Capítulo 36
—¿Y cómo estuvo?—preguntó Carla, mi amiga de Buenos Aires, con quien estaba manteniendo una llamada por WhatsApp.
—Estuvo... "bien"—resumí, restándole importancia al asunto.
Luego giré en la cama adoptando una posición de mayor comodidad, sumergida entre los almohadones de emojis. Sabía que la conversación dudaría largo rato, sobre todo después de una respuesta tan exigüa. Carla, presionaría hasta sacarme toda la información posible.
—O sea, el beso fue una bosta—concluyó.
Tomé el emoji de "popó" y lo contemplé, examinándolo. Se veía "tierno". Sin embargo...
—No, obvio que no. ¡Te dije que estuvo bien! Tan joven y ya te estás poniendo sorda amiga—bromeé.
—Irupé, hablamos de tu primer beso. Los otros no cuentan porque ni lengua hubo. Y lo único que tenés para decir es: "estuvo bien"—chilló.
Podía imaginarla haciendo un enorme puchero.
—Bueno, ¿y qué debería decir entonces?
—No sé mujer, dar más detalles o al menos decir que viste estrellas o fuegos artificiales mientras te besaba. Vos como escritora te morís de hambre.
Ya no aguanté más y solté la estruendosa carcajada que estaba reprimiendo. Ella guardó silencio. Probablemente me estaba insultando mentalmente.
—Disculpá Carly, tenés razón. Debería ser más explícita, aunque estaba tan nerviosa que apenas puedo elaborar una evaluación al respecto. Pero... Le pongo nueve.
—¡No quiero que me cuantifiques el beso! ¡Quiero que lo describas!—insistió.
Giré mis ojos, buscando en mi mente un repertorio de sinónimos "elegantes" para dejarla conforme.
—Okey, ahí te va: El beso inició sutil, pausado y cálido, pero luego se fue tornando profundo, vehemente y enardecido. ¿Feliz? —Un hondo silencio me esperaba del otro lado. Por un momento creí que escucharía el "pit" del tono, pero finalmente Carla habló.
—Pese a tu forzada descripción Irupé, me dejás medianamente conforme con lo de "enardecido". No voy a insistir más al respecto, pero que sepás que pienso llenar los espacios vacíos con mucho contenido perver para evitar asesinarte cuando te vea mañana.
—Dale, puedo vivir con eso. Pero no me imagines sin ropa.
—Tranquila, intentaré recrear imágenes un tanto menos eróticas que las novelas Megan Maxwell—se mofó. "Eso me ganaba por reservarme los detalles para mi sola"—. En cuanto a lo de vernos, te juro que estoy súper emocionada de poder visitarte para tu cumple. También agradecida de que tu abue haya hecho una escala en Buenos Aires y pueda viajar con ella. Caso contrario mis viejos no me iban a dejar subir a un avión sola.
—Sí, yo igual amiga—sonreí ilusionada—. Hace banda que no te veo y ya te extraño mucho. Y sí, una genia mi abuela por hacerte el aguante y por encargarse de ir a ver el estado de nuestra casita porteña—Dejé escarpar un poco de aire, mientras la nostalgia me embargaba.
¡Los diecisiete no venían solos. Me estaba poniendo vieja!
—Ojalá yo tuviera una abuela tan copada*—expresó Carla, con cierto deje de melancolía—. La mía es Miranda Priestly en "El diablo viste a la moda", pero sin el menor gusto en ropa.
—Lo decís porque todavía no superás los regalos de las camisas leñadoras.
—¡Es obvio! Digo, se usaron un año y las aproveché, pero después la moda pasó y tengo una bocha. ¿Qué se supone que haga con tantas? ¿Manteles?
Estaba por responder cuando escuché golpes en la ventana. Me acerqué a la abertura descorriendo las cortinas y me quedé en shock unos instantes.
¡Era Tobías!
¿Qué carajo hacía en mi techo? Y lo más importante ¿Hacía cuánto tiempo estaba escuchando?
—¡Mierda! Te tengo que cortar amiga, mañana te cuento— dije de forma apresurada. Luego apagué el teléfono, para evitar la seguidilla de mensajes inquisitoriales.
Abrí la ventana y un soplo de aire fresco hizo que mis vellos se erizaran.
—¡Ese pijama!—exclamó el castaño con una amplia sonrisa, mientras me recorría con la mirada. Mis mejillas ardieron al instante. Llevaba un micro short y una musculosa con escote y estampa de unicornio en cada pecho, ya que dentro de la casa hacía calor, por efecto de la calefacción—. Me gustan tus... unicornios—acotó guiñándome el ojo.
—Cállate antes de que te pegue—amenacé cerrándole las cortinas en la cara—.Y esperá hasta que me cambie. Ya salgo.
—¿Y yo no puedo entrar? —Descorrió un paño e hizo un leve puchero, estirando su labio inferior—. Además, ¿para qué cerrás? No te olvides que ya te vi sin ropa unas tres veces. Pero, quién lleva la cuenta—rió. Me puse más ardida con eso...En más de un sentido.
—No podés entrar porque tengo cuatro guardaespaldas viviendo conmigo y si te llegan a pescar acá adentro en plena noche y me ven a mí con estás fachas te matan, y a mí me ponen un cinturón de castidad por las dudas que tu espíritu regrese a visitarme—espeté—. Y el hecho que me hayas visto desnuda antes no significa nada. No fue intencional, y una vez ni siquiera estaba consciente—le saqué la lengua y esta vez cerré la ventana poniéndole traba mientras me cambiaba.
Me puse lo primero que cayó desde el ropero cuando lo abrí. La avalancha de ropa arrugada me daba la pauta de que en "algún momento debía ordenarlo".
Tomé el jean estilo chupín con estrellas y un top negro liso de tirantes. Sobre aquel que me puse una camperita de gamuza y unas botas a juego de media caña.
Acto seguido abrí la ventana y me escabullí. La luz de la luna se derramaba por las tejas forrándolas con sus matices plata.
Tobías estaba de espaldas, contemplando la inmensidad del cosmos, jaspeado con un sinfín de lustrosas constelaciones. Las tachas en su atuendo rockero, en tanto, también relucían como estrellas terrenales.
—Antes de que me sigas reprendiendo, te cuento por qué vine—inició Tobías, cuando me acomodé a su lado. Estaba fumando y una estela de humo ascendía, dibujando en la noche una delgada cicatriz zigzagueante—. Katu comentó que mañana es tu cumple y como no te vi hoy en el cole, quería saludarte.
Me contuve de no preguntar a acerca de la magnitud de información que poseía mi hermano a acerca de nuestra relación, porque sospechaba que era nula. Caso contrario ya lo hubiera tenido pegado a mi espalda indagando los pormenores. En ese aspecto se entendía con Carla y hasta con Dana. ¡Vivía rodeada de paparazzi!
—No fui al cole porque mi vieja insistió en salir de compras juntas. Le debían un día en el trabajo, así que aprovechó. Me compró ropa de regalo, pijama incluido— Noté como asomaba aquella sonrisita picara en sus labios finos, pero la evadí—. ¿Y por qué no me saludás mañana? ¿No vas a ir al cole de nuevo? Ni siquiera por mí...
De más estaba decir que no pensaba invitarlo a mi casa para la "pseudo fiesta" que me harían mis viejos el finde porque ya le había extendido la invitación a Nahuel y no quería que se encuentren.
Sí, la culpa me estaba matando y no sabía por qué. Ni siquiera tenía una relación con el moreno y tampoco es que con Tobías fuéramos novios, digo, nos besamos y fue todo.
—No voy a ir—negó, mientras tomaba mi mano entrelazando nuestros dedos. La otra seguía sosteniendo el porro—. Aunque sí me gustaría que pasemos tu "día especial" juntos. Pero no puedo. Mis viejos se están separando—soltó. Ante la noticia quedé atónita. Un día había pasado desde nuestra charla y las cosas se habían alterado de forma rotunda.
—¿Qué pasó? ¿Vos estás bien? —busqué sus ojos en la penumbra. Estaban dilatados y brillando, aunque no sabía si era por efecto de la droga o por asomo del llanto.
—Sí, yo estoy bien...—Hizo una pausa, para dar otra seca más honda—. Pasó que mi mamá se dio cuenta de que mi viejo seguía fiel a sus antiguas costumbres y le era infiel con su secretaria—. En ese momento pude percibir una leve tirantez en su mandíbula. Fue una rigidez pasajera, pero ahí estaba. Aquello me daba la pauta de que por "más relajado" que aparentara estar, Tobías se encontraba afectado. ¡Y no era para menos!
