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→ Valentía

—¡Yuu, hora de levantarse! —gritó por quinta vez Shinya desde la cocina.

—¡Voy! —rezongó el mencionado mientras fregaba sus ojos con disgusto de tener que despertar.

El pequeño azabache se estiró en su cama y miró su mochila sobre su escritorio; por primera vez en la vida, desde lo que recordaba, tenía miedo de ir a la escuela.

—Debo ser valiente —se dijo a sí mismo al recordar las palabras de sus padres el día anterior en la noche.

Tomando una gran bocanada de aire, el ojiesmeralda salió de su cama, se puso sus pantuflas de conejo y bajó a la cocina para hallar a su mamá.

Buenos días, Yuu —saludó el albino agachándose para abrazar a su hijito apenas lo vio llegar.

—Buenos días, pa —sonrió el niño.

Ve a sentarte, te preparé tus favoritos —canturreó.

Emocionado, el moreno hizo lo pedido por su padre, quien sonreía gentilmente mientras servía los hotcakes en un plato y les ponía un poco de mantequilla y miel.

—Huele bien —comentó Guren apareciendo en el marco de la puerta de la cocina; tenía el cabello revuelto y la cara un poco mojada, señal de haber ido al baño a realizar una pequeña limpieza dental y de haberse lavado el rostro como ritual mañanero.

—Buenos días, papá —sonrió el azabache menor con la boca llena de miel.

—Buenos días, enano —saludó el mayor revolviendo los cabellos de su hijo, para luego acercarse a su esposo y abrazarlo por la cadera—. Buenos días, Shinya.

Buenos días, mi amor —sonrió el ojizafiro depositando un pequeño besito sobre los labios de su esposo para después separarlo y darle un vaso con jugo de naranja—. Dáselo a Yuu.

—¿Y mi desayuno? —interrogó poniendo el vaso en la mesa justo al frente del infante.

—Siéntate —pidió el albino colocando otro plato de hotcakes en la mesa, esta vez, acompañados de una taza de café.

El gato persa con cara de pocos amigos se restregó en la pierna de Shinya, haciéndole tomar el alimento para gato y vaciar un poco en su platito, bajo la atenta mirada de Guren y el mismo Rumpelstinsky.

—No deberías darle tanta comida a ese gato, por eso no caza nada —rezongó el ojiamatista.

—¿Para qué quieres que cace? ¿acaso te gustaría despertar con el medio cuerpo de un ratón en tus pantuflas? —se mofó el ojizafiro acariciando al felino.

—Yo creo que a Rumpel no le agradas mucho, papá —participó el infante una vez tragó lo que tenía en la boca.

—A ese gato no le cae bien ni su madre.

—Guren —regañó Shinya.

—¿Ya sabes qué es lo que vas a decirle al niño? —preguntó Krul por tercera vez en la mañana.

—Sí, mamá, ya sé —murmuró Mika con un ligero tono de fastidio.

—¿Estás listo, Mikaela? —interrogó Urd llevando su portafolio en la mano; ese día era su turno de llevar al pequeño niño a la escuela.

—Sí, papá —afirmó el menor tomando su mochila—. Nos vemos luego, mamá.

Suerte hoy, ve con cuidado y pórtate bien —pidió la ojirubí sonriendo muy levemente.

—Bien, nos vemos, Krul —se despidió el rubio mayor y tomó la mano de su hijo.

—Que les vaya bien —murmuró ella al verlos marcharse e ignorando la frialdad de su esposo.

Solo esperaba que aquel niño al que su hijo había perjudicado no le tuviera rencor, dado que había sido un simple accidente aquel suceso infortunado.

—Vamos, hoy me toca llevarte —informó Guren tomando la mano de su hijo que esperaba con su maqueta en la entrada de la casa a ver cuál de sus dos padres lo llevaría a la escuela.

—¿Qué le pasó a tu cara? —interrogó curioso el infante.

Su padre tenía la marca de una mano en su mejilla, probablemente él mismo se había golpeado sin querer, o eso creía Yuu.

—Shinya mató a un mosquito sobre mi cara —se quejó frunciendo el ceño.

Lo que en realidad pasó fue que el albino tuvo que darle sus cachetadas al idiota del ojiamatista porque este quería sobrepasarse con los besos mañaneros en vez de ir a dejar a su hijito a la escuela; aunque el azabache mayor solo estaba bromeando, pero su esposo se lo había tomado en serio y tremenda marca en la cara que le dejó por molestarle con ese tema.

—Pa tiene mucha fuerza —observó el chiquillo—. Vamos.

—Sí, vamos —aceptó resignado el Ichinose mayor.

Durante el trayecto, el azabache mayor tuvo que escuchar la exposición sobre el sistema solar de su pequeño primogénito tres veces; entendía que su hijo estuviera nervioso, pero tres veces oyendo lo mismo, iba a perder la cabeza.

Lo bueno fue que llegaron justo antes de que eso ocurriese.

—Suerte en tu exposición, enano —sonrió el ojiamatista levemente mientras revolvía con cuidado el cabello de su hijo—. Ten cuidado, sanguijuela.

Nos vemos en casa —rió acostumbrado al apodo.

Yuu entró al recinto educativo notando varias miradas en su persona, pero como había prometido, decidió ser valiente, y lo estaba logrando.

—Eh... Oye... —la vocecita del chico causante de sus males llegó a sus oídos.

Y toda su valentía se fue a la mismísima mierda; entonces salió corriendo hacia el salón dispuesto a esconderse ahí.

Pobres nenes xD

Espero les haya gustado

Bye!

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