《23》¿Habitación equivocada?
Óscar
Entro a la suite del hotel. Este lugar tiene dos habitaciones, la he pedido así para que Isabela pueda tener su privacidad, aunque no voy a mentir, quiero dormir a su lado. Ella no tiene idea cuantas noches han pasado donde lo único que necesitaba era su calor. Pero también es válido si ella quiere ir despacio, de ser así solo me queda respetar su decisión.
Porque no importa lo mucho que la he extrañado o lo mucho que la deseo, siempre la respetaré de eso, estoy seguro. Mis padres me han criado de esa forma y así quiero criar a mis hijos, enseñarles que el respeto es la base de toda relación.
Desde que Amelia realizó la reservación, le envié la dirección a Isabela. Ella se encuentra almorzando con su madre, al cual se quedará unos días también en Santorini.
Me imagino que tendremos que cenar algunos días los tres, eso no me preocupa. Incluso al terminar todo con su hija, Ariel y yo hemos mantenido una buena relación.
Mi celular vibra sobre la cama, lo tomo con rapidez esperando que sea Isabela avisando que viene de camino. La decepción se apodera de mi cuando veo que es mi madre.
—Mi niño, ¿en qué hotel estás? —pregunta.
—¿Por qué es eso importante?
—Cariño, he hablado con tu padre y hemos decidido quedarnos unos días más.
—¿Qué? ¿Por qué? —investigo de inmediato.
—Es que supe que Amelia se irá a Londres y que tú te quedarías solo —habla con rapidez—Además, tu padre y yo merecemos disfrutar un poco más de este precioso lugar. Es raro que nunca hayamos venido... —La interrumpo.
—No tienen que quedarse por mí, estaré bien.
No necesito tener a mis padres merodeando por aquí.
—Lo sé, te arroparás con trabajo, pero podemos acompañarte a almorzar o a cenar en su defecto.
No quiero decirle la razón por la cual he decidido quedarme, pero de no hacerlo, querrá que comamos y cenemos cada día juntos, la conozco.
—No estaré solo.
—Ay, mi niño, no tienes...—Vuelvo a interrumpirla.
—Estaré con Isabela.
Solo escucho silencio y tengo que alejar el celular de mi oreja para asegurarme que la llamada no se ha cortado.
—Óscar ha vuelto con Isabela—La escucho gritar de repente. Noto la emoción en su voz— Te lo dije, me debes un viaje a Alemania—Deduzco que habla con mi padre.
«Espera, ¿han hecho una apuesta? ¿Es en serio?»
—Dime que escuché mal, ¿han apostado?
—Eso no es lo importante, mejor cuéntame como ha sucedido todo.
Niego con mi cabeza. Es imposible no sonreír ante sus palabras.
—No he vuelto con ella, mamá. Nos quedaremos a ver si hay posibilidad de...—No me deja continuar.
—Claro que hay oportunidad, ustedes son el uno para el otro. —Su seguridad me hace sentir un poco confiado—Estoy muy feliz por ti, mi niño. Debemos juntarnos a comer los cuatro, puede ser mañana.
—Mamá—La detengo.
—Sin peros—dice con firmeza—Ahora te dejo para no interrumpirte más. Me saludas a tu Piccolina.
Me siento sobre la cama y me dejo caer sobre esta. Suelto un largo suspiro, en serio no sé qué haré con mi madre. Aunque mentiría si dijera que su emoción me da algo de esperanza. Hemos decidido quedarnos para así poder hablar a solas de todo lo sucedido.
Sé que esto puede salir de dos maneras: Bien, que nuestros sentimientos sean lo suficientemente fuertes para tener una segunda oportunidad o mal, que todo esto sea solo un cierre definitivo para nuestra historia.
Es imposible no sentir miedo, no quiero perderla.
Todos estos años he tenido la creencia que solo habíamos tomado una pausa, porque ninguno de los dos estaba listo para una relación. Pero jamás dudé que ella es la persona indicada para mí. Solo que después de la muerte de Celeste, me sentía sin vida.
