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Capitulo 32 Desafío

Darío

Con una última mirada llena de desprecio hacia Leo, me dejo llevar por Aless y juntos nos dirigimos hacia las cabinas de la entrada.
Leo queda de pie, mirándonos mientras nos alejamos con una sonrisa arrogante en su rostro. Siento cómo la frustración burbujea dentro de mí, pero no puedo dejar que lo que él me ha provocado me defina, soy más que eso.

—¡No te creas tan importante! —le increpo en la lejanía con firmeza.

Él se mantiene de brazos cruzados, levanta una ceja y se ríe.

—¿De verdad quieres jugar a esto? —le oigo responder con desdén.

En ese momento sé que tengo que seguir andando. No puedo quedarme aquí y permitir que sus palabras me afecten más de lo que ya lo han hecho. Con un último vistazo a su rostro arrogante, decido darle la espalda y seguir a Aless.

Con cada paso que doy, la adrenalina comienza a disiparse, reemplazada por la emoción del día que nos espera. El parque se alza ante nosotros como un lugar donde las preocupaciones parecen desvanecerse entre los gritos de quienes se creen muy valientes y la risa del mero espectador.

La entrada del parque está decorada con coloridos carteles que prometen aventuras acuáticas y toboganes vertiginosos. Nos ponen las pulseras y pasamos los tornos. El aire huele a patatas fritas con ketchup y a crema solar, la mezcla favorita de cualquiera.
Guardamos las mochilas en las taquillas del parque y estudiamos el plano.

—¡Vamos! —exclama Aless—. No podemos quedarnos aquí parados, las horas vuelan y hay mucho que olvidar.

Asiento y la sigo chancleteando con mi bañador de palmeritas como único atuendo. El bullicio nos envuelve. Los niños corren por todas partes, riendo y gritando mientras los padres intentan mantener el control. Las enormes piscinas brillan bajo el sol, reflejando destellos de luz que parecen bailar en el agua.

—¿Qué tal si empezamos por aquel? —sugiere, señalando un imponente tobogán rojo que se eleva sobre el resto del parque.

—¿Ese es en el que podemos bajar de dos en dos?

—Si no me falla la interpretación del plano, ese es.

— Pues adelante.

— ¿Listo?

—Siempre estoy listo para ti —respondo tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. La pellizco la cintura y se encoge mientras se le escapa una carcajada.

—¡Para! Tengo cosquillas.

En realidad, el que tiene cosquillas soy yo, y no de las buenas, el vértigo del tobogán me pellizca el estómago, pero hemos venido a jugar, así que a por ello.

Subimos los escalones uno a uno, y con cada paso, no puedo evitar mirarla de reojo. Aless habla emocionada sobre anécdotas vividas junto a Enzo y Anna en este parque y yo no puedo evitar sonreír al verla tan feliz, aunque el vértigo me está ganando la partida. Me siento en uno de los escalones buscando algo de alivio, pero estoy dispuesto a enfrentarme a cualquier desafío por ella.

Cuando llegamos a la cima del tobogán, tomo una profunda bocanada de aire. El tobogán es aún más imponente desde aquí arriba.

—¿Preparado para la aventura? —me pregunta extendiendo su mano.

Sujeto su mano con firmeza, sintiendo un cálido cosquilleo al contacto.

—Contigo, siempre. —digo poniéndome en pie.
Mi corazón late con más fuerza, todo el parque se extiende ante mi, me sudan las manos y siento que voy a perder el control en cualquier momento, sujeto su mano con fuerza mirando al frente.

Oímos la señal del silbato y nuestras miradas se cruzan , "¿Lista?" , vocalizo con un hilo de voz. Aless asiente con una sonrisa y sin pensarlo dos veces, nos lanzamos al vacío. Sus gritos de emoción y risa resuenan en el aire. La caída es vertiginosa y el aire silba a nuestro alrededor. El mundo parece detenerse mientras descendemos a toda velocidad, y en ese momento, se que he podido hacer frente a este desafío y que haré frente a los que vengan si ella me da la mano.

Al salir del agua, reímos a carcajadas, la tensión de lo ocurrido en el parking con Leo parece un simple recuerdo.

Después de varias vueltas por los toboganes y piscinas, decidimos hacer una pausa para comer. Nos sentamos en una mesa bajo una sombrilla de colores. Me pongo a la cola de la foodtruck de la zona y miro las opciones de comida, la oferta del cartel que está apoyado en el suelo no da mucha opción, así que pedimos dos hamburguesas con queso y patatas fritas.

