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Capítulo 28

—No puedo creer que lo hayas hecho.

La señora Hamilton entra por las grandes puertas de la oficina. Por las mañanas la mansión pasa bastante callada, el viento puede escucharse y el movimiento de las ramas la acompaña. El hecho de que no esté tan cerca de las demás mansiones hace que todo sea más pacífico, aunque claro que el bullicio de la gente en Nueva York nunca es posible de callar completamente.

—Madre, que sorpresa tenerte por aquí.

Charles Hamilton se levanta de su asiento mientras abrocha su saco, el señor Stephen que está sentado frente a él lo imita.

—No empieces Charles, hablo enserio.

Meredith Hamilton le entrega su bolsa a la sirvienta que la seguía, por la cara de ella Charles se pudo dar cuenta que su madre entró sin que la sirvienta haya tenido nada de tiempo de pensar en la respuesta, claro que conociendo a su madre, no es sorpresa de nadie que haya entrado así sin más.

La señora llega hasta donde su hijo, que la mira con una pequeña sonrisa de labios cerrados.

—Buenos días señora Hamilton, ¿desea algo de tomar?—pregunta el señor Stephen.

—No, no me quedaré.—responde sin siquiera mirarlo, su hijo niega con la cabeza ante su descortesía. Charles nunca ha entendido la guerra que se manejan esos dos.— ¿Puedes explicarme qué es esto?

Meredith pone un fólder bastante gordo sobre el escritorio de su hijo, algunas hojas se salen dejando ver algunos bocetos y hojas.

—Madre...

—No, Charles. Cuando hablamos sobre tu puesto en esta compañía acordamos que aunque yo ya no esté a cargo me harías saber cada transacción por muy pequeña que sea. Sabes lo que pienso sobre tus ideas revolucionarias. ¿Construir un colegio? ¿Por qué una empresa multimillonaria haría eso? Pero te apoyé, costó al principio pero lo hice. ¿Y ahora esto? ¿Pero qué ocurre contigo?

—Madre...

—Tenían un acuerdo, tenían planeado todo, todo este trabajo y esfuerzo. Fueron meses Charles, meses. ¿Y ahora? ¿Este era tu plan desde un principio? Por que si es así no tiene sentido.

—Madre...

—¡¿Qué?!— la respiración de su madre está demasiado irregular, la cara la tiene roja, está enojada y esta vez no solo eso sino que está completamente desconcertada por la decisión de su hijo.

—Señor Stephen, nos permitirías un segundo, seguiremos viendo estos papeles cuando mi madre se retire. Por favor anuncia que nadie nos moleste, espero no tardar tanto.— el señor Stephen asiente mientras, sin dirigirle ni siquiera una mirada a la señora Hamilton, se retira de la oficina.

—Madre.

—Es que no lo entiendo...

—Si me dejaras explicarte.—Meredith mira a su hijo y para sorpresa de ambos, ella asiente y se sienta frente a él. Charles sonríe un poco, suspira y desabotona su saco para sentarse frente a su madre.

La tensión es palpable en el ambiente, pero Charles logra controlar la situación, siempre lo ha hecho. Charles mira el fólder frente a él y su sonrisa se hace más grande cuando ve una de la muchas páginas que se encuentra.

—Oh, recuerdo esto, ¿como pude olvidarlo? Fue el primer boceto que hice, recuerdo que Diane y yo estábamos desayunando en París en uno de nuestros aniversarios, la idea llegó de la nada, lo único que tenia para escribir era una servilleta medio arrugada.

—Trabajaste muy duro por esta escuela.

—Lo hice, claro que lo hice, pero no lo hice solo, recibí mucha ayuda, de muy buenas personas. El general St.Clair fue uno de ellos.— a la mención del nombre, su madre hace una mueca de desagrado.— Él me ayudó desde que decidiste que mi futuro sería ser líder de esta empresa. Me dio consejos, me hizo ver que no todos buscan lo mejor para la empresa, él me guió en todo momento.

—Supongo que fue alguien esencial como para regalarle el colegio y todo el trabajo que estuvo detrás de el.—su madre suena sarcástica, sus manos tiemblan y sus ojos no dejan de moverse exasperados.

—La situación con el general no es buena en este momento y la verdad es que no se me ocurrió mejor cosa como agradecimiento por todo.

—Charles...

—La decisión ya está tomada madre. Los trámites se firmaron ayer. El colegio St.Clair estará abierto en agosto.— Charles recibe un texto, se levanta mirando el celular.— Tengo que irme, le prometí a Everleigh que llegaría por ella al colegio. No puedo decepcionarla.

Charles empieza a caminar.

—Tú no sabes lo que esa familia ha hecho... No podrás confiar en ellos jamás.

No puede dejar de pensar. Sus brazos tiemblan, sus ojos pican, su cabello le estorba a pesar del gran viento que está haciendo. Sus manos juegan con sus piernas, su respiración no es normal y ella piensa que si sigue así su corazón va a estallar en cualquier momento.

Se pregunta una sola cosa, una y otra vez, ¿cómo pudo llegar a esto?

Cambiar de identidad tuvo que haber sido algo fácil, todos lo hacen, todos cambian sus nombres, sus cabellos y hasta su cara. ¿Entonces por que todo resultaba tan complicado?

Claro que esa respuesta ella la tiene muy clara, las cosas han ido de peor en peor cuando su abuela decidió aparecer.

Ella tiene un plan, lo tuvo desde que quiso ir a verla en Nueva York, ella no hace nada si no tiene un propósito, un propósito que solo la beneficia a ella.

Pero no solo ella, los St.Clair están involucrados. ¿Anthoine estará involucrado? La chica lo duda mucho, él ha estado tan distraído que le sorprendería que él tuviera algo que ver con su abuela.

Pero la chica tiene que tomar una decisión, la inauguración está cerca y no sabe qué hacer.

Son sentimientos encontrados, está feliz por el reconocimiento de su padre, pero ese sentimiento no va más allá porque sabe que si el Señor St.Clair lo está haciendo, es por que algo planea, algo planea con su abuela.

—Si la verdad estoy planeando raparme el pelo y pintarse el cráneo de morado ¿qué te parece?

—¿Qué?— Everleigh levanta la mirada y se encuentra con Valerie, la chica frente a ella sonríe abiertamente.

—Estás algo perdida hoy ¿no te parece?— Valerie se sienta frente a Everleigh mientras le roba una de las papas fritas que tiene en su plato. El día había pasado tan rápido que Everleigh solo mira un reloj en cuenta regresiva en su mente.

—Si... Ha sido un día raro.

—Ni que me lo digas...—bufa la chica y Everleigh la mira raro, pero no tiene tiempo de preguntar ya que un gran ruido se escucha a la entrada de la cafetería.

Por las grandes ventanas de la cafetería se puede ver como tres chicos caminan hacia el edificio, uno de ellos en particular le regala un pequeño saludo a Valerie. Esta, solo aparta la mirada rápidamente a lo que Everleigh levanta una ceja.

Antes de preguntarle su mirada vuelve a los chicos para cerciorarse que lo que vio no fue un acto de su imaginación. Pero son otros ojos los que la atrapan.

Anthoine la mira completamente serio, hace una pequeña mueca con sus labios lo que la chica supuso que era una sonrisa. Everleigh se ríe por su intento lo que lo hace reír a él. Una risa genuina, que lo hace sonreír grande.

El corazón de la chica palpita un poco mas rápido, tiene un pequeño recuerdo de cuando Anthoine era mas chico, cuando sonreír mas. La chica piensa realmente que lo que le falta es sonreír más.

El chico niega con la cabeza mirando al piso antes de volver a mirarla y alzar su mano para darle un saludo.

La mirada se corta cuando los chicos entran al edificio seguido de sus típicas admiradoras. Everleigh se queda mirando un rato a la ventana, un poco confundida por el pequeño momento que acababan de tener.

Rápidamente voltea a ver a su amiga.

—¿Qué fue eso?—las dos se preguntan a lo que se ríen.

—¿Qué fue qué?—las dos vuelve a hacer lo mismo.

—Yo primero, Anthoine te saludó. ¿Desde cuando ustedes se miran siquiera? Estaban en una guerra mortal hace dos segundos.—pregunta Valerie.

—¿De qué hablas? Deja a Anthoine de lado, ¿Damien? ¿Desde cuando? ¿Por qué?— Valerie abre la boca para tratar de contestar algo pero de esta no sale nada.

El timbre suena dando por terminado el almuerzo.

—Rayos, como me hubiera encantado decirte, enserio no sabes, pero bueno, ni modo, hay clases. Adiós.

—¡Valerie!—Everleigh se ríe mientras ve a su amiga correr.

Su mirada vuelve a la ventana, su sonrisa desaparece poco a poco. Tiene una decisión importante que tomar y la verdad cree tener la respuesta.

—Creo que me he perdido de mucho ¿no creen?—pregunta Gaspard cuando los tres chicos llegan a su sala privada.

Anthoine pone su maleta de uno de los sillones antes de ir a la cocina a buscar algo para tomar. Damien solo le sonríe a su amigo pero solo se encoje de hombros sin mencionar nada.

—¿Enserio ninguno de los dos me dirá nada? ¿Qué fue esos saluditos? Creí que estábamos en guerra.

—Yo nunca estuve en guerra técnicamente, era solo Anthoine con la estadounidense.— responde Damien con una sonrisa mientras se sienta frente a su amigo.

—Ni siquiera mirabas a esa chica hace dos días, ¿y ahora?—le dice a Damien, pero este solo se ríe y niega con la cabeza, diciéndole que no hay nada que contar que él está exagerando así que Gaspard mira a su otro amigo —¿Anthoine? ¿Te sientes bien? Saludaste a Alessia hoy ¿te diste cuenta o estabas alucinando?

—Haces muchas preguntas.—le responde este último mientras le tira una almohada a la cara. Los tres chicos ríen.— No ha pasado nada del otro mundo, mi hermano canceló mi limusina ayer y como no quería que él fuera por mí Alessia se ofreció a llevarme a casa.

—Okay, ahora hasta yo pienso que estaba drogado.—dice Damien con una cara de clara sorpresa.— ¿Estás diciendo que estaban los dos, en una limusina, y no se estrelló?

—Por favor, nuestra relación no era tan catastrófica.—defiende Anthoine levantando sus manos.

—¿Estas hablando enserio? Mandaste a destruir la sala de baile, ¿se te olvida?

—No fue tan importante.—responde negando con la cabeza.

—Bueno, y ¿qué pasó después?—Anthoine ladeo un poco la cabeza mirando a su amigo un poco confundido.— ¿Qué pasó en la limusina para que ahora se manden saludos?

—No pasó nada, no hablamos mucho hasta que entramos a la mansión...

—Aguarda ¿qué?—Damien se acomoda en el sillón mirando a su amigo con una gran sonrisa divertida.—¿Entró a tu mansión? ¿Alessia Leblanc entró a tu mansión?— el chico ríe mientras le da unas palmadas en el pecho.— Eres un campeón.

—No es como piensas. No pasó nada, solo hablamos, es todo.

—Claro.—dice Damien riendo aun, Anthoine le tira una almohada a él también a lo que el chico ríe más.— Esta bien, esta bien, te creo, más o menos.— Anthoine intenta pegarle nuevamente pero Damien se levanta y corre un poco.— Bromeo.

Los dos chicos se ríen, Gaspard simplemente mira a sus amigos con semblante serio. La verdad es que cuando cualquiera habla con la chica cambia un poco todo ¿no? O al menos así lo veía el chico. Alessia tiene algo que lo cambia todo. Se queda mirando a sus dos amigos, Anthoine se ve más relajado que ayer, más feliz, menos estresado y más sonriente. Gaspard no sabe si es por la charla con la chica, pero el hecho de que ya no se odien lo alivia mucho.

—Así que Valerie Lombard ¿eh?—pregunta Anthoine y Damien pierde un poco su sonrisa. Se queda un poco paralizado la verdad. Gaspard ante su reacción sonríe mucho.

Damien suelta la almohada que tiene en la mano y alisa el saco que lleva puesto. Luego pasa una de sus manos por su pelo mientras la sonrisa se le engancha un poco.

—Es solo una chica.—dice haciendo una seña con su mano para mostrar que le importa nada.

—Bueno un desayuno express no solo es para una chica ¿o si?—pregunta Gaspard con una sonrisa de lado. Damien abre un poco la boca.

—¿Pero como...?

—Por favor, ¿enserio creíste que no nos íbamos a enterar?—pregunta Anthoine con una gran sonrisa en su rostro, una risa de burla claro está.

—¿Tú también?—los dos chicos ríen al ver la cara de sorprendido de Damien.

—Así que este año si sera interesante para ustedes dos ¿no?— pregunta Gaspard. Anthoine y Damien se giran a verlo con el ceño fruncido.

—¡Ni hablar!—responden los dos al mismo tiempo a lo que Gaspard se ríe solo.

—Ya veremos...

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