Comía, me ejercitaba, trabajaba y dormía, porque eso debía hacer. Era como si estuviera en automático. No podría ser mi mejor versión y esa es la única versión que se merece Isabela.
El sonido que hace la puerta al abrirse me hace levantarme de la cama, debe ser ella. Le he dejado su llave en la recepción. Salgo de mi habitación y puedo visualizarla, se encuentra dándome la espalda. Está entretenida con una mesa de postre que he mandado buscar para los dos.
Lleva puesto un vestido blanco el cual está lleno de girasoles. Gira un poco su cabeza dejándome apreciar su rostro de perfil, luce radiante y llena de luz. Ella acomoda su cabello detrás de su oreja mientras una sonrisa ilumina todo el lugar.
Tengo que tragar en seco para tomar valor de hablar. Porque juro que soy capaz de quedarme detallándola por horas y de mí no recibirían ninguna queja.
—¿Habitación equivocada?
Me atrevo a preguntar y ella se gira soltando una leve risa.
—No, estoy segura de que esta es la correcta, ¿será usted que se ha equivocado?
—No, se supone que voy a compartir esta habitación con la mujer más hermosa que han visto estos humildes ojos—La miro de los pies a la cabeza—Estoy seguro de que esa eres tú.
Sus mejillas se enrojecen.
—No...lo sé—balbucea.
—Lo eres —Camino hacia ella.
Me detengo cuando la distancia entre nosotros es mínima.
—No solo eres hermosa, sino también especial, no existe ninguna que se pueda comparar contigo.
Observo como ella baja su mirada mientras muerde su labio inferior. Me contengo con todas mis fuerzas para no besarla justo ahora.
—No creo ser especial —dice ella volviendo a subir su mirada. Sus ojos se concentran en los míos. —Soy normal.
—Para mí no lo eres —Subo mi mano hasta su mejilla—Te contaré algo. Durante toda mi vida, una cualidad que todos me han admirado de mí es mi seguridad. Desde séptimo grado aprendí a transmitir esa seguridad en mis palabras. Lo hice durante la Universidad y lo sigo haciendo día a día en mi trabajo.
Mis dedos dejan caricias por su mejilla mientras mi mano libre se acomoda en su cintura, quiero sentirla más cerca.
—Pero con la única persona que mi seguridad se tambalea, es contigo. Así que no solo eres especial, sino también única.
Puedo notar que sus ojos se humedecen y quiero detener mis palabras, pero no puedo hacerlo. Necesito decirlo y ella necesita escucharlo.
—Antes de ti, no había nadie que me hiciera cambiar de opinión cuando tomaba una decisión. Mi no, era no. Pero llegaste tú y lo cambiaste todo con esos ojos deslumbrantes—Una leve sonrisa se posa sobre mis labios—Siendo sincero, pensé que cuando inició todo esto en aquella casa en la playa, solo se quedaría allí.
>>Pero después de ese día no fui capaz de sacarte de mi cabeza. Con el tiempo te ganaste tu lugar en mi corazón y da miedo admitirlo, pero nadie podrá ocupar ese espacio. Es solo tuyo. Sé que me equivoqué y no tienes idea cuanto lamento haberte lastimado.
Varias lágrimas caen por sus mejillas y las seco sin dudarlo. Tomo sus manos para hacerla caminar hasta uno de los sofás. Hago que ambos nos sentemos.
—Sé que no puede desaparecer de tu memoria el daño que te hice. Pero estoy dispuesto en hacer lo que se necesite para que sea posible tener una segunda oportunidad contigo y que tú puedas volver a confiar en mí. Para empezar, debemos hablar de algunas cosas... así que eso haremos.
Respiro con lentitud sabiendo que esta conversación va a doler cada palabra. Pero sé que es algo que debemos hacer para que algunas heridas puedan iniciar a sanar.
.......................
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro