Capítulo 30
Se mira al espejo y no sé reconoce, el chico que se muestra a través del reflejo no es para nada el chico que él se había mentalizado ser.
Su cabello ya está bastante largo, algunos rubios mechones caen sobre su cara, así que si mover más que sus manos toma un poco de gel y trata de estabilizarlos.
Sus músculos están tensos, tan tensos que cada tanto tiempo tiene que recordarse a sí mismo que es realmente necesario respirar para seguir vivo.
Los ojos de ese extraño chico se ven cansados, cansados pero también esconden miedo, ansiedad y angustia. Los mismos sentimientos que lo ahogan cada vez que su padre está en el país.
La fiesta que su padre mandó a organizar se la comunicaron hace una semana, un día después de que la inusual chica estadounidense haya legado a su mansión.
Recuerda realmente bien lo que sintió al recibir la invitación. Su garganta se secó y la tarjeta se cayó de sus manos temblorosas. Fue Thierry él que logró sacarlo de sus pensamientos. Al leer la tarjeta su ceño se frunció.
Su padre había aterrizado esa misma mañana y partiría esa misma noche. Un viaje exprés únicamente para esa fiesta.
A pesar de que Anthoine trató de averiguar de qué se trataba todo esto no pudo conseguir nada. Tenía miedo, mucho de hecho, porque escuchó decir a Meredith que su nieta estaría allí.
¿Y qué otra cosa sería si no que anunciar su matrimonio?
Los ojos de Anthoine se cierran otra vez. Sus manos están a los lados de lavamanos, trata de desajustarse un poco la corbata para tratar que el aire entre.
Odia esto, odia sentirse así, tan indefenso, tan inútil.
Recuerda que antes era su madre que lo defendía, si tan solo le contestará las llamadas...
Su mandíbula se tensa al pensar esas cosas tan estúpidas. El jamás se dejará ver de esta manera.
—¿Señor St.Clair? Su auto ya está listo.—le avisan desde su habitación y el chico sale.
Camina firmemente, tratando de no mostrar los nervios que lo carcomen. Para su suerte su padre ya se ha ido con su hermano y con la señora Hamilton así que disfruta de la limusina para él solo.
Anthoine recibe la llamada de Gaspard, pero sus manos tiemblan tanto que no puede siquiera pensar en contestar. Recibe un mensaje donde le dice que todo estará bien, que pase lo que pase en esa misteriosa reunión organizada por su padre que lo solucionarían.
¿Pero qué podrían solucionar cuando su futuro ya estaba escrito desde que se encontraba en la panza de su madre?
Anthoine suspira cuando llega al colegio.
Los flashes de las cámaras lo aturden, su enojo y malestar empieza a aumentar y eso que aún no ha tenido el increíble placer de ver a su padre.
Sale de la limusina abotonando uno de los botones de su saco, levanta una de sus manos y, regalando una de sus más perfectas sonrisas falsas, saluda a los reporteros.
Todo por la buena imagen de la empresa ¿no?
Luego de un par de fotos los guardaespaldas llevan al chico dentro del colegio, donde, extrañamente los camarógrafos no tienen permitido entrar. Como si todas las personas chismosas de adentro no mandaran al segundo cualquier noticia.
Anthoine mira la estúpida decoración mientras camina por la alfombra, algunos chicos y chicas del colegio quieren saludarlo pero él los ignora como siempre.
Frunce el ceño cuando ve una gran manta tapando algo, una tarima con un pantalla blanca y a un joven tratando de hacer que el micrófono suene a la perfección.
Su garganta se seca al ver la gran cantidad de personas, desde alumnos del colegio, sus padres, profesores, gente de las empresas y muchas más caras que jamás había visto.
Le sorprende verdaderamente el gran show que su padre está montando, y si realmente es lo que el chico cree que es él será la gran estrella.
Mueve su cuello del lado al lado tratando de hacer que el aire entre por sus pulmones, sin poder aguantarlo más empieza a caminar hacia uno de los edificios lejanos.
Cuando Anthoine realiza adonde se encuentra se sorprende al verse en los grandes espejos de la sala de baile.
Se queda paralizado al no entender por qué, entre todos los lugares, sus pies lo llevaron precisamente a esa habitación.
Su mente viaja a la chica que bailaba aquí, recuerda el día en que se dio cuenta que las cámaras que mandó a pedir cuando quiso jugarle una broma seguían conectadas sin que el las recordara, una vez estando solo encendió la televisión y se quedó sin aire al verla.
Alessia Leblanc definitivamente tenía un talento para la danza, aunque sería completamente imposible que se atreviera a decirlo en voz alta.
Los ojos del chico se quedaron completamente idos al verla, al ver como cerraba sus ojos y se dejaba llevar por la música...
Mueve la cabeza tratando de quitar los estúpidos pensamientos que llegan. En un momento como este no debería de estar pensando en esa estadounidense.
Pero aunque lo intenta y lo intenta no puede evitar preguntarse si ella estaría dispuesta a hablar con el otra vez, hablar como el día que llegó a su mansión. Porque por mucho que le doliera siquiera pensarlo, hablar con esa pelinegra había sido realmente sencillo, completamente liberador y eso le había gustado verdaderamente.
Un ruido se escucha y por mucho que el universo quiera burlarse de el, ahí estaba, la chica que estaba en sus pensamientos hace apenas dos segundos.
Anthoine se queda paralizado al verla, sus ojos viajan rápidamente a su aspecto y traga grueso al ver lo radiante que se mira con ese vestido rojo.
El chico abre su boca para decir algo pero le es imposible, por todo lo que ha pasado ni siquiera está seguro si ella está verdaderamente ahí o si es una ilusión de su cansada mente.
Cuando los dos chicos terminan de hablar Anthoine la acompaña hasta su mesa antes de ir a ponerse a la par de su hermano.
Su padre pasa a la par sin siquiera saludarlo o mirarlo, a pesar de no verse en tantas semanas ni siquiera eso le da a su hijo. Anthoine traga y trata con todas sus fuerzas de apagar el fuerte dolor que tiene en el pecho.
El chico mira en cámara lenta como su padre sube a la tarima, como todos se voltean a verlo. El chico lo único que escucha verdaderamente es su pulso en sus oídos. Los aplausos, las risas, su padre sonriendo, sonriéndole a todas las personas, una sonrisa que su hijo jamás había visto para él.
La respiración de Anthoine se relaja cuando escucha que el motivo de esta fiesta es la inauguración de una estatua, una estúpida estatua que lo ha tenido muriendo durante toda esa semana, pero cuando su padre menciona a su "gran amiga" su respiración vuelve a ser irregular.
El discurso de su padre termina y los aplausos empiezan a sonar nuevamente al darle la bienvenida a Meredith Hamilton en la tarima.
¿Por qué de la nada todo este alboroto por el hijo de la señora que quiere casarse con su nieta? ¿Será esto el comienzo de la relación entre estas dos familia? Anthoine espera que no, por que necesita más tiempo para averiguar como salir de este matrimonio arreglado.
Meredith empieza a hablar sobre su hijo y cuando menciona su nombre por alguna razón su mirada busca la de la chica.
La chica del vestido rojo.
Vestido rojo...
Rojo....
A su mente llega el recuerdo de una pequeña con el vestido del mismo color que le tendía la mano cuando sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Everleigh.—susurra y al lado suyo Thierry se sobresalta, mira a su hermano y luego a donde él estaba viendo, mira a Everelgih. La miradade Thierry regresa a su hermano y su pulso empieza a ser más fuerte.
Anthoine se queda viendo a la chica, con ese nombre rondando mente.
Everleigh, Everleigh, Everleigh...
—Pero esta noche, no quiero que me recuerden aquí llorando por mi hijo, sino que recuerden y valores en trabajo que él hizo. ¿Y qué mejor manera de agradecer que con un discurso hecho por su mismísima hija?—dice Meredith y un silencio se crea.
La mirada del chico se dirige nuevamente a Meredith, el silencio lo abruma y sin poder apartar la mirada de la señora espera a que los pasos se oigan, los pasos de la que será su futura esposa. Pero nadie pasa. Nadie se mueve. El chico no respira.
—¿Everleigh? Mi querida nieta...¿Podrías subir aquí?
Los invitados empiezan a voltear, empiezan a hacer más ruido de lo que el chico pueda tolerar. La están buscando con la mirada, todos ansiosos de encontrarla.
—¿Everleigh?—Meredith levanta su mano y en cámara lenta Anthoine mira como saca su dedo para apuntar a alguien del público.
La cara de Anthoine se mueve justo en la dirección y cuando cree encontrar abre la boca al notar a la chica del vestido rojo que mira hacia la tarima completamente tensa.
Anthoine da un paso sin pensarlo pero de un momento a otro un flash lo ciega, cuando sus ojos se adaptan la chica ha desaparecido.
La gente empieza a moverse, los camarógrafos empiezan a molestar a todos, siente manos tomando de su saco, tratando de hacerlo salir de ahí, pero Anthoine está paralizado, lo jalan sin ningún esfuerzo, pero el sigue buscando a la chica del vestido rojo. Su vista está ahí, donde Alessia estaba hace unos segundos, donde esa chica...esa chica...
—¡Anthoine!—el grito de su hermano lo hace regresar a la realidad, Thierry toma a su hermano por el cuello y acerca su cara a la de el.—¡¿Estás bien?!—le pregunta y Anthoine hace contacto con sus ojos.
Antes de poder responderle una gran luz proveniente de la tarima hace que el silencio vuelva.
Todos los presentes se quedan quietos, viendo como la pantalla blanca se ilumina,Anthoine dirige su mirada y se da cuenta que detrás de las mesas de los invitados hay un proyector pero nadie que lo esté operando.
La gente empieza a notarlo y sobresaltados por el ataque de los reporteros empiezan a susurrar entre ellos.
Anthoine se deshace del agarre de su hermano e inconscientemente empieza a caminar hacia la pantalla.
La luz blanca se va unos segundos antes de dar una imagen de un icono anónimo.
—¡¿Qué es esto?!—pregunta Meredith, que había sido agarrada por varios guardaespaldas con la intención de protegerla.
"¿Hola? ¿Está funcionando?"
una fuerte voz hace que los invitados tapen sus oídos sin apartar la mirada de la pantalla, el sonido se regula luego de un rato y la voz empieza de nuevo.
"Hola, soy Everleigh Hamilton"
todos empiezan a aplaudir y a reírse por el susto, pero el chico está paralizado al escuchar esa voz que jamás había escuchado antes, es más, al chico le parece que la voz está distorsionada.
"Lamento mucho no poder estar presente esta noche, debido a algunos asuntos pendientes aquí en Nueva York se me ha hecho realmente imposible poder acompañarlos esta noche."
Meredith Hamilton comienza a buscar a su nieta entre la multitud, furiosa, demasiado furiosa mientras que Anthoine, junto con todos los presentes sigue fijos en la pantalla.
"Cuando recibí la invitación de St.Clair no pude creerlo. La muerte de mis padres hizo que mi vida cambiara completamente, pero entendí que no podía quedarme llorandoles, que tenía que lograr que su esfuerzo no fuera en vano. La escuela St.Clair es un proyecto que le llevó mucho tiempo, y mi padre al ser un generoso hombre tomo la decisión de dejarlo a una increíble persona, el General St.Clair, que descanse en paz. Así que cuando recibí esta invitación no pude ponerme más feliz y aunque mi padre nunca esperó una compensación por esta escuela él estaría muy feliz de ver cuánto ha crecido."
La gente comienza a llorar, comienza a sonreír mientras que la abuela de Everleigh comienza a perder la paciencia.
"Lamento alargar esto, me disculpo nuevamente por no poder compartir esa hermosa estatua con ustedes. Señor St.Clair, le agradezco mucho por hacerme feliz y por hacer feliz a mi difunto padre."
Los aplausos se escuchan, la pantalla empieza a apagarse pero en el último momento vuelve a encenderse.
Y Anthoine se queda paralizado, un escalofrío recorrer su cuerpo, la gente empieza a aplaudir más fuerte pero él chico no respira.
Una foto, la pantalla muestra una foto de un niño y una niña. Una niña de vestido rojo y zapatos negros.
El pulso del chico está al límite, no puede apartar los ojos de esa foto. Su mirada va a su yo pequeño, que tiene una gigante sonrisa en la cara, sus ojos están puestos en la chica de al lado que lo abraza amorosamente. Pero la cara de la chica está borrosa, como si la foto estuviera arruinada, lo único que todos pueden ver es el vestido rojo.
"Anthoine"
La voz de Everleigh vuelve a oírse por los altavoces, una voz ya no distorsionada, una voz mas real.
"Espero que podamos reencontrarnos pronto, ¿qué te parece Tonny?"
La pantalla se apaga dejando a todos en una oscuridad.
—¿Qué te parece Tonny?—pregunta la pequeña Everleigh mostrándole su dibujo.
Ese día los padres de la pequeña tuvieron un día muy complicado de trabajo así que decidieron mandarla a pasar la tarde junto a Anthoine.
—¿"Tonny"?—pregunta el chico con un mueca rara.
—¿Sonó raro verdad? Lo escuché en una película que mamá estaba viendo y no sé quise probar. Pero me gusta más Anthoine.
—Puedes llamarme como quieras.—se encoge de hombros el chico antes de volver a su dibujo. La pequeña sonríe ante sus palabras antes de volver a pintar.
El pequeño Anthoine se le queda viendo y sin que la chica lo note una gran sonrisa sale de su cara y piensa que Tonny le gusta si ella lo dice.
La gente comienza a aplaudir pero Anthoine sigue con los ojos pegados a la pantalla.
Su corazón palpita fuerte y de su mente no puede sacar la foto con la chica. La foto con Everleigh.
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