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Capítulo 19


La verdad la reunión no salió como ella se lo esperaba.

 Everleigh luego de su extraña charla con Gaspard decide regresar a la mansión. Valerie estaba un poco preocupada porque la chica se había perdido por lo menos media hora. La chica trató de buscar a Everleigh pero no la había podido encontrar por ningún lado. 

Everleigh le aseguró que todo estaba en orden y que iba a regresar a su casa porque aún tenía que adelantar algo de tarea. Valerie no estaba segura de lo que pasaba pero decidió no preguntarle mucho, así que solo asintió y la acompañó hasta su limusina.

Valerie se queda mirando la limusina hasta que sale del hotel. La chica escucha un ruido así que dirige su mirada a la terraza que está arriba de su cabeza y ahí mira a Anthoine, Damien y Gaspard que charlan tranquilamente mientras ven lo mismo que ella, como la chica nueva se va a su casa. Valerie se queda pensando sobre lo curioso que es que, desde que Alessia había llegado ella había tenido mucho contacto con los tres chicos.

La chica decide no darle más vueltas al asunto y volve a la reunión.

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Cuando Everleigh llamó a la limusina el señor Stephen se molestó un poco con ella por querer irse tan temprano ya que él estaba seguro de que no había podido disfrutar mucho de la reunión. Aunque la verdad él esperaba que la chica durará mucho menos.

Everleigh llega a su habitación y deja los tacones en el piso mientras va al baño a quitarse el vestido y todo el maquillaje.

Por su mente pasa la conversación que tuvo con Gaspard en esa terraza, la chica recuerda que él siempre ha sido el más sentimental de los tres, ya que Anthoine nunca tuvo nada serio y Damien ama estar con miles de mujeres. Pero Gaspard es el único que había sentado cabeza y que no le había interesado mucho eso de las citas. Mientras la chica se quita el maquillaje mira su reflejo un recuerdo le llega a su mente.

Everleigh pasaba mucho tiempo en la mansión St.Clair cuando vivía en Francia pero ese recuerdo no era ahí, sino que en la mansión de Gaspard. La chica recuerda que estaban sentados en el jardín mientras veían como sus sirvientes hacían un show de marionetas.

Gaspard estaba molesto con su madre porque ella no lo dejó meterse a la piscina ese día porque el chico estaba enfermo, por eso ella pidió que la chica llegara a hacerle compañía. 

Everleigh trató de consolar a su amigo pero este se mostraba indiferente a todos. La pequeña niña sabía que su amigo normalmente no mostraba sus sentimientos por miedo, ya que sus padres le habían enseñado que si lo hacía los demás iba a tomarlo como débil y que terminarían por destruirlo. 

Pero ese día, por primera vez, Everleigh lo vio llorar. La pequeña no sabía muy bien que hacer así que solamente lo abrazó. Lo hizo por mucho tiempo hasta que el pequeño Gaspard se calmó y pudo mirar con sus llorosos ojos a su amiga. 

Everleigh le preguntó que qué es lo que había pasado y que si era porque su madre no lo había dejado jugar en la piscina. El pequeño solo negó con la cabeza mientras suspiraba.

—Sabes que tu madre no te permite entrar a la piscina porque si lo haces te enfermarás más.

—No es eso.

—Entonces ¿por qué lloras?

—No es importante.

—Si no lo fuera no estarías así.

—No lo entenderías.

—Tú no sabes si puedo o no entenderlo si no me dices que ocurre.—el chico la volteó a mirar un poco molesto por su insistencia. Pero él sabía que Everleigh no iba a darse por vencida. Así que suspiró y se dio la vuelta dándole la espalda.

—No quiero.—el chico se cruzó de brazos haciendo un puchero

—¿Qué es lo que no quieres?—los dos chicos voltearon rápidamente, el pequeño Gaspard limpió rápidamente sus lágrimas.

—Nada madre.

—¿Estas llorando?

