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→ Galletas

—¿Papá? —preguntó Yuu mirando hacia todos lados una vez se despertó.

Notó que estaba en su cuarto, así que supuso que su papá se había encargado de subirlo, la magia de la "teletransportación" se había perdido cuando se despertó una vez precisamente cuando lo estaban llevando a su cuarto un día que se quedó dormido en la sala.

Recordando lo sucedido en el día, tocó su cabello y lo sintió tieso, pero sin pegamento; seguro su pa se lo había quitado mientras dormía.

Algo desanimado, se levantó de la cama, se puso sus pantuflas de conejo y bajó a la cocina; el olor de galletas recién horneadas llegó a sus fosas nasales.

Vendré para la cena, Shinya —escuchó que Guren se despedía, y segundos después, lo vio salir, topándose justo con él—. Ah, Yuu —dijo al verle, luego se agachó a la altura de su hijo—. Estaré fuera unas horas, así que cuida a tu pa, y no te pongas a llorar otra vez, ¿bien? —murmuró.

Yuu asintió y abrazó al mayor, el cual lo estrechó también y le revolvió el cabello. Una vez este se fue, el infante finalmente ingresó a la cocina, en donde Shinya acababa de sacar una bandeja de galletas del horno y lo vio llegando.

—Yuu, ¿dormiste bien? —le preguntó sonriéndole.

Tengo el pelo tieso, pa —informó desanimado.

—No te preocupes por eso, lo importante es que tu cabello está limpio —animó corriendo una silla para que él se sentara—. Ahora, tenemos tiempo y muchas galletas, ¿no quieres volver a hacer tu sistema solar?

Todavía bajo de ánimos, el ojiesmeralda afirmó con la cabeza, así que ambos se dedicaron a armar nuevamente aquel proyecto escolar; fue una maravilla para Shinya que su bebé recobrara el ánimo a medida que pasaban los minutos, pues se empezó a preocupar cuando lo vio tan mal.

Incluso cuando tomaron un pequeño descanso, que fue en el momento en que le dieron de comer a Rumpel, el gato de la casa, el ambiente se notó más animado; casi ni sintieron que pasaron dos largas horas.

Y a la hora de la cena, Guren regresó de mal humor, hasta pateó ligeramente al minino por bloquear su camino; aquel gato persa con cara de pocos amigos lo miró enojado, pero aún así, avanzó con el azabache hasta la cocina, en donde estaba el resto de la familia.

—Quítate, pulgoso —gruñó otra vez el ojiamatista antes de quitarlo con su pie para poder entrar a la bendita cocina.

—Papá, llámalo por su nombre —renegó Yuu en cuanto escuchó al ojiamatista—. Su nombre es Rumpelstinsky.

—Es muy complicado, déjame —suspiró cansado.

—Estás castigado hasta que te disculpes con ese niño —sentenció Krul estando de espaldas preparando la cena en la cocina.

¡Pero fue un accidente, mamá! —renegó el rubio.

Accidente o no, debes disculparte, ¡y no me grites, Mikaela! —espetó la pelirrosa volteándose y frunciendo el ceño.

—¿Y ahora qué está pasando? —cuestionó un cansado Urd recién llegando del trabajo y viendo al par. Ni siquiera había entrado completamente a la casa y ya oía gritos.

Mikaela hizo caer a un niño y le dañó su trabajo de ciencias —explicó la ojirubí.

—Pero fue un accidente... —susurró el niño.

—¿Y por eso gritan como desquiciados a esta hora? —el ojirubí también apretó el entrecejo—. Su pelea de madre e hijo se oye hasta la calle, aprendan a ser discretos.

Urd, no en frente de él —retó la matriarca al ver hacia donde iba la situación.

—Entonces deja de gritar como una loca, dios —suspiró y sobó su sien—. Mañana Mikaela pedirá una disculpa al niño ese, fin del asunto y no más gritos, me duele la cabeza.

Entonces el rubio mayor se alejó y se fue a la habitación dejando a su esposa e hijo solos en la cocina; Krul suspiró sin decir nada y regresó a su labor de cocinar intentando no prestar atención al imbécil con el que se había casado.

Mikaela se quedó sentado en el comedor, intentando terminar su tarea y tratando de ignorar lo mal que se sentía por todo lo que había provocado.

—Muy bien, todo listo para dormir —sonrió Shinya sentándose en la cama de su hijo para arroparlo—. Dulces sueños, cariño.

—Pa —llamó; el aludido le sonrió para que continuara—. No quiero ir mañana a la escuela, los demás se reirán de mí...

—Oh, no lo harán —trató de confortarlo.

—Y si lo hacen, dales un buen golpeparticipó Guren, el cual estaba en el marco de la puerta.

Guren —reprendió el ojizafiro, el mencionado solo alzó los hombros—. Escucha, Yuu, las personas hacen cosas, pero solo tú puedes decidir si te afectarán o no.

—Además, tú eres un chico fuerte, ¿no? —añadió su esposo; el albino nuevamente le hizo mala cara—. Y también, nosotros estamos aquí.

—Pero no quiero que se rían de mí... —susurró el infante.

Shinya suspiró y miró a su esposo; este se acercó y se sentó junto a él.

Yuu, los mocosos pueden ser malos contigo, pero no puedes dejar que nadie te lastime, ¿entiendes? Tienes que ser tan fuerte como dices —murmuró el ojiamatista.

—¿Y-Y si no puedo ser fuerte, papá?

—Entonces ya perdiste la liga de lucha libre que armamos en la casa —animó Guren; el pequeño ojiesmeralda se rió—. Si algo pasa, o alguien te molesta, asegúrate de decírselo a tu profesor, del resto me encargo yo.

—Sí —aceptó el moreno tratando de sonreír—. Buenas noches, pa, papá.

—Descansa, tesoro —le deseó Shinya acercándose para darle un beso en la frente, luego lo cobijó correctamente.

—Duerme bien, enano —sonrió Guren muy levemente y le revolvió el cabello a su hijo.

Ambos esposos salieron del cuarto del menor; ya al día siguiente verían qué ocurría con la situación de su pequeño, por lo tanto, apagaron las luces restantes, y se fueron a dormir.



Las realidades que viven los nenes son tan distintas :(

Espero les haya gustado

Bye!

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