México se encontraba sentado en la cama cuando sintió un escalofrío en su espalda, haciéndolo girar.

Ahí, estaba un soldado apuntándole con un arma a su cabeza.
—No te muevas...— dijo el hombre apuntándole con decisión.

México levantó sus manos en signo de no estar armado. El soldado parecía calmado, demasiado para que México lograra darle una patada en la punta de la pistola, tirándola.

Le dio un golpe en la cara, tumbándolo inconsiente.

—Wey, a la verga, me dolió el puto brazo...— dijo sentándose sobre el cuerpo del soldado.
—Ugh...—

Al instante, Rusia llego.

—¿Qué pas- Oh...— el eslavo observó a México sentado sobre el soldado ruso, quien solo lo miro con una sonrisa.
—Hol-

Rápidamente abrazo al mexicano al tiempo que le gruñía al cuerpo en el suelo.

—Wey, ¿Qué haces? Ya sé que soy bien pinche cómodo pero te pasas.—

Mientras tanto, en el laboratorio, se encontraban todos los científicos sorprendidos ante el ataque del mexicano.

—Necesitaremos más...—