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¿Rusia?

México se levantó del ¿Sofá? ¿Qué no había estado en el suelo?
Como sea, se paró al escuchar rasguños y pequeños gruñidos provenientes de la cocina.

Tomo una escoba que estaba a la mano y se encaminó a la cocina con sumo silencio.

Al entrar, encontró a un ser de dos pinches metros de largo, con cola, orejas y garras, rasguñado el suelo.
¡H-hey!— gritó inconscientemente, ganando la atención de aquel ser.

Este corrió hasta donde México, el latino temió por su vida, soltó la escoba y se hizo bolita en el suelo, si, que gran idea.

Cabe decir, que Rusia tenía mucha hambre, y con las garras que tenía no podía abrir el refri, no supo cuando comenzó a rasguñar el suelo.

Mexico...— susurro suave, aún en sus cuatro patas, con una de ellas, pico uno de los brazos del Tricolor.
Oye, México.—

—¿Rusia?— el latino quito sus manos de su rostro para apreciar como la cara del ruso tenía sus ojos blancos bien abiertos y sus orejas preluditas estaban paradas, escuchándolo.

¿E-eres tu, Rusia?—

—Si.— dijo con seriedad, pero su cola se movía de un lado a otro, mostrando emoción.
Oye yo, este, no puedo abrir el refrigerador y tengo hambre...— eso basto para que el mexicano se levantara e hiciera algo para desayunar.

—Ten.— le tendió un plato de huevito con frijoles.

Rusia se sentó y comenzó a comer, con las manos, así como un niño pequeño.

México veía enternecido al de mayor estatura y después de que este terminara y el también, le limpio la cara, incluso cuando Rusia intentó hacerlo el mismo, fallando en el intento.

[...]

¡¡Señor, señor!! ¡Ha ocurrido un problema!— gritó la chica, corriendo como si el diablo estuviera persiguiéndola.

¿¡Qué?!— respondió incrédulo.
Rusia ha presentado efectos secundarios, cola, orejas, instintos, señor, debemos parar esto, tal vez podemos revertirlo...— le dijo, ganando una bofetada.

¡¡No podemos parar!! ¡Es una orden! Sigan con el protocolo.— el hombre desapareció entre los pasillos, a lo que la chica tuvo que dar la siguiente orden.

¡Mía!— escuchó su nombre.

No podemos dar el siguiente paso.— su ayudante parecía pálido.
¿Por qué?—

—No podemos darle órdenes, es un Alfa, además....—  la miró a los ojos.

Ya tiene alguien a quien proteger.—

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