Capítulo 31 (Maratón 1/3) ¡Especial Wattys2018!
En mi corta existencia, jamás había tenido que atravesar por una situación tan desesperante. La imagen de mi amiga siendo arrastrada contra su voluntad hasta aquel vehículo, por un completo extraño enmascarado, y su subsecuente estado de inconsciencia me generaron impotencia, indignación y temor. ¿Sería aquella la última vez que vería a Dana?
Los secuestros, las desapariciones, son moneda corriente en Argentina. Con frecuencia en las noticias se muestran casos de personas desaparecidas, algunos vinculados a la trata de personas, el tráfico de órganos, la pedofilia...
No sabía si aquel sería el final de mi compañera, pero no pensaba quedarme sentada esperando su fatídico destino, siendo una mera observadora, cuando podía hacer algo para evitarlo.
Sabía que para poder seguir al automóvil las opciones eran reducidas: o me transformaba o...
En ese punto recordé la motocicleta de Tobías. La busqué por todo el estacionamiento, con la esperanza de que ese día no se le hubiera ocurrido ratearse, y para mi suerte allí estaba.
No tenía llaves, pero quien se cría con seis hermanos varones aprende algo de mecánica. Y yo había prestado atención a las "clases prácticas" que me había dado Yaguati acerca de cómo encender un vehículo usando solo los cables.
La moto prendió al momento y el resto lo hizo mi sentido del olfato.
A pocos kilómetros pude hacer contacto visual con el vehículo, que había quedado atrapado en la luz roja de un semáforo.
Secuestrador o no, aquel "individuo despreciable" debía respetar las reglas de transito sino quería caer en manos de la policía.
Fue fácil escabullirse entre los autos con la moto y aproximarme hasta el Volkswagen Gol de color negro, en el momento en que la luz cambiaba y este viraba en una esquina.
El secuestrador tomó el camino de salida del pueblo y aparcó en la zona boscosa. Yo lo imité, apagando el motor unas cuadras antes, ocultándome en la túpida fronda, desde donde podía observarlo sin ser vista.
Probablemente era el momento ideal para llamar a las autoridades y dar aviso del secuestro, pero algo me frenó. El descubriendo de que aquel sujeto tenía tatuado el símbolo de "El Cazador". A pesar de la distancia podía verlo nítidamente. Estaba ubicado en la base de su cuello, sitio que no llegaba a tapar el pasamontañas, ni el cabello.
Cuando retiró a Dana del asiento trasero donde la había colocado, mi amiga estaba volviendo en sí y nuevamente pude observar cómo luchaba por liberarse, una vez más sin el menor éxito.
El sujeto era fornido y contaba con suficiente cloroformo como para dormirla por un año entero, aunque intuía que ese no era el propósito. Si no estaba errada en mis cavilaciones y se trataba de un Cazador de Lobizones, que por algún motivo irascible creía que Dana era uno de la especie o podía llegar a estar vinculada con alguno (eso no era tan ilógico) su final sería otro.
Comencé entonces a sentirme responsable de su suerte. ¡Tal vez estar en mi compañía la había puesto en la mira del Cazador! Era una teoría factible, puesto que yo no había sido sinónimo de "discreción" precisamente.
¿Peligrarían acaso otros de mis amigos o mi propia familia?
No tuve mucho margen para lamentaciones, porque el hombre empezó a seguir la senda del bosque con mi compañera a cuestas y debí volver a seguirlos, notando que la conducía a una cabaña ubicada a unos metros de la carretera, pero alejada de la civilización. (Buen sitio para secuestros, torturas, muertes y demás crímenes violentos)
Una vez que ambos entraron y luego de constatar de que no había otros peligros, decidí acercarme a la vivienda, al tiempo que planificaba mi estrategia de rescate.
No llamaría a la policía, porque ese asunto requería otro tipo de "ley", sin mencionar que el desgraciado se había metido con MI amiga y eso lo volvía un tema personal. En ese momento el lema de Tobías cobraba un poco más de sentido para mí: "mis enemigos, mis muertos"
Me asomé por una de las ventanas, con cautela, y pude ver que el Cazador había maniatado a Dana y la tenía sujeta de una silla. Ella seguía inconsciente, pero era algo que estaba a punto de acabarse. Unas gotas de agua fresca derramadas en su rostro interrumpieron su feliz estadía en la "tierra de los sueños".
