Capítulo 3
El sol ya ilumina toda la casa. Las sirvientas terminan los últimos ajustes para que todo este impecable. La limusina ya está frente la mansión esperando.
El primer día de clases ya ha comenzado y todos están preparándose.
Everleigh se remueve en su cama, se quita la almohada que está en su cara y se queda mirando al techo. No durmió mucho anoche por estar adelantando el trabajo.
Considera seriamente en fingir estar enferma, pero sabe que el señor Stephen llamaría al mejor doctor de Francia para desmentir su mentira.
Así que con mucha fuerza de voluntad se levanta y se va al baño para darse una larga ducha. Cuando sale se pone una toalla alrededor de su cuerpo. Limpia el espejo que está empañado por la humedad y se queda mirando su reflejo.
—Es solo un nuevo colegio, otra vez...
Se pone su uniforme y seca su cabello. Por alguna razón, las cosas que antes no le molestaban empezaban a fastidiarle. Como entrar a un nuevo colegio, antes se divertía mucho, arreglaba todo con su madre y su padre la llevaba personalmente hasta la puerta de entrada, sin importar cuan atareado estaba.
Antes amaba esas simples cosas, pero sin ellos, Everleigh ya no lo disfruta más.
Al salir del cuarto de baño se da cuenta que en su , ya arreglada cama, está una mochila. Es de color rosa pastel con los bordes café claro. Dentro de esta están todos sus libros y horarios. Se pone sus zapatos, perfume, desodorante y sale de su habitación con su nueva mochila y con la esperanza de que sería un buen primer día.
En el momento en el que abre las puertas todo el ruido que está afuera desaparece. Las sirvientas vuelven a la cocina en silencio. La chica se va para el comedor para desayunar. Mientras come el señor Stephen aparece con su típico traje.
—Buenos días señorita Leblanc, espero que haya dormido bien.
—No dormí mucho, pero gracias.—la chica le da un mordisco a su pan esperando a que el señor Stephen prosiga con sus instrucciones matutinas.
—Lamento oír eso, se acostumbrará a esta casa y a la cantidad de trabajo también. Aunque claro que no está sola en eso.— dice.— Como sea, todos los requisitos ya fueron enviados a su colegio. El director Vial aceptó el acuerdo, así que todo estará bien.— Everleigh se limpia con una servilleta y se levanta.
—Muy bien, muchas gracias.— antes de poder retirarse para ir a lavarse los dientes el señor Stephen vuelve a hablar.
—Tenemos que estar en la reunión con el director a las 9:30.— la chica para en seco.
—¿Tenemos?— se vuelve para verlo, él parece confundido por la pregunta.— Señor Stephen, no tengo que llamar la atención y llevar guardaespaldas ya es suficientemente malo, yo sola puedo ir a esa reunión.
—Pero señorita...
—Por favor.— el señor Stephen duda un poco pero finalmente asiente.— Gracias. Iré a terminar de arreglarme, estaré lista en diez minutos.
Everleigh entra a su cuarto para ir al baño, se arregla su cabello para que quede perfecto y lava sus dientes.
—Soy Alessia Leblanc, Alessia Leblanc.— se repite mirándose al espejo. Luego de agarrar su celular sale de su habitación.
⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
La limusina se parquea en la entrada del colegio. Everleigh se queda asombrada por lo enorme que es todo.
Desde donde está se puede ver tres edificios, todos construidos con piedra. Los grandes ventanales blancos los hacen lucir elegantes e intimidantes. En frente del edificio del medio hay una fuente hermosa con estatuas y diferentes flores.
La chica se queda en el auto mirando a todos los franceses pasar. Todos hablan con todos. Everleigh supuso que todos alardeaban sobre sus caras vacaciones, en sus caras islas, con sus caros barcos.
—¿Lista?— pregunta el señor Stephen que había insistido en ir a dejarla.
—Si te digo que no, ¿regresamos a casa?
—No.— responde él y ella suspira.
—Esta bien, nos vemos más tarde.— trata de salir pero como de costumbre el señor la interrumpe sujetándola del brazo.
—¿Segura que no quiere que la acompañe?
—Segurísima. Tengo que hacerlo yo sola, si no nunca podré hacerlo.
Parada enfrente del enorme portón que da entrada al colegio, suspira antes de obligarse a entrar.
Hay muchas personas hablando entre sí, saludando o evitándose. Everleigh trata de no llamar la atención, pero no funciona. Todos están al pendiente de todos, una nueva chica no es la excepción. Todos empiezan a observar y a hablar sobre ella. La mayoría se preguntan porque ha llegado una chica nueva, de donde viene, quienes son sus padres y lo más importante: que tanto dinero tiene.
Everleigh entra al edificio principal esquivando a varias personas. Revisa el papel que le dio el señor Stephen, con el lugar donde iba a ser la reunión. Como no sabe exactamente adónde ir o a cual puerta entrar se acerca a un grupo de chicos para preguntarles pero ellos la ignoran descaradamente.
Trata lo mismo con un par de chicas pero ellas solo le dan una mirada de pies a cabeza. Everleigh confundida mira su atuendo. No comprende porqué hicieron eso si todas las personas en el colegio tienen el mismo uniforme.
Enojada por la actitud de todos, la estadounidense se aleja y sigue tratando de encontrar la dirección. Sube las escaleras buscando con la mirada a algún profesor o a alguna persona de mantenimiento. Como no encuentra a nadie decide ir al baño para refrescarse un poco. Al entrar encuentra a un pequeño grupo de chicas frente al lavamanos, ellas empiezan a hablar de Everleigh inmediatamente y la miran sin disimulo alguno. Ya bastante desesperada por toda esta situación Everleigh no logra quedarse callada.
—¿Saben? Que no sea de este país no significa que no sepa francés. Así que les pediría que dejaran de hablar de mi si estoy literalmente a la par de ustedes.— las chicas, sorprendidas por el perfecto francés de Everleigh, salen empujándose una contra otras para salir del baño. Everleigh se mira al espejo y suspira. No podía creer que todas las personas hayan sido de esa manera con ella. Pero entiende porque el colegio St. Clair es considerado como el colegio de los millonarios y antipáticos.
Lava sus manos solo para perder tiempo antes de salir y enfrentar a todos esos narcisistas. Seca sus manos con una toalla que estaba a la par del lavamanos. No se sorprende al darse cuenta que las toallas eran de la tela de mejor calidad.
Everleigh revisa su celular para verificar la hora. 9:15, aún le quedaba un poco de tiempo para encontrar la dirección. Se mira una vez más al espejo tratando de sonreírle a su reflejo para relajarse. Respira hondo un par de veces más y se dirige a la puerta de baño.
Agarra la manija con la intención de salir pero esta no se mueve. Confundida trata de abrir la puerta pero como la primera vez, esta no se abre. Aunque no quiere admitirlo sabe que la puerta está cerrada con llave. Apoya su espalda en la puerta y pone sus manos en su cara, desesperada. Instintivamente relaciona a las chicas que estaban en el baño como culpables de tal infantil acto.
—No puedo creerlo.— dice entre dientes. Revisa nuevamente su celular, se da cuenta que solo le faltan diez minutos para su reunión. Se da la vuelta y golpea la puerta con la palma de su mano.— ¿Alguien está ahí? Por favor, ¡me quedé encerrada! ¿Hay alguien?— grita un poco, con la esperanza que alguien la escuche. Pero nadie contesta, nadie la escucha.
Agarra su celular para llamarle al señor Stephen pero antes de pulsar el botón de llamada se detiene. Ella sabe que no podía llamarlo, no quería preocuparlo y él podría hacer un escándalo, como hacer que expulsen a las chicas o simplemente demandar al colegio. Así de exagerado era, por eso decide no llamarlo.
Trata inútilmente de abrir la puerta pero no lo logra. Llama otra vez. Pero a diferencia de la última vez, escucha un ruido del otro lado.
—¿Hola? Por favor abra la puerta, la puerta está cerrada.
—¿Hola?— Everleigh escucho la voz de alguien.
—¡Aquí en el baño!— alguien se acerca. Varios segundos después la puerta se abre.
—¡Oh! Muchísimas gracias.— dijo. Everleigh puede ver a una señora, por su uniforme supo que era una empleada, supuso que era la que hacía la limpieza.
—¿Como se quedó encerrada señorita?
—Yo...— piensa en decirle lo de las chicas pero no tenía mucho tiempo.— No lo sé, la puerta solo se cerró, creo que el seguro se puso sin querer.— Everleigh sale del baño tomando su mochila que había dejado tirada y mira con preocupación su celular.— Rayos. Disculpe, ¿puede decirme donde esta la oficina del director?
—Claro señorita, la oficina está al final de este pasillo a la izquierda, ahí va a ver un letrero que dice "dirección"— dice la señora señalando el pasillo.
—Muchísimas gracias.— dice Everleigh. Luego sale corriendo hacia su reunión.
Finalmente llega a la puerta que estaba buscando. Antes de entrar, Everleigh trata de calmar su agitada respiración. Aplana un poco su uniforme y revisa si no tiene ningún cabello fuera de su lugar.
—Bien, tú puedes.— se dijo y toca la puerta.
Una señorita, con traje bastante parecido al uniforme solo que completamente blanco, abre la puerta. Lleva su cabello recogido en un moño y unos enormes lentes tapando la mitad de su cara. Sin mencionar la cantidad excesiva de maquillaje.
—¿Usted es la señorita Leblanc?— dice mirando su reloj.
—Si, soy yo. Tengo reunión con el director.— responde la chica entrando a la mini oficina.
—Llega cinco minutos tarde. ¿Eso es normal en el país de donde viene?— la secretaria la observa de pies a cabeza a través de sus lentes gigantes.
—¿Disculpe?— Everleigh no podía creer el comportamiento de todas las personas ese día.
—Señorita Leblanc.— las dos voltearon hacia una puerta que se encuentra a la izquierda del escritorio. Ahí parado está un señor de no más cuarenta años que lleva un traje negro. Su blanquecino cabello lo hacía lucir más viejo de lo que realmente era pero gracias a su enorme y blanca sonrisa le daba un aspecto muy cálido y amable.
—Señorita Dugues, gracias por recibir a nuestra nueva estudiante, por favor acompáñeme— dice abriendo la puerta para Everleigh.
La chica pasa a la par de la secretaria, molesta, pero luego le sonríe al director antes de entrar a su oficina.
—Siéntese por favor.— Ella hace lo que se le pide, toma unos segundos para ver la gran oficina.
Tiene una enorme pared con muchos premios, supuso que eran de los estudiantes o del colegio en general. Tiene una pequeña sala y su escritorio. Una oficina digna para un director del colegio más caro de Francia.
—Lamento el retraso, surgieron algunos inconvenientes.
—No, no se preocupe. Me imagino que llegar a un nuevo país es difícil.— la chica solo asiente.— Antes que nada quería darle mis pésames, le mandé un correo pero imagino que todos lo han hecho y que su correo colapsaría. Pero lo siento demasiado.
—Muchas gracias. Lamento no haber contestado su correo, fue muy amable de su parte.
—No se preocupe. Antes que todo, quería decirle que su padre fue un gran hombre, su muerte impactó a todo el mundo, si él la viera a usted aquí, en el colegio y dispuesta a seguir su compañía, él estaría muy orgulloso de usted.
—Gracias, pero con todo respeto, cambiemos de tema, no me hace bien.
—Oh, claro, claro lo lamento tanto, no quise entrometerme.—el director toma un pañuelo de su chaqueta y lo pasa por su sudorosa frentes, está nervioso y se reprende a sí mismo por abrir la boca de más, la chica lo nota y trata con todas sus fuerzas en no burlarse.—Bueno hablando ya académicamente, sus notas son sorprendentes. El señor Stephen me contactó hace un par de meses y me comentó sus deseos. Así que no se preocupe, yo guardaré su secreto.
—Muchísimas gracias.
—En esta carpeta tiene todos sus horarios, sus clases, la contraseña de su casillero y todo tipo de información que necesita saber sobre este colegio. —Everleigh toma la carpeta y le da un pequeños vistazo.
—Gracias.
—Espero que su estadía aquí sea de los más agradable, no sabe el honor que tengo por aceptarla.— Ella solo logra sonreír un poco incómoda.— Si tiene alguna duda, puede preguntarme directamente o a algún estudiante.— Everleigh piensa en lo poco educados que fueron los chicos y descarta la idea de preguntarles algo.
—De acuerdo.
—Muchísimas gracias por venir y bienvenida al colegio St. Clair.
—Gracias.—dice parándose, antes de salir se da la vuelta hacia el director.—Disculpe, el señor Stephen me dijo que aquí había aulas de baile.
—Claro, él me lo comentó. La dirección de las salas están en su carpeta, últimamente ya nadie va ahí, porque por el momento no tenemos un profesor que pueda dar esa asignatura pero las puertas siempre están abiertas.
—Muchas gracias, creo que las visitaré muy pronto.— después de una larga despedida, Everleigh logra salir de la oficina. Cuando lo hace, un suspiro abandona sus labios. Y ahí se da cuenta que desde que llegó a Francia, no había dejado de hacerlo.
—Es de mala educación suspirar enfrente de la gente de esa manera.— Everleigh levanta la vista del suelo y pone una de sus mejores sonrisas. Ya no aguanta más.
—Sabe señorita...— mira la placa que está en su escritorio.— Dugues, no debería de ser grosera con las personas que pagan sus zapatos.— la secretaría suelta un grito de indignación pero antes de que conteste Everleigh sale de la oficina.
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