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Capítulo 7


La limusina de Everleigh sale del colegio. Los tres chicos que observaban desde lo alto salen del edificio con sus mochilas. En ese mismo instante dos limusinas entran al colegio esperando a los chicos.

—Es increíble, los nuevos empleado ni siquiera pueden llegar a la hora que salgo.

—¿Nuevos? ¿qué les paso a los otros?— pregunta Gaspard.

—¿Enserio preguntas? Merecen un premio por aguantarlo tanto tiempo. ¿Cuánto fue? ¿Dos meses? Si, dos meses. Es lo que más han durado.— dice Damien riendo, Anthoine toma su celular y marca, después de darle un golpe a su amigo en el hombro.

—Señor Courtois , ¿es normal que tus nuevos empleados no estén en el momento que quiero que estén?

—Señor St. Clair , lamento tanto...

—No lo lamente, contrate a personas que sí puedan seguir reglas. La primera era que debían estar por lo menos diez minutos antes de que yo salga de clases así me ahorro esta parte de congelarme.

—Si señor, es que tuvimos un inconveniente.

—¿Inconveniente?— Anthoine esta realmente molesto, lo que hace que sus dos amigos al lado se miren riendo. A ellos dos siempre les había gustado las minis peleas que tenía Anthoine con el señor Courtois, él es el asistente principal de la casa St. Clair. A falta de sus dos padres por trabajo, él siempre estuvo ahí cuidando a Anthoine y a su hermano mayor. Lo que pasa es que a pesar del gran cariño que Anthoine sentía hacia él, nunca lo demostraba.

—Su padre...— sin siquiera poder tratar de detenerlo, el cuerpo del chico se tensa, la mandíbula se le aprieta y su mano libre se hace puño. Damien y Gaspard dejan de reírse y tiene una reacción similar a la de Anthoine, los dos saben quién era el único capaz de provocar esa reacción en él.

—¿Qué pasa con él?

—Está aquí, en Francia, vino sin aviso, la limusina fue a recogerlo al aeropuerto. Lamento no haberlo llamado antes. En un par de minutos la limusina llegará por usted, me acaban de avisar que no están tan lejos.

—No.

—¿Disculpe?

—No llegaré a casa hoy, me quedaré con Damien.— este al ver que su amigo le pide permiso con la mirada y él asiente sin ningún problema.

—Señor, no creo que sea buena idea. Sabe que cuando su padre viene al país es por algo importante y estoy totalmente seguro que ese tema lo querrá hablar con usted.

—Puede ser mañana. Le prometí a Gaspard que iría con él hoy.

—¿Gaspard? Creí que había dicho Damien.— sus dos amigos al escuchar la conversación se pegan en la frente. Anthoine maldice entre dientes.

—Si, Damien. Gaspard también irá hoy.— se escucha unas personas hablando de fondo y como el señor Courois se separa del teléfono.

—Señor, su padre ya está aquí. Quiere verlo a las 5:30 sin falta. Lo lamento.— y cuelga. Los tres chicos se quedan mirando al celular desconectado. Ellos saben que Anthoine no puede faltar a la reunión con su padre, a pesar que no quería ni verlo.

—¿Que harás?— Gaspard mira su reloj.— No tienes mucho tiempo.

—¿Puedes llevarme? Lo último que necesito es que se enfade por llegar tarde.— el chico asiente y los tres empiezan a caminar hacia las limusinas. Se despiden de Damien que le desea mucha suerte a Anthoine y se van en la limusina. Gaspard le pide al chófer que los lleve a mansión St. Clair.

—¿Tienes una idea de porqué ha decidido venir?

—No.— Anthoine mira la mansión frente a él. Tratando de mentalizarse lo que su padre podría decirle.

—Pues que tengas suerte. ¿Nos vemos luego?

—Todo depende del humor de él y de cuánto tiempo planea quedarse.

—La ultima vez no se tardó ni cinco horas en regresar a Canadá, esperemos que sea algo parecido.— Anthoine asiente y sale del auto. Se despide de su amigo y camina hacia su casa.

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Nadie le abre la puerta, tiene que usar su llave de emergencia. Todos los empleados de su casa deben de estar al pendiente de su padre y olvidándose completamente de él. Como siempre que su padre llega. Anthoine busca al señor Courtois por la sala, cuando lo encuentra el hombre se le acerca.

—Señor St. Clair, lamento todo esto.

—¿Y mi padre?—Anthoine trata de mostrarse tranquilo, pero como sus amigos, el señor Courtois sabe lo que el chico siente al tener a su padre a tan solo un par de paredes.

—En su oficina.— mira su reloj.— será mejor que vaya a cambiarse, no le queda mucho tiempo.

—Como sea.— Anthoine se dirige a su habitación seguido por tres sirvientas. Una de las cosas que más odia el chico era el hecho que su padre no soportaba verlo con otra ropa que no sea un traje. Esta obligado a tener el traje más elegante y ,de preferencia, el más caro de los que tenía. Anthoine había aprendido por las malas que la apariencia de las personas es lo más importante y que su padre no tolera verlo desarreglado.

Las puertas de su habitación se abren para darle paso a todas las personas que lo ayudarían a vestirse, las sirvientas corren de un lado a otro sacando los sacos, camisas, calcetines y todo mientras que Anthoine se limita a ver la ventana y pensar que tan malo sería si se tirara y corriera hacia el bosque.

—¿Señor St. Clair?— una de las sirvientas lo llama haciendo que su concentración se interrumpiera.— Ya le tenemos su ropa lista, le pido que la mire y nos diga si le parece bien.— Anthoine sin siquiera contestarle se dirige hacia la mini sala de su habitación. A la par del sofá pudo ver una fila de sirvientas que esperan nerviosas. El chico pone su mirada en el maniquí que esta al lado de la ventana, este tiene un esmoquin gris, una camisa blanca y unos pantalones a juego con el saco. Todo esta perfectamente arreglado y planchado.

—Cambien el color del pañuelo, mi padre odia el naranja, mejor pónganle un tono azul. Y¿ esos zapatos no son de la nueva colección que mandó hace un par de día no es cierto? Lo demás está pasable. Lastimosamente ya no hay tiempo para que me encuentren un atuendo menos horrible. Salgan todas me cambiare.— todas hicieron caso y salen, no antes de cambiar el pañuelo y ponerle los zapatos adecuados.

Anthoine se mira al espejo cuando se abotona bien su saco, de su mesa de noche saca un perfume y se lo pone en su cuello. Se va unos minutos al baño y trata de arreglarse el cabello lo mejor que puede, pero su pelo negro y liso parece no querer cooperar y a cada momento se le caía en la cara.

Cómo supo que su padre lo regañaría por eso se puso un poco de gel para tenerlo quieto. Termina de arreglarse y espera frente al espejo hasta que alguien venga por él. Su imagen de pura tranquilidad le parece ajeno a todo lo que siente por dentro, se odio a sí mismo por estar tan nervioso por lo que su padre pueda decirle.

Mira sus mensajes para distraerse un poco.

—¿Señor St. Clair?— Anthoine escucha como el señor Courtois lo llamaba, así que deja su celular y sale del baño.

—Estoy aquí.—dice poniéndose enfrente de él

—Se ve muy bien señor.— Anthoinr sabe que el señor Courtois esta tan nervioso como él por la llegada de su padre.

—¿Podemos irnos ya? Entre más rápido sea esto mejor.— el señor Courtois asiente, le abre la puerta y los dos caminan por todo el pasillo hasta llegar a la oficina de su padre.

—¿Y mamá?— Anthoine interrumpe el silencio, si no habla de algo sus nervios terminarían con él.

—Sigue en Canadá. Vendrá para fin de año, mandó un mensaje con su padre: le desea buen inicio de clases.— el chico solo asiente.

 Por veces él se pregunta si es verdad que su madre le manda ese mensaje o el señor Courtois lo inventaba para que él no se sienta tan mal. De cualquier modo a Anthoine ya no le interesaba, desde pequeño aprendió a vivir sin sus padres.— Llegamos.— dice parándose frente a una gran puerta blanca.— Su padre lo espera dentro.— dicho esto el señor Courtois se retira.

Anthoine levanta su mano con la intención de tocar la puerta pero esta parece no querer seguir las órdenes de él. Luego de una pequeña discusión mental su mano se junta delicadamente con la puerta.

—Entra.— el chico respira hondo y entra. La oficina esta perfectamente arreglada como la última vez que estuvo ahí. A pesar de que su padre solo llega a Francia una vez cada 6 meses, está prohibido entrar, salvo las empleadas que lo limpian constantemente.

—Padre.

—Anthoine.— su padre esta en su escritorio firmando y analizando diferentes papeles. Pasan unos varios minutos en silencio, Anthoine cree que su padre no hablaría y que él tendría que buscar un tema de conversación, pero su mente estaba en blanco.— ¿Acaso no sabes lo que es una silla? ¿O crees que las que están enfrente de mi son de adorno?

—Lo lamento, padre.— Anthoine se sienta desabotonando su saco tratando de respirar tranquilamente.— ¿Que tal tu viaje? No estaba enterado de tu llegada.

—Sabes que no me gusta decirle a nadie dónde estoy o adonde pienso ir.— aparta los documentos y los pone en uno de sus gabinetes.

—¿Cómo esta mamá?

—Como siempre, ya la conoces.

—¿La conozco realmente?— susurra Seung entre dientes.

—¿Disculpa?

—No, nada. Solo quería saber porque me has citado y que es tan importante como para venir tan deprisa.— su padre lo voltea a ver frunciendo el ceño.— Me refiero, tenia entendido que venías hasta fin de año.

—Si, pero cosas han pasado, la compañía no puede estar en su mejor momento, la apertura del colegio St. Clair en varias partes del mundo nos ha ayudado a mejorar la imagen de la compañía. Y como supongo ya te han informado tu madre abrirá una nueva tienda en Rusia, lo que me tiene un poco estresado, sabes como es ella, ha ocupado todas sus influencias para tener la mejor clientela de ese país. Como sea no he venido a hablar de tu madre, sino de ti.— el señor St. Clair se levanta de su escritorio y se dirige a una pequeña mesa donde tiene vasos y diferentes tipos de alcohol. Toma uno y se sirve un poco de whisky.

—¿Quieres uno?— le pregunta a su hijo.

—Yo no tomo padre.— él asiente y vuelve a su asiento.

—¿No lo haces?— Anthoine frunce el ceño y mira a su padre.

—Sabes que no.— el señor St. Clair pone delicadamente su trago en la mesa y cruzando sus dedos le sonríe a su hijo. Anthoine no sabe que es lo que esta pasando.

—¿Acaso crees que soy un tonto?

—¿Disculpa?— sin siquiera poder prevenirlo el señor St. Clair se levanta tan rápido que su silla se cae, agarra su vaso y le lanza todo su contenido a su hijo antes de tirarlo furiosamente hacia la pared haciéndose añicos. Anthoine al sentir el líquido se levanta.

—¿Pero qué te sucede?

—¿Acaso crees que no sé todo lo que haces?.— Anthoine trataba inútilmente de limpiar su ya arruinado saco. Cuando levanta la vista, solo ve como su padre se acerca a él. Tomándolo del cuello lo arrincona en la pared. Anthoine pone sus manos encima de las de su padre.— ¡¿Acaso no crees que todo el maldito mundo está hablando de ti?! En televisión, revistas, radios, ¡en todas partes!

—Padre.— Anthoine trata de quitar el agarre de su cuello. Pero el señor St. Clair lo separa un poco de la pared para volver a pegarlo violentamente. Anthoine cierra los ojos y frunce la boca por el dolor.

—¿Que acaso no sabes lo importante que es la compañía para mí? ¿Par tu madre? ¿Para tu hermano?

—Tu sabes que siempre he hecho todo lo que me has pedido.

—Mientes. Mientes. Mientes.— la cara de su padre estaba demasiado cerca de la suya, Anthoine se da cuenta que no era el primer trago que se tomaba.— No eres más que un chiste, cada semana eres la portada de una de esas estúpidas revistas. ¿Que acaso no entiendes la vergüenza que me das? ¿Cómo es posible que una persona como tu en un futuro liderará una de las empresas más ricas de todo el mundo? ¿Que acaso no piensas en tu futuro? ¿El de la compañía?

—Padre...— Anthoine trataba de respirar.

—¡Callate!— una de las manos del señor St. Clair suelta su agarre y de una manera rápida forma un puño y golpea a su hijo. 

Anthoine cae al piso, respirando entrecortadamente. El señor St. Clair se sienta nuevamente en su escritorio, arreglándose su saco y limpiándose sus manos con una toalla. Anthoine pasa su mano por su labio partido, tratando de quitar la mayor cantidad de sangre. Se para y mira a su padre, trata de calmar su respiración y se abotona su saco, manchandolo con su sangre.

—¿Es todo padre?— su padre ni siquiera le dirigía la mirada, el enojo de Anthoine aumenta cada segundo que lo veía respirar, hasta que siente que casi pierde la cordura al ver la pequeña sonrisa que sale de la boca de su padre.

—¿No creerás que deje mi ocupada agenda solo para darte una lección o si?.— el señor St. Clair al ver la cara enfadada de su hijo suelta una gran carcajada.— Los Hamilton murieron, supongo que ya lo sabías. La compañía está tratando contactarlos para unir lazos ya que es la empresa número uno de todo el mundo. Es muy importante tenerlos como socios, todos lo quieren y ahora más que nunca que es una pequeña inútil que tomó las riendas. La hija de los Hamilton ha tomado una actitud bastante infantil, ha huido de todo y todos, lo que nos está haciendo más difícil el hecho de tener una reunión con ella. Pero lo conseguiremos estoy seguro. ¿Qué es lo que quiero de ti? Que salgas de la maldita vista de todos, que dejes los escándalos y que dejes de tirarle basura a la imagen de la empresa cuando lo único que hago día y noche es tratar de limpiarla. ¿Entendiste?.— Anthoine respira pesadamente y se toma un par de segundo antes de responder.

—Sí padre.

—Ya puedes irte y dile al señor Courtois que empiecen  a preparar mis maletas, mi vuelo sale mañana en la mañana.—dicho esto sigue con su trabajo.

Anthoine sale de la oficina, el pasillo está oscuro, él se queda ahí un rato, se posa en la puerta y baja la mirada. Trata de calmarse, todo en él le dice que se vaya de la casa que vaya al bar más famoso y que cree un gran escándalo para molestar a su padre, como lo hacía antes, pero mentalmente estaba agotado de todo esto. Empieza a caminar hacia su habitación, hasta que llega a la sala, ahí varios sirvientes esperaban. Cuando el señor Courtois ve al chico aparecer se acerca pero Anthoine no se detuvo, él sigue firme hacia su habitación.

—¿Señor St. Clair se encuentra bien?

—Si, no es como si fuera la primera vez.

—Lamento mucho que todo haya salido así.

—No se preocupe señor Courtois. Mi padre dijo que su vuelo salía mañana en la mañana, sus maletas deben estar listas cuanto antes. Iré a mi habitación, por favor que nadie me moleste.

—La cena ya comenzará a prepararse.— Anthoine asiente y se va.

Cierra la puerta y se empieza a quitar toda la ropa, la pone en el cesto de la ropa sucia, solo porque no tiene fuerza de tirarlo a la basura, el whisky y la sangre había dejado inutilizable al saco. 

Va al baño y se mira al espejo, ve que la sangre había manchado parte de su barbilla, se limpia toda la cara. Se pone unos jeans y una camisa, como ya no esta dispuesto a ver a su padre no tiene porque vestirse para él. En su mesa de noche lo espera una bolsa con hielo, unos algodones y alcohol. Sabe que sus sirvientes estan al tanto de la situación con su padre, así que cada vez que él viene le dejan este kit, para que Anthoine pueda curarse. El chico suspira, pasa un pedazo de algodón por su labio y se acuesta. Tiene la intención de dormir pero su celular empieza a sonar.

—¿Hola?

—¿Anthoine?— se escucha un suspiro de alivio del otro lado del celular.— Sigues vivo, me alegro.

—No exageres Damien.— aunque el chico trata de reír se da cuenta que su amigo habla totalmente en serio, y que su alivio era real.

—¿Todo bien? ¿Que hizo esta vez?

—Estoy bien. ¿Podemos hablar mañana? Realmente no estoy de humor ahora.

—¿Quieres que pasemos por ti? Gaspard pasara por mí en unos minutos.

—No es una buena idea, no ahora.

—¿Cuando se va tu padre?

—Mañana temprano.— se escucha ruido de fondo.

—Gaspard ya llegó. ¿Nos vemos mañana? Tienes que contármelo todo.

—Claro.— dicho esto cuelga. A pesar de tener a su padre más cerca de lo que él quisiera jamás, el peso de no saber qué es lo que iba a decir había desaparecido por completo, haciendo que sus ojos finalmente se cerraran y que el sueño cayera sobre él.

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