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Capítulo 44

—No—respondió Nahuel y sentí cierta paz—. Pero confío en que pronto lo sabremos. Lo Lobizones somos buenos rastreadores—Me guiñó—. En cuanto las cosas se calmen te presento en la Logia. Estoy seguro de que a Greg le va a encantar conocerte—. Sonrió orgulloso. Luego, giró hacia la cesta de picnic—.Y ahora va el tercer regalo—anunció y sacó del canasto al menos una docena de muffins con chispas de chocolate. Mi estómago crujió—. Este va de parte de mi primita. La ayudé a hacerlos aunque le dije que iba a haber comida en la fiesta—carcajeó—. Pero no hay quien le gane a esa enana cuando se le mete algo en la cabeza. Además te confieso que de ahí salió la idea de este picnic privado.

—¡Es muy linda! Creo que ya la amo—Sí, la gurisa de había ganado finalmente mi corazón con la comida—. Tendría que haberla invitado—dije sincera y comencé a sentirme mal por no haber extendido la invitación también hacia su tía—. Decíle que están riquísimos y que le envió un pedazo de torta hecha con mis propias manos. Aunque en realidad la compramos. Pero vos muti—Hice una seña de silencio con el dedo.

Después le di un bocado al muffin y tal como lo había anticipado, estaba buenísimo. En pocos minutos Nahuel y yo nos habíamos morfado la docena entera (nueve me comí yo sola porque soy una Lobizona en proceso de crecimiento y porque era MI regalo de cumpleaños)

—Se nota que te gustaron—señaló Nahuel riendo, mientras me observaba comer las últimas migajas—. Me parece que tendría que haberte dado los muffins al final, porque van a opacar el cuarto regalo...

Tomó el estuche de guitarra y lo puso sobre su regazo.

—Espero que no tengas ahí una metralleta.

—¡¿Cómo se te ocurre?!—Rió.
Si supiera que Tobías llevaba una ballesta en su mochila del colegio. Acto seguido el moreno abrió las bisagras dejando expuesta una lustrosa guitarra criolla en color rojo y deslizó con ductilidad sus dedos sobre las cuerdas haciéndolas estremecer. El instrumento mismo pareció vibrar suavemente debajo de sus yemas. ¿Iba a tocar algo para mí? ¡Me emocioné de solo imaginarlo! El día no podía fluir más perfecto y todo gracias a él.

—¿Me vas a tocar el feliz cumple?—pregunté, con picardía.

—Ponéle...—susurró y noté como sus mejillas se pintaban de un tono más cobrizo. Bajó la mirada y sus negras pestañas ocultaron los ópalos negros de sus ojos. ¿Se estaba arrepintiendo?

—¡No vayas a arrugar ahora Lobizón!—exclamé divertida.

—Obvio no—dijo y volvió a mirarme tomando coraje. Los últimos vestigios del febo del ocaso danzaron sobre su instrumento dotándolo de un rojo aún más brillante, fulguroso—. No canto tan bien como el Abel, peo ahí te va mi versión de "Sin principio ni final"—Hizo una pausa e inició—.
"Te vuelves parte de mi ser en mis palabras. Estás aquí tocando el centro de mi alma. Como un eclipse sin final de sol y luna. Como lo eterno del amor en una alianza..."

Tenía razón. No cantaba como Abel, porque su voz tenía su propia musicalidad y era gloriosa.

Cerré mis ojos.

Los acordes me hacían estremecer hasta lo más profundo, mis propios átomos parecían bailar al son de aquella melodía bella y calma.

Muchas veces había escuchado aquel tema (incluso lo había "aullado" un par de veces en la ducha), pero en esa ocasión comencé a redescubrirlo, porque por primera vez le presté atención a la letra completa. Era como una declaración poética que, además, guardaba una promesa, una que en ese momento se volvió personal porque él me la estaba cantando o recitando, directamente a mí.

—"Te voy a amar y me amarás. Te amo sin principio ni final. Y es nuestro gran amor, mi ángel de la eternidad..."

Y entonces cuando pensé que Nahuel no podía despertar más sensaciones, comprendí que estaba equivocada.

El tiempo que duró la canción experimenté emociones diversas, algunas que ampliaron mi percepción a cerca del amor, o lo que significa estar enamorada. En esos instantes sentí que quizá era cierto, que era real, que Nahuel era el indicado porque a él sí lo amaba.

Pero la música se detuvo y aunque el hechizo que habían creado los mágicos acordes se extendió un poco más, cuando reinó el silencio la incertidumbre volvió a manifestarse y también mis miedos.

Es que una parte de mí todavía pensaba en Tobías y se resistía a dejar de quererlo.

—Pensaba declararme después de esto, o que la canción sea mi declaración, pero te adelantaste a los hechos—manifestó el pelinegro. Estaba sonriendo y yo igual. La sonrisa podía camuflar todos los sentimientos encontrados del momento. Lo difícil vendría cuando me tocara hablar.

—¡Ains! ¡Son taaaaan tiernos!—La expresión acaramelada había salido de los labios de Carla, que parecía desprender corazones de sus ojos.

—Algo cursis diría yo, pero me ALEGRA que al fin te le declararas chabón—soltó Dana haciendo girar los suyos.

Nahuel y yo intercalábamos las miradas entre el contrario y aquel "dúo dinámico" que había aparecido de golpe. Por mi parte tenía los nervios a flor de piel. ¿Cuánto tiempo llevaban observando?

—¿No dicen que lo bueno se hace esperar?— Se defendió Nahu.

—Bien dicho morocho—apoyó Carlita.

—¡Sí, pero no era para tardarse una eternidad! Mirá que Iru tiene levante ¿eh? En cualquier momento te la sopla...

—¡Cof Cof!—fingí toser—. Creo que ya es suficiente vergüenza por un rato—añadí interrumpiéndolos a todos, pero en especial a Dana que ya estaba por meter la pata. Aproveché también para levantarme, dando por finalizada la velada romántica—. Además ya tendríamos que volver a la reunión antes de que mi familia alerte a los vecinos y a las autoridades sobre nuestra desaparición y organicen una expedición de búsqueda.

—Sí, justamente veníamos a decirles que vuelvan antes de que se haga de noche. No me gusta la oscuridad y menos si es en el bosque—indicó mi amiga Carla como toda una "chica de ciudad"

—¿Tenés miedo que un Lobizón te coma?—bromeó Nahuel.

Dana y Carla clavaron la vista en mí,  totalmente serias.

—Ya TODOS están al tanto del secreto. Además los dos estamos llenos—indiqué y finalmente rieron.



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