Capítulo 5
—Pase.— Everleigh entra a su primera clase: Economía.— Usted debe de ser Alessia Leblanc, ¿cierto?
—Así es.— dice entregando la carta que el director le pidió que se la diera a todos sus profesores.
—Puedes sentarte en el pupitre vacío de allá atrás.— dice señalándolo. Todos los estudiantes ya están ahí, algunos la miran disimuladamente y a otros no les importa si ella se daba cuenta.
—Bueno como hoy hay una nueva compañera, quiero que todos se presenten.—Después que todos los estudiantes dijeron sus nombres, el profesor retoma la palabra.— Y finalmente yo soy el profesor Philbert bienvenida al colegio St. Clair.— Everleigh sonríe con los labios sellados.
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Las clases pasaron rápido para la chica nueva. Como era el primer día no vieron mucho, solo explicaron cómo sería todo el año.
Sale del aula, la campana ya había sonado dando inicio a la hora del almuerzo.
Everleigh no quiso sacar su mapa así que solo sigue a todas las personas. Salen del edificio para llegar al edificio principal, donde ella había tenido su reunión con el director, pero en vez de subir las escaleras sigue un largo pasillo a la derecha para llegar a un enorme salón con muchas mesas y sillas. Todas ellas ya está llenas de personas, todos hablan entre sí, comentando sus vacaciones. Everleigh se dirige a la barra. Ahí hay demasiado tipos de comida, desde sushi hasta caviar.
Everleigh le había dicho al señor Stephen que uno de sus cocineros podían prepararle comida para llevarla al colegio, pero él insistió que el colegio St. Clair también era reconocido por su buen servicio en comida. Pide su almuerzo y después de unos minutos buscando mesa decide comer en los jardines. Sale del edificio y se va a la misma banca de hace un par de horas, se sienta, saca un libro de su maleta y empieza a comer mientras leía.
Unas páginas después su lectura fue interrumpida por una voz que parecía realmente molesta.
Levantando su vista del libro mira hacia donde escucha tanto ruido. Como no ve nada, deja sus cosas en la banca y se acerca un poco más, con toda la intención de decirle si podía bajar un poco la voz.
Camina un poco y ve que detrás de un árbol está un chico y una chica. Parecen bastante molestos. Everleigh no puede escuchar bien el tema de su pelea. Con toda la intención de irse se da la vuelta.
La chica no se dio cuenta que su pie se había trabado en una parte del árbol, tratando de destrabarlo se enreda con las raíces de este y se tropieza. Everleigh cae justo en medio de la pareja, los dos chicos voltean a verla, ellos claramente se dieron cuenta que ella los estaba espiando.
La chica que estaba peleando con el chico se fue bastante molesta. Everleigh cree que el chico iba a ir por ella pero se sorprende cuando ve una mano frente a su cara. Everleigh parpadea un par de veces y acepta su mano, con su ayuda logra levantarse. La chica limpia su polvorienta falda.
—Muchas gracias yo...— levanta la vista y lo ve. Se le quedan las palabras atrapadas en su garganta, y mentalmente se regaña por no haber captado que era él, su falta de uniforme le pudo haber dicho algo.— Gaspard...
—¿En Estados Unidos acostumbran escuchar las conversaciones de otras personas? .— la frialdad del chico le impacta, dejándola sin palabras.
—Yo no...
—En este colegio es muy mal visto que la gente lo haga. ¿No te enseñaron eso?— el tono enojado del chico no pega nada con la seriedad de su cara.
—Yo no quise escuchar nada, no los estaba espiando.—Everleigh se empieza a molestar. ¿Porqué la trataba así?
—Que seas nueva no te da el derecho de entrometerte.— dice y pasa a su lado chocando su hombro con los de Everleigh. La chica, tambaleándose un poco, voltea a verlo con la intención de responderle pero el chico ya está caminando hacia el tercer edificio.
Everleigh vuelve a la banca de mal humor, toma su maleta y camina hacia la cafetería para dejar los platos que había ocupado antes. Cuando llega se da cuenta que no habían muchas personas, supuso que las chicas se habían ido a retocar el maquillaje y que los chicos había ido a hacer deporte un rato. Deja la bandeja agradeciéndoles a los cocineros y sale de la cafetería. Mira rápido su horario y se va a su última clase del día.
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—¿Que tal su día señorita Leblanc?— pregunta el señor Stephen cuando Everleigh sale de la limusina.
—Muy bien. Demasiado bien como para considerar estudiar en casa.— le da su mochila a una de las empleadas y entra a la casa quitándose el saco.
—Me alegra que le haya ido bien entonces.—responde el señor sonriéndole. La chica lo voltea a ver seria. Los dos suben las escaleras hasta llegar al cuarto de Everleigh.
—Estoy hablando enserio, señor Stephen, ¿no puede conseguir profesores particulares para mí?
—Señorita, usted sabe que una de las condiciones de dejarla seguir la empresa de su padre es seguir en el colegio, prometió que haría un esfuerzo.—la chica deja el saco en su cama y se quita con cuidado sus zapatos. Y lo voltea a ver.
—Lo sé, lo sé, dije que lo haría.—se quita la cola que se había hecho en la limusina y dejando su cabello libre.— No fue tan malo. Lo soportaré.
—Me alegra oírlo.— el señor mira su reloj.— Puede descansar dos horas. A las 4:30 habrá una conferencia en el centro de la ciudad, llevaré mi computadora para que puede comunicarse desde su oficina.— Everleigh asiente.—Usted es mejor que todos ellos, ¿lo sabe verdad? Solo son niños consentidos.
—Lo sé.—dice la chica sonriendo.— Gracias señor Stephen.
—Mandaré a una empleada a avisarle cuando la conferencia este a punto de empezar.— dicho esto se va del cuarto.
Everleigh se acuesta y se queda viendo un rato al techo. ¿Como no se lo pudo ocurrir que al regresar a Francia encontraría a los tres otra vez? Bueno, el nombre del colegio le pudo haber dicho algo. ¿Pero como iba a saber que de todos los colegios ellos estarían justo en ese? Ni que no hubieran mas colegios St. Clair por todo el país. La chica trata de recordar más cosas sobre ellos pero le es imposible, ella era muy pequeña aún. Pensando en lo que ocurrió hoy con uno de los tres mosqueteros se queda dormida.
Alguien toca a la puerta, una de las sirvientas había recibido una llamada del señor Stephen con estrictas instrucciones de levantar a la señorita Leblanc.
La sirvienta espera un rato, al no escuchar respuesta decide tocar la puerta una vez más. El señor Stephen le dijo que si la chica no salía que él le daba la autorización de entrar. Aunque no era de su agrado meterse a la habitación de su jefa, pero no quería correr el riesgo de ser despedida por no obedecer al señor Stephen. Toca una vez más, pero no tuvo suerte. Cerrando los ojos abre la puerta muy despacito, tratando de ver a la señorita sin necesidad de abrir toda la puerta. Como no se veía nadie en la sala no tuvo otra opción que abrir toda la puerta y entrar.
—¿Señorita Leblanc? El señor Stephen me dio la autorización de entrar.—la sirvienta escucha ruidos proveniente de la recamara. Así que se acerca un poco sin llegar a pasar los muros que la separaban de la cama de Everleigh.— Señorita Leblanc, tiene que ir al tercer piso por órdenes del señor Stephen. —La pobre sirvienta no queriendo acercarse más, ve rápidamente su pequeño y no tan caro reloj y se muerde el labio, nerviosa. 4:25.
—Señorita...—Everleigh sale a toda prisa, casi tropezando con la sirvienta, ella al verla de pronto se asusta y se separa un poco para otorgarle una pequeña inclinación de cabeza.— Lamento haber entrado sin su autorización, fueron ordenes del señor Stephen.—Everleigh sonríe un poco al ver lo nerviosa y apenada que está la chica, nunca la había visto así que supuso que era de las nuevas sirvientas que habían contratado.
—No te preocupes.— dice poniendo su mano en el hombro, lo que sorprende mucho a la sirvienta.— Estaba vistiéndome, lamento no haber respondido.—mira su celular.— Tengo que irme al ¿tercer piso cierto? Antes de que el señor Stephen nos regañe a ambas.— dice Everleigh guiñandole el ojo y sale de su habitación para irse a la oficina.
La sirvienta se queda quieta por un momento y sin quererlo ni esperarlo, una sonrisa sale de su rostro. Le pareció muy simpática su nueva jefa. La sirvienta entra a la recamara para arreglar la cama de Everleigh.
La chica sube las escaleras a toda prisa, se había quedado dormida. Sabía que si llegaba tan solo un minuto tarde a la primera conferencia desde su llegada a Francia, el señor Stephen la reprendería por semanas. Se sienta en su escritorio y enciende su computador, instintivamente arregla su camisa, aunque a ella no la verían, aún no estaba lista para ser vista. Necesitaba guardar su identidad.
Mira su reloj y justo en ese momento recibe un mensaje del señor Stephen comentandole que la reunión estaba a punto de empezar. La chica trata de tranquilizarse y se recuerda que todo esto lo hacía por sus padres. Y le dio play a la grabación.
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La reunión duró más de lo que planearon, los socios de su padre no estaban del todo de acuerdo que Everleigh tomara las riendas. A la mayoría les preocupa lo que una niña de 17 años sin experiencia podía causarle a la empresa. Pero el señor Stephen se mantuvo firme y según el testamento del padre de Everleigh ella podría tomar las riendas de la empresa cuando cumpliera la mayoría de edad. Y como eso ocurriría en breve los socios no tuvieron otra alternativa que esperar a que todo funcione.
—¿Quiere que le prepare algo de cenar señorita Leblanc?— una de las sirvientas se le acerca mientras baja las escaleras.
—No, muchas gracias, creo que iré a acostarme.— la sirvienta asiente.— Puede decirle al señor Stephen cuando vuelva que mañana a la hora del desayuno necesito hablar con él. Creo que me informó que tenía una reunión por la mañana, pero me urge que me espere para hablar.
—Yo se lo comunico señorita. Que descanse.
Everleigh llega a su habitación y se pone su pijama. Se acuesta en su cama y apaga las luces. Finalizando su día.
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Unos fuertes rayos del sol entran por la ventana de Everleigh. De mala gana aparta las sábanas de su cuerpo y se va al baño. Después de ducharse se pone el uniforme pero esta vez, en vez de ponerse los tacones se pone unos cómodos tenis blancos.
Cuando termina de arreglarse mira su celular. Ve que aún es bastante temprano por lo que cree que el señor Stephen aún no se ha ido a su reunión. Sale de su cuarto, tratando de no hacer tanto ruido a pesar de ser la única persona que duerme en la segunda planta. El hecho de que no hay más personas aparte del personal hace que a Everleigh no se siente cómoda al irrumpir con todo el silencio.
Baja las escaleras buscando a alguna sirvienta o al señor Stephen directamente. Como no ve a nadie en la sala principal ni en el comedor decide ir a la cocina. Las sirvientas que están ahí están terminando de arreglarse para empezar a trabajar, algunas están ayudando a otras a hacerse bien la cola y otras a ponerse bien el delantal, sin olvidar mencionar el delicioso aroma que penetra la nariz de Everleigh.
Todas al ver a su jefa en la puerta de la cocina rápidamente dejan lo que estaban haciendo y se ponen en una fila y hacen una pequeña reverencia con su cabeza, Everleigh les devuelve el gesto.
—Buenos días, no me hagan caso, pueden volver a los que estaban haciendo.— dice y todas siguiendo sus instrucciones se fueron a trabajar.
Everleigh mira como las sirvientas salen de la cocina. La chica se acerca a la mujer que estaba cocinando el desayuno, la señora parecía bastante mayor pero la agilidad que tenía al cocinar muchas cosas a la vez podría sorprender a cualquiera. La cocinera se da cuenta que la chica la observa mucho.
—¿Necesita algo señorita Leblanc?— Everleigh se acerca y se sienta en uno de los banquillos que estaban enfrente de la isla de la cocina.
—Estaba buscando al señor Stephen.
—Creo que escuché decir que seguía arreglándose, ¿quiere que mande a alguien a llamarlo?
—No, lo esperaré.— la mujer asiente sin apartar la vista de la comida.— ¿Donde aprendió a cocinar?— la pregunta le sorprende a la cocinera, no está acostumbrada a que le pregunten sobre ella.
—Mi madre...—dice sonriendo al recordar los momentos que pasaba con ella.
—Debió de ser una mujer maravillosa.— responde Everleigh sonriendo con nostalgia.
—Lo fue...— las dos se quedan en silencio por un rato. A pesar de que la cocinera trata de no seguir hablando su curiosidad le gana.— ¿Su madre también es una buena mujer no? Supongo que ella está trabajando por eso no la he visto.— la mandíbula de Everleigh se tensa.
—Eso es algo que a usted no le incumbe.— las dos mujeres voltearon a ver al señor Stephen que está parado en la entrada de la cocina. Su pelo mojado era un indicio que acaba de terminar de arreglarse como la cocinera le había dicho a Everleigh anteriormente.
—Señor Stephen, no importa. Estábamos hablando.— Everleigh trata de evitar una discusión tan tempano. La cocinera había parado de cocinar y había agachado la cabeza con culpabilidad.
—Claro que importa, cuando se le contrató se le especificó que no podía hacer ninguna pregunta personal. No puedo permitir que no se cumplan las reglas.
—Lo lamento tanto. Yo no quise...— la sirvienta estaba a punto de ponerse a llorar. No debería de haberlo hecho, pero desde pequeña ha sido muy curiosa.
—No volverá a ocurrir, fui yo la que empezó a hablar del tema. No fue culpa de ella.— Everleigh se había parado de su banco y se había acercado al señor Stephen.— Por favor, no pasará de nuevo.
—Usted y yo hablaremos luego.— dice señalando a la cocinera y sale de la cocina.
—No se preocupe, yo lo solucionaré.— dice y la cocinera asiente preocupada.— Y si... Mi madre es maravillosa.— dice sonriéndole.
Everleigh sale de la cocina buscando al señor Stephen, cuando lo ve en el jardín se dirige hacia ahí. Sale por las grandes puertas de vidrio y se le queda mirando al inmenso bosque que tiene adelante.
—No la regañes.
—Señorita Leblanc...
—Se que es una de las reglas pero fue mi culpa enserio.— lo voltea a ver y trata de convencerlo con la mirada.
—Trataré de no ser tan malo.— responde finalmente, la chica sonríe.— Una de las sirvientas me informó que me quería hablar.
—Si... Es sobre la reunión de ayer.
—Estuvo bastante bien.
—¿Bien? Ello no creen que pueda lograrlo. Ninguno de ellos.
—No se preocupe por eso señorita, usted y yo sabíamos que no iba a ser fácil, es cuestión de tiempo que ellos se hagan la idea de que una persona mucho más joven que ellos llegará a ser su jefe.— el comentario logra hacer reír a Everleigh.
—Claro.— el señor Stephen mira su celular.
—Debería irme o sino, no llegaré a tiempo. Posiblemente tengamos otra reunión mañana para finalizar el acuerdo con la empresa de Nueva York.
—Lograremos hacerlo, aliarnos con esa empresa elevaría los números. No podemos dejar que alguien más lo tome.
—En su oficina le deje algunos documentos que tiene que dar su aprobación sobre algunas de las empresas que les gustaría hacer negocios con usted. La empresa St. Clair a estado muy insistente estos últimos meses, puede ser que nos beneficiaria.
—Sabe bien que esa familia nunca ha sido de mi agrado, la empresa de mi padre siempre ha tenido el objetivo de mejorar el mundo con buenas intenciones, la familia St. Clair no es conocida como las mejores personas.
—Puede ser, pero sus números son buenos. Lea la propuesta puede que de algo sirvan.
—Lo tendré en mente.
—Se encontró con ellos ¿verdad?— Everleigh lo voltea a ver confundida.— Con los tres chicos más conocidos de todo Francia y del mundo.
—¿No estás exagerando un poco?— el señor ríe.
—Puede ser, ¿los reconoció enseguida no es cierto?
—Son iguales que de chiquitos.— la mente de la chica se fue al momento en el que los vio entrando al edificio con todos los gritos de las chicas. Una mueca de disgusto se forma en su cara.— Solo que más egocéntricos. ¿Cómo es posible que hayan cambiado tanto? Ni siquiera se tomaron el tiempo de mirarme y tratar de recordar quien soy...Aunque, bueno, eso es mejor.
—Sus familias los han convertido en lo que son. A pesar del tiempo tiene que ser muy cautelosa, un día de estos podrían reconocerla y no podemos permitirnos eso.
—No te preocupes, no me acercaré a ellos.
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