Capítulo 29 Noche de chicas
Aless
El día en la tienda transcurre con normalidad, salvo por las miradas furtivas entre nosotros que creo que cada vez se hacen más evidentes para Marco.
Cuando llega la hora del cierre echo un último vistazo a la tienda, saco las llaves del bolsillo, giro la llave en la cerradura y empujo suavemente la puerta para asegurarme de que esté bien cerrada. Luego me doy la vuelta y me apoyo contra ella por un instante.
Darío se enciende un cigarrillo y rebusca en los bolsillos la llave de la moto.
— ¿Seguro que no necesitas que te acerque?
— Seguro. Necesito dar un paseo.
—De acuerdo. Pero no puedo irme sin esto.
Antes de que pueda responder, se inclina hacia mi y me besa. Es un beso suave, cálido y lleno de una intensidad que no necesita palabras. Me quedo sin aliento cuando él se aparta.
— Esto no estaba en el plan. —murmuro tocándome los labios con la punta de los dedos.
— Contigo nunca sigo el plan. —responde recorriendo mi labio inferior con su pulgar.
Sin decir una palabra, se dirige hacia su moto provocando un rugido potente que resuena en la noche mientras enciende el motor.
Me quedo allí, inmóvil por un instante, sintiendo cómo el calor del beso aún arde en mis labios. Un suspiro escapa de mi pecho, mezclándose con la brisa fresca que comienza a soplar. La realidad me golpa con fuerza; he estado tan atrapada en estos momentos que he olvidado todo lo demás.
Con un leve temblor en las manos, comienzo a andar hacia casa de mi madre. Saco el teléfono del bolsillo y miro la pantalla: varios mensajes sin responder de Anna parpadean ante mí. Ella siempre ha estado ahí para mí, y ahora siento que le debo una explicación, bueno, unas cuantas. Tengo mensajes acumulados desde ayer.
Con determinación, busco su número en la agenda y llevo el teléfono a mi oído. El tono suena mientras camino por la acera iluminada por las farolas.
—¡Hola! Ya pensé que te habías arrepentido de confesarme tu amor a Darío —responde Anna al otro lado, con la voz llena de alivio.
—Anna... —siento cómo las palabras se agolpan en mi garganta. —Siento mucho no haberte contestado. Han sido dos días bastante intensos y... bueno, necesito hablar contigo.
La preocupación en su voz es palpable.
—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
Tomo una respiración profunda antes de continuar. Se que tengo que ser honesta con ella sobre lo que ha estado sucediendo en mi vida y cómo me siento ahora mismo.
—Sí, estoy bien...necesito explicarte todo lo que ha pasado. —me aprieto el puente de la nariz con la mano que me queda libre.
Mientras camino bajo las luces titilantes, siento una mezcla de nerviosismo y alivio al saber que estoy dando el primer paso para abrirme a mi amiga.
— Te hice caso amiga, le expliqué lo que sentía y...
— ¿Y...? Dios Alessia no te pares ahora, ¡continúa!
— Y...desde entonces no nos hemos separado, de ahí mi desconexión. Perdón. Esto es real Anna, no se lo que somos pero estamos genial, y lo estoy disfrutando mucho.
Noto una lágrima rodar por la mejilla, me seco con el antebrazo y sorbo por la nariz.
—Te lo dije Aless, te quiere, lo sé.
El silencio se instaura entre nosotras, me imagino a Anna de pie frente a la ventana de su habitación mordiéndose las uñas sin parar.
—Estoy asustada, no quiero que se estropee.
—Disfrútalo mucho y que pase lo que tenga que pasar, yo estaré a tu lado. —responde.
—Gracias, de corazón. ¡Y deja de morderte las uñas! No puedes estar más nerviosa que yo. —La digo riendo.—Podríamos salir mañana un rato por la noche y nos ponemos al día, ¿Te parece?
—Claro, ¿pizza y karaoke? —sugiere divertida.
—¡Wow! Es justo lo que necesito.
—Por cierto, por mis uñas ni te preocupes, ya no me quedan. Te quiero amiga.
Suspiro y respondo,
—Y yo a ti.
Cuelgo y guardo el teléfono en el bolsillo de la chaqueta vaquera. Freno en seco, cierro los ojos y suspiro relajando los hombros en un intento de recomponerme antes de llegar a casa.
Abro los ojos de nuevo y con cierto alivio cruzo la calle hacia el portal.
Cuando entro en casa, mi madre espera en la cocina.
—Llegas tarde. ¿Qué pasó?
—Nada. Vine dando un paseo hablando con Anna.
—No me engañas Alessia, soy tu madre, ¿recuerdas?
—Ni es mi intención engañarte, he venido dando un paseo, nada más. —cojo el bol de palomitas que ha dejado preparado en la encimera y una Coca-cola fresca de la nevera.
Cuando cierro la puerta de la nevera me encuentro con la mirada inquisitiva de mi madre.
—No me refiero a eso cariño. —me levanta la cara sujetándome la barbilla con un dedo— Tus ojos parecen dos estrellas, espero que sea de felicidad y no porque hayas llorado. —quizá ambas cosas, pienso para mis adentros. Mamá me da un abrazo que yo correspondo haciendo malabares para no derramar las palomitas. —Te he echado de menos. Me alegra que hayamos sacado tiempo para disfrutar de un plan juntas.
— Yo también me alegro mamá.
La sigo hacia el salón. Mientras nos sentamos en el sofá para elegir la película, me toco los labios de nuevo, incapaz de borrar el recuerdo del beso de Darío. Mañana será un nuevo día y no puedo esperar a que llegue.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro