8
Respiré con fuerza los aromas del departamento de Sehun; ya no me preocupaban las numerosas llamadas de Sejeong. Mi atractivo amante fue hacia la habitación. Apagué el celular porque a él no le hacía gracia que mi novia llamara en medio de mis visitas, porque mi compromiso no le importaba siempre que no le trajera problemas. Sehun decía: Tú sales con ella, ¿no? Entonces, ¿por qué me reclamaría a mí?
Yo le prometí que me haría cargo de los posibles problemas.
—¿Quieres una taza de café o algo más fuerte?
—¿Es una pregunta capciosa?
—No. Si eliges el alcohol, confío en que eres responsable de tus actos posteriores.
—¿Y eso significa?
Sehun sonrió apenas y levantó la botella.
—Elije bien, porque un ebrio dormilón no da buen sexo.
Tomé la botella y guiñé un ojo.
—Yo soy excelente en todos los estados. —Con mi otra mano sujeté su cintura y de un tiró lo senté a mi lado; había extrañado sus labios y la humedad de su lengua. Mis dedos se aferraban con facilidad a sus costados—. Esta noche vine preparado para todo.
Era muy guapo y sus facciones me estaban hipnotizando. Las últimas veces no habíamos llegado a nada por un sentimiento extraño que me decía que debía alejarme; pero ahora, mis costillas eran de gelatina y los dedos largos de Sehun las travesaban hasta dar con mi corazón. También le gustaba jugar con mis pulmones, o eso pensaba cuando perdía la respiración con sus sonrisas.
A veces me preguntaba qué había hecho para terminar allí y una parte me recordaba la charla con Sejeong en mi oficina. ¡No! No era culpa de ella. Si algo pasaba con Sehun era mi responsabilidad. Estaba engañando a mi novia desde el primer momento en que me reuní a solas con él. Podía, pero no quería dejarlo.
—Concéntrate. —Sujetó mi barbilla y metió su lengua en lugares que la mía no conocía.
—Estoy completamente perdido.
Sehun sonrió.
—Me alegra oírlo. —Presionó su trasero sobre mi cadera—. ¿Puedo empezar?
Asentí con la misma lucidez de un borracho. Mi garganta estaba seca, pero en mis pantalones había humedad. Sehun bajó por mi torso, su mano izquierda presionó uno de mis pechos y la otra sacó mi pene. Mi columna se separó del colchón. Él solo sonreía.
En un segundo viajó hasta mi parte baja y sujetó con su boca mi pene. Mientras se movía de arriba hacia abajo, me parecía que la enredadera en su espalda tomaba vida. Quería ponerlo boca abajo, recorrer con mi lengua su espalda, follarlo y correrme sobre él.
—Mierda...
Liberó mi pene, pero engulló mis testículos. Su saliva estaba por todas partes, que gran diferencia había en nuestros cuerpos. Él podía más.
—¿Qué pasa, Chan? —Se levantó sobre sus rodillas y cruzó sus brazos detrás de la espalda—. ¿Te vas a quedar quietito?
—Voltéate. —Misteriosamente obedeció—. Por esa retaguardia haría lo que sea.
—¿Solo eso te gusta de mí?
—Si tengo que decirte lo que me gusta de ti, no acabaría dónde quiero.
—Tienes razón, no vinimos solo a masturbarnos.
Me incliné sobre Sehun y mordí su hombro. Él era el único desnudo, me comentó que su fantasía más reciente era coger con un hombre que estuviera vestido con un traje. Era incómodo, pero también estaba excitado. Un saco a la medida no iba a detenerme.
—Me encanta. —Tomé su cintura, presioné su espalda para que se inclinara hacia adelante y besé su musculosa espalda—. Eres tan hermoso.
Sehun suspiró con fuerza cuando me hice paso en su cuerpo. Sus brazos temblaron y maldijo. Besé varias veces su espalda, él gimió y volteó su cabeza. Me moví con fuerza, el sonido de nuestros choques era ahogado por la ropa. Sehun se volvió loco, gritaba y se reía cada vez que nos mirábamos.
—¡Más fuerte! —Se levantó y empujó su cuerpo—. ¡Chan! ¡Un poco más!
—No te alteres, mi amor. —Penetré varias veces más, rodeé su pene con mi mano y salí con pesar de su cuerpo para correrme en su espalda—. Mierda... Sehun...
—¡No! ¡Hazlo dentro!
Mordí su cuello y abofeteé sus nalgas.
—Tenemos tiempo...
Nos masturbamos, lo besé hasta que nos liberamos y adorné con blanco las ramas de su enredadera.
—Ahora es más maravilloso. —Con mis dedos expandí el esperma hasta su nuca.
—Eres un pervertido. —Tomó mi mano y la llevó hasta su boca—. Nunca me hablaste de estos gustos.
—Para qué contarte, si puedo mostrarte.
—Voy al baño. ¿Vienes conmigo? —Acariciaba su vientre con sus manos—. Nos podemos divertir un poco con el agua.
Su piel era tan blanca y limpia, su figura se recortaba del fondo gris del departamento. Caminé hasta llegar a su lado, Sehun recostó su cabeza sobre mi hombro y nos besamos con cuidado.
—¿Te quedarás a dormir? —Aflojó mi corbata y me ayudó a quitarme el saco—. ¿O tienes prisa? ¿Vas a dejarme solo? Mañana podemos desayunar juntos.
...
—¡Este bastardo no contesta! —Arrojé el celular sobre el sofá—. Te voy a matar cuando te encuentre. Maldito traidor. Ese hijo de puta y tú se van a arrepentir.
Arrojé todas las cosas que estaban sobre su escritorio, hubiera destruido todo, pero a él, cuando está de cacería, poco le importa lo que hay en su casa.
—Seguro te estás arrastrando por la ciudad buscando a Sehun. —Salí de la oficina y me dirigí a la nuestra habitación—. Si vas a abandonarme... Antes te voy a complicar las cosas, para que no le sea tan fácil a tu nuevo amante.
Probé con el número de Chanyeol otra vez, pero no hubo respuesta.
Fui a la sala y acaricié cada mueble que había elegido con cuidado cuando nos mudamos. Y pensar que Sehun los miró como si fueran vomitivos cuando lo invité a la primera cena. El bastardo tenía gustos similares a los de Chanyeol.
—Maldita serpiente. —Cubrí mi rostro—. Arruinaste mi vida, Sehun.
Veía mi casa, el estado estático en el que estaba. Primero se había quedado con Chanyeol; para todo lo demás solo era cuestión de tiempo.
—¿Por qué confié en este maldito bastardo?
Me senté en las escaleras, no iba a esperar a Chanyeol. Sabía dónde estaba, pero no tenía el valor para buscarlo.
No estoy preparada para confirmar mis inútiles sospechas.
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