Capítulo 10
Al principio la música estridente me perforaba los tímpanos. Luego, no sé si me quedé sorda o qué pasó, pero me fui acostumbrando al ambiente.
Las luces dicroicas se arremolinaban en nuestros cuerpos en un torbellino luminoso, alterando los colores del atuendo que llevábamos, volviéndolos más psicodélicos. El blanco de la blusa de Dana adquirió un tono más iridiscente, y el amarillo limón de mi vestido, se tornó tan brillante como el letrero de un taxi. El único que pasaba desapercibido, por llevar ropa oscura, era mi hermano Katu (quién había ido al baile de acompañante en reemplazo de Amaru. Hecho que decepcionó un poco a mi amiga, aunque supo disimularlo)
Tampoco me molestaba el exceso de gente, ni sus empujones o pisoteos constantes (después de cuarenta minutos me había vuelto experta en evadirlos y hasta podía anticiparlos, al detectar a los borrachos potenciales) En cuanto al humo de cigarrillo y "otras hierbas", había descubierto una zona bajo del ducto de ventilación que volvía el aire "un poco" más respirable.
La música tampoco estaba tan mal. Las insulsas y vacías letras del reggaetón, se distorsionaban con el bullicio y se camuflaban en las melodías redundantes que se tornaban pegadizas en cierto punto.
Mi cuerpo se movía por inercia, lo mismo que el de Dana, que había comenzado con un vaivén sutil de hombros, que se fue extendiendo a un bamboleo insinuante de caderas y finalmente terminó bailando conmigo un par de piezas completas. Claro que a esas alturas, el tequila que mi hermano nos había comprado, había hecho sus efectos mágicos. De hecho, pudiera ser que el alcohol volviera aquel entorno impropio más soportable y ameno.
Pero algo teníamos que hacer para matar el tiempo, pues Karen y Yaguati se estaban tardando en llegar, y como mi amiga y yo nos rehusábamos a rebajarnos y bailar con aquellos especímenes en celo, en cuyos rostros estaba impreso el sello de la lascivia, y con el volumen de la música, tampoco era posible charlar, entonces no quedó otra que beber. Era eso o desertar y ya le habíamos hecho pagar la entrada a mi hermano, quien tuvo que costear la de los tres, porque con eso de la igualdad de género, lo de "damas gratis" había quedado en el pasado, y nosotras no habíamos llevado suficiente dinero.
Como sea, en esa situación estábamos, cuando desde nuestro rincón en la pista secundaria de baile, ubicada en el piso superior, vi entrar a Karen y a mi otro hermano, en pleno franeleo, al boliche.
No tardaron mucho en copar la pista y comenzar su baile sensual, al ritmo del tema "Mayores" de Becky G y Bad Bunny (hasta iban vestidos con fachas similares) captando las miradas de muchos, y era obvio, pues a ambos les gustaba exhibirse. En realidad, si lo pensaba en profundidad, esos dos eran tal para cual.
—¡Ya llegaron! —le grité a mi amiga en el oído.
—¿Qué se casaron? ¿Quiénes? — respondió ella, confusa.
Al parecer, la afectada por la sordera era Dana.
—Dije que YA LLEGARON boluda, no que se CASARON—repetí, y la giré para que observara la pista de abajo.
Desde nuestra posición estratégica, también me di el lujo de señalar a la pareja, al fin que no podían vernos. Ni siquiera nos veía Katu, que se había perdido hacía rato, cuando había ido a comprar otros tragos.
—Ah okey. Pero no me grites pelotuda, no estoy sorda—espetó ella, dándome un codazo. Yo simplemente giré mis ojos. —¿Vamos a hacer la llamada ahora?
—Si querés no esperamos a los lentos, para mayor cachondeo —sugerí.
—Yo diría que mejor ahora, así Nahuel llega justo a tiempo. Digo, tampoco es que viva a la vuelta del baile o que sea Flash para llegar en un pestañeo.
—Tenés razón—convine asintiendo, mientras sacaba mi teléfono.
Maldije el momento en que lo hice.
Justo en ese momento, un tipo que bailaba zarandeando sus extremidades de aquí para allá, como zombie poseído, agitó su largo brazo, muy cerca de mí e hizo volar mi teléfono.
El móvil cayó en medio de la pista y obviamente fue pisoteado por la enajenada multitud.
Me escabullí entre el gentío, a los empujones limpios, con la furia impresa en mi rostro, (la posesa ahora era yo) hasta llegar al sitio donde estaba el celu, que tenía la pantalla totalmente astillada. Lo levanté, ligándome también algún pisotón en el proceso y regresé, aún más caliente que antes, con mi amiga.
De no ser porque aún estaba enfocada en mi venganza, hubiera dejado salir a mi lobezna interior y me hubiera comido al imbécil que había sido responsable de arruinar mi teléfono. Pero el tiempo apremiaba y lo dejé pasar, sin hacer nada, excepto insultar al susodicho.
