
Mientras el lobo (no) está
Camina de un lado a otro preocupado, asustado y hasta emocionado. Vaya, sabe que puede despertar a su hermano y que éste le dará una paliza por ser tan desconsiderado y nervioso como para andar caminando sin parar a estas horas de la madrugada.
Pero, ufff, no puede evitarlo.
La luna llena está cerca y él puede sentir su influencia incluso si las noches se empeñan en cubrirla de nubes. Tal vez esto lo inquieta más.
O tal vez, es que no puede contener lo mucho que siente y que necesita saber si su sentir es correspondido de igual modo o no.
Pensó en ello, repasó los últimos meses y se tranquilizó. Sí, debía ser cosa de dos y no de uno solo todos esos latidos descontrolados, mejillas sonrojadas y picor en los labios que buscan besos infinitos bajo la luna...
Quiso aullar. Sí. A tiempo estuvo de contener un aullido que le nacía del pecho, como trepando por su garganta con la intención de hacerse oír hasta el otro lado de la ciudad. Quería llamarlo, incluso si el otro no supiera que ese grito animal era un reclamo a la injusta distancia que los separa.
Oh, mandamás, sabes cuánto es que lo extraña.
Siguió dando vueltas, temiendo hacer un surco en el suelo con su preocupado andar. La luna agitando sus instintos y una vocecita en su cabeza que le dice que salga de ahí y corra a buscarlo. Que se olvide del consejo de su hermano —ese oso berrinchudo, pero pacifista— de esperar los tiempos "normales" y que persiga lo que tanto quiere.
Vacila. Un pie delante del otro mientras medita qué tanto será el escándalo que hará NamJoon, su hermano, si despierta y no lo encuentra allí. ¿Podría el ser que se divide en dos tranquilizarlo?
Pero, da igual. Sobre todo cuando recuerda aquella sonrisa cuadrada y dos ojitos que se hacen media luna al verlo y, ¡ufff!, no puede evitar carcajearse febril por la dicha del rostro amado en sus memorias. Y está un poco harto de los recuerdos, más que nada porque en el tiempo que lleva sin ver a quien le eclipsa cualquier problema, no ha hecho más que pensarlo.
¿Lo habrá pensado así a él? Teme que no, que sea cosa suya la intensa manera de querer y que el otro simplemente pueda comportarse correctamente.
Aunque, niega esto. No es posible, menos si se tiene en cuenta que su amado sabe la verdad y aún así vuelve a él como si el destino no fuera claro en que ellos no pueden estar juntos. O que sí pueden, pero con riesgos.
Riesgos. Esto es lo que detiene a JungKook en la entrada de su hogar.
Sabe que no está en sus sanos sentidos debido a la cercana luna llena. En ese estado podría descontrolarse y hacer lo que su instinto reclama que ha de hacer con su destinado. No obstante, se jura que cuidará al otro por sobre su propia voluntad. No se perdonaría dañarlo por la imprudencia del querer desenfrenado.
Y ya está a mitad del bosque, lamentando de nuevo no traerse ropa. Si pudiera sonreír, reiría incluso por recordar que la primera vez que se encontraron fue igual. Pero su hocico está ocupado rastreando el camino mientras su visión en la noche se agudiza para guiarlo hasta el límite del bosque. La ciudad se le aparece como una trampa.
La oscuridad de su pelaje lo protege en las sombras, pero no por ello deja de ser precavido. Va ciego, confiando en que su intuición y buenos sentidos lo llevan por buen camino. Es cuando lo golpea con fuerza el aroma de su amor que gruñe contento porque lo ha encontrado. Su olfato invicto en la batalla de rastrear aquella felicidad de cabellos rojos.
Ve un muro no tan alto y salta sobre él, trepando un tanto más para bajar al otro lado de lo que, supone, es la casa de quien tanto busca.
Merodea; un animal salvaje en el elegante jardín de una casa. Acecha persiguiendo el rastro de su amor. Los aromas le marean porque todos, en cada rincón, tienen la particular fragancia que lo encanta. Pero este perfume se vuelve asfixiante y hace al animal mover su cola feliz ante una de las puertas de la casa que duerme bajo la penumbra de la noche.
