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Capítulo 29

La semana pasó más rápido de lo que la chica hubiera querido.

Por mucho que su mente haya pasado en otro lado, las tareas y el trabajo no han hecho más que aumentar con los días.

Everleigh ha salido muy temprano todos los días y entra a su mansión a los minutos de salir de su última clase.

Valerie le ha llamado un par de veces, ha querido hablar durante las horas libres pero Everleigh le ha dicho que está ocupada, que tiene papeleo pendiente y que ella le hablará cuando pueda.

La verdad justo esa semana varios tratados importantes se acordaron, la chica ha estado en conferencias con personas de todo el mundo, ha estado leyendo contratos, firman acuerdos y discutiendo temas importantes. En esa semana la chica ha hecho un trabajo que ella sintió eterno pero con la ayuda del señor Stephen lo ha logrado.

Everleigh mira su reflejo, las sirvientas están detrás de ella arreglando el armario, sacando ropa, maquillaje y zapatos.

—Este es.—dice y las sirvientas se quedan paradas. Everleigh mira su reflejo y asiente.

Las sirvientas asienten, cuando ya el vestido está listo la chica se lo quita y se dirige en bata a uno de los salones vacíos de la mansión. Cuando entra se sorprende al ver las mesas iluminadas llenas de maquillaje.

Sin poder ver bien su alrededor un señor no tan alto se acerca a ella.

—¡Pero que guapa eres!—el señor con barba le toma una mano y besa su palma.—Soy Giovanni Trianni, encantado, yo seré su maquillista señorita Leblanc.

Everleigh le sonríe y asiente. El señor la toma del brazo delicadamente y la guía para que se siente en la única silla que está en el salón.

Las sirvientas le explican el color del vestido, los detalles y todo. El señor parece emocionarse porque empieza a saltar y a aplaudir un poco.

—Quedará hermosa lo prometo.

Everleigh suspira y luego le sonríe a su reflejo.

—No espero menos del mejor maquillista del país.—le dice y el señor parece alargarse y emocionarse más.

Giovanni Trianni ha sido el maquillista de muchas personas importantes, su carrera depende que la gente de alto rango en la dinastía del mundo lo reconozca por lo que es. Él. como muchos de Francia, al escuchar que una nueva jovencita rica llegaría buscaron desesperadamente ofrecer sus servicios. Giovanni fue afortunado al ser recibido en esa mansión.

Los minutos pasan y Everleigh empieza a abatirse del constante juego con las brochas, el ruido de las sirvientas que corren de un lado al otro y de las maquillistas que la halagan constantemente.

Cuando la chica piensa que explotará Giovanni se separa de ella, sonríe enormemente y aplaude una vez.

—C'est fini, mademoiselle. Es hora de que se ponga el vestido y nos de un pequeño modelaje antes de que todo el mundo la vea.

Everleigh asiente sin mucho ánimo y se dirige a su cuarto seguida de varias sirvientas. Por mucho que quiere decirles que puede sola, no puede hacerlo, el vestido es bastante complicado de poner y la verdad no va a ponerse de terca y hacerle la dura para batallar sola con ese vestido.

Everleigh se acerca al gran espejo que tiene en su armario y se sorprende por lo que ve.

Su negro cabello está amarrado en una cola alta, dos pequeños mechones caen a cada lado de su cara en pequeñas ondas. Su maquillaje es rojizo y las pestañas logran que sus ojos se vean mucho más grandes. Sus pómulos están brillantes y el sombreado la hace ver las esbelta.

Pero lo que realmente la hace resaltar es el vestido. El rojo vestido cubre todo su cuello pegándose a su pecho y dejándose caer de la cadera para abajo en hondas bastante fijas. Su espalda está completamente al descubierto al igual que una de sus piernas que mientras su aún bronceada piel. Los gigantes tacones negros la hacen ver mucho más alta. El vestido perfecto para una ocasión así de importante.

Es la inauguración de la estatua de su padre. Hoy es el día en que todos lo reconocen como uno de los fundadores de ese colegio.

Everleigh sale del vestidor y les pide a las sirvientas que se retiren. La chica toca su estómago y trata de calmarse mentalmente. Sus ojos se cierran mientras siente la brisa que entra por su ventana.

La noche ya ha caído y ella no puedo esperar a que esa noche termine.

El sonido de su celular hace que su vista se despegue de la ventana. Camina sin prisa hacia su cama, agarra el celular y su cuerpo se tensa.

Meredith Hamilton:

"Sabía que aceptarías. Es momento en que la verdadera Everleigh Hamilton salude al mundo"

La chica deja caer su brazo y suspira con los ojos cerrados.

—¿Está lista señorita Everleigh?—la voz del señor Stephen la hace abrir los ojos. Everleigh sonríe al verlo vestido. Normalmente él usa trajes mucho menos elegantes así que verlo con un traje negro de fiesta la hace muy feliz.

—Lo estoy.—responde, el señor Stephen le tiende el brazo y la chica se lo agarra con una sonrisa.

Caminan en silencio por la mansión antes de llegar a la limusina.

Cuando llegan al colegio, Everleigh se paraliza un poco. Sus manos empiezan a temblar. El señor Stephen toca su hombro y la chica se sobresalta.

—Tranquila. Todo saldrá bien. La decisión que tomó es la correcta, yo sé que lo es.—la alienta y chica asiente.

El chofer le abre la puerta y Everleigh sale de la limusina.

Las camaras empiezan a tomar fotos, la chica se da la vuelta dándoles la espalda, el chofer junto con un par de guardaespaldas que el señor Stephen insistió en llevar los detienen y los hacen apartarse.

—Escuchamos que Meredith Hamilton vendrá ¿Usted la conoce? ¿Sabe a qué hora vendrá? Tenemos algunas preguntas ¿Usted es estudiante de este colegio?—los reporteros empiezan a brotar a la gente que entra con preguntas.

Everleigh trata de respirar calmadamente antes de ser guiada por un guarda espalda adentro de la escuela donde la prensa ya no puede entrar.

La chica se queda parada un segundo viendo la decoración del colegio.

Una larga alfombra roja cubre desde la entrada hasta el jardín principal del colegio. Desde donde la chica se encuentra puede ver los faroles de luz que han puesto en cada poste iluminando todo el lugar. A lo lejos ve un par de mesas y una tarima justo enfrente de lo que parece ser la estatua que está cubierta por una manta roja.

Everleigh suspira y camina junto al señor Stephen por la alfombra.

Pasan por una pequeña recepción antes de ir a buscar su mesa. Everleigh permanece sentada siendo cubierta por el señor Stephan que hace algunas llamas y envía algunos textos.

—Necesito ir al baño.—le dice y el señor Stephan la mira preocupado.

—El señor St.Clair empezará a hablar en un par de minutos.

—Lo sé solo necesito ir a refrescarme antes de que todo empiece.—dice la chica y el asiente.

La chica empieza a alejarse de la multitud, a pesar de tener un camino iluminado que los guía hacia los baños del colegio ella decide irse al último edificio, el edificio de las salas de baile donde la oscuridad reina debido a la falta de faroles.

Everleigh entra al baño y casi tropieza. Deja caer su cabeza cuando pone sus manos sobre el lavamanos.

Su respiración se escucha muy fuerte, le cuesta respirar y si no se controla ese ataque de pánico la hará desmayarse.

—Está bien, está bien, todo saldrá bien. Tu abuela no se saldrá con la suya, esta vez no.—se dice a sí misma mientras se mira al espejo.

Cuando sus ojos hacen contacto con su cuello visualiza un aparte del collar que sus padres le dieron. Se endereza, arregla su pelo y esconde bien el collar.

Su respiración ya está bien así que sale del baño.

Cuando está a punto de dirigirse a la salida escucha un ruido que la hace paralizarse.

Gira sobre sí misma y se da cuenta que una de las clases de bailes tiene la puerta abierta y la luz está encendida.

Everleigh frunce el ceño, voltea a ver a la multitud a lo lejos y se da cuenta que la ceremonia no ha empezado aún, así que, tomando valor, empieza a caminar a la sala de baile.

La puerta está semi-abierta y dentro la chica puede escuchar que alguien susurra molesto. Everleigh abre la puerta y asoma la cara.

El chico que está dentro se sorprende al ver a alguien en el reflejo.

Anthoine se voltea y encara a Everleigh. Los dos se quedan paralizados y en silencio, los dos sorprendidos por la presencia del otro.

—¿Qué haces aquí?—preguntaron los dos a la vez.

Anthoine suspira exasperado y Everleigh levanta una ceja.

—¿No deberías de estar en la tarima con tu padre? Él es el que organizó todo esto ¿no?—Anthoine la voltea a ver serio.

—Si...—el chico pasa su mano por su cuello.—Yo necesitaba algo de tiempo antes.

Everleigh frunce el ceño, voltea a ver a la multitud y sin dudarlo entra a la sala y cierra su puerta atrás de ella. Anthoine la mira confundido.

—¿Por qué estás tan nervioso? ¿Tendrás que dar un discurso o algo así?

—¿Tú por qué te metes?—le responde bruscamente. Everleigh asiente cerrando los ojos. Anthoine suspira y niega con la cabeza.—Lo siento, no quise...yo estoy...es complicado.

—Tu vida parece serlo...—responde la chica y sorprendiéndola el chico se ríe. Everleigh levanta la vista y mira como Anthoine continúa riéndose, se ríe pero no porque está feliz...el chico parece desesperado.

Por que lo que Everelgih no sabe es que el chico está a punto de conocer a la chica que será su futura esposa.

—Lo es. Pero no importa. Todo terminará hoy.—Everleigh está a punto de preguntarle a que se refiere pero un ruido de las bocinas los hace quejarse.—Creo que tengo que irme.

—Si...supongo.—le responde apartándose de la puerta.

—¿Vienes?—pregunta sorprendiendo a la chica. Anthoine con una pequeña sonrisa de labios sellado se tiende el brazo a la chica. Everleigh sin saber bien qué hacer se limita a asentir y a tomar su brazo.

—Claro...

Los dos chicos caminan de regreso en un completo silencio. Everleigh se da cuenta que Anthoine está intranquilo. Quiere preguntarle que sucede para que ella pueda darle un solución pero ya es tarde. Everleigh ya perdió el derecho de escucharlo y darle consejos.

Los dos llegan donde la multitud. Everleigh puede notar cómo la gente empieza a notarlos, las chicas del colegio empiezan a susurrar. La chica empieza a ponerse nerviosa pero no quiere quitar el agarre del brazo de Anthoine, no ahora que necesita un soporte para evitar desmoronarse.

Los ojos de la chica van hacia la tarima, donde un joven está poniendo el micrófono mientras que otro está poniendo una pantalla blanca justo al lado de la estatua oculta.

De reojo la chica puede ver al señor St.Clair y a su abuela hablando. La mandíbula de Everleigh se tensa al ver la sonrisa de su abuela, como juega con su pelo y como sus uñas postizas juegan con el brazo del señor St.Clair.

Everleigh se obliga a apartar la mirada, esta hace contacto con la del señor Stephen, que luce aliviado al encontrarla. El señor levanta una ceja al ver con quien está acompañada pero la chica le susurra que le explicará luego.

Siente como su acompañante empieza a caminar. Es ahí cuando Everleigh se da cuenta que Anthoine se está acercando a sus amigos. La chica traga grueso mientras ve la sonrisa burlona de Damien y la ceja alzada de Gaspard.

—Pero que inesperada sorpresa, ¿ya son pareja?—pregunta Damien bromeando a lo que Gaspard lo golpea. Damien quita su sonrisa al ver la cara de Anthoine.

Ellos notan lo que yo, el chico está raro.

—¿Como estás?—pregunta Gaspard pero Anthoine se limita a dirigir una mirada a su padre que está disfrutando al otro lado de jardín.

—Cuando baje de esa tarima necesitaré que me saquen de aquí lo más rápido posible.—dice y luego empieza a caminar conmigo aun agarrada.

Veo como sus amigos empiezan a hacer alguna llamadas. Cuando pongo mi vista de nuevo al frente me doy cuenta que Anthoine se está dirigiendo a mi mesa.

—Tengo que dejarte aquí, no puedo subirte conmigo a la tarima.—dice y noto que está un poco incómodo.

—No te preocupes.—le digo soltando su brazo. El chico asiente y hace el ademán de marcharse pero antes lo toma del brazo y lo para.— Puedes contar conmigo ¿lo sabes verdad? Anthoine, tú puedes contar conmigo siempre para lo que necesites.—le dice. La chica empieza a respirar entrecortadamente y Anthoine solo frunce el ceño.

—Gracias.—susurra antes de dirigirse a la mesa de su padre.

—¿Todo bien?—el señor Stephen se pone a su lado y la chica asiente.

—No pero lo estará, eso espero.

Un ruido hace que toda la gente se calle nuevamente. Everleigh como el señor St.Clair saluda a las personas que están a su lado antes sonreír y tomar el micrófono que un joven le da.

La respiración de la chica se corta por un momento y logra ver en cámara lenta como el señor St.Clair sube las gradas de la tarima.

—Buenas noches, buenas noches. Pero como me gusta verlos todos aquí hoy.—dice y todo el publico empieza a aplaudir.—Gracias, gracias.—el señor sonríe y luego suspira mirando el edificio que está a nuestra espalda.—Me parece impresionante lo que el colegio St.Clair ha llegado a ser luego de tantos años, formando a los mejores jóvenes del país para que logren gobernar el mundo algún día.—dice y todos ríen.

La mirada de la chica se dirige a Anthoine, que está al lado de Thierry. La mirada de este último se topa con la de la chica, con sus ojos trata de preguntarle cuál es su plan, pero la chica solo niega con la cabeza.

—Es increíble como este colegio pasó de esto.—el señor St.Clair apunta a la pantalla blanca donde nos muestran una foto del colegio en su primer día de construcción hace muchos años ya.— A esto.— dice mostrando una foto aérea del colegio.

Todos aplauden. La chica siente como el señor Stephen le toca el hombro tratando de tranquilizarla.

—Me siento orgulloso al ver el progreso y aquí junto con mi familia me alegra tener el apoyo de todos ustedes para hacer que este colegio siga creciendo. No solo aquí en Francia sino que por el resto del mundo.—dice y se muestran fotos de colegios St.Clair en China, Estados Unidos, India y hasta en El Salvador. La gente vuelve a aplaudir.— Pero esta noche no es para conmemorar precisamente eso. Si no para aclarar algunas cosas del pasado que ya no pueden ser secretas.

La gente comienza a susurrar, a sacar sus propias conclusiones y a tomar sus celulares para poder ser las primeras personas en arrojar el chisme al mundo.

—Está noche reconoceremos a uno de los fundadores de este colegio. Y no, no estoy hablando de mi padre si no de su muy buen amigo: Charles Hamilton.—la gente empieza a suspirar sorprendidos.—Es por eso, que esta noche, viernes 30 de septiembre, será oficialmente el día de Charles Hamilton.—dicho esto con una tijera corta el lazo y la enorme estatua oculta se abre hacia la luz.

La respiración de Everleigh se va completamente al ver la estatua de su padre. Su garganta se cierra y de sus ojos empiezan a salir lagrimas.

—Me encantaría que subiera aquí Meredith Hamilton.—la gente empieza a aplaudir, el ruido molesta a Everleigh que sin el soporte del señor Stephen sabe bien que se desmayaría.

La chica trata de respirar pero el aire parece no querer entrar por sus pulmones.

—¡Démole un aplauso por favor!—grita el señor St.Clair y la chica puede ver como su abuela sube las gradas con una enorme sonrisa en su rostro. La gente sigue aplaudiendo hasta que ella les pide que se calmen.

—Buenas noches a todos, gracias por recibirme.—los aplausos continúan y su abuela se ríe ante la atención. Cuando Meredith abre tus ojos hacen contacto con los de su nieta. Su sonrisa se hace más grande y discretamente levanta su copa hacia ella. Everleigh se tensa pero no aparta su mirada ni un segundo.— Hoy es un día demasiado importante para mí ya que es mi hijo, que en paz descanse, el que estará aquí, en este colegio, colegio donde ha habido mucho trabajo de parte de él.—dice y seca un lágrima y la gente la anima.—Lo siento, es algo muy duro aun.

—Ya va a ser hora.—le susurra el señor Stephan y Everleigh trata de asentir pero le es imposible.

—Pero esta noche, no quiero que me recuerden aquí llorando por mi hijo, sino que recuerden y valores en trabajo que él hizo. ¿Y qué mejor manera de agradecer que con un discurso hecho por su mismísima hija?—un silencio se crea. La gente no cree lo que acaba de oír.

Everleigh se tensa más, no puede respirar y tiene una guerra de miradas con su abuela.

—¿Everleigh? Mi querida nieta...¿Podrías subir aquí?—la gente sigue paralizada, Everleigh está paralizada.

Los invitados empiezan a voltear, buscando a la heredera de la empresa Hamilton, a la multimillonaria más joven del mundo, a la huérfana, a la hija del gran Charles Hamilton.

—¿Everleigh?—su abuela levanta su mano, la chica mira como su abuela va a apuntarla justo en cámara lenta. La gente está fija en el dedo de su abuela, en ver quien es la persona a la que va a apuntar.

Pero es en ese mismo momento en que muchas luces dejan ciega a su abuela.

Los reporteros han entrado al lugar y empiezan a tomar fotos a lo loco, la gente empieza a escandalizarse y los guardaespaldas del señor St.Clair empieza a tratar de calmarlos pero ya es tarde. Meredith Hamilton ya está distraída.

—Es hora.—le dice el señor Stephen y la comienza a jalar fuera del lugar.

Cuando la chica entra a la limusina puede ver a lo lejos como los reporteros siguen tomando fotos y distrayendo a los invitados.

El señor Stephen entra unos segundos después antes de pedirle al chofer que arranque el auto.

—Listo, los reporteros ya están pagados. Nadie la vio salir.

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