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《 16》No quiero hablar.

Isabela

Necesito parpadear varias veces para asimilar lo que estoy viendo, no puedo creer que Hugo y Oscar se pelearan como si fueran dos niños de secundaria. Me da miedo pensar las razones por la cual se golpearían, pero vamos. Creo que todos sospechamos que tiene que ver conmigo, aunque haría lo que sea para que no sea así.

Mis ojos se posan sobre los grises de Oscar, quisiera poder ser capaz de leer su mente para saber lo que pasa por ella. Él no me mira, está concentrado en ver al hombre que se encuentra aún tirado sobre el césped. A diferencia de este, Oscar apena, está golpeado.

Veo como dos jóvenes ayudan a Hugo a levantarse, si no me equivoco son también primos de Carol. Mi corazón torpe quiere ir hacia donde Oscar y asegurarse que está bien, pero escucho que dicen que llevarán a Hugo al hospital y eso hace que mi cerebro tome el control.

Mis pies caminan hacia Hugo. Lo sigo con pasos veloces. Logro alcanzarlos cuando entran a la casa.

—¿Estás bien? —pregunto lo más estúpido de este mundo cuando claramente puedo ver que no lo está.

—Sí, no te preocupes —responde Hugo cuando sube su mirada para verme.

Trago en seco cuando veo todas las facciones de su rostro lastimadas.

—¿Qué ha pasado? —Logro preguntarle cuando salimos de la casa.

Uno de sus primos se va corriendo a buscar un auto para así poder llevarlo al hospital.

—Oscar es un salvaje, eso pasó —contesta el chico que aún sostenía a Hugo —Pero no me sorprende, fui con él a la escuela. Pensé que había cambiado, pero al parecer no.

—Los animales no cambian —agrega Hugo con ira.

Me quedo paralizada en mi lugar.

Eso no es cierto, ¿verdad? Oscar no es agresivo y jamás golpearía a alguien porque sí.

No me muevo cuando el auto se estaciona frente a nosotros. Los escucho invitarme a ir con ellos, pero niego con mi cabeza. Ellos se marchan y yo decido entrar a la casa.

Necesito hablar con Oscar. Lo que dijeron de él no puede ser cierto.

«Por supuesto que no. Hugo solo miente para salvar su pellejo, pero conocemos a nuestro bombón. Él no es así.»

Eso espero.

Camino con rapidez tratando de ubicar donde han traído a Oscar para sanarlo. Me detengo cuando veo salir a sus padres de la pequeña biblioteca que posee este lugar. Sin dudar me acerco.

La puerta está semiabierta y logro identificar a Oscar sentado en uno de los pequeños sillones. Al parecer ya lo habían curado, no existe rostro de sangre sobre su cara, pero sí distingo que del lado izquierdo de su rostro está levemente inflamado. Sobre sus nudillos tiene bolsas de hielo.

Noto que en este momento solo se encuentra con él, Carol y Mateo. Estoy a punto de entrar y pedirles que se marchen, prefiero que tengamos esta conversación en privado.

—Puedo permitir muchas cosas, pero no voy a permitir que hablen mal de la mujer que amo. Antes de eso prefiero morir.

Las palabras de Oscar me hacen detener toda la intención de introducirme en la biblioteca.

¿Qué dijo?

—¿Aún la amas? —cuestiona Carol subiendo su tono de voz.

Él asiente con su cabeza y sé que ella no le cree. Ella fija sus ojos en la puerta y se percata de mi presencia. Con tan solo verme sabe lo que debe preguntarle.

—¿Por qué le dejaste hablar? —Es algo que ella ha querido saber por tanto tiempo, pero yo nunca he sido capaz de contarles los detalles —La razón verdadera, no las mentiras que le dijiste a ella.

¿Sabe lo que me dijo? ¿Cómo?

—Por el bien de los dos —Oscar suelta un suspiro pesado.

—Debes decir algo más que eso—exige Carol.

Mateo se deja caer sobre uno de los sillones. Llamando la atención de todos.

—Se estaba aferrando emocionalmente a él —expone Mateo recostando su cabeza sobre el espaldar del sillón.

Espera ¿Qué ha dicho? Eso no es cierto.

Carol posa su vista en su futuro esposo. Le da una mirada de: ¿Lo sabías?

Ella va a gritarle, la conozco. Porque estoy segura de que le había preguntado más de una vez si conocía los detalles, si Oscar se lo había dicho. Pero al parecer lo había negado.

—No quiero que peleen por mi culpa. Yo le dije que no te dijera —comenta Oscar captando nuevamente la atención de mi mejor amiga —Pero es cierto, ella se estaba aferrado a mí. Tú sabes que nada en esta vida es para siempre, no quería que, si un día yo le faltara, eso la rompiera de una forma que no hubiera podido soportar.

—Oscar eso...—Él no la deja hablar.

—No quiero que pienses que me creo importante, solo que ella ha perdido tanto y creo que tenía que sanar, antes de poder seguir estando en su vida —Noto como Oscar fija su mirada en la única ventana que posee este lugar— Yo la necesitaba Carol. La necesitaba para sanar, pero no podía ser egoísta, no con ella.

Silencio es lo que reina en este pequeño espacio y ahora no tengo idea de si debiera irme o si quizás deba quedarme para seguir escuchando.

—Siendo sincero, tú también tenías miedo de aferrarte a ella—comenta Mateo.

—Es cierto —afirma Oscar —Así que me alejé para que sanáramos esas heridas que no iban a ser capaz de cicatrizar si teníamos el otro al lado.

—Pudiste decirle esto —Sugiere Carol. Ella vuelve a posar sus ojos en mí.

—La conoces Carol, hubiera dicho que podríamos hacerlo sin separarnos. Ella diría lo que sea para hacer que me quede y yo hubiera hecho todo lo que tuviera en mis manos por quedarme.

Mi cerebro trata de asimilar todas sus palabras y es que no tiene nada de sentido, solo quiero entrar a gritarle que si lo que dice es cierto ¿Por qué no me dijo? Lo hubiéramos podido hablar, las cosas serían diferentes, nada hubiera terminado de aquella forma.

«Habrías hecho lo que sea para que no se alejaran, es lo que dijo.»

Me giro con el poco control que queda sobre mi cuerpo, tengo que irme de aquí. Camino hacia mi habitación y me apoyo sobre la puerta al entrar. Siento como mi cabeza comienza a palpitar por el dolor que la ha atacado de repente. Por más que lo intente, no puedo negar que su partida me ayudó a sanar heridas que debía hacerlo sola, heridas que tal vez no hubiera podido sanar a su lado. Pero tal vez había otra forma.

«Él solo hizo lo que consideró mejor para los dos, no puedes castigarlo por eso.»

Me despojo de mi ropa para luego introducirme en el baño. No puedo dejar que mis emociones me superen. Me concentro en el sonido que provoca el agua al chocar con el suelo de la ducha. Siento el agua tibia caer sobre mi cuerpo, lo cual me hace respirar con algo de paz.

Desconozco el tiempo que duro bajo del agua y me preocupa que el silencio me haga pensar, así que decido salir de la ducha. Seco mi cuerpo con una toalla y luego me coloco mi pijama. Trenzo mi cabello mientras salgo del baño.

No me sorprendo al encontrar a Carol sentada sobre mi cama. No he puesto el seguro de la habitación esperando que viniera. Sé que ella sabe el desastre que me siento en este momento. Su compañía no me caería nada mal.

Mi cabeza no me permite olvidar las palabras de Oscar: "No voy a permitir que hablen mal de la mujer que amo".

¿Hugo habló mal de mí? ¿Qué dijo? ¿Por qué?

Bueno, suponiendo que lo que ha dicho Oscar sea cierto, aunque no creo que tenga razones para mentir. Sé que por la cabeza de Carol está pasando el mismo dilema.

¿Me habrá arrojado por el camino incorrecto al insistir que salga con su primo?

Aunque creo que ninguna de las dos quiere sacar conclusiones este día, ambas preferimos esperar hasta mañana y así poder escuchar las dos versiones con más tranquilidad.

«Eso no es lo que debería estar robando tu paz de esa frase.»

¿No?

«Oscar dijo que te sigue amando.»

No puedo pensar en eso ahora. Debo saber primero lo que ha sucedido para que esos dos terminaran en el suelo pegándose. Debo asimilar las razones que Oscar tuvo para alejarse de mí. No puedo con tantas crisis a la vez, terminaré volviéndome loca.

—No quiero hablar —digo con firmeza.

—No tenemos que hablar.

—Solo quiero dormir.

—Te apoyo, ha sido un día largo.

Me subo a la cama y me acomodo en el lado contrario donde ella se encuentra. Necesito dormir para terminar con este día. Han sido demasiadas emociones por hoy.

—Me quedaré a dormir contigo —dice con seguridad.

Puedo notar como ella se hace una cola alta con su cabello.

—¿Mateo no te echará de menos?

—Mateo sabe que debe compartirme contigo de vez en cuando—Siento su mirada sobre mí —Incluso si para lo único que me necesites sea para estar en silencio.

—Bien—Me limito a decir.

Ella sabe que le agradezco que se quede y me provoca alivio no tener que decirlo.

Me acomodo sobre la cama, me acuesto de lado así dándole la espalda y puedo sentir como ella imita mi acción.

—No pienses hoy, solo duerme—pide ella.

Hago todo lo posible por seguir su consejo y aunque mi cabeza es un caos, saber que no estoy completamente sola con mis pensamientos me hace quedar dormida más rápido de lo que espero.


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