—Lo lamento, en serio—Apreté su mano, acariciando su dorso con las yemas de mis dedos—. Entiendo que no tengas ganas de asistir clase, y que prefieras estar acompañando a tu mamá en este difícil momento.
—En realidad, ir sería lo mejor. Pero, tengo que ayudar a mi vieja a hacer la mudanza. Se va a instalar en la casa de mi tía, en las afueras del pueblo—informó. Su voz se percibía fría. Yo guardé silencio, sumida en mis pensamientos
>>Si pudiera le rompería la cara a trompadas a mi viejo por lo que hizo, pero lo mejor es quedarme en el molde, al menos hasta que mi vieja se vaya. La pobre está hecha una piltrafa*. No es la primera vez que sufre por su causa...
Tobías calló y aproveché el momento para dejar sobre sus labios un impulsivo beso. Mi paladar se inundó con los resabios del humo del cigarro, pero no me importó.
Coloqué mi mano en su nuca y noté la presión en su vena carótida, que palpitaba como queriendo escapar de su cuello. Él me arrimó a su cuerpo, deslizando su brazo por mi cintura. Mi campera estaba ligeramente abierta, lo mismo que la suya y pude sentir la solidez de su tórax sobre mi pecho, mientras mi corazón loaba desde mi núcleo una sinfonía de palpitos discordantes.
El beso se intensificó y mis labios comenzaron a arder por la fricción y la repentina ráfaga cálida que me estaba recorriendo. Deslicé mi lengua por mi labio inferior al apartarme. Ambos respirábamos con cierto jadeo, quemando el oxígeno con ansias. La luz que irradiaban sus pupilas era envolvente, como la luz de un faro que me impulsaba a anclar y mantenerme estática en ese embarcadero.
—Gracias por darme algo mejor en que pensar—susurró, mientras se acercaba a mi oído y dejaba en mi lóbulo un nuevo beso.
Suspiré, sintiendo un estremecimiento atravesar mi espina dorsal.
—No me agradezcas. Te besé porque lo sentí...
—Creí que no te había gustado nuestro primer beso—observó—. Como no dijiste nada, y prácticamente te fuiste "corriendo" a tu casa a los pocos minutos.
"¿Por qué todo mundo esperaba que diera mis opiniones sobre el beso? ¡Los sentimientos y sensaciones al respecto eran mías!"
—Sí me gustó. ¡Y no me fui corriendo! Era tarde, y había tenido un día muy largo. Quería descansar—me excusé.
—Bueno... En tal caso me alegra escuchar eso—Me acercó nuevamente mientras daba suaves masajitos en mi espalda, sobre la ropa—. Porque ya me volví adicto a tus besos. De hecho, tienen un efecto más sedativo que mis cigarros.
No pude evitar reír ante aquella observación y él igual.
—¿Me convidás uno?—inquirí de forma repentina.
—¿Posta*?—Él me miró sorprendido, mientras yo asentía con seguridad.
—Sí, pero una seca nomás. Es que me da curiosidad.
Tobías frunció los labios, meditando.
—Bueno, pero te advierto que la marihuana está mezclada con acónito. Fumar la hierba me ayuda a crear inmunidad—reveló.
"Con razón ardían mis labios. Y yo que pensaba que era el fuego de la pasión manifestándose"
—Con más razón entonces quiero probar. Tengo que generar defensa contra esa cosa. Además, va a ser como un regalo pre-cumpleaños. Ya que no me trajiste nada cof cof.
El moreno soltó una risotada y casi se atraganta con el nuevo cigarro que estaba encendiendo. Acto seguido me hizo entrega del faso que brillaba como una "antorcha"
—Te iba a regalar un paseo, pero no estaba seguro de que quisieras ausentarte tanto tiempo. Aunque, después de que me pidieras el porro estoy empezando a dudarlo... La verdad, con vos no tengo certezas.
—Es que soy un misterio indescifrable—fanfarroneé. Entonces llevé el cigarro a mis labios. Después de prácticamente comerle la boca a Tobías, ¿qué tan difícil sería besarlo?
Expresiones coloquiales:
*Copada: buena onda.
*Mambos: problemas, líos.
*Posta: que va en serio, con mucha seriedad.
*Piltrafa: que tiene mal aspecto.
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