Capítulo 8
La limusina ya esta cerca de su casa. Se siente mal, muy mal de hecho, y culpable. Y le enoja porque no tiene porqué estarlo.
Everleigh trata de pensar en lo que el señor Stephen le podía decir, ella no cree que el tema era demasiado importante como para llegar a una discusión, pero sabe que el señor Stephen es muy puntual y muy protector.
—Llegamos señorita.— dice el chófer sorprendiéndola por su buen acento estadounidense.
—Muchas gracias.— Everleigh baja de la limusina, luego que el chófer le abriera la puerta. Mira la mansión delante de ella y en unos de los ventanales del segundo piso puede ver al señor Stephen, con sus manos en las bolsas de su impecable traje. El al ver llegar la limusina se separa de la ventana y desaparece, la chica supone que él la recibiría.
Tomando su mochila camina hacia su mansión. Antes de siquiera llegar a las gradas de su entrada, la puerta se abre dejando ver a todas las sirvientas. Everleigh aún no se acostumbra a tal recibimiento.
Entra a la casa, ahí varias sirvientas le quitan su saco y su mochila.
—¿Saben donde está el señor Stephen?
—Está en su oficina esperándola.
—Claro, gracias.— dice la chica subiendo las escaleras.
Al llegar al tercer piso se dirige a la parte izquierda de la mansión, donde está su oficina. Antes de abrir la puerta, duda pero finalmente toca.
—Adelante.— al oír la autorización Everleigh abre la puerta. Busca rápidamente al señor Stephen.
En ese mismo momento un recuerdo cruza la mente de la chica.
Cuando ella era pequeña y entraba a la oficina de su padre, él siempre la esperaba con una de sus más grandes sonrisas, no importaba cuánto trabajo tenía o cuán estresado estaba. Se recordó que él, en uno de los cajones de su escritorio guardaba todo tipo de dulces de todas partes del mundo, y a escondidas de su madre comían hasta que ya no podían más. Claramente su madre siempre los cachaba porque los dos estaban demasiado llenos como para cenar.
—Señorita?— Everleigh mueve ligeramente su cabeza, quitando el feliz recuerdo de su mente. Cuando vuelve a la realidad ve al señor Stephen parado cerca de la librera, él al verla parada en la puerta la llamó.
—Lo lamento. Hola señor Stephen.— la chica se da la vuelta para cerrar la puerta.— La señora Curie me dijo que estarías aquí.— el señor Stephen sin decir nada se sienta en la silla frente al escritorio de Everleigh. Como la chica no sabe qué era lo que esperaba que hiciera el señor Stephen le hizo seña para que se sentara en su escritorio. Everleigh camina, y sintiéndose realmente extraña, se sienta frente a él.
—¿Que tal el colegio?— Everleigh enserio no sabe a qué venía todo esto, ella creía que él iba a estar molesto por lo que pasó. No que actuara normal.
—Bueno, nada fuera de lo normal.
—Cuénteme sobre sus clases.—ella cree que él estaba jugando pero el señor Stephen parece realmente serio.
—De acuerdo.— se acomoda bien en el asiento y aplana su camisa para calmar sus nervios.— Primero tuve economía, fue bastante interesante, aunque mis compañeros no ayudan nada, siempre están muy distraídos lo que hace que el profesor se enoje y deje de dar su clase. Perdimos mucho tiempo y no pudimos acabar el tema de hoy así que no sé si la próxima vez lo retomará o ya lo podemos dar por perdido. Lo que en realidad no me parecería porque enserio necesito ese tema, si no lo sigue le diré que me de la clase únicamente para mí, tanto si me quedo un poco más de tiempo en el colegio o si él viene aquí a casa como clase particular.— la chica lo voltea a mirar, pero como no tiene intención de decir nada continua.— Tanto en matemáticas y en todas las ciencias estoy un poco atrasada, porque los temas que estamos viendo este año están relacionados con los temas que vieron el año anterior así que aún no me he adaptado correctamente, no he tenido la oportunidad de hablar con el profesor ya que se ha ausentado y como mis compañeros son unos incompetentes nadie tiene los temas de año anterior.— Everleigh al terminar toma una bocanada de aire, lo ha dicho tan rápido que sus pulmones se quedaron sin aliento. Termina de decirle sobre todas sus horas, como la había pasado en sus clases y le cuenta que se había hecho muy buena amiga de Valerie, la chica con la que tropezó en su primer día.
—Y ¿qué más?
—¿Perdón? Creo que ya he dicho todo lo de hoy. Desde la mañana hasta terminar.
—¿Alguna de sus clases se retrasó?— el ceño fruncido de Everleigh hace que su cara le duela.
—No señor Stephen, ya basta. ¿Por qué está haciendo esto?
—Por nada señorita, solo me preguntaba si alguna de sus clases se habían retrasado o algo. Sabe porque si no fue así no entiendo porque se tardó casi una hora en llegar a la limusina cuando específicamente le dije que ella estaría ahí a las 2:30 lo que le daba alrededor de 10 minutos en estar lista luego de su última clase.
—Porque no empezaste con eso, Dios, sabes que tengo muchas cosas que hacer. No pasó nada solo me retrasé ¿esta bien?
—Señorita Everleigh, no estoy bromeando, sabe que me preocupo mucho por usted, le marco y le marco y usted no contesta. El chófer me comentó sobre una pelea, ¿era usted la que estaba implicada?— Everleigh no puede evitar soltar una carcajada irónica
—¿Me estas hablando en serio? Por favor señor Stephen, no sé porque hace tanto drama con esto, me retrasé un poco no es como que me haya escapado del colegio o haya quemado la biblioteca.—la chica se para de su silla, tiene toda la intención de irse a su habitación y olvidar completamente ese día.
—¡Señorita Everleigh! ¿Estuvo o no implicada en esa pelea?— la mirada del señor Stephen es demasiado intimidante. Everleigh suspira y vuelve a sentarse en su silla, con una mirada cansada.
—Yo no la ocasioné, estaba por irme cuando la escuché, no pude resistirme a ver qué pasaba. Cuando lo vi no pude dejar al chico ahí, tenía que ayudarlo. Luego lo lleve a la enfermería, no había nadie así que tuve que curarlo yo y como no llegaba la enfermera decidí esperarla. Por eso me retrasé.— el señor Stephen se queda serio mirando a la chica. Tratando de descubrir en su mirada si la chica decía alguna mentira. Pero él sabe más que nadie que ella no le mentiría.
Unos minutos después, sin decir absolutamente nada se para de la silla abotonando su saco y se dirige hacia la salida.
—¿Adonde va?
—Llamaré inmediatamente a esa escuela, dos faltas muy graves, pelea y falta de enfermera.— Everleigh rie, pero cuando ve que él se gira y está completamente serio deja de hacerlo
—¿Habla en serio? No puede hacer eso.
—Claro que sí y lo haré.— Everleigh se para y se va hacia él impidiendo que salga.
—Señor Stephen, no lo haga, no quiero problemas, esta escuela ya está haciendo un gran favor al aceptarme como una persona relativamente normal, con todos los costos y sin ningún trato diferente. No hay que causarles más problemas.
—El trato es su silencio por su seguridad y no lo están cumpliendo.
—Por favor, deja pasar esta, no volverá a pasar. Y si, si, no estaré implicada, lo prometo.
Finalmente, no fue tan fácil para chica convencerlo, pero después de insistirle tanto llegaron a un trato, el señor Stephen solamente le comentaría al director la falta de enfermera, pero omitirá la parte de la pelea.
Everleigh cansada, se va a su cuarto a descansar un poco antes de ponerse a hacer sus deberes y ordenar todas las reuniones que le esperan.
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Unos fuertes golpes hacen que la chica se levante sobresaltada. Se sienta rápidamente en la cama y al darse cuenta que esos golpes solo es alguien tocando suavemente la puerta la hace suspirar. Apartando su desordenado pelo de su cara da la autorización a la persona del otro lado de la puerta que entre. Unos segundos después dos sirvientas entran y se quedan frente a Everleigh, que sigue medio dormida en su cama. Antes de poder abrir bien los ojos las dos sirvientas ya la estaban sacando de la cama.
—¡Oigan!— una de ella la pone delante del espejo mientras la otra ordena la cama. La chica trata de parpadear rápidamente para acostumbrarse a su iluminado cuarto. Sin siquiera darse cuenta una de las sirvientas ya está a la par suya tratando de quitarle la camisa para ponerle el uniforme.
—Oye. Espera.— Everleigh baja su camisa, pero la sirvienta vuelve a subírsela.— ¡Ya basta!— la chica se separa de la sirvienta.— Puedo cambiarme yo sola.
—Pero señorita...
—¡Dije que puedo cambiarme yo sola!— Las dos sirvientas al escuchar el grito de la chica se ponen a la par y bajan su cabeza a modo de disculpa. Everleigh al darse cuenta suspira.— Lo lamento, no quise gritarles, solo que es muy temprano y mi cerebro no funciona del todo bien.— dice con la intención de hacerlas reír un poco, pero no lo logra.— No tienen que venir a cambiarme, puedo hacerlo sola. Pero muchas gracias.— se inclinan nuevamente y luego de pedir permiso salen de la habitación.
Se pone su bufanda en el cuello, el viento está peor cada vez.
Se levantó muy temprano esa mañana. El día anterior se durmió mucho antes de lo que acostumbra lo que provocó la falta de sueño.
Se queda mirando por su ventana hasta que ve a su padre salir por la puerta principal y se mete a la limusina. Fue en ese momento donde todos los músculos de su cuerpo se relajan. Toma las llaves de su carro, su maleta y sale de su cuarto ignorando a todas las sirvientas que, sorprendidas, aún no estaban listas para la llegada de Anthoine. Todas rápidamente empezaron a preparar la mesa con todo tipo de desayunos. Pero el chico no les presta atención, él se dirige directamente hacia la puerta principal.
—Señor St. Clair.— Anthoine, al escuchar la voz del señor Courtois acelera el paso, no tiene ganas de hablar con nadie que previamente tuvo contacto con su padre.— ¡Señor St. Clair!— el chico para de repente cuando ve al señor Courtois justo delante de la puerta impidiéndole salir.
—Me tengo que ir.
—¿Qué hace usted despierto tan temprano?
—Me tengo que ir.— repite tratando de no enojarse.
—Pero, aún no ha desayunado y la limusina no esta lista.
—Manejaré yo.— dice mostrándole sus llaves, sube su mano para agarrar la manija de la puerta pero el señor Courtois vuelve a interponerse.
—Usted sabe que a su padre no le gusta que usted maneje.— y así fue como Anthoine pierde toda calma.
—Tú más que nadie deberías de saber que justo ahora no me importa mucho lo que mi padre pueda pesar.— termina la frase y lo aparta, pudiendo salir. Entra a su carro lo más rápido posible y maneja chirriando las llantas.
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No sabe cuánto tiempo pasa, ni hacia dónde se dirige, simplemente no para de manejar.
Fue en el momento que Damien lo llama preguntándole dónde está, que se detiene un rato para respirar y tratar de calmarse. Luego de eso maneja hacia el colegio.
Anthoine llega muy apresurado, no hay nadie aún ya que es bastante temprano. Pero los tres chicos acostumbran a llegar antes de sus clases para descansar o platicar en la sala privada que Anthoine exigió que se creara al momento de construir el nuevo edificio. Sube las escaleras ignorando a los sirvientes que estan limpiando en los pasillos.
Cuando llega al cuarto piso se para un momento para tomar aire. Camina hacia la derecha del edificio hasta que llega a una puerta que tiene un letrero que le avisa a las personas que está prohibido entrar.
Anthoine saca una llave de su bolsillo y abre la puerta. Al entrar puede ver a Gaspard y a Damien en la terraza. Ese cuarto es bastante grande, hay varios sillones, un par de televisiones, algunos juegos como billar y una mesa de poker. Tiene una amplia cocina donde los chicos reciben su almuerzo gracias a algunos de los mejores chef de Francia. Finalmente, luego del grande y elegante comedor, hay una terraza. Ese era el lugar favorito de los tres chicos, ahí pueden ver a todos los que están en el colegio.
—¡Anthoine! Déjame verte.— Gaspard se acerca a él y lo toma por la barbilla para ver las heridas que tiene en la cara. Anthoine lo aparta con un manotazo.— Si se pasó esta vez.
—¿Como estas amigo?— Damien se acerca también, preocupado. Anthoine solo se encoge de hombros.— ¿Por qué vino esta vez?— el chico interrogado deja caer su maleta molesto y se va hacia la terraza. Pone sus manos en el barandal y se queda en silencio un rato mientras mira el movimiento de los árboles gracias al viento.
—Como siempre, solo vino a regañarme.— dice por fin, suspirando.— Ya saben como es.
—Lamentamos oírlo.— Gaspard le pone una mano en su hombro tratando de darle apoyo a su amigo.
—Como sea, no solo eso, me habló sobre una nueva transacción que quiere hacer, aunque no me dijo los detalles.— Anthoine se gira para ver a sus amigos.
Ellos quieren estar totalmente seguros de que su amigo esté bien. Para la sorpresa de ambos, Anthoine está más tranquilo que las veces anteriores, para este entonces él estaría de fiesta en fiesta ocasionando escándalos para mandarle un mensaje a su padre a través de las noticias, claramente ellos lo acompañarían, para apoyar a Anthoine.
Pero lo que ellos no saben es que Anthoine ya está cansado, por el momento no quiere hacer nada que llame la atención de su padre para que vuelva al país. Piensa tenerlo lo más lejos posible por la mayor cantidad posible.
—¿Qué quiere que hagas esta vez?—le pregunta Gaspard dándole una botella de agua.
—Quiere que no aparezca más en esas estúpidas revistas de escándalos.
—Pero eso no es completamente tu culpa, la gente inventa cosas y malinterpretan las situaciones, siempre lo han hecho.
—Claramente mi padre no entiende eso.— Anthoine se toma casi toda la botella de un sorbo. En ese momento empieza a arrepentirse por no haber comido nada.
—Muero de hambre.— dice Anthoine tirando la botella en la basura.— Vengan vamos, ya no quiero hablar más sobre esto.— los tres chicos entran al cuarto, llaman a un chef y le piden el desayuno.
Mientras esperan, los estudiantes ya están llegando al colegio para empezar sus clases.
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