Capítulo 55
Bizqueé en la penumbra, alargando mis brazos para correr las cortinas. Los primeros rayos del sol se erguían tras las lejanas montañas coloreando el valle con tonos anaranjados, ocres y oros.
Bostecé para quitarme los vestigios de aquel mal sueño, al tiempo que me fregaba los ojos.
La piyama se me había pegado al cuerpo a causa del sudor. Giré de lado intentando desenredar el revoltijo de sabanas de mis piernas, para poder levantarme.
Necesitaba una ducha helada ¡YA! Sentía mi cuerpo arder.
Mi pecho seguía fatigado debido al golpeteo incesante de mi corazón y mi mente era una maraña de pensamientos.
Después de media hora bajo agua (me tomé el tiempo porque aún faltaba para ir a clase y casi siempre me levanto pisando las agujas del reloj) ya me sentía más relajada. Incluso las escenas de aquel vívido sueño ya formaban parte de un vago recuerdo, al menos las más tortuosas. El resto —aquellas que podían clasificarse como contenido +18— seguían intactas. Tal vez por eso mi cuerpo seguía afiebrado... A menos que me estuviera enfermando.
—¡Por el amor a Añá! ¿Qué carajo estás haciendo acá? —exclamé, cuando mis ojos se toparon con los del chico que acababa de colarse por la ventana.
Nahuel hizo un gesto para que bajara la voz y soltara la esfera de cristal navideña que me servía de pisapapeles, la cual estaba a punto de arrojársela por la cabeza (una reacción muy humana. Mis sentidos lobunos seguían algo aturdidos por el sueño)
—¡Lo lamento! No quería asustarte. Solo venía a traerte la mochi—Levantó el morral que colgaba de una mano y lo depositó sobre la cama, por la cual se había deslizado—. ¿Te acordás que las dejamos en la Logia cuando nos transformamos?—Lo cierto era que apenas me acordaba del día pasado con tanta actividad onírica "hot".
—Me la hubieras dado en el cole—dije, acomodando el toallón que envolvía mi cuerpo (Por sí no lo había mencionado estaba desnuda cuando salí del baño, o casi, ya que debajo tenía puesta la ropa interior)
El moreno siguió mis acciones y apareció en sus tostadas mejillas aquel rubor delator que evidenciaba que estaba avergonzado, o eso creí antes de que avanzara, con paso decidido, hacia mí. Por un momento tuve una sensación de dejá vú muy nítida.
—Iba a hacer eso, pero después pensé que tus viejos podrían notar que no llevabas mochila y empezarían con su interrogatorio—comentó conforme avanzaba.
Su cercanía era igual de efectiva que el agua fría de la ducha. Mi temperatura corporal seguía en aumento. ¡Mierda!
"¿Será esto un sueño dentro de otro sueño?" Me pregunté.
No, era improbable. En el sueño no estaba la voz mental de la moral. Aquella que me asociaba el sexo con peludos bebés lobizones.
—Stop—dije, poniendo un freno con mi mano entre los dos. El ojinegro hizo un leve puchero.
—¿Tenés miedo que se te caiga el toallón? Porque a mí no me molestaría...—susurró travieso.
¿Cuándo se había puesto tan atrevido?
Lo peor era que sus insinuaciones no ayudaban en nada a mantener mi poder de autocontrol.
—Miedo no. Pero, estoy intentando ser prudente...—argumenté.
—¿Prudente vos?—cuestionó enarcando una ceja.
¡¿Es que todo el puto mundo creía que era impulsiva?! Es una pregunta retórica.
—Sí, yo—Di un paso atrás chocando de lleno contra la punta del escritorio. ¡Me vibró hasta el útero!—. Mis viejos pueden entrar en cualquier momento—aporté, aguantándome el dolor. Al menos era un distractor efectivo. Por unos instantes me olvidé de la calentura.
Nahu sonrió de medio lado y, sin rendirse, acercó su cuerpo peligrosamente al mío arrinconándome, y murmuró en mi oído:
—Está bien, ¿pero al menos me das un beso de buenos días?—Sus espesas pestañas acariciaron los puntos sensibles de mi oreja y su tibia respiración erizó mis vellos.
Cuando quise acordar ya había perdido el poco control que me quedaba y ambos nos estábamos besando.
No obstante, pese al momento de desenfreno, mi mente tenía noción de ciertas cosas:
-Primero, se me había caído el turbante que tenía en la cabeza y los dedos de Nahuel se enredaban en mis húmedos cabellos, mientras los míos jalaban los suyos.
-Segundo, su cuerpo estaba igual de caliente que el mío.
-Tercero, todavía podía percibir la afilada punta del maldito escritorio hincándose en mi retaguardia.
-Cuarto, había algo igual de sólido presionando mis partes nobles, pero por el frente.
—¡Ay no puede ser!—grité al darme cuenta de la situación. Ambos nos separamos al momento.
—¡Carajo! ¡No me puede estar pasando esto!—expresó avergonzado, notando su prominente erección.
—¡Tomá tapate!—Le lancé la toalla en un gesto desesperado. Él la agarró en el aire sin mirar, porque sus ojos estaban puestos en mí.
—¡Eso no ayuda Irupé! ¡Estás desnuda!
¡La re puta!
Corrí a la cama y tomé "los siempre efectivos cojines decorativos" y los usé para cubrirme, volviendo a poner distancia entre ambos. Muuuucha distancia. Para ser exacta, yo estaba frente a la puerta del baño, y él en la otra punta, cerca de la ventana por la que había entrado.
—¡No se baja!—protestó, como si fuera MI culpa lo de SU mástil.
—¡Te dije que no te acercaras!—contrarresté, ceñuda.
—No me imaginé que iba a pasar esto. No podía pensar con claridad teniéndote en frente—se defendió.
—¿Ahora esto es mi culpa?—Comenzaba a sentir una calentura diferente.
—No quise decir eso. Pasa que hoy tenés algo que me hace desearte más que otras veces.
Giré mis ojos.
—Lo único distinto es que estaba envuelta en un toallón—Para ese momento el dichoso toallón estaba funcionando de abanico. Como si apantallar "la cosa" fuera a provocar que se le bajara—. Aceptá que no sos tan controlado como creés.
—El tema es que lo soy. Aunque pierda un poco la cabeza cuando estás cerca, al final siempre logro frenarme. Pero ya te dije que hoy pasó algo diferente—repitió y como si se le encendiera un foco interior, añadió:—¡Ay no!
—"Ay no" ¿qué?
—¡Ay no, estás en etapa de celo!
¡Me lleva! ¿Cómo? ¡¿Cómo había pasado eso?! ¡Maldita naturaleza lobuna! No sabía ni Nahuel estaba en lo cierto, pero estaba a punto de entrar en etapa de crisis.
—Okey, esto es lo que vamos a hacer—dije, intentando serenarme—¡No sé qué carajo vamos a hacer! AYUDA—hundí mi rostro en el almohadón de emoji en forma de... "heladito de chocolate" que usaba para cubrirme el busto.
Estaba preparada para lidiar con el hecho de ser una adolescente hormonal, pero no para ser una Lobizona alzada.
—Primero, no entrés en pánico que yo estoy temblando—dijo "el muy idiota"—. Segundo, hay que aceptar que ninguno tiene experiencia en estos casos—Ya estaba a punto de ponerme a llorar de la frustración—, pero sí conocemos de NatGeo y Animal Planet. Es decir, tenemos nociones de cuánto puede durar la etapa de alzamiento y sabemos que es la hembra la que atrae al macho por la gran cantidad de feromonas que genera durante ese periodo. Así que lo que podés hacer es mantenerte aislada todos los machos Lobizones hasta que se te pase la calentura.
Al margen de que esa explicación sonaba hiper mega machista en el mundo humano, en el reino animal tenía mucho sentido y lo que proponía Nahu no parecía ser ilógico.
—Está bien, entonces le voy a decir a mis viejos que no puedo ir al cole porque estoy enferma—Ni en pedo les iba a mencionar que estaba en celo—. Total si me toman la fiebre seguro el termómetro marca cuarenta.
—Okey, y mejor si conseguís que el doc venga a tu casa, así no salís.
Obvio no iba a involucrar doctores en este asunto, para eso estaba mi abuela. Ella era experta en diagnosticar enfermedades inventadas que ella misma curaba con sus "brebajes". Total, después me conseguía un certificado médico a través de Tobías para justificar las faltas.
—¡Perfecto! Tenemos un plan. Ahora rajá de acá. Nos vemos en cinco días....o quince—determiné. Él asintió y me arrojó la toalla de vuelta— Y Nahu—volví a mirar su erección—, mejor pégate una ducha bien fría…o dos.
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