La luna llena está cerca y parece susurrar palabras de aliento.
Las necesita, porque estando ya ante la puerta de su amado recuerda a qué ha venido y el miedo lo asalta.
Se olvida de que puede ser descubierto, de que esto le causaría tantos problemas a él, a su hermano, e incluso a su amado. Sin embargo, ha venido de tan lejos, de lo profundo de un bosque tan bello como encantado, que se anima y rasca con sus garras filosas la puerta. Procura no dañar el material, pero sí hacerse oír.
Resopla cuando escucha el rezongo de quien está dentro, pero a la par lo alegra. ¡Está allí! ¡Lo ha encontrado! Han pasado días sin verse y cuando persiste y la puerta comienza a abrirse no resiste más y salta.
Cae un chico pelirrojo al suelo con un lobo negro encima. Son momentos donde la torpeza del sueño no le permiten al humano reaccionar, pero cuando lo hace no tarda en sonreír y aferrarse al animal en un abrazo que los revive a ambos.
Es en el calor apretado del reencuentro que se hacen conscientes de lo mucho que se han extrañado. Y más cuando el animal se retira y queda un chico pelinegro aferrado al cuerpo contrario, buscando refugio.
—Oh, JungKookie, ¿qué haces aquí? —murmura Tae, pero está más ocupado en apretarlo más cerca que en saber las razones de su visita.
—TaeHyungie... yo... —El lobito se congela cuando un aire frío le golpea la espalda y más abajo, porque su desnudez es evidente y la puerta está abierta—. Uhm... ¿Tienes ropa que me prestes?
La risa de Tae es baja, no quiere despertar a nadie. Se separan y fingen no notar las reacciones de sus cuerpos mientras la puerta es cerrada con llave. El humano busca en su armario algo que ofrecerle a su lobo y se lo pasa.
Una vez vestido, el chico lobo se percata de un detalle y mira sonriente al otro.
—¿Tu pijama tiene conejitos rosas?
TaeHyung le regala una sonrisa preciosa y, de nuevo, JungKook siente deseos de aullar, pero se contiene.
—Iba a ser mi regalo para ti, pero te me has adelantado —Se encoge de hombros y le hace espacio en su cama—. Ven, está helada la noche.
JungKook no quiere decirle que es mejor que él tenga el cuerpo frío porque no sabe cómo sino controlar sus instintos, mas no puede negarse a la invitación y se acurrucan en una cama que apenas puede hacerle espacio a los dos muchachos.
Se besan. Se olvidan que hay charlas pendientes. Porque en sus besos hay muchas palabras que cuestan pronunciar en voz alta. Pero es el humano quien retoma el tema:
—¿Por qué te has arriesgado a cruzar el bosque y venir a verme? Kookie, alguien podría haberte encontrado y yo no sé qué haría si... —No quiere terminar la frase, no es necesario.
El chico lobo borra el miedo de su amado con besos por todos lados, y es cuando la primera prenda del humano estorba que la cosa se vuelve un poco más intensa.
La luna llena está cerca y los apremia a que, al fin, consuman su amor destinado.
—Espera —Es el mismo lobo quien detiene las caricias y observa al otro chico que respira tan agitado como él y que está tan sonrojado—; debo decirte algo.
TaeHyung no responde, se recuesta de nuevo ya que había trepado hasta el pecho del lobo en plena sesión de besitos. Lo observa despeinado por sus propias manos y con la boca roja como una manzana que él desearía morder.
—¿Quieres morder mi boca? —pregunta riendo JungKook, el lobo.
—¿Volví a hablar en voz alta?
La tensión de la pasión se disipa lo suficiente para bromear y poder charlar sin la urgencia del contacto.
—Tae... sabes que soy un lobo —dice JungKook y el humano lo mira curioso.
—Sí, ya me ha quedado claro que no he perdido del todo la cordura y que mi chico es un lobo negro juguetón... —Las manos de TaeHyung recorrieron el pecho desnudo del contrario, percibiendo cómo a este se le entrecortaba la respiración.
—Si haces eso me distraigo —confesó Kook y bajó su rostro para comerle la boca a Tae cual manzana.
Porque, ufff, le estaba siendo un reto extremo no hacer lo que tanto desean los dos.
Pero, sería esa su primera vez y había que charlar un par de cuestiones.
—Okay, nada de toques —Levantó las manos TaeHyung, quien notaba que a él también le estaba siendo difícil apartarse del chico.
Nunca se había sentido así. Parecía incapaz de disimular las emociones que el chico lobo de lunar bajo su boca despertaba en él. Y, para ser honestos, tampoco deseaba hacerlo.
—Hyung... —empezó el lobo otra vez y el temor lo hizo callar. Pero vio que el humano no tenía otra intención más que escucharlo paciente y se armó de valor para explicar—: soy un lobo.
—Eh, sí. Eso ya lo habíamos charlado —contestó Tae empezando a notar los nervios del otro en su propio cuerpo.
—Soy muy malo para declararme —farfulló entre dientes JungKook, pero, por suerte, TaeHyung lo escuchó.
—Oye, no es justo ¡yo quería pedirte que saliéramos! —reclamó con berrinche, cruzándose de brazos—. Hasta preparé una cita para que fuera más especial.
La alegría del lobo lo hizo reír y abalanzarse de nuevo sobre el humano que se dejó devorar por laaargo rato. La luna llena estaba cerca y faltaba un solo detalle más que aclarar antes que la pasión los consumiera.
—Hyung... —murmuró JungKook con el rostro enterrado en el cuello de Tae—: soy un lobo.
—Lo sé —jadeó TaeHyung por las caricias atrevidas que estaban sucediendo bajo las mantas—, pero te amo así.
De piedra, así se quedó el lobo al oír semejante confesión.
—¿Me amas? —preguntó saliendo del abrazo compartido para ver el rostro de su amado y sonreírle—. Yo vine aquí a decirte que te amo, que no puedo negar lo mucho que me haces falta cuando no estás y que te he extrañado hasta la locura.
El humano lo tomó del rostro y juntó sus bocas para sellar sus confesiones con un beso tierno, pero sensual.
La luna llena estaba cerca ¿que no había quedado claro?
—¿Es muy pronto para...?
Ufff, cierto. JungKook debía decirle sobre eso.
—Eh, hyung, soy un lobo —dijo y no dejó que el otro lo interrumpiera—; y debes saber que hay cosas que me diferencian de los humanos cuando... bueno, ya sabes.
—No entiendo.
—Yo... tengo ganas de aullar de lo contento que me hace tu amor, hyung —dijo sintiendo el rostro caliente porque nunca había tenido que decir esto. Tae era su primero—. Y también es probable que quiera morderte.
TaeHyung se quedó tanto rato en silencio que JungKook temió que lo mandara a volar por raro. Pero en cambio, el pelirrojo dijo:
—¿Y qué pasa si me muerdes? ¿Me volveré un lobo?
—No, no. Te volverás mío —dijo torpemente.
La sonrisa de TaeHyung fue una mueca.
—Pero yo ya soy tuyo... en plan, no como una cosa, pero sí que mis sentimientos te pertenecen.
El chico lobo, de haber podido, habría aullado a la luna llena que está cerca.
—¿No tienes problema con ello? —Quiso asegurarse JungKook.
—Va a doler ¿no? —En cambio preguntó el humano.
—Algo, pero prometo que eso solo pasa cuando hay luna llena cerca... luego es todo... normal.
Se miraron unos segundos hasta que Tae suspiró y lo abrazó con fuerzas. Hundió su cara en su pecho y se rió bajito.
—JungKook... —dijo, su voz amortiguada.
—¿Qué sucede?
—Eres un lobo.
JungKook sonrió y dijo:
—Lo soy, y te amo por no salir huyendo para nunca regresar aquel día en la cueva.
—Yo también te amo, sobre todo porque no me devoraste en el bosque tan bello como encantado.
Y se besaron con pasión apenas contenida. Porque la luna llena está cerca y a ella iban a esperar para consumar su amor.
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