Su primer instinto fue gritar, pero estaba amordazada. Entonces observó, a través de los cristales de sus gruesos lentes empañados, la habitación en donde se encontraba.
La cabaña estaba despersonalizada, por lo que no había nada que pudiese brindar pistas sobre la identidad de su secuestrador.
Incluso yo empecé a sopesar que se tratara de una casa de alquiler (para el turismo quizá) y no un sitio de residencia permanente. A menos que solo fuese un lugar utilizado como centro de torturas exclusivamente, lo cual también era admisible, además de escalofriante.
Los sentimientos de terror y desesperación afloraban en las facciones de su juvenil rostro, pero también había inteligencia en sus ojos.
Conocía a mi compañera demasiado bien para afirmar que analizaba el lugar buscando una posible salida (una por donde escapar en el caso de que "mágicamente" lograra soltarse de los intrincados nudos de marinero con los que estaba sujeta a la silla). Sin embargo, su atención se vio afectada cuando su victimario le habló, apuntándole con un arma letal a la cabeza.
Ese acto nos puso alertas a las dos y aumentó la tensión.
—Vamos a ahorrarnos los preámbulos. Ambos sabemos que somos más que lo que se ve a simple vista—espetó. Su timbre de voz era grueso, su tono contundente. Pero no pude reconocer a quién pertenecía. No se trataba de ningún allegado y lo más alarmante: él pensaba que Dana era un licántropo. La morena detuvo sus balbuceos, al darse cuenta de que ningún sonido entendible salía de su boca amordazada—. Como dije, vamos a saltearnos los preámbulos "Lobizona"—añadió y fue cuando las pupilas de mi amiga se abrieron de par en par y, por primera vez, sus ojos hicieron contacto con los míos que la observaban desde el otro lado del pequeño ventanal ubicado a espaldas del Cazador. No obstante, fue un vistazo fugaz. De manera instantánea ella entendió que debía apartar la mirada sino quería alertar a su secuestrador. Pero comprendió algo más: debía seguirle la corriente. Lo supe cuando intentó modular algunas palabras de forma más calma, dándole la pauta al sujeto de que deseaba "colaborar"—. Me da gusto que nos estemos entendiendo. Te voy a quitar esa mordaza para que puedas darme la información que necesito, pero te advierto que si intentás algo estúpido, voy a tener que usar el arma antes de tiempo y no va a ser agradable para vos—Acto seguido cumplió lo pautado, sin dejar de apuntarla en ningún momento—. ¿Dónde se oculta el resto de la manada? ¿Hay otras con tu misma condición?—apremió.
—Podría darte esa información, pero...¿Qué gano yo? Creí entender que de todas formas ibas a matarme—replicó Dana. Me sentí orgullosa de su respuesta. No solo era sagaz, sino también me daba tiempo para actuar.
Necesitaba entrar a la cabaña a hurtadillas para sorprender a aquel individuo por detrás y desarmarlo e iba a tener que transformarme para ello, aunque mi amiga me viera. No era momento para guardar un secreto que ya caía por su propio peso.
La ventana tenía las bisagras oxidadas y mis uñas estaban suficientemente afiladas para desprenderlas con agilidad. Una vez abierta, debía entrar sin el menor ruido. Luego era cuestión de saltarle a la yugular, volverlo mí presa. No era bonito, pero era el método más efectivo, letal.
—Lo que ganás Lobizona es que tu muerte sea rápida e indolora. Un solo disparo de esta cosa—Agitó la ballesta y luego volvió a enfocarla en ella—. ¡Y ZAZ!—gritó eufórico, haciendo sobresaltar a su prisionera. Oportunidad que aproveché para abrir la ventana.
Al fin estaba dentro y a punto de atacarlo. Casi podía oír el sonido de su garganta desgarrandose, pero el maldito viró de forma repentina en mi dirección, apuntandome.
Dedicada a xDISTURBIAx NinaGreyJovenSherlok
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