—¡Qué mal lo del teléfono, amiga! ¿Tiene seguro?—inquirió Dana, preocupada.
—Sí, pero no creo que cubra "daños hechos por borrachos boludos"— solté con ojeriza. Ella torció el gesto y asintió, mirando con mala cara al boludo—. Pero bueno, al carajo. Préstame el tuyo y llamo a Nahuel igual.
—Pero el mío no tiene el distorsionador de voz.
‹‹¡Mierda!››
—No importa, con este kilombo, dudo que Nahuel me reconozca—Dicho aquello, me dio su celu, marqué el número y llamé.
Dos minutos después.
—Tenés que venir a "Infierno" —Así se llama el boliche—rápido. Tu novia te necesita. Dos tipos se están zarpando con ella—dije a lo telegrama.
—¿Irupé sos vos?
‹‹¡Doble mierda!››
Corté.
—¡¿Qué pasó?! —inquirió Dana, que se había comido hasta la cutícula de los nervios.
—No sé... Creo que me reconoció—comenté, renuente a aceptar los hechos.
—¿Cómo sabes?
—Me preguntó si hablaba Irupé.
—¡Puta Madre! Tenemos que irnos antes de que llegue—exclamó ella asustada.
No sé por qué se sentía así, si la que estaba hasta las manos era yo.
—No podemos. ¡Ya fue si me reconoció! Pero, si ya estoy comprometida, al menos voy a quedarme a ver lo qué pasa. No me pienso perder la cara de Karen cuando vea que su novio llegó y la pescó infraganti.
Dana suspiró.
—Sos una suicida—respondió.
Yo me encogí de hombros.
—Podés irte si querés.
—No lo haría. No soy una tira gente. Además, no puedo volver a mi casa sola a esta hora. Mis viejos me matan.
Eso me recordaba que Katu tampoco había aparecido hasta el momento y de él dependía que volviésemos sanas y salvas y que ningún psicópata serial (o taxista serial) nos violara en el camino. Así que, mientras esperábamos a que Nahuel llegara, nos dimos a la tarea de buscarlo, sin que Karen o Yaguati nos pescaran.
Buscar a un chico de ropa oscura y bajo perfil en un sitio tan grande y abarrotado de gente, era una auténtica misión imposible.
Nahuel llegó antes de que pudiéramos hallarlo. Y Dana y yo, fuimos testigos de lo que es habitar el verdadero Infierno.
Cuando el oji-negro halló a su novia, la rubia estaba en pleno besuqueo apasionado con mi hermano, razón por la cual, le fue más fácil verlos porque el ambiente se había apaciguado.
Estaba sonando "El perdedor" de Enrique Iglesias.
La cosa es que Nahuel no había ido solo al rescate de su damisela (zorra), sino que estaba acompañado con dos tipos, que seguro eran amigos suyos, o parientes, porque para ser compañeros de colegio jamás los había visto, (a menos que tuviesen el récord en hacerse la rata)
El pelinegro sorprendió a su novia (próximamente "ex"), y la apartó de Yaguati, para comenzar a discutir con ella (podía dilucidarlo por sus gestos y ademanes y el llanto de drama queen de Karen, que brotó de inmediato).
La música había cambiado. El DJ había puesto cumbia "del recuerdo" y sonaba "Bonita pero Mentirosa" de Mario Luis.
En tanto, los otros dos grandotes que lo acompañaban (prototipos de fisicoculturistas o boxeadores) estaban apurando a mi hermano, esto es, lo estaban incitando a la pelea. (En ese momento sentí algo de pena por Yaguati)
En pocos segundos, los insultos se habían transformado en empujones, y luego comenzaron los golpes. Pero dos contra uno era demasiado alevoso, y cuando el público, que se había juntado en torno suyo, se había cansado de la pelea unidireccional (o sea, se había hartado de que solo golpearan a mi hermano) saltó otro súper héroe anónimo y se lanzó a defenderlo. Poco a poco, más brazos se sumaron a la lucha y todo se tornó en un caos demasiado grande para ser ignorado por los patovicas del boliche.
Mientras el kilombo se propagaba, tomé a una aterrada Dana de la mano y juntas nos escabullimos a la salida, entre gritos, insultos, y más cumbia sonando de fondo.
En el accidentado trayecto, alcancé a ver a Nahuel saliendo del edificio, totalmente serio, colérico, y a una Karen con el maquillaje corrido y las ojeras de un mapache, persiguiéndolo.
Se escuchaba el tema "Fuiste", de Gilda. También muy apropiado (definitivamente tenía que conseguir el número de ese DJ tan preparado)
Pero también vi algo más, algo que me dejó perpleja y que explicaba bien la larga ausencia de Katu y muchas de sus actitudes, que yo había adjudicado a un conflicto existencial equivocado.
Lo vi a él, besándose con otro chico, en el reservado.
Aquí les dejo el tema de la Diosa (atemporal) Gilda ¡Qué lo disfruten!
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