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《 17》Ese idiota.

Isabela

Practicamos el desfile treinta veces. Carol quiere que todo quede a la perfección, pero no solo ella, sino también las madres de los novios. Parecen ser cortadas con la misma tijera, ambas son intensas, perfeccionistas y no tienen dudas de decir lo que piensan. Aunque si esta fuera la boda de un hijo mío también me aseguraría que todo estuviera bajo control.

Hoy hemos practicado todo el cortejo, incluyendo cada persona que va a tener la más la mínima participación en la ceremonia. Lo único bueno de todo esto, es que después de todo este estrés solo quedará alistarse para ir a la despedida de soltera. Necesito desestresarme y sé que esta noche será una gran oportunidad.

Algo que no deja de dar vueltas en mi cabeza, es que con el único hombre que he pensado casarme, es con el que tengo junto a mi lado. Ni Oscar, ni yo hemos dicho una palabra que no tenga que ver con el desfile. La disputa que ha tenido con Hugo el día de ayer ha dejado moretones en su pómulo izquierdo. Gracias a Dios que existe el maquillaje y que esos son fáciles de cubrir. Creo que para el caso de Hugo no será igual, pero no estoy segura porque aún no lo he visto.

Tengo entendido que sigue en el hospital, tal vez vuelva mañana.

—Al fin ha quedado perfecto. —dice la madre de Mateo con una sonrisa en su rostro.

—Esperamos que quede así de hermoso el viernes—agrega la madre de Carol entrecerrando sus ojos —Pueden irse, sé que es hora de alistarse.

Todos celebran con aplausos y comienzan a caminar hacia el interior de la casa. Estoy a punto de voltearme cuando siento que alguien me sostiene de mi antebrazo, no tengo que mirar para saber que es Oscar. Mi piel erizada me lo indica.

—¿Podemos hablar? —pregunta en un tono casi inaudible.

Asiento y ambos esperamos que la mayoría se marche.

¿En serio vamos a hablar? ¿Estoy lista para esto?

«Sí, lo necesitamos.»

Lo sé, quiero hacerle demasiadas preguntas y en realidad no sé por dónde comenzar.

—¿Por qué te peleaste con Hugo? —pregunto cuando no hay nadie lo suficientemente cerca para escucharme.

«De todas las preguntas que tenemos ¿por qué esa?»

Lo siento, mis nervios no son de ayuda.

«Es que esa respuesta, ya la tenemos.»

Quiero saberlo todo, no solo lo poco que llegué a escuchar ayer.

—Tenía mis razones —Se limita a responder.

—Quiero saber esas razones.

—No.

—Oscar...—Me interrumpe.

—Debería ser suficiente saber que tengo mis razones, me conoces no golpearía a nadie si no lo mereciera y ese.. —Peina un poco su cabello y posa su mirada en mi— se lo merecía.

—Entonces ¿Por qué no me dices?

No lo entiendo ¿Qué le cuesta contarme su versión de los hechos?

—Isabela, no quería hablar de eso contigo.

—Pero yo sí, quiero que me digas ¿qué él dijo de mí?

Veo como parpadea varias veces, sé que le desconcierta que sepa eso. Él deja de mirarme y posa su mirada en algún punto especifico que no me molesto en descubrir.

—No—dice con firmeza.

—Perfecto, entonces terminamos de hablar —Me giro sin prensarlo.

Camino hacia el interior de la casa.

◊◊◊◊◊◊◊◊◊◊

Le pido mi cuarta Margarita al barista. El propósito de esta noche es pasarlo de maravilla y no recordar nada mañana, palabras de la novia, no mías. No me suelo tomar tanto, pero creo que esta semana he abusado del alcohol. Después de estos días me tocará durar un año completo sin beber ni siquiera una copa.

Nos encontramos en uno de los hoteles más lujosos de este lugar, Katikies Santorini. Hemos alquilado las dos mejores suites, una para los chicos y otra para nosotras. Tenemos un barista, una chef personal y una excelente DJ que no ha dejado de colocar las canciones más pegadizas de esta vida.

El salón está completamente pintado de blanco y las decoraciones son de tonalidades azules como el mar. Tiene un enorme ventanal, el cual nos brinda una espectacular vista. Hay luces de color rosa y violeta ambientando toda la habitación. Todas llevamos bandas rosadas que contienen en letras doradas "Último día de felicidad". Carol lleva una corona dorada sobre su cabeza.

—Vamos a bailar—dice mi mejor amiga colocándose a mi lado.

La veo moverse al ritmo de la música. No tengo ningún inconveniente en acompañarla, pero antes debo resolver una duda.