Camino hacia la mesa con la bandeja de comida haciendo malabares para que no se derrame la Coca-Cola de los vasos, mientras vuelvo recuerdo que me ha parecido oír como un niño que estaba en la cola decía a su madre que le gustaba mi bañador, no sé si es fruto del hambre que tengo que me está nublando la mente o si realmente lo he oído.

Poso la bandeja sobre la mesa con cuidado y me siento frente a Aless.

—¡Huele que alimenta!

—Ni que lo digas.

Echo ketchup encima de las patatas y empiezo a comerlas con las manos.

—No puedo creer que Leo se atreviera a decir eso.—comenta Aless mientras toma un sorbo de su bebida. Su expresión es seria por un momento, pero luego se suaviza.

Frunzo el ceño y levanto una mano para restarle importancia.

—De verdad no vale la pena —digo con una sonrisa despreocupada—. Solo son palabras vacías. No voy a dejar que eso me arruine el día.

Nos miramos y Aless suelta una risa suave.

—Eres increíble —dice—. Podrías haberle dado una lección en el parking.

—Sí, pero no quiero convertirme en alguien como él —respondo, encogiéndome de hombros—. Prefiero disfrutar este momento contigo.

Aless sonríe y me apunta con el dedo mientras se relame el resto de ketchup del labio.

—Tienes razón. Hoy es nuestro día.

Mientras disfrutamos de nuestras hamburguesas, Aless se queda en silencio por un momento, con la mirada perdida en el horizonte del aquapark.
No sé qué la pasará por la cabeza, respeto su silencio, cada uno tenemos nuestros pensamientos y preocupaciones, que a veces en el momento menos pensado, nos asaltan. Finalmente, rompe el silencio con voz suave.

—Sabes que Leo solo fue una vía de escape para mí —dice, mirándome con sinceridad—. Me arrepiento de lo que hice. Estaba tan desesperada por encontrar a la persona correcta que no me di cuenta de que lo único que estaba haciendo era ser una cobarde.

La observo atentamente y acerco mi mano a la suya.

—No tienes que darme explicaciones, ni a mí ni a nadie —respondo con firmeza—. Todos cometemos errores y eso no define quiénes somos. Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante.

Aless asiente lentamente, sus ojos brillan con una mezcla de gratitud y tristeza.
A veces las palabras no dichas pesan más que las que se pronuncian.

—Lo sé, pero a veces siento que me perdí en todo esto. Quería sentirme querida y válida, pero terminé haciéndome daño y haciendo daño a otras personas.

Me inclino hacia ella y no aparto la mirada.

—No te castigues por eso. Lo bueno es que estás aquí ahora, estás donde quieres estar. Eso es lo que realmente importa.

Todos hemos pasado por situaciones difíciles y hemos tomado decisiones de las que no estamos orgullosos. Pero aquí estamos, dispuestos a dejar atrás el pasado y disfrutar del presente.

Aless sonríe débilmente.

—Gracias. —dice finalmente— Prometo intentar vivir el presente.

Con esa promesa flotando en el aire, terminamos nuestra comida, no me gusta que se sienta culpable, pero ese sentimiento le pertenece a ella y cada uno carga sus propias sombras.

Doy un trago largo y sostengo el vaso de cartón en la mano, lo observo con determinación y lo aplasto con cuidado haciendo una bola, imperfecta, pero con potencial. Tomo aire, me concentro y lanzo. El vaso vuela haciendo una parábola perfecta, chica con el borde de la papelera, gira una vez y... ¡canasta! Sin pensarlo me levanto de un salto con las manos en alto como si acabara de ganar un mundial, miro a mi alrededor buscando los aplausos imaginarios de un público inexistente, soy leyenda, aunque nadie me lo diga.
Aless se ríe mientras tengo todavía las manos en alto, intentando mantener la pose de campeón.

—No ha sido para tanto. —dice con una sonrisa traviesa. —A ver si encestas otra vez, campeón.
Susurra con una ligera provocación en su voz.
Me da su vaso arrugado y sale corriendo sin esperar a ver el resultado. Lo lanzo hacia atrás y corro mientras oigo a una señora increparme, creo que no estaba vacío del todo.

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