Capítulo 4 Juntos
Aless
Las semanas van pasando y el secreto con Leo empieza a pesarme.
Leo prefiere ir sin prisas, usando diciendo que el anonimato es nuestro refugio, que la fama de Steel Tears nos puede poner en el ojo del huracán. ¿Tan famosos son? porque sinceramente tampoco creo que sean los Rolling Stones, pero yo me callo.
Con Leo no hay expectativas, solo mensajes en la pantalla del móvil, pero de alguna manera, hablar con él es uno de los pasos hasta conocerlo de verdad, y en el fondo siento que vale la pena darlos.
Respeto lo que me pide. Respeto que no quiera que le hable de nosotros a mis amigos, ni que nos expongamos en público, pero es que ni siquiera nos hemos visto aún.
Para añadir más emoción al asunto Darío me ha llamado. Y por mucho que me esfuerce por mirar hacia otro lado, hay cosas que, por más que intente controlar, simplemente pasan. Esta es una de ellas, cada vez que escucho su voz me desarma y derriba cualquier muro que haya podido levantar entre nosotros.
"¿Te apetece dar una vuelta?", me ha preguntado, con esa familiaridad impresa en cada una de sus palabras. Como siempre, no es una pregunta, sino más bien una costumbre, una de esas que se repite casi todos los días, justo cuando anochece.
Cada tarde, sobre esta hora, suena mi teléfono, y su excusa nunca cambia: "Quiero hablar" o "Vamos al parque a dar una vuelta".
Como si el simple hecho de caminar por ahí pudiera hacerle dejar de pensar.
Y ese es nuestro ritual. Siempre es así. Salimos a dar un paseo, sin prisa, sin mucho de qué hablar, pero solos. Aunque, sinceramente, creo que ahora mismo no es algo que me venga muy bien.
Quedar con él a solas cada vez me cuesta más. Intento no pensar en cómo me mira a veces, en los silencios que de repente me resultan tan incómodos, en esos momentos que, sin decir nada, tengo la sensación de que nos decimos todo.
Cuando Darío se acerca a mí, algo en su mirada me hace detenerme. Sus ojeras marcadas, ese cansancio en su rostro que no disimula, me alertan de inmediato. Las cosas no están mejorando. Lo sé. Pero no pregunto. No hace falta. Aquí estoy, como siempre, para él.
"Todo bien", me dice con una media sonrisa y las manos en los bolsillos de la chaqueta, pero esa sonrisa no llega a sus ojos.
Aunque no diga nada, yo sé que algo lo está mordiendo por dentro. A veces me pregunto si él se da cuenta de lo mucho que me duele verlo así, pero no quiero presionarlo.
De repente, siento una punzada en el pecho. Me duele porque siempre hemos sido el uno para el otro, siempre ha sido él quien me da fuerzas, quien me escucha cuando el camino se pone difícil. Yo le cuento mis tonterías sin miedo, aunque quien sabe si les encuentra sentido —no es tan sencillo entender mis preocupaciones absurdas —, pero me escucha atento, sin interrumpirme.
Él comparte conmigo su tormenta personal, y aquí estoy para él. Sin secretos, sin barreras. Siempre.
Pero hoy es diferente. Hoy creo que los dos guardamos algo que no vamos a decir.
Justo cuando intento ordenar mis pensamientos, mi teléfono vibra. Me sobresalto, y cuando miro la pantalla, el nombre de Leo brilla ante mis ojos. Mi corazón da un pequeño brinco, pero intento no mostrarlo. El mensaje es corto,
"Hoy estuve pensando en ti todo el día."
Esas palabras deberían hacerme sonreír, debería sentir que algo en mi se enciende, pero ahora mismo suenan vacías. Ahora mismo solo me preocupa la actitud de Darío, ¿qué narices le pasa a este hoy?
Aún así... intento ilusionarme con el mensaje de Leo. Me esfuerzo en aferrarme a lo que esas palabras significan, a lo que podrían significar si tan solo creyera en ellas. Porque, aunque no lo quiera admitir, una pequeña parte de mí se siente bien con la idea de que, alguien aunque sea desde lejos, está pensando en mí. Y eso... Eso, por raro que suene, se siente bien.
Enseguida me doy cuenta de que mi teléfono está a plena vista, y Darío podría ver la conversación con el nombre de Leo. Le miro de reojo y guardo el teléfono rápido.
Paso los dedos por los mechones rojos de mi pelo y suelto un suspiro tan fuerte que seguro lo ha oído.
Mientras seguimos caminando en silencio, me obligo a recordar que las cosas pueden cambiar, que yo puedo cambiar, que tal vez mis propios sentimientos también puedan hacerlo. Estoy harta de estar atrapada en algo que no sé cómo manejar, que ni sé, ni puedo, ni quiero. ¿Tan difícil es ver a Darío por lo que realmente es?
Empiezo a dudar de si realmente voy a poder sacármelo de la cabeza en algún momento y simplemente verlo como un amigo, como el mejor amigo que podría tener.
Salgo de mi ensimismamiento cuando escucho a Darío decir a mi lado,
—Tal vez deberíamos vernos más.
Levanto la mirada con la boca entreabierta soñando leer entre líneas algo que no puede ser verdad.
El silencio entre los dos parece durar una eternidad.
Se que está preguntando más de lo que quiero aceptar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro