la vez.

No podía olerlo gracias a la cantidad de kilómetros que los separaban, pero dentro suyo, sentía su alfa agitarse.

Odiaba estar tan lejos pero era necesario.

Se había llevado a su hijo alfa mayor, aunque tenía 15 años , era hora que aprenda del negocio y no solo ser su mantón personal.

Su omega y su hijo mediano, que también era omega, se habían quedado en Chicago encargándose de sus propios negocios junto a su gente.

Pero Shura necesitaba madurar y disciplina también.

Las charlas formales le aburrían muchísimo, y por la forma que su hijo gruñía le daba a entender que no deseaba extender esa reunión.

— Bien señores — habló Cid mientras apagaba su habano — si todo el asunto ya está solucionado, y el pago está hecho — miró a los dos alfas con los que compartía la mesa — quiero el cargamento listo para mañana mismo — tanto Cid como Shura se levantaron de la mesa poniendo fin a la reunión — deseo irme cuánto antes.

— Señor Maldonado — llamó uno de los alfas franceses — desea está noche ir a cazar al bosque — guiño un ojo.

— No estaría mal enseñarle a mí hijo como matar a un animal mientras corre por su vida — contestó con mofa.

— ¡Perfecto! — levantó los brazos — haré los arreglos y correremos ciervos está noche.

Shura miró mala gana a su padre, le parecía una idea absurda correr ciervos para matarlos si poseían armas. Sacar su lado animal para satisfacer esa parte no le daba gracia. Prefería mil veces perderse en la zona roja de París que ir con un par de adultos aburridos a correr por el bosque de noche.

Pero como bien sabía, solo podía limitarse a mirarlo de mala gana y no contradecir. Su padre era el jefe de la mafia y una persona severa.

¿Le temía? Un poco
¿Lo respetaba? Mucho

Luego de despedirse de los hombres, con risas falsas y estrechando mano para cerrar el negocio, padre e hijo se subieron al auto.

— No vuelvas a ponerme esa cara delante de los demás — regaño de forma sería usando su voz de Alfa y mostrando sus ojos rojos para dejarle en claro a Shura que estaba hablando en calidad de jefe y no de papá — juro que la próxima vez no te regañare.

El alfa de 15 años solo se limitó a asentir.

Sabía que el jefe de la manada no mentía y el castigo sería severo.

La noche había llegado. Había descansado en los brazos de una omega hasta la medianoche. Su padre le dijo que a esa hora partiría al bosque a cazar.

Seguía desnudo en la cama disfrutando del olor dulce que desprendía su acompañante del momento.

Faltaban 15 minutos para que se hiciera la hora de ir con Cid.

Sintió a la joven removerse lentamente, abriendo sus ojos y observarlo.

— Tienes que irte... — pensó por unos segundos su nombre, pues no lo recordaba.

La omega sonrió coquetamente mientras frotaba sus piernas en las del azabache — quedémonos un rato más — le ronroneo.

Asqueado de la compañía, Shura apartó de forma brusca a la omega.

— No — sentenció — tengo asuntos importantes — tomo la ropa de la joven y se la arrojó — toma tus cosas y vete.

Sacó de su pantalón unos billetes y los dejó sobre la cama, eso le daría una idea a la omega de para que la quería. De esa manera no lo molestaría en el futuro.

El Alfa se vistió rápidamente y salió al encuentro con su padre que lo esperaba en el bar del hotel.

Ya en el bosque, a Shura le seguía pareciendo una estupidez. Por Dios, eran lobos civilizados, no un par de perros salvajes.

Los lobos habían dejado de cazar de esa manera hace años.

Pero a su padre le pareció fascinante la idea de perder el control un rato. Quizás era porque todo el tiempo se comportaba como un caballero muy calmado, siempre evaluando la situación fríamente.

Nunca lo había visto estallar ni comportarse como un alfa loco. Quizás era porque su padre Sísifo calmaba esa parte de él. Talvez ahora aprovechaba que estaba solo, sin su pareja y era libre de hacer lo que quisiera.

No lo sabía con certeza.

Miró al grupo de alfas reunidos allí alrededor de los autos, quienes eran los únicos que proveían la luz en ese momento.

Él era el más joven del grupo, habían como 10 alfas dispuestos a comportarse como perros rabiosos.

Bufó enojado porque realmente no deseaba estar allí.

— ¡Señores! — gritó un alfa llamando la atención del grupo — dejen llevarse por su instinto.

Todos los lobos dejaron brillar sus ojos rojos, dejando relucir sus colmillos y garras.

Olfatearon profundamente el ambiente para echarse a correr.

Luego de unos kilómetros, Shura comenzó a disfrutar de la experiencia. La sensación de dejarse llevar por su lobo interior era extraordinaria y entendía a la perfección porque a su padre le gustaba tanto.

Paro en seco al perder el rastro, volvió a olfatear el aire en busca del olor de algún animal y lo único que encontró fue el aroma del celo de un omega, uno muy joven.

Instintivamente su alfa rigió en su interior excitado.

Cegado por el aroma, comenzó a correr en dirección a tan dulce olor. A medida que se iba acercando lograba escuchar gritos, pero no eran de un llamado para aparearse, eran gritos de auxilio.

Aceleró su paso siguiendo el aroma del celo y los gritos.

Cuando llegó, lo hizo al mismo tiempo que su padre, lo que ambos encontraron les hirvió la sangre.

Un pequeño omega, de no más de 10 años, seguramente era su primer celo, estaba atado desnudo a un árbol mientras dos alfas adultos lo manoseaban e intentaban abusar de él.

Sin pensarlo, Shura se abalanzó a ellos aún convertido. Cid hizo lo mismo.

El omega lloraba asustado y observaba a los alfas luchar. Estaba temblando de lo aterrado que estaba. Estaba en celo y su cuerpo no le respondía.

Los cuatro alfas luchaban salvajemente. Cid tomo a uno por detrás y de un solo movimiento, rasgo su garganta con los dientes brindándole una muerte instantánea.

El Alfa adolescente era fuerte pero inexperto en peleas, lo cual le dio al alfa adulto una ventaja. Aprovechó la inexperiencia para darle un golpe en el pecho dejándolo sin aire.

Sacó sus garras listo para darle un zarpazo cuando Cid le clavo sus garras por detrás atravesando su corazón.

El jefe de la manada miró seriamente a su hijo, con ojos reprobatorios.

— Eres demasiado confiado, piensas que eres mejor que los demás y aún te falta experiencia.

Cid dio media vuelta para atender al pequeño atado al árbol.

El Omega se acurrucó más al árbol, estaba llorando y temeroso que de los alfas.

— Tranquilo, no te haré nada — tranquilizó el mayor — ya estás a salvó.

El alfa comenzó a desatar al niño y lo cubrió con su saco al mismo tiempo que su hijo se acercaba.

— ¿Cómo te llamas pequeño? — preguntó con voz suave.

— Ca... Camus — contestó temblando de miedo.

— Bien, Camus ¿Tienes familia?

— No — bajó la mirada — soy huérfano.

Cid miró a Shura y movió su cabeza dándole indicando que cargara al omega.  Este obedeció.

No era la primera vez que el jefe de la manada adoptara lobos de la calle.

El niño se había desmayado en los brazos de Shura rumbo al hotel.

Apestaba a celo y eso hacia que el adolescente perdiera el control. Inconscientemente, sus ojos brillaron rojos indicando que su alfa deseaba reclamarlo, estaba acostumbrado a mantener a su lobo a raya, pero no dejaba de ser un adolescente hormonal y el olor extremadamente dulce del celo no ayudaba en nada.

Antes que perdiera el control, Cid, adivinando las intenciones de su hijo, posó una mano en su hombro y le clavo una garra con la intención de distraer a Shura.

El menor miró a su padre con el rostro endurecido y este le mostró sus ojos de un rojo intenso, demostrándole que él mandaba.

— Calmante — le ordenó — cierras los ojos y pon tu mente clara — y Shura así lo hizo — no le harás nada. Es un niño.

El alfa adolescente, trago grueso y se relajó.

Si no hubiese sido por su padre, quizás el que lo hubiese violado hubiera sido él.


Ya en el hotel, padre e hijo caminaron hacia la habitación del mayor sin detenerse  a hablar con nadie.

— Mételo en la bañera, eso ayudará con el olor — ordenó Cid apenas entraron al cuarto

Shura observó el rostro delicado y angelical del niño. Era hermoso, no lo podía negar, sin embargo era muy pequeño para su gusto.

Lo despertó y dejó que se bañara solo mientras el hablaba con su padre.

— ¿Qué piensas hacer padre? — cuestionó sentado en la sala de la habitación del lujoso hotel —¿Lo adoptaras cómo a Saga y Kanon?

— Sabes que llevar a un omega a un lugar lleno de alfas es un problema.

— Aioros es omega — levantó los hombros.

— Aioros es mí hijo — gruñó — y está comprometido con Saga, nadie se atreverá a tocarlo. Sin embargo — suspiro — no me apetece armar una guerra entré ustedes para ver quién se queda con el niño.

— A mí no me cuentes, no tengo interés en enlazarme con nadie, Kanon no creo que le apetezca algo tan chiquito — de repente Shura puso cara maliciosa — el omega y Aioria tiene la misma edad — sugirió.

— Mí Aioria es un niño, pero podría amoldar al omega desde pequeño. Hacerlo sumiso y si se cansa pues ... — levantó ambas manos.

— Disculpen — interrumpió el niño con total sumisión y miedo hacia ambos alfas. Estaba envuelto en una toalla — no tengo ropa — agachó su cabeza.

Cid miró a su hijo serio, indicándole solo con la mirada que se retirará de la habitación. Este obedeció sin pensar.

— Ven pequeño — le habló con voz suave — tengo ropa aquí que te podría quedar.

El omega observó al mayor con miedo, tenía vergüenza de cambiarse delante de él, sin embargo, dado a que ya lo había visto desnudo y lo había salvado, no le quedó más opción que confiar.

— Niño ¿Tienes algún familiar aquí? — preguntó con interés. Si tenía pensado llevarse al omega para Chicago, no le apetecía que nadie toque su puerta reclamándolo — me dijiste que eras huérfano.

El omega solo negó con la cabeza.

— ¿No tienes a nadie o no eres huérfano? — gruñó — habla.

— No tengo a nadie señor — contestó con miedo.

— Excelente. Sabes — habló mientras se levantaba del sillón y caminó hasta Camus — este es un mundo muy peligroso para que un pequeño omega tan hermoso y delicado como tu esté sólo — extendió su mano lentamente con la intención de acariciar la mejilla del francés. Paró al ver el miedo del niño — no te haré nada — susurró y luego lo acarició. Sonrió de lado — te protegeré, te llevaré a mí hogar, allí nada te pasará — se alejó del omega — siempre y cuando me seas fiel — lo observó con sus ojos rojos brillantes.

Camus solo asintió. Que más daba, el alfa tenía razón. Él estaba solo en el mundo, y sabía perfectamente el peligro que corría allí afuera siendo un omega. Los alfas extranjeros lo habían salvado ¿No?

Volvió a asentir con la cabeza.

— Si señor, le seré fiel.

— Solo llámame Cid y espero algún día que me digas papá — sonrió feliz por su nueva adquisición.

Apenas pisó el nuevo continente, Camus observaba todo con total emoción y admiración.

Nunca había salido de París, de hecho, nunca había salido del pequeño departamento donde vivía.

Sus padres siempre le decían que era peligroso estar solo en la calle siendo un omega y más tan pequeño. Sólo le bastó una noche para comprobarlo.

Luego de que sus padres sean brutalmente masacrados, no esperaron ni dos días para que otros lobos usurparan su hogar. Por fortuna el se había escondido y logró huir de allí.

Encontró refugió en el bosque, sin embargo, su celo había llegado atrayendo a otros alfas.

Pero aquí todo sería diferente, o eso quería pensar. Ya no estaría solo, tenía una manada que lo protegería.
No era tonto, sabía bien su lugar como omega, sabía que lo enlazarían tan prontos cumpliera 15 años. Pero eso no era lo que deseaba.

Miró con asombro como un grupo de lobos los recibía en el puerto con total devoción. Como si ese alfa fuera alguien importante. Entendía que era un jefe de manada, pero ¿De que tipo?

— Señor — habló un alfa altísimo de cabellos azules y ojos esmeraldas — todo está listo para ir a casa.

Una mano se posó sobre su hombro, un poco asustado observó al dueño de dicha mano. Asombrado notó que era otro alfa idéntico al que estaba hablando con Cid.

— Camina pequeño — ordenó con voz gruesa.

Camus no dijo nada, se limitó a obedecer y no es que tuviera otra opción, el alfa doblaba su tamaño y fuerza, prácticamente empujándolo para que se metiera al auto.


Durante el camino, se limitó a acurrucarse en un rincón, intentado ser invisible.

Escuchaba atentamente la conversación de los gemelos con su jefe. Ambos peliazul iban adelante y él atrás juntó con Cid y Shura.

No le extraño para nada que la manada no viviera en en la ciudad.
Luego de un caminó por el bosque, llegaron a un claro donde se ubicada una enorme mansión, lo suficientemente grande para alojar a una manada entera y sirvientes.

A lo lejos podía observar unos galpones de gran tamaño.

En los alrededores había alfas armados vigilando todo el perímetro. Los gemelos también estaban armados.

Un omega hermoso, con una sonrisa que competía con el mismo Sol, salió a recibir al grupo.

— Cid, cariño — besos sus labios — no sabes lo que he extrañado — gimió en su oído.

Había pasado meses desde que Sísifo se había separado de su alfa, como consecuencia, su omega había sufrido sus celos alejado de él.

Kanon empujó sin ninguna delicadeza al Camus, obligándolo a caminar hacia uno de los galpones situados al fondo de la propiedad. El pequeño francés miró con auténtico horror el lugar, era lúgubre, se notaba que eran fríos y alejados de la manada.

Estaba asustado, otras vez viviría solo, él que pensó que aquel jefe alfa lo había adoptado como un hijo más, ya que le había dicho que algún día lo podría llamar padre.

Comenzó a llorar con rabia y temor porque se sentía estúpido por confiar en esos lobos ¿Qué pensaba, que lo aceptarían? Dios, su mamá omega le había dicho que nunca confiara en un alfa que no sea su pareja. Que los alfas usaban a los omegas solitarios sin marcar.

Ese pensamiento logró que al pequeño omega se le desfigurara la cara más allá del temor. Por un momento pensó que sería abusado por el resto de su vida.

Intuitivamente, su omega comenzó a gritar desesperado no queriendo aceptar ese calamitoso destino. Se negó a seguir caminado y Kanon rugió enojado.

Cid apartó a su omega al escuchar los gritos del niño.

— ¿Qué sucede? — cuestionó serio.

— El omega no quiere cooperar señor — contestó con la misma seriedad — no quiere caminar hacia el galpón.

— Él no irá al galpón — sentenció — es un invitado mío Kanon — el alfa dejó brillar sus ojos imponiendo autoridad — el omega se alojará en la mansión, con los demás omegas ¿Entendido?

— Si mí señor — contestó rápidamente — lo siento, yo no sabía.

El alfa jefe se acercó hacia el gemelo y posó una de sus manos en el hombro de este en forma paternal.

— No te preocupes Kanon, no tenías modo de saberlo — le sonrió —Sísifo — llamó — ordena a las sirvientas que acomoden a Camus y luego ven a la habitación.

Un suspiro aliviado salió de los labios del francés.


Camus caminaba por los pasillos de lo que sería su nuevo hogar, estaba más tranquilo.
Se alojaría con otros omegas de su misma edad, según le había dicho una de las sirvientas. Le había asegurado que estaba a salvo y ningún alfa se le acercaría para abusarlo. Pero si que cuando llegará el momento, le buscarían una pareja.

Rugió enojado, odiaba su destino.

— Bien pequeño, está será tu habitación.

La mujer abrió la puerta de un pequeño cuarto donde había dos camas, dos mesitas de noche y un armario. No era lujosa pero mejor que el bosque donde había vivido.

Camus miro al otro niño que se encontraba allí jugando.

— Hola — saludó tímido al castaño y le sonrió — soy Camus.

— Hola, mí nombre es Bian — el niño dejó los juguetes a un lado de la cama y saltó de ella entusiasmado — ¿Quieres jugar conmigo? Ven, te mostraré todos los juguetes que tengo.

El francés asintió feliz, tal vez su estadía allí no sería tan mala después de todo. Si los alfas le daban juguetes y habitación acogedoras a los omegas, quizás no eran tan malos como su madre solía decirle.

— Niño — llamó la sirvienta — el señor desea verlo en una horas — anunció — recomiendo que te bañes y te pongas ropa del armario. Siéntete como en tu casa.

Sin más la mujer se retiró cerrando la puerta.

Camus miro asustado a su compañero de cuarto.

— No te preocupes, él no te hará daño — tranquilizó — seguramente quiera presentarte a su hijo menor — lo miró serio — conmigo hizo lo mismo, supongo que no fui del agrado a Aioria — alzó los hombros — así se llama.

