Capítulo 14 Sirmione II
Darío
Recojo mis zapatillas del suelo y las sostengo por el talón golpeando los costados hasta vaciarlas de arena. El fuego de la hoguera aún chisporrotea suavemente, a medida que las llamas se van apagando, el aire se llena de un aroma a madera quemada. Me acerco a la figura acurrucada cerca del fuego. Allí está Anna, envuelta en una sudadera que parece más grande que ella, con la cabeza apoyada en las rodillas de un amigo de Enzo y el cabello desordenado. Con un gesto suave, la toco en el hombro, despertándola de su sueño. Parpadea confusa al principio, pero luego sonríe débilmente al reconocerme.
—Es hora de irnos a casa —le digo con voz suave, tratando de no asustarla.
Ella se estira, desperezándose, y su mirada se desvía hacia el fuego.
—¿Y Aless? —pregunta, con un tono de preocupación en su voz.
Trago saliva y respiro hondo.
—Aless no viene.
La expresión de mi amiga se torna seria. Con un parpadeo, se incorpora de un salto y busca con la mirada a Aless, pero lo que encuentra parece no hacerle mucha gracia. Aless está sentada sobre la misma toalla que Enzo con la cabeza apoyada sobre su hombro, sostiene el móvil en una mano y un mechón de pelo enredado entre los dedos en la otra. Se ríe. Enzo la dice algo en voz baja, inclinándose un poco hacia ella, Aless lo mira y asiente con gesto serio. No se de que pueden estar hablando, pero ahora mismo me da igual.
—¡No me lo puedo creer! —susurra Anna para sí misma en un intento de que yo no la oiga— ¿Qué cojones me he perdido?
—¡Tranquila fiera! —la digo pasándole un brazo por el hombro y acercándola a mi— Aless ha estado hablando conmigo gran parte de la noche, ahora está con Enzo porque le ha pedido quedarse en su casa esta noche, nada más. Confío en Enzo. Es mi amigo desde siempre, y no creo que me traicione. No es su estilo. Lo conozco bien. Sé que nunca haría algo para lastimarme o para arruinar nuestra amistad. Y tú... tú eres demasiado especial para él como para que esto te afecte.
Anna frunce el ceño, claramente sorprendida por mis palabras.
—¿Tanto se me nota?
Me giro a mirarla, sus mejillas sonrojadas y el temblor de su barbilla son solo una evidencia más.
—Casi más que a mi amiga, casi más que a mi.
Continúo andando con mi brazo sobre su hombro, la acerco a mí y la doy un beso en la sien hasta separarnos al llegar al coche.
Anna se acurruca en el asiento del copiloto y fija su mirada en la ventanilla mientras yo lucho por encontrar el cinturón.
—¿Sabes algo de Susan? —me pregunta sin apartar la mirada de la ventanilla.
La pregunta cae sobre mí como un jarro de agua fría, ¿Cuándo se ha dado la vuelta la conversación?
—No, y creo que es mejor así. Sabes que mi decisión es firme, no podía seguir con ella, creo que es más que obvio.
Giro la llave en el contacto y arranco el motor.
Subo el volumen de la música en un intento de evitar cualquier tipo de conversación incómoda y acelero.
Anna no tarda ni un segundo en llevar la mano a la pantalla táctil del salpicadero y silenciar la música.
Game over.
—Ya te dije cuando me lo planteaste que creía que era lo correcto, no te cuestiones nada más, era lo que tenías que hacer, no podías seguir mintiéndote a ti mismo ni a ella tampoco.
—¿Le has dicho algo a Aless? —le pregunto mirándola de reojo.
—No, ya te he dicho que estoy aquí para lo que necesites, yo te escucho y te aconsejo, pero esto es un tema entre vosotros, y creo que tenéis una conversación pendiente.
Asiento pasándome una mano por el pelo como si eso me diera la calma que necesito.
—¿Puedo preguntarte algo, Darío? —dice recolocándose en el asiento y posando una mano sobre mi brazo mientras se gira para mirarme.
—Dispara. —respondo correspondiendo su mirada.
—Tu actitud de hoy, tus ojeras, tu falta de interés en mantener cualquier tipo de conversación... júrame, prométeme que es solo por como te sientes con lo de Susan, nada más. Prométemelo Darío. No puedo ni imaginar que sea por otra cosa. El dolor por la pérdida de tu madre con el tiempo irá disminuyendo y si hay algún momento en el que creas que necesitas ayuda, aquí estamos, pero prométeme que no caerás nuevamente en...
Dirijo la mirada al frente y cierro los ojos por un segundo, intento encontrar las palabras adecuadas, mientras tanto, con la mirada fija en la carretera, la imagen del rostro expectante de Anna se dibuja en mi mente.
Aprieto inconscientemente las manos contra el volante con fuerza.
—Te lo prometo. —Digo sin dejar que acabe la frase.
—Está bien, perdona si he dudado de ti. —suelta mi brazo y se vuelve a acurrucar en el asiento.
—No pasa nada. —Noto una lágrima en mi mejilla que retiro disimuladamente con un dedo.
La realidad es que estoy en la mierda, pero no quiero cargar a nadie con mis problemas, otra vez.
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