— No, no lo estoy.— Everleigh se paró y se puso justo enfrente de la madre de Gaspard y del pequeño.

—No estábamos haciendo nada señora, estábamos viendo el show.— la madre quitó la mirada seria para pasar a una muy fingida sonrisa. 

Everleigh estaba bastante pequeña pero aun así se pudo dar cuenta que esa sonrisa y la actitud de la madre de Gaspard era completamente falsa, su madre siempre la ha tratado de maravilla y siempre le advertía que las personas, normalmente, se protegían y creaban un muro para ocultar lo que realmente eran. En este caso, Everleigh sabía que la madre de Gaspard estaba tratando de no explotar.

—Claro cariño, pero creo que es mejor que te vayas, Gaspard y yo tenemos que charlar. ¿Porqué no esperas la limusina en la sala principal?— la pequeña se volteó para ver a su amigo mientras le preguntaba con la mirada si él estaba de acuerdo, pero él ni siquiera la miraba. Así que, suspirando, asiente y camina junto a los sirvientes. Antes de entrar a la mansión la chica voltea y pudo ver como la mamá de Gaspard agarra a su hijo por el brazo y lo arrastra hacia otra entrada de la mansión.

—¿Cuántas veces te he dicho que los chicos no deben llorar? Ya basta ¿cuando madurarás?

Everleigh se sujeta su cabeza por el mareo luego de ese recuerdo. Cada vez se sorprende más lo guardado que están y cómo estos están apareciendo en los momentos menos oportunos.

La chica sale del baño con su pijama ya puesta y se da cuenta que hay un regalo sobre su cama. Ella no recuerda si ese regalo estaba cuando llegó o si alguien lo había puesto ahí mientras estaba en el baño. Soltándose la cola se acerca a su cama y se sienta agarrando el regalo.

La caja es completamente roja y tiene un listón dorado. La chica frunce el ceño y busca la tarjeta.

"Para mi querida nieta, toma esto como una ofrenda de paz. ¿Estás dispuesta a hacer un trato? Reservé una linda mesa en el mejor hotel de la ciudad. Una limusina llegará a tu mansión mañana a las 7pm. -Tu abuela."

Everleigh lee la tarjeta al menos nueve veces y armándose de valor abre la caja.

Dentro se encuentra un diario con tapa dura y cubierta de un terciopelo rojo. Este se ve un poco desgastado y bastante gordo por el numero de paginas. El diario está sellado con un cerrojo dorado y eso es lo que le quita completamente el aliento a la chica, porque el cerrojo tiene una forma de "E". 

Everleigh toca su collar y se lo quita con manos temblorosas. Trata de calmarse un poco antes de poner su collar sobre el diario, cuando lo hace un sonido la hace sobresaltarse. El diario está abierto.

"Este diario pertenece a Diane Hamilton"

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—¡Señor Stephen! ¡Señor Stephen!— los gritos de la chica sobresaltan a todo el que esté cerca. 

Las sirvientas empezan a correr hacia el cuarto de Everleigh pensando que alguien está haciéndole daño. Una sirvienta joven entra sin preguntar y  encuentra a la chica al pie de la cama, con muchas lágrimas cayendo por sus mejillas.— ¡Traiga al señor Stephen ahora!

Todas están despiertas y muy preocupadas, ninguna sabe qué es lo que pasa, si tienen que llamar a algún doctor o a los bomberos. El señor Stephen se abre paso entre la gran cantidad de mujeres que están frente la puerta de la chica. Este, enfadado y muy preocupado, les grita que se retiren antes de entrar. Cuando lo hace ve a la chica y corre para luego arrodillarse frente a ella. Trata de levantar la cara de la chica.

—¿Señorita se encuentra bien? ¿Que ha pasado? ¿Se ha hecho daño?— Everleigh se siente mejor teniendo al señor Stephen con ella. Ella levanta un poco la cabeza mientras niega con la cabeza. Pero esta negación preocupaba mucho más al señor porque piensa que la chica está con mucho dolor, pero en realidad la chica quiere decirle que no está herida, que está bien. Pero el llanto no la deja ni hablar ni abrir los ojos.— Everleigh, dígame, ¿qué pasó? Llamaré a un médico.—la chica le quita el celular de la mano y trata de tranquilizarse para poder hablar.

Cuando la chica logra tranquilizarse, agarra el diario y se lo muestra. El señor Stephen está muy preocupado pero rápidamente entiende de quien era.

—Mi madre.— esas palabras son lo único que salen de su boca. El Señor Stephen suspira aliviado, pues la chica se encuentra bien físicamente. Él simplemente la abraza hasta que ella se calme completamente y le cuente todo lo que había pasado.

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Pasaron alrededor de veinte minutos luego de que el señor Stephen la encontró. La chica ya está más tranquila y ya había parado de llorar. Everleigh se encuentra en su cama con la mirada fija en el diario, sin atreverse a abrirlo y leerlo.

—Tome.— el señor Stephen le da una taza con té de manzanilla, la chica toma un par de sorbos pero la verdad es que no tiene muchas ganas de nada.— ¿Puede contarme de donde salio el diario?

—Mi abuela.— el señor Stephen está realmente sorprendido por esa respuesta, Everleigh lo único que hace es darle la tarjeta y ahí es cuando el señor Stephen entiende todo.

—Esa mujer si logra dañar a las personas.

—No me ha dañado.—la chica levanta la vista y lo ve directamente a los ojos.— Es un regalo maravilloso pero no entiendo porqué lo tenía ella y porqué esperó tanto para dármelo. A ella nunca le cayó bien mi madre, ¿porqué guardar algo tan preciado?

—Usted bien sabe que Meredith Hamilton jamás ha hecho algo para ser buena o gentil. Ella guardaba este diario y esperaba el momento justo para dárselo. Necesitamos averiguar qué es lo que quiere, que es lo que esperaba con esto.

—Recuerdo que mi madre pasaba mucho tiempo con este diario. Ella jamás me dejó leerlo. Siempre me dijo que en su momento yo podría hacerlo, pero que ella aún necesitaba tiempo para escribir todo lo que necesitaba para luego dármelo. Ella me lo escribía a mí. Pensé que se había perdido tras su muerte ya que nadie logró encontrarlo por ningún lado. Todo este tiempo lo tenía ella. No lo entiendo.

—Señorita, no tiene que dejarse gobernar por ella, ni siquiera tiene que ir a esa reunión, ella no puede darle nada que usted no tenga.

—¿Y si tiene más cosas de mi madre?

—Podemos averiguar eso sin que tenga que ir a hablar con ella. Puede ser una trampa no podemos arriesgarnos.

—Llevaré guardaespaldas, ella no puede hacerme nada. Necesito saber que quiere, necesito saber si tiene más cosas de mis padres.

—Señorita...

—Retírate, necesito estar sola.—el señor Stephen no está seguro si dejarla seria la mejor opción pero sabe que ella necesita agarrar fuerzas para leer el diario, no puede quedarse. La chica se da cuenta que fue un poco dura así que toma la mano del señor Stephen y la acaricia.— Gracias por venir, sé que solo puedo confiar en ti.

—Siempre estaré para protegerla, no importa que tan lejos esté de mí. Que tenga una buena noche señorita.—la chica le sonríe y asiente antes de mirar nuevamente el diario.

Por mucho que quiere abrirlo y leerlo la chica no logra agarrar toda la valentía que necesitaba. Ella lo único que puede pensar es que su madre nunca pudo terminar de escribir lo que sea que escribía en ese diario. Tenía miedo de leerlo, enamorarse de lo que decía y que el diario no tuviera un final, que su madre haya dejado el diario incompleto debido al accidente. La chica no puede evitarlo y las lágrimas vuelven a salir. 

Trata de tranquilizarse y empieza a leer el diario.

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