— Pues yo no quiero — cruzó sus brazos enojado.

— ¿Por qué no? — preguntó incrédulo — tendrías mucha suerte si le gustas y te enlazas con él, es el hijo del jefe de la mafia — habló sin pensar — piénsalo, tendrías todo lo que quisieras y su protección, la de todos los alfas aquí — sonrió.

El lobo interior de Camus dio un salto de alegría al escuchar esas palabras. La posibilidad de tener una buena pareja era lo que todo omega deseaba, sobre todo protección y darle muchos cachorros. Sin embargo la parte humana de Camus rechazaba la idea.

— No quiero ser el omega de nadie — sentenció.

Luego de bañarse y colocarse ropa nueva, el omega se dirigió hacía el despacho privado del patriarca de la manada Maldonado.

Con algo de temor pero decidido, abrió la pesada puerta de madera.

— Señor — habló con la mirada gacha nombrándolo cómo Bian le había dicho que lo llamara.

— Oh Camus, pasa — le sonrió tiernamente — entra — le señaló el sillón de un cuerpo frente al enorme escritorio de madera. Este obedeció al instante — bien pequeño, solo deseaba contarte cómo funcionan las cosas aquí — Cid se sentó en su sillón del otro lado del escritorio y cruzó las piernas — la mansión se divide por tres alas, la de los alfas, la servidumbre y la de los omegas sin marcar. No todos los omegas tienen el privilegio de estar allí, solo lo que me sirven para un propósito.

— Entiendo señor.

— Veras, los omegas que no me sirven — hablo serio — son castrados y se limitan a  atendernos — recordó aquélla noche donde  hubo una masacre por los omegas en celo y decidió que castrarlos sería lo mejor — luego están los omegas, como tu, que son especiales, inteligentes — le sonrió — que son fieles, elegantes. Que me servirán para pareja de mis hijos o mis subordinados _ vio la cara de susto del niño — no te preocupes, nadie te tocará hasta la mayoría de edad. Tengo un hijo de tu edad, su nombré es Aioria — al nombrarlo el pequeño alfa entro al despacho. Cid lo señaló con la mano — te lo presento.

Camus dio media vuelta para observar al alfa que caminaba lentamente hacia él, observándolo como si fuera mercancía, sonriéndole.

— Hola — increíblemente su voz no era autoritaria cómo la de los demás alfas, era dulce y aniñada.

— Hola — respondió.

Vio como el castaño le sonreía y asintió con la cabeza.

— Perfecto — habló animado el mayor — Aioria, él es Camus — los presentó, miró al omega — pequeño, recibirás educación adecuada para un omega y sus respectivos cuidados. Cuando seas mayor, te enlazaras con mí hijo menor. Está hecho.

El lobo interior del omega rugió de alegría, pero el francés no pensaba lo mismo.

— Si señor — contestaron al unísono. Uno feliz y el otro resignado.

— Hijo, muéstrale la mansión a Camus, podrán conocerse mejor — el alfa menor asintió — ahora retírense.

El patriarca hizo un gesto con la mano indicándole que se fueran y obedecieron. Sísifo entró un segundo después.

— Me gusta ese omega para Aioria — comentó sonriendo iluminando el rostro de su alfa. Tenía la más hermosa de las sonrisas — pero la prioridad era Shura, cariño — se sentó en su regazo.

— Lo sé, pero Shura no lo quiso, es muy pequeño para él y tu hijo es indomable.

— Ya conseguiremos alguien para él — beso sus labios — el año que viene podremos enlazar a Aioros con Saga y tendremos a un  yerno y alfa muy poderoso y fuerte de nuestro lado y con ello a su hermano gemelo — Cid asintió mientras una mano se metía por debajo de la camisa del omega, este suspiró — ya no tendrás de que preocuparte, estás armando tu bando contra  Manigoldo Marchetti y su manada de pseudos mafiosos que te quieren robar el negocio — sus ojos brillaron azules.

A Cid le encantaba ver a su omega enojado, así tan salvaje y animal. Abrió sin ningún cuidado su camisa tumbándolo sobre el escritorio de madera, devorando con ansias su cuerpo.

Hola mis bellos lectores, les dejó otro capítulo de esta historia.

Aquí se conoce un poco más el clan Maldonado.

Espero que les haya gustado.

Gracias por leer.

Cualquier duda me la dejan en los comentarios.

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