—¿Cómo sabes lo que me dijo Oscar?

Quiero preguntar si Alex se lo dijo, pero no quiero delatarme sola. Ella toma asiento a mi lado y pide una bebida.

—Mateo me lo dijo, le insistí tanto que terminó contándome —revela —Aunque creo que no lo suficiente para que me dijera la verdad.

Asiento queriendo dejar el tema justo aquí. Pero confieso que siento algo de alivio saber que no ha salido de la boca de Alex. Haber desconfiado del pelirrojo me motiva a tomar toda mi margarita de un solo trago, es una penitencia por haber desconfiado de él.

—¿Has hablado con Hugo?

Niego con mi cabeza. Ella está a punto de instalar una conversación que no quiero tener ahora, se supone que estamos aquí para disfrutar y olvidar todos nuestros problemas, aunque sea solo por esta noche.

—¿Por qué no están bailando? —dice, no, grita una de las primas de Carol.

Nos toma a ambas del antebrazo y nos atrae al centro del salón. En ese instante comienza a sonar "el anillo" de Jennifer López. No sé si me quedaré sorda por la música o por los gritos que acaban de soltar todas en este momento.

Hay más de quince chicas aquí y todas comienza a bailar con aún más entusiasmo de que lo hacían antes. Aunque algo que me alegra es saber que todas hemos venido con el único fin de hacer que Carol tenga la mejor despedida de este mundo.

—Los strippers llegarán más tarde—susurra Karla en mi oído.

—¿Strippers?

—Sí, no hay despedida sin strippers, cariño —Me entrega un shot que supongo que contiene tequila—Bueno tampoco sin alcohol.

—Carol le prohibió a Mateo invitar strippers o alguna desnudista—Le recuerdo.

Tengo entendido que es una de las amigas más cercanas de Mateo, de seguro se lo comentó.

—Sí, pero él no dijo nada de que ella no tuviera —Se encoge de hombros.

Me limito a negar con mi cabeza, solo espero que Mateo no se llegue a enterar.

No sé cuántas canciones hemos bailado, ni cuanto hemos bebido y mucho menos cuanto hemos reído. Me alejo un poco de todas, necesito ir al baño con urgencia, creo que vi alguno antes de entrar a la suite. Pero como mi cabeza no es confiable ahora mismo me acerco al barista para preguntarle donde se ubica. Él me indica que se encuentra al final del pasillo al salir. Así que no dudo en emprender el viaje hasta el baño.

Sé que debo detenerme de beber cuando me toma una eternidad llegar al baño, pero logro vaciar mi vejiga, lo cual me hace respirar con alivio.

Choco con alguien al salir de baño.

—Oh perdón —digo de inmediato. Me sorprendo al reconocer que es Hugo—Pensé que no vendrías. Pensaba que seguías en el hospital.

—No me perdería la oportunidad de beber alcohol—Me guiña un ojo.

—Pero ¿no estás tomando calmantes?

Noto lo herido que se encuentra aún su rostro, eso le debe doler bastante.

—Eso nunca me ha detenido.

¿Qué? Combinar alcohol y fármacos no está bien. Eso puede hacerlo daño.

—Estás preciosa —dice antes de que pueda regañarle. El alcohol en mi sistema me hace lenta.

Siento como recorre mi cuerpo con una mirada lasciva. Lo cual me incomoda. Sé que estoy vestida de una forma provocativa, pero tal vez espero algo de disimulo de su parte.

—Estás para comerte —muerde su labio inferior— ¿Me dejarías?

—Creo que debería irme.

La incomodidad de parte mía es evidente. Él nunca me había hablado de esa forma, voy a echarle la culpa al alcohol.

—Espera, bonita—Me toma de la cintura, mi espalda entra en contacto con la pared— ¿No me darás ni un beso?

—No.

Coloco mis manos en su pecho para mantener distancia entre nuestros cuerpos.

—Pero al idiota ese ¿sí? — Su voz se vuelve ronca y su mirada se oscurece— ¿En serio lo prefieres a él?

Sus palabras me hacen arrugar mis cejas.

—Hugo, hablemos de esto mañana—Es claro que no está en sus cinco sentidos— No estamos ninguno en condición...—él me interrumpe.

—Respóndeme —exige con autoridad—Ese idiota o yo.

—Ese idiota—digo con seguridad empujándolo con todas mis fuerzas para alejarlo.

Ni si quiera tengo que pensarlo.

—¿Todo bien? —Reconozco a la voz de Carol.

Ella nos ve con confusión en su rostro.

—Sí—respondo.

Sin decir una palabra más camino de vuelta al salón.


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