Capítulo 49
El silencio me asaltó cuando crucé el umbral. Si bien era tarde, me resultó extraño no ver a ningún miembro de mi familia deambulando por la planta baja.
La única luz provenía desde la cocina e iluminaba parcialmente la sala donde la oscuridad derramaba su negra tinta dejando irregulares manchones a la vista.
Estaba a punto de subir las escaleras con dirección a mi recamara, aprovechando mi buena suerte, cuando observé la silueta apostada en el sofá del living. Pude reconocerlo por su aroma antes de verlo a la cara.
—De todas las personas que podrían haberme soltado un sermón por saltearme la cena sin aviso, al último que pensaba encontrar era a vos Katu—comenté en un susurro, girándome en dirección a mi hermano. Él esbozó una sonrisa cansada. Sus ojos almendrados estaban brillando.
—De todas las personas que estuvieron presentes durante la cena en la que finalmente "salí del closet", el único que decidió quedarse a hacer la sobremesa y esperarte fui yo— "Auch" Sentí un pinchazo en mi corazón y de inmediato tomé asiento a su lado.
Un halo de luz bailó en sus pupilas. Estaban dilatadas y sus ojos enrojecidos. Había estado llorando. Y lo peor: yo no había estado ahí para consolarlo.
—¿Cómo estás?—pregunté y al momento me arrepentí por formular un interrogante tan estúpido. Era obvio que mal.
—Mucho mejor ahora—expresó, contrariamente a lo que pensaba—.Siento que me quité una mochila muy pesada. Mi espalda me lo agradece, aunque mi corazón va a tardar un poco más en darme las gracias...
—Sé que estuviste llorando, así que imagino que hubo alguien que no tomó la noticia de la mejor manera. ¿Fue mamá?—Katu suspiró negando y pasó sus dedos por su cabello azabache. Le había crecido en ese último tiempo y le caía hasta la base del cuello, para terminar bordado en sus hombros, como encaje negro. Le quedaba muy bello—. Fue el viejo. Mamá lo aceptó bien. Pienso que ya lo imaginaba hacía tiempo.
—¡Sí papá se atrevió a lastimarte te juro que ahora mismo subo y le canto las cuarenta! ¡Ya es hora de que esta familia termine con tanto prejuicio!—dije indignada, dispuesta a levantarme e ir hasta su cuarto a hablar con él. No me importaba lo que podría pasarme, al fin y al cabo castigada ya estaba de antemano.
—No, tranqui—Katu colocó su mano sobre mi muñeca. Sus morenos dedos estaban tibios como el café mañanero—. Yaguati se encargó de hacerlo entrar en razón.
Okey, de todas las cosas raras que me habían pasado aquella noche, definitivamente esa encabezaba la lista.
Mi rostro debió ponerme en evidencia porque de inmediato mi hermano añadió:
—Sí, sé que es súper raro que "el rey del conservadurismo" haya defendido mi homosexualidad, pero así fue. Cuando el viejo comenzó a ponerse pesado lo cortó en seco y le dijo que el hecho de que me gustaran los tipos, en vez de las minas, no me volvía ni mejor ni peor persona. Que no era un "alguien" diferente, que seguía siendo el mismo hijo que había criado, con los mismos valores, pero que mis gustos habían variado...—Katu hizo una pausa. De pronto me pregunté ¿cuándo Yagua se había vuelto tan sabio?—Bueno, en realidad dijo que era como si antes me gustara la frutilla y ahora el mango—Eso, sin duda, sonaba a algo que Yaguati diría. Pero no lo volvía menos merecedor de mi admiración. Me sentí extrañamente orgullosa de mi fraterno en ese momento. Aunque por otro lado, me sentí algo triste por no haber estado junto a Katu para apoyarlo.
—Eso es algo para celebrar ¿no? Al fin "el Yagua" salió de sus tinieblas mentales y vio la luz—comenté.
—Me gustó que me defendiera y sobre todo que comenzara a entender estas cuestiones...Pero admito que me rompió el corazón la actitud de papá. Después de que Yaguati le habló no siguió protestando, pero tampoco dijo nada más.
—Dale tiempo para que lo procese—sugerí colocando mi mano sobre la suya, entrelazando nuestros dedos, que en esa mezcla de luces y sombras relucían, como satén blanco y dorado—. Estoy segura de que al final va a pasar lo mismo que con Yagua.
—Ojalá—Katu dibujó una media sonrisa que se fue ensanchando conforme la mía lo hacía.
—No hay que perder la esperanza—dictaminé, infundiéndole mayor seguridad—. Y a todo esto, ¿de dónde sacaste el valor para contar tu secreto? ¿Fue la abuela quién te impulsó?
—Itatay no tuvo que ver—."Claro, ella solo podía ocuparse de develar los míos. Mandar al frente a dos de sus nietos ya era todo un desafío" pensé con cierto recelo—. Lo cierto es que fuiste vos la que me dio el valor para hablar—Aquello me sorprendió gratamente—. Verte afrontar con tanta entereza y determinación a la familia, en defensa de tu naturaleza, de tu identidad, aún a riesgo de que pudieran ponerse en tu contra...—"Tampoco es que hubiera tenido muchas opciones" analicé—. Bueno, sencillamente fue la palanca que necesitaba para salir del closet.
Me encogí de hombros, apenada.
—Lo cierto es que estaba cagada de miedo a sus reacciones. Cuando mamá se puso histérica creí que yo también entraría en crisis. Pero no podía flaquear. Pensé que si yo misma no me ponía firme y defendía quien era y por qué me gustaba ser de esa manera, entonces nadie más lo haría. ¿Cómo pretender la aceptación del prójimo sino podemos aceptarnos a nosotros mismos? Esta y otras frases de autoayuda en: "Cómo amarte a ti mismo como eres y no morir en el intento. Volumen I" de María Irupé Rodríguez Lambaré PRÓXIMAMENTE. —solté en broma. Katu dejó escapar una pequeña carcajada.
—Gracias—murmuró finalmente.
—No tenés que darlas, y perdóname por no estar hoy. Tuve... "algo" importante que hacer.
—¿Ese "algo" tiene que ver con mi amigo Tobías?—Una mueca de picardía se pintó en su rostro. Ya no había rastro de vulnerabilidad en él.
Sopesé la posibilidad de que Katu tuviera mejores dones para la adivinación de los que poseía mi abuela.
—¿Cómo...—No dejó que concluyera la frase.
—Los vi por la ventana—Señaló el ventanal del Living cuyas cortinas estaban medio descorridas. Por allí se veía con claridad el sendero del bosque que habíamos seguido con Toby. "¿Cuánto más había visto Katu?" En ese momento un cálido rubor ascendió por mis mejillas—. Che Iru, no quiero sonar como un metido—"Mentira, en el fondo te encanta el chisme" pensé—, pero ¿entre vos y mi amigo hay onda no?—El hecho de que lo preguntaba significaba que no había visto el beso de despedida o que se estaba haciendo el tonto para que yo se lo contara. De todas formas sabía que no me iba a poder retirar de ahí antes de que compartiera con él mis sentimientos hacia el castaño.
Mordí mi labio inferior y suspiré.
—Sí, y mucha...—Él no pareció sorprendido. Se recostó en el sofá y cruzó una pierna sobre la otra colocando ambas manos encima, en pose que gritaba: "Prosigue hermanita y, por favor, no omitas ningún detalle". Lo hice. Le conté a mi hermano partes de nuestra historia. Respecto a los "baches", él era perfectamente capaz de llenarlos por sí mismo. Al finalizar me miró con un brillo diferente en los ojos, uno que reflejaba entendimiento, aceptación, pero también algo de temor.
—Me alegra por ustedes. Tobías es un buen pibe, con algunas "sombras" sí, pero quién no es medio Gray en estos días. Sin embargo, pensé que te gustaba Nahuel, bueno, en tu cumple los vi muy "acaramelados"—Hizo una gesto de comillas.
¡Por Tupá! No se le pasaba una al desgraciado.
—No te equivocás tampoco con eso—La exaltación brotaba por los poros de mi hermano. Literalmente hablando—. Me gusta Nahuel y él gusta de mí. Tobías sabe y me dijo que mientras yo lo quiera con la misma intensidad con la que lo quiero a él no iba a pedirme que elija. Pero todavía no sé lo que piensa Nahu al respecto.
Mi fraterno permaneció meditabundo un momento. Tenía cara de póquer. Cuando se ponía en aquella fase introspectiva daba miedo.
—Lo único que voy a decirte es que tengas cuidado. No quiero que termines con el corazón roto—dijo en tono protector y fue algo que me gustó. Siempre me había sentido yo su protectora. Desde chicos, cuando alguien molestaba a mi hermano porque actuaba diferente al común era yo quien me encargaba de ponerlo en su sitio. Pese a ser la más chica, con él había ocupado el rol de hermana mayor. Aunque ahora me daba cuenta que ese sentido de "defensa" era mutuo.
—Voy a intentarlo, pero lo veo difícil. La razón está supeditada a los caprichos del amor. No podemos evitar que nuestro corazón se encadene a aquel sentimiento con todas sus fuerzas, aun a riesgo de salir lastimado. "Es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado"
—Casi me convencías de comprar tu libro—comentó Katu—, hasta que citaste a Alfred Tennyson.*
—¡Ey!—le di un golpecito en el brazo—Al menos dame crédito por la primera parte y compráme uno. Necesito guita. La crisis me pega duro.
—No te quejes tanto. Si el libro sale a la venta, dos compradores fijos tendrías seguro: tus amores destinados.
"Mis amores destinados" Eso también sonaba a título literario. Uno hermosamente trágico.
*Poeta y dramaturgo inglés del siglo XIX
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