—¡¿Matrimonio?! ¡¿Acaso estas demente?!
—¡Ni se te ocurra dirigirme la palabra con ese tono!— Thierry respira y trata de calmarse.
No sabe cómo sentirse, toda su vida había sufrido porque la mejor amiga de su hermano había huido, luchó por encontrarla y ahora que está aquí se casaran.
Está enojado, muy enojado porque de todas las cosas que su padre pudo haber hecho esto está mal, demasiado mal. ¿Un matrimonio arreglado?
—Padre, necesito que me expliques
—No tengo porque explicarte nada, esto no tiene absolutamente nada que ver contigo.
—Pero si con Anthoine, con mi hermano, yo...
—Esto ya está decidido Thierry.
—Padre no dejaré que hagas esto. No puedes obligarlo a casarse con alguien que no conoce.
—Anthoine si conoce a Everleigh Hamilton, que no se acuerde es muy diferente. Tu hermano la buscó mucho tiempo, le estoy haciendo un favor.
—¿Un favor? ¿Hablas enserio? Ni siquiera sabes lo que tu hijo quiere, ¿cómo sabes que querrá hacerlo?
—Él no tiene opción, ustedes dos saben que todo es por el bien mayor.
—Esta vez te pasaste padre, no dejaré que lo hagas.—agarrando todas las fuerzas del mundo Thierry le cuelga a su padre.
El chico se queda viendo el celular apagado, se sorprende a sí mismo por lo que hizo. Pero lo que dijo es completamente real. Anthoine no se casará con Everleigh, a menos que ellos quieran, que se enamoren. Si se casan será de una buena manera.
—¿Señor St.Clair?—el señor Courtois pregunta con su mirada como salió la llamada.
—Anthoine no se casará, no si yo puedo evitarlo.
Como no, el señor Stephen la regañó por ir a la mansión St.Clair, la verdad fue muy riesgoso y la chica lo sabía, todo pudo haber salido mal. Pero ella no pudo evitarlo, no cuando Anthoine se lo pedía tan incómodo, no cuando se moría de ganas al ver la gran mansión donde pasó tantos buenos momentos.
Everleigh no logra conciliar el sueño esa noche así que se levanta y empieza a caminar por su oscura y fría mansión. Cuando ya está por bajar a la primera planta se queda pensando que hubiera sido una buena idea tener algo con que abrigarse.
Everleigh sale al patio y se queda mirando el bosque.
—Everleigh, ¿qué haces aquí?
—Quería visitarte.—dice la pequeña niña levantando sus hombros mientras se sienta a la par del pequeño Anthoine.
—Nunca vienes a menos que sea algo específico. ¿Qué te dijo Thierry esta vez?
—¿Por qué siempre quieres saberlo todo?
—Tú eres igual.—responde el chico empujando un poco a la chica. Los dos se quedan un momento en silencio mirando el inmenso bosque delante de ellos.—¿Estas bien?
—¿Qué?
—Que si estas bien.— la pequeña aparta la mirada, ¿cómo podía decirle a su mejor amigo que tenía que irse y no sabía cuando iba a volver?
—Si...
—Estás más apagada de lo normal, normalmente vienen regañandome, o molestando o solo...sonriendo. ¿Pasó algo con tus padres?—la chica sin poder hablar solo niega con la cabeza.
—¿Pasó algo con mis padres?—la chica ríe por el tono que usó el chico, total burla.
—No, ellos están...normales.—ríen los dos. La chica suspira, lo que sorprende el pequeño, algo le pasa pero él no logra saber que es.
—Si no quieres hablar no hay que hacerlo pero sabes que estoy aquí para ti ¿verdad?—la chica lo voltea a ver, mira sus grandes ojos cafés que son completamente sinceros. Everleigh sabe que iba a empezar a llorar así que solo lo abraza y aunque el chico tiene el reflejo de apartarse y salir corriendo la deja que lo abrace. Porque es ella, porque es Everleigh.
—Lo siento tanto...—dice Everleigh lo que confunde al pequeño.— Tú puedes hacerlo. Sé que puedes. Eres mejor que tus padres Anthoine, ellos... Tú eres mejor.
—¿Señorita Everleigh? ¿Se encuentra bien?—la voz del señor Stephen la obliga a regresar a la realidad. La chica antes de voltear a verlo se limpia una pequeña lágrima que estaba cayendo en su mejilla.
—Lo estoy...solo, no podía dormir así que decidí caminar, para ver si lograba cansarme o algo.—la chica se para y mira al hombre que está frente a él. El señor Stephen sigue con su traje, parece como si acabara de llegar de una reunión.—¿Esta todo bien?
—Tenemos un problema.
—¿Mi abuela?
—No, el señor St.Clair.—la chica lo mira confundida.
—¿Anthoine?
—No, su padre.
Había amanecido muy rápido, o bueno la verdad es que el chico no había podido dormir nada por la inauguración del nuevo casino de su padre. Se pasó toda la noche bebiendo y jugando.
Nunca le gustó el hecho de que tenía que ir a cada abertura, prefería solo llegar a su casa y descansar, o salir pero con la gente que él quería, no con los invitados de su padre.
Llegó muy temprano a casa, pero decidió no quedarse mucho tiempo, su padre quería hablarle y él estaba seguro de que le pediría seguir con todo lo que él tiene, y esa charla quería evitarla a toda costa.
Salio de su mansión rápido, no sabia adonde ir así que decidió irse al colegio, quería entrenar un poco en la piscina antes de que las clases comenzarán. Y como ya era muy tarde para siquiera pensar en dormir, decidió ir.
La natación es algo que siempre le ha gustado y por mucho que ve un futuro en esto sabe que con su familia va a ser completamente imposible. Así que años atrás se mentalizó que solo sería un hobbie.
Como el chico suponía la piscina está completamente vacía así que se mete y empieza a nadar.
⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Las horas pasaron rápido. Cuando el chico decide salir de la piscina y ver la hora se da cuenta que le faltan un par de minutos antes de que el primer timbre sonara. Así que toma su toalla y empieza a secarse con ella.
Su mente está distraída, es todo bastante complicado y la verdad no debería de serlo. Sus amigos no están concentrados en nada, la próxima boda de Anthoine y el rompimiento de Gaspard con Delphine los ha dejado completamente locos. Damien recuerda cómo era todo antes, no era del todo sencillo pero era menos...menos complicado.
El chico suspira y se mentaliza que hará lo posible para ayudar a sus pobres amigos.
Pasa su toalla nuevamente por su empapado cabello mientras empieza a caminar hacia la salida. Tiene los ojos cerrados, su toalla cubre a su cabeza pero él sabe bien a donde ir.
Sorprendiéndolo un pequeño cuerpo se choca contra su desnudo torso haciendo que, por su mojados pies, se deslicen y caigan los dos en la piscina.
Damien no reacciona rápidamente, se queda un rato bajo el agua realizando lo que acababa de pasar, abre sus ojos y ve muchas burbujas. Es ahí cuando se da cuenta que la persona que había caído junto a él está nadando y muy fuertemente.
El chico saca su cabeza, claramente molesto por el susto. Pero la persona no está afuera, el chico nada rápidamente hacia la persona cuando realiza que esta, está ahogándose.
—¡Oye! ¡Oye! Tranquila, ¿estas bien?—Damien saca a la chica del agua, esta empieza a toser. La pobre y empapada chica respira entrecortadamente, su pelo cubriendo su cara y su ropa completamente mojada. Damien nada con ella en brazos y la sienta en las gradas de la piscina. El chico se sienta a la par de ella.— ¿Estas bien?— repite y la chica trata de controlarse, quita el pelo de su cara y sigue respirando.
—¿Tu?—Damien se sorprende al verla.—Espera ¿no puedes nadar?—la chica se sorprende por su tono de burla lo que la hace pararse enfadada. La chica comienza a caminar, mientras con su pequeñas manos trata de quitar todo el agua de su ropa.— ¡Oye, espera! Lo siento, no quería burlarme.— Damien se pone frente a la chica y la toma del brazo. Ella lo mira fijamente.— Bueno la verdad es que es bastante gracioso.—dice nuevamente y se ríe. La chica lo aparta molesta.— Caterie aguarda.
—Es Valerie no Caterie.— la chica lo encara y lo mira molesta.
—Lo siento, no quería burlarme... Ni olvidarme de tu nombre.—responde Damien tocando su mojado cabello. Valerie aparta la mirada, no quiere hacer notar lo nerviosa que lo pone.
—No hay problema, a mi no me importa.
—¿Qué no te importa?
—Que tú sepas mi nombre.
—¿Por qué no sería importante?
—Porque a diferencia de todas yo no necesito que alguien como tú sepa quien soy.
—¿Alguien como yo?—Damien sonríe divertido, este tipo de enfrentamientos lo entretienen mucho y verla tan pequeña y empapada hace todo mucho más divertido.
—Si.—dice cruzándose de brazos.— Gente como tú, que cree que por ser quien es los demás no somos nada.
—Espera, ¿y no es así?—responde Damien con una enorme sonrisa en los labios.
—Claro que no. ¿Sabes que? Ni siquiera sé porque estoy hablando contigo.— Valerie se da la vuelta con toda la intención de irse pero el chico se interpone nuevamente.
—Oye, tú no puedes estar molesta conmigo, fuiste tú la que me empujó y me hizo caer en la piscina.
—Yo no te empujé.—el chico levanta una ceja tras su respuesta.— Me tropecé, no te vi y caímos.
—Y no sabes nadar.
—Ese es un detalle nada importante.
—Claro que lo es, ¿cuántos años tienes?
—Ya me voy.—Valerie trata de esquivarlo pero el chico vuelve a ponerse enfrente.— Apártate.
—No me has pedido perdón, me tiraste a la piscina.
—Ya estabas mojado, no cambie nada.— el chico se ríe ante su respuesta
—Pero me asustaste mucho, pude haber muerto.—dice poniendo su mano sobre su pecho, dramáticamente.
—No digas tonterías. Déjame ir.
—Como quieras, pero esto no quedará así.
—¿Me estás amenazando?—Valerie lo encara.
—Claro que no...¿Caterie?—dice sonriendo, claro que el chico sabe su nombre, desde el principio lo supo pero le gusta verla molesta, es muy pequeña para tener tanta rabia. Le agrada.— Estoy diciéndote que nos volveremos a ver, después de todo necesitas a alguien que te enseñe a nadar ¿no?— la chica se le queda mirando con el ceño fruncido, no entiende porque el chico se está ofreciendo a enseñarle. Pero algo sí sabe, no iba a caer en su juego.
—Absolutamente no, y aunque lo necesitara, que no es el caso, serias el ultimo a quien yo le pediría ayuda.
—Auch, eres muy dura conmigo pequeña. Pero mi propuesta no es negable.
—Lastima que ya lo negué.—sonríe la chica, fingiendo tener la valentía que no tiene.
—Eso ya lo veremos, Valerie.
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