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Capítulo 11


El día apareció luego de una larga noche. 

A diferencia de otros días el aire está mucho más frío que antes, el invierno poco a poco está llegando y las calles se están volviendo más blancas. Los niños ya comienzan a emocionarse y ya están pensando lo que harán con la nieve en sus jardines.

Pero, como muchas cosas, luego de la muerte de sus padres Everleigh odia ver la nieve caer en su ventana, porque eso solo significaba una cosa: Las festividades navideñas ya se acercaban y como la del año pasado, Everleigh sabe que no iba a poder celebrarlas con sus padres, como ella tanto amaba. La chica, al ver un copo caer del cielo se recuerda de una de las navidades más felices de su vida.

Se acordó que la nieve impidió que sus padres y ella pudieran salir de su mansión en Nueva York. Para esa navidad, toda su familia y amigos habían hecho planes para celebrar en esa hermosa ciudad. A pesar de quedar encerrados habían pasado una maravillosa navidad. Encerrados, su madre había improvisado una cena navideña con los pocos ingredientes que había en la nevera. Cantaron toda la tarde, horneando galletas y luego las decoraron. Everleigh se ríe al recordar que fue muy mala idea dejar que su padre decorara unas galletas, ya que los tres terminaron llenos de glaseado. La chica recuerda esa navidad con una triste alegría. Fue una de las navidades más simples pero hermosas que ella pudo haber vivido. Lo tuvo todo y ella supo que no necesitaba a nadie más aparte de sus padres para poder ser feliz.

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Everleigh sale rápido de su casa esa mañana. Como algunos días desde que llegó a Francia, se siente triste, no solo por la muerte de sus padres, pero también por todo lo que de repente tuvo que afrontar, hacerse cargo y superar. Todo le había llegado de golpe. No tuvo tiempo suficiente como para llorar a sus padres, simplemente se convirtió en la nueva líder de la empresa y hasta ahora, no ha podido hacer más que eso. También está triste por todo lo que hubiera podido hacer con sus padres, todo lo que tuvo que dejar de hacer y todo esos momentos que perdió por estar obligada a madurar tan rápido.

Como siempre, Everleigh tiene una solución para canalizar esos sentimientos así que agarra su mochila y se va al colegio.

A pesar de ser bastante temprano la dejaron entrar, va hacia el edificio de las aulas de baile. Antes de que las clases empezaran Everleigh necesita un poco de distracción. Por todo el trabajo dentro y fuera del colegio, su cuerpo le pide a gritos bailar al menos un par de minutos.

Al entrar la chica se queda totalmente quieta. No cree lo que está frente a sus ojos. Todos sus sentimientos en vez de irse se multiplican y cambian drásticamente a solo uno: enojo.

Delante de ella mira el aula completamente destruida, los pequeños sillones están volcados, los closets que guardan algunas alfombras y pelotas están abiertos y todo está tirado en el piso. Pero lo que más enfurece a Everleigh fue el espejo completamente manchado con pintura. La chica lee "Métete en tus asuntos y vuelve por donde viniste" en unas enormes letras rojas.

Es en ese preciso momento que todo el cansancio, el enojo, la tristeza, el estrés de los últimos días y el hecho de que no ha podido dormir bien, desbordan a Everleigh. La chica sale enseguida de la sala de baile demasiado enojada como para pensar si lo que está a punto de hacer es lo mejor.

Hace un par de días, Everleigh se enteró que los tres chicos que tanto idolatran en el colegio tenían su propio espacio donde pasaban en sus descansos o luego de sus clases. La gente le llama "su refugio" lo que a la chica le parecía demasiado ridículo. Pero ese dato le sirve muchísimo en este momento de enojo, porque sabe exactamente dónde encontrar a los culpables.

Cuando Everleigh está enfrente de la puerta no duda ni un solo segundo y entra, decidida.

Esa mañana el chico se había levantado de buen humor, lo que sorprendía a todos en su casa ya que el día anterior había llegado tirando humo por los oídos y con la ropa empapada de algo pegajoso.

Anthoine no puede quitarse su enorme sonrisa de la cara y agarrando sus llaves y su mochila sale de su casa para llegar lo antes posible al colegio. Le espera una mañana divertida y el chico no puede aguantar más por ver como sale su plan.

La noche anterior había hecho algunas llamadas y había podido encontrar la información necesaria para llevar su plan a cabo. 

Anthoine está sentado con sus dos amigos en su sala frente al televisor. Anthoine le había ordenado a unos chicos de la escuela que le dejaran una sorpresita a la chica en su amada clase de baile, a pesar de ser un aula del colegio a Anthoine no le preocupa ya que como mandó a hacer ese regalo podría mandar a deshacerlo, simplemente era para dejarle una advertencia a la chica para decirle sutilmente que no se metiera en sus asuntos. 

Anthoine mira su reloj impaciente, había pedido exclusivamente que pusiera varias cámaras en varios puntos de la habitación donde pudiera ver desde todos los ángulos posibles la reacción de la chica. Impaciente espera a que llegue. Alguna de sus fuentes le había informado que esa tal Alessia Leblanc, en estos últimos días, acostumbraba a ir al aula de baile mucho antes que las clases empezaran y el chico realmente espera a que ese día fuera uno de esos.

La chica está más que furiosa, pero su enojo aumenta mucho más al ver como los tres chicos se encuentran sentados viendo directamente a la televisión donde se puede ver la grabación de las cámaras que están puestas en el aula.

—¿Se podrá saber qué es lo que les pasa a los tres?— Everleigh se para enfrente de los chicos, impidiendo que sigan viendo las grabaciones.

—Querida Alessia, ¿qué acaso no te enseñaron que antes de entrar a una habitación tienes que tocar? ¿No te lo enseñaron en el lugar de donde vienes?— dice Anthoine levantándose para encarar a la chica, mirándola de arriba abajo con disgusto. Pero la chica no quita su postura, es más, lo reta con la mirada.

—¿Qué acaso a ti no te han enseñado que eso de pintar las paredes es solo para niños pequeños y llorones? A espera, claro que eres uno, disculpa.— Everleigh sonríe burlona, lo que provoca que la sonrisa de superioridad de Anthoine desaparezca.

—No sabes con quien te estas metiendo pequeña y te aconsejo que no intentes averiguar de lo que soy capaz— Everleigh levanta las cejas a modo de pregunta. Gaspard y Damien se levantan y se paran a la par de su amigo a modo de apoyo y también para evitar que esos dos comiencen algo de lo que se arrepentirán.

— A diferencia de todos los que estudian aquí, yo no tengo miedo de lo que puedas o no puedas hacer. Que este colegio tenga tu apellido no te da derecho a comportarte como un idiota, aunque, por lo visto está en tu naturaleza serlo.— Anthoine está rojo de ira, iba a responderle a la chica pero el timbre que anuncia la primera clase lo interrumpe. Everleigh no dice nada más, solamente agarra la mochila que se le había caído en el suelo y sin mirarlos se dirige a la puerta. Antes de salir se da la vuelta y mira a los tres chicos que aún miran el lugar donde ella se encontraba antes.— Espero que el aula de baile quede como estaba, porque aunque hayas tratado de molestarme solo a mí, esa aula es de todo el colegio.— y sale.

Cuando finalmente la puerta se cierra tras la salida de Everleigh, Anthoine agarra una de las sillas y la tira bruscamente contra la pared haciendo un tremendo ruido.

—Esto no se va a quedar así.— dice mirando a sus amigos.

—Hay que admitir que la chiquilla tiene agallas. ¿Será la primera que te haga frente Anthoine?— Damien ríe antes de tomar agua. Gaspard se limita a quedarse callado y mirar la puerta, él es el único de los tres chicos que le agrada que esa chica sea la única que ha logrado hacer enfadar a su amigo, se da cuenta que este año no será como los otros. Será más interesante.

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Anthoine pasó de muy mal humor toda la mañana. No lograba prestar atención a nada. Y eso le seguía molestando. Él pensó que el plan de esa mañana iba a lograr tener un efecto completamente diferente al que tuvo. La chica tiene mucho más carácter de lo que creyó y no salió corriendo asustada o suplicó clemencia. Al contrario, se había atrevido a entrar a la habitación y a hacerle frente. Él estaba seguro de que ella se rendiría, que suplicaría o mucho mejor, se iría del colegio. En todo lo que vienen siendo su vida, Anthoine había obtenido todo lo que él quería y había logrado un pequeño imperio, o al menos así le gusta llamarlo. Pero esa pequeña tenía toda la intención de quitarle su corona y eso no lo iba a permitir.

Everleigh está enojada y tiene muy buenas razones para estarlo. Ella sabía que entrar a un nuevo colegio iba a ser difícil y entrar al colegio St. Clair mucho más. Pero nunca creyó que esos tres chicos se rebajaría a tanto.

Como ya lo veía venir, todo el colegio ya está enterado de la pelea que habían tenido. Al parecer la gente tiene buenos oídos cuando los necesita y escucharon todo. Claramente al enterarse quisieron verlo con sus propios ojos y hasta tomaron fotos del aula de baile. Los rumores empezaron a volar. Algunos decían que Everleigh lo había hecho como rebeldía, otros decían que por atención. Aunque todos sabían la realidad, nadie se atrevió a culpar a Anthoine y eso no lo tolera la chica.

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El día pasó relativamente rápido, aunque las miradas y los murmullos por parte de todo el mundo había aumentado considerablemente. Valerie se había acercado a Everleigh en la hora del almuerzo para preguntarle cómo estaba y si de alguna manera estaba herida. Platicaron un rato y luego Valerie le hizo prometer que un día de estos irán a dar una vuelta. La chica está sorprendida por el hecho de que Everleigh no conoce absolutamente nada de la ciudad aún, a pesar de que no ha pasado ni una semana.

Cuando llegó a su casa pensó que iba a tener unos cuando momentos de descanso antes de ponerse a trabajar, pero las sirvientas le dijeron que el señor Stephen la está esperando en su oficina, así que no tuvo de otra que ir.

—Adelante.— contesta luego de que la chica toca la puerta.

—Buenas tardes señor Stephen.— Everleigh está contenta de verlo, de alguna manera, la chica se siente aliviada al estar con él. Simplemente con él no tiene que aparentar ser quien no es y eso la deja descansar mentalmente. Eso de pensar dos veces antes de contestar una pregunta personal o al decir un comentario específico la agota. A pesar de que lo único que Everleigh necesita después de ese largo día era un tiempo con el señor Stephen, cambia completamente cuando ve una expresión seria en su rostro.— ¿Qué pasa?

—Su abuela